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08

***
P.O.V.
[ELLA]

No sé si ustedes alguna vez experimentaron esa sensación de tener que correr como si de ello dependiese su vida.

Pero yo no había tenido que recurrir a ese recurso de utilizar mis piernas más que para caminar hasta ese día.

Si, así como lo lees. Mis piernas eran usadas esencialmente para emprender una caminata como el resto de las personas civilizadas en la ciudad.

Nunca para salvar mi pellejo

El aire golpeaba con fiereza mi rostro y aunque parecía perro remojado del sudor que se escurría a cántaros de mi cuerpo, la brisa producida por la rapidez impactaba recordándome por que estaba corriendo como caballo desbocado.

No podía parar, o eso significaba darme una estacada contra el piso.

Y lo menos que necesitaba era tener mi rostro con sabor a zapatos desgastados.

La velocidad aumentaba cada segundo que pasaba en el mismo movimiento.

Mis piernas se movían conscientes de lo que ocurría a mi alrededor pero temblaban pidiendo un descanso.

Descanso que yo no podría darles —por lo menos no por ahora—

Adelante, atrás, sube y baja.

Llevaba repitiendo el mismo movimiento por media hora. Mucho más de las que mi debilitado cuerpo podía resistir

Gotas espesas de un sudor salado humedecían mi frente, cuello, brazos, abdomen. Hasta mis piernas sudaban. Y no era para menos jamás habían hecho esto.

Y si lo llegue a hacer de seguro fue hace mucho tiempo y mi cuerpo no recuerda como funciona su resistencia

Cada segundo que pasaba se volvía más difícil contener el aliento.

Jadeaba ¿Qué le paso al oxígeno que contenía en mis pulmones?

Gemía

Ni siquiera sabía que podía gemir.

Me aterré

¿Cómo toronjas terminé a parar encima de una Cinta Ergométrica?

¿Si quiera conozco la razón por la cuál estoy metida en el gimnasio?

Observé a la pelinegra carcajear divertida. Entrecerré mis ojos observándola

Le gustaba hacerme sufrir y vaya que lo logró

—-Te dije que sería mejor hacer Spinning pero dijiste que la máquina con cinta parecía menos inofensiva-—dijo entre risas. Últimamente anda muy sonriente la chica dark

Les doy un pequeño contexto para que entiendan como la protagonista terminó haciendo Step en vez de hacer lo que mandé esta historia.

El día anterior, después de haber terminado mi jornada de trabajo. La chica dark alias Sarahy se ofreció —extrañamente—a darme un empujón hacia mi humilde —desagradable —morada.

Alegando que ya había anochecido y podían fácilmente asaltarme por mi llameante cabello azul. Aunque aquí entre dos aquella pequeña ciudad no era de delincuentes y si existían los supuestos malhechores conmigo no se habían topado.

Acepté.

Era mejor ir sentada en un cómodo asiento de cojín acolchado pegado a mi "traserito" que ir caminando sola por las calles de la ciudad.

Pero mala idea señores y señoras.

Repito mala idea

-— ¿Qué haces por la mañana antes de ir a la cafetería? —-preguntó después de haber pasado varias cuadras en silencio. Gire mi cabeza hacia ella sorprendida.

Me encogí de hombros —-Nada—-

Ahora era ella quien me dirigía una mirada de asombro después de parar en el semáforo

-— ¿No estudias? —-negué-— ¿Trabajas en otro local? —-volví a negar -— ¿Paseas al perro? —-reí.

—-Eso