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Capítulo Treinta y Uno

Abrí los ojos cuando ya todo se calmó un poco, aunque eso fue lo que me dijeron y no les creí nada. Mi corazón todavía latía como un loco y mi cabeza giraba en círculos sin poder comprender qué estaba sucediendo. Levemente, comencé a recordar qué había pasado minutos antes de caer desmayada en medio de la editorial.

Susan era un nombre que pensaba que nunca iba a volver a escuchar, pero, sin embargo, sabía que en algún momento de mi vida iba a aparecer cuando menos lo deseaba. Mi ex supervisora, la editora de mi novela en esa ciudad y la amante del padre de Marcus, que se habían separado meses después de mi ida a Nueva York. Me había enterado de que ella había comenzado a escribir también, aunque libros de autoayuda. No entendía por qué ahora estaba diciendo que yo le había robado una historia que era obvio que era mía. El personaje se parecía a mí, todo se parecía a mí y no tenía sentido que robara la historia de otra persona.

Marcus apareció en la oficina, luciendo realmente preocupado y yo le regalé una sonrisa demostrando que estaba bien. Marcus y Suni me habían sentado en un sillón de esos enormes en el suelo y ya podía recobrar la coherencia en mis acciones.

—¿Qué ha sucedido? ¿Te has desmayado de verdad? —me preguntó burlándose un poco mientras me alcanzaba un vaso de agua que Suni había traído. Puse los ojos en blanco por unos minutos mientras tomaba unos tragos rápidos y finalmente suspiraba porque no quería recordar lo que había escuchado.

—Susan denuncia a Lizzie y a la editorial por plagio —le explicó Declan a su hermano de muy mala gana, recordándome que estaban peleados por vaya a saber qué motivo. Me sentía realmente mal, pero asentí ante Marcus cuando él me miró confundido—. ¿Susan es esa mujer que estaba con papá antes de Portia?

—Sí... se fue cuando mi padre la echó de la editorial —nos contó Marcus el detrás de escena que no conocíamos—. Ella quería tener una relación más formal y él no quiso, así que en vez de comportarse como dos adultos... él decidió echarla y Susan se fue muy ofendida. Además, no había mucho lugar para ella en la editorial, éramos muy pocos y todos cobrábamos una miseria.

Escondí mi rostro en mis manos y sentí que Marcus se sentaba a mi lado, apoyando su mano en mi espalda para dejar algunas caricias que me hicieron sentir mejor. No quería exagerar frente a ellos, pero no había nada peor para un escritor que ser considerado un fraude. El plagio era la palabra prohibida y por la cual trabajamos el doble. Muchas veces en nuestra cabeza había ideas parecidas a otras, pero nunca iguales. Para mí esa novela había sido abrir mi alma y dejarla ir finalmente. Odiaba que alguien como Susan dijera que le pertenecía cuando no había nada más lejano.

—¿Editaste mucho con ella de esta novela? Tengo entendido que cuando viajaste a Nueva York, la sede de allá editó bastante —me preguntó Suni con su voz dulce y agradable, calmándome un poco en todo ese caos.

—Sí, mi editora hizo mucho de su parte. Quitamos algunas cosas que no tenían sentido, situaciones que no iba a ningún lado... pero algunos cambios de Susan se mantuvieron...

—Yo hablaré con tu editora, me encagaré de eso —pidió Suni mirando a Marcus como si le estuviera pidiendo permiso. Declan era su jefe de un modo que yo no entendía, sobre todo si le estaba pidiendo permiso a Marcus—. ¿Puedo?

—Sí, claro. Dile que podemos pagarle un vuelo para que venga a ayudarnos. Declan, ve con Suni. Quiero que se encarguen de esto, es parte de tu trabajo —le indicó Marcus con seriedad a su hermano y noté que él se ponía nervioso por unos momentos. Declan solía ser bueno con los números, pero luego no sabía casi nada sobre el mundo editorial. Suni esperó por él en la puerta de la oficina y si bien tardó un tiempo, finalmente se fue con la chica—. No te preocupes, todo saldrá bien. Vamos a demostrar que tú creaste la novela primero. No puedo creer que se atreva a hacerte eso.

—No sé si recuerdas que no era una mujer agradable...

Me sentía mejor así que decidí ponerme de pie y Marcus me siguió muy de cerca, tal vez un poco demasiado. Estaba pegado a mí como si quisiera cuidarme y no entendía a qué se debía tanta protección.

—Estoy bien —le avisé y él asintió varias veces, aunque había algo que no me decía. Lo conocía lo suficiente para verlo en su mirada, era algo que hacía cuando estaba nervioso y no podía decirme las cosas en la cara. Suspiré, sin saber que se venía en ese momento—. ¿Qué sucede, Marcus? Un problema a la vez.

