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Capítulo Veinticinco.

Sentí a Marcus tensarse cuando ambos vimos a Portia y pidió que detuvieran la música a los gritos. Una vez había leído que las personas heridas eran realmente peligrosas, porque no tienen nada que perder. Así estaba Portia, incapaz de escucharnos a pesar de lo mucho que lo habíamos intentado. En ese momento me pregunté cuánto quería ser ayudada esa chica y si realmente quería aquello. A veces las personas no querían ser ayudadas y buscaban el fondo del pozo. No lo sabía, pero tampoco quería que sucediera a pesar de todo.

—Tengo algo que decir, un minuto por favor —pidió tomando el micrófono que habían usado para presentar el libro de una autora que no conocía, pero todos la miraron al mismo tiempo que a Portia. Miré el enorme afiche con la novela y por sus colores supuse que era una historia romántica—. Yo edité este libro, ¿saben? Creía tanto en los romances y en los finales felices que creí que podía tener el mío.

—Marcus haz algo —dijo la voz de un asistente del rubio y él asintió, queriendo acercarse a la situación.

No podía creer lo que estaba viendo en ese momento. No solamente era un suicidio social para Portia, sino para la editorial. Ya no le importaba nada y nos llevaba a nosotros con ella. Me pregunté que pasaba por su cabeza y como detener ese desastre que estaba por comenzar. El principio del fin.

—Pero me confundí cuando me acosté con mi jefe —le contó a todos en voz alta y los murmullos fueron el único sonido que pude escuchar. Vi a Marcus tratando de acercarse, pero le costaba mucho por todas las personas totalmente quietas mirando lo sucedido. Suni tomó el brazo de Declan y noté que buscaba sacarlo de la pista, pero él no dejaba de observar a Portia. ¿Qué podía hacer yo en ese momento? No lo sabía, pero una parte de mí quería solucionarlo—. Tomé la tonta decisión de estar con un hombre casado que nunca dejó de traerme angustias. Por años me prometió que iba a dejar a su mujer por mí, pero, en cambio, trajo a un hijo extramatrimonial a la familia y ni siquiera quiso hacerse cargo del hijo que estábamos esperando. Porque si, gente, es hora que dejemos de creer que el gran Scott era un hombre bueno. Era una basura.

Marcus finalmente llegó al escenario y le trató de quitar el micrófono a Portia, pero ella se negó enfadada, abrazando el objeto como si de su vida se tratase. Yo miraba todo sin poder creerlo, pero decidí acercarme a Declan y Suni. Este trataba de escapar del agarre de la chica a pesar de su insistencia.

—¿Y saben que es lo peor? Que obligó a su hijo a estar conmigo, a hacerse cargo de un hijo que no era de él y por un momento les hicimos creer que éramos la pareja feliz. Casi le arruinamos la vida a un pobre chico, eso somos, basuras somos.

—Basta, Portia —le escuché decir a Marcus y cómo sus palabras habían sonado a modo de regaño fueron en un tono alto. Todos lo escucharon y vi como la seguridad se acercó a Portia y junto a Marcus lograron sacarla del escenario. Que desastre.

—¿Lo sabías?

Me di cuenta de que todavía estaba al lado de Declan y tenía que lidiar con él. Lucía realmente dolido al enterarse qué tipo de persona era su padre y por un momento no quise seguir consolando a una persona como Declan. Era hora que se diera cuenta de la realidad y dejar de llorarla, yo no era su madre y Suni tampoco debería cumplir su papel. De hecho, siguió insistiendo que salieran del lugar al tomar su brazo y con un rápido movimiento Declan se soltó de ella.

—¡Suéltame de una maldita vez! —gritó haciendo que varias personas se voltearan a verlo y en sus rostros recordaran quién era ese chico—. Estoy cansado de tenerte detrás de mí todo el maldito tiempo, Suni. ¡Ya déjame en paz!

Escuché la voz de Marcus y comprendí que se estaba acercando a nosotros, aunque fue todo tan rápido que ni siquiera pude pensar. Vi el puño de Declan ir directo hacia el rostro de Marcus con tanta rapidez que por un momento me quedé pensando que era lo que estaba sucediendo. Había sido todo sin previo aviso, todo sucedía a una velocidad incapaz de comprender todo con facilidad. Vi el rostro dolido de Suni por las palabras de su jefe y luego horrorizado por lo que pasaba.

Marcus y Declan habían comenzado una guerra campal en pleno evento y nadie hacía nada para detenerlos. De hecho, la gente se movió para no salir lastimada y vi como Suni se unía a ellos. Se gritaban cosas y se reclamaban más, pero no sabía cómo meterme en ese tipo de situación. Al mismo tiempo, ¿tenía que hacerlo? Esos dos tenían que decirse las cosas a la cara sea del modo que sea, incluso si era el peor.

—¡Eres igual que él! —gritaba Declan enfadado, golpeando a su hermano sin ni siquiera darle tiempo a responder. Al menor parecía que le servía descargarse de ese modo en aquel momento y lo peor era que Marcus se dejaba golpear un poco.