—No... ¿no has dejado de cuidarte, no?

¿Cuidarme? ¿Me estaba diciendo que estaba gorda? Por un momento me sentí avergonzada y humillada creyendo que él estaba diciéndome que tenía que hacer dieta. Aunque al instante cambié de parecer cuando comprendí a qué se estaba refiriendo y me sonrojé sin poder evitarlo. Me había desmayado, pero dudaba que tuviera que ver con otra cosa que no fuera el momento de estrés constante que estaba viviendo en ese lugar.

—Solo me desmayé...

—Sí, sí, lo sé... solo pensaba qué...

—¿Qué pensabas? —pregunté y ambos nos mostramos bastante nerviosos sin tener la capacidad de hablar sobre cosas serias—. Si no dices lo que piensas, Marcus, no vamos a llegar muy lejos.

—Nada, Lizzie.

Suspiré, a veces Marcus se cerraba tanto en sus pensamientos que me hacía doler la cabeza. Sin embargo, lo vi arreglarse el cabello en su coleta de siempre y noté que estaba un poco cansado, así que decidí no ser tan dura con él. Tal vez esperaba mucho de él y no estaba siendo realmente agradable.

—Sigo tomando la píldora si eso te preocupa tanto.

—No... por un momento no me preocupó.

Sus palabras me golpearon de una manera que nunca me había sucedido en la vida. Me quedé en silencio sin poder lo que estaba diciendo entre líneas y no supe que decir, de hecho abrí la boca y no salió nada de ella. Entendía que estábamos planeando un destino juntos al casarnos, pero todo era demasiado repentino y me daba ganas de vomitar, pero reales. ¿Se imaginan el caos que podría ser yo con un hijo? El solo pensarlo me dio escalofríos y miedo, aunque supuse que nadie podía evitar de pensar en esas cosas. Me quedé en silencio notando que estaba pensando en la posibilidad y al mismo tiempo la idea de Marcus siendo padre no me desagradaba. Moví un poco mi cabeza tratando de quitarme esos pensamientos, demasiado grandes para mí en ese momento.

—Un problema a la vez —pedí y Marcus se rio por mi petición, pero asintió para acercarse a mí. Me dejó un beso suave y le regalé una sonrisa sincera. Todo eso daba miedo, pero un miedo que nunca había sentido antes.

Tal vez era emoción y no sabía cómo identificarlo. No lo sabía.

—Tu editora dice que ha perdido mucho papeleo por un hackeo masivo que tuvo la editorial.

Las noticias de Suni no me estaban ayudando y me senté frente a ella tratando de pensar cómo actuar en ese tipo de situaciones. La obra estaba registrada, así que tendríamos que ir directamente a acciones legales aunque ella también me estaba acusando. Era un lío. Suni me explicó algunas cosas más que había hablado con ella mientras Declan buscaba papeles en los archivos de la editorial. En Nueva York habían sufrido un gran hackeo y habían perdido bastante información importante, como manuscritos de novelas que ahora iban a tener que salir a la luz. Recordé a Stephenie Meyer llorando por su libro de Edward y me imaginé en la misma situación.

—Quiero hablarte de algo, Lizzie... ¿puede ser que en la editorial haya un manuscrito de la segunda parte de tu novela? —quiso saber Suni y abrí la boca sorprendida por esa información.

Cuando estaba lejos de Marcus y triste por no volver a verlo, había creado una novela contando nuestro reencuentro. Era una novela enorme llena de historias tristes que nunca me habían sucedido y lejos habían quedado de la realidad. Comprendí que esa historia tenía toda mi historia y mi angustia, de hecho los personajes terminaban separados. Realmente no creía en el amor ni mucho menos.

—Sí... pero es una historia realmente mala...

—Bueno, eso no importa mucho... Susan va a publicar esa novela. Todo indica que ella tiene algo que ver con el hackeo. Y no quiero ser este tipo de persona... pero creo que alguien está jugando en contra de nuestra editorial.

Mi cabeza me explotaba y miraba a Suni sin entender qué estaba sucediendo. Declan dejó de buscar y suspiró, para darle un golpe al escritorio a su lado, lejos de nosotras. Vi como Suni se desesperaba y quería ir en su ayuda, pero se quedó quieta sin moverse.

—¿Y sabes quien es la única persona que quisiera destruir la editorial?

—Mi padre —susurró Suni finalmente, bajando la mirada con angustia como si reconocer aquello fuera más fuerte que cualquier cosa. Me miró con angustia, con los ojitos llenos de lágrimas y me di cuenta de que no sabía algo. Algo enorme—. No te lo hemos dicho, Lizzie, porque eres nuestra autora... pero la editorial está por fundirse. Vamos directo al desastre y esto nos está sepultando para siempre.

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