Ahí fue cuando decidí interponerme y me crucé en el camino de Declan, que por suerte no hizo nada cuando me vio. Se detuvo en seco mientras trataba de poner de pie a Marcus, que estaba en el suelo demostrando lo dolido que estaba. No iba a permitir que le hiciera más daño a su hermano de ese modo.

—¡Basta, Declan! —exclamé furiosa, logrando que Marcus se pusiera de pie con mi ayuda. El menor me miró sorprendido por mis actos y cuando quiso hablar, con aquel rostro lleno de enfado, me apresuré a hablar—. No, no vas a decirme cosas feas a mí también. Tienes que entender que ambos son víctimas de su padre. No puedes culpar a Marcus de todo. Él no tiene la culpa de los errores de su padre.

—Alguien tiene que tener la culpa por todo esto...

Asentí, pero eso no significaba que le dieran la carga emocional al que seguía en la línea. No éramos más que víctimas de las personas que nos habían hecho mal alguna vez. De maneras diferentes los padres nos habían hecho daño y en ese momento estábamos mostrando las consecuencias de sus actos. Mis inseguridades creadas por una señora que no sabía amar a los demás, la autoexigencia de Marcus ante un hombre que nunca estaba satisfecho y la ausencia de Declan. Habíamos dejado que personas nos hicieran daño y era hora de comenzar una nueva vida, de marcar un nuevo camino lejos de ellos.



—Gracias por quedarte conmigo, Lizzie.

Le regalé una sonrisa cariñosa a Marcus mientras tomaba su mano y la dejaba en su boca, junto al hielo que le había dado, sacado de su nevera. Habíamos ido a su departamento luego del evento fallido y una vez que Declan volvió a su casa sano y salvo. Suni no había venido con nosotros y tampoco la juzgué por eso, el menor de los Scott había sido muy cruel con ella y seguramente tenía mucho que arreglar para volver a tenerla a su lado.

—¿Alguna vez tendremos un evento que salga bien? —quise saber con duda y Marcus sonrió encogiéndose un poco los hombros—. ¿Portia está bien?

—Sí, una compañera de trabajo la acompañó a la casa y me dijo que iba a dormir con ella para asegurarse que estuviera bien. Me hubiese gustado que Suni estuviera con Declan, pero creo que se pelearon —me contó y yo asentí, contándole rápidamente lo que había pasado. Resopló cansado, demostrando que había pasado por mucho esa noche—. Todo lo que ha pasado hoy es muy fuerte...

—Lo sé, pero al mismo tiempo los dos sabíamos que iba a suceder, ¿no?

—Me hubiera gustado que fuera diferente —admitió asintiendo con la cabeza, pero suspirando luego—. Pero no podemos elegir cuándo suceden las cosas, esto no es una novela.

—Se parece un poco a La Rosa de Guadalupe de hecho —bromeé y Marcus me acompañó en la risa, apoyando su frente sobre la mía. Dejé que me acariciara la mejilla, embriagándome con su aroma especial y todo lo que me gustaba de él. Cuando estábamos así recordaba cuanto me gustaba y porque lo había elegido.

Nos quedamos unos segundos así, con las frentes unidas y tratando de bajar los ánimos que teníamos en ese momento. Todavía nuestras emociones estaban altas luego de tanto problema y corridas, pero lo que menos esperaba en ese momento era escuchar las palabras de Marcus. Esperaba que dijera cualquier cosa, incluso si me mandaba a dormir, pero no lo siguiente:

—Te amo, Lizzie.

Mi corazón dio un pequeño vuelco al escucharlo decir palabras que jamás creí que alguien iba a decirme en la vida. Me alejé de él, sorprendida y con el corazón latiendo como un loco en su pecho, mostrándome realmente confundida por sus palabras. Me temblaban las manos y Marcus notó eso, tomándolas entre las suyas para dejar un beso suave.

—Sé que son palabras enormes y que estoy poniéndote en una posición complicada... pero quiero decirlas desde que llegaste. Las tengo en mi garganta desde que volví a verte corriendo para arruinar una boda que en realidad era un funeral. ¿Cómo no amarte, Lizzie? Creo que lo hago desde el momento que caíste de culo en mi oficina...

Todavía todo me parecía realmente fuerte y no sabía qué decir en ese momento. Lo que más me asombraba es que Marcus me lo estaba diciendo, se estaba declarando sin esperar nada a cambio. Era como si quisiera decirlo, como si lo tuviera en su garganta y buscaba finalmente salir. Lo vi aliviado y contento por sus palabras. En ese momento me di cuenta de que yo también sentía lo mismo, pero todavía no lo podía expresar. En sus ojos vi que no necesitaba decirlo tampoco, él lo había entendido.

En nuestro lenguaje de miradas él entendía que también lo amaba y eso era todo lo que necesitábamos.

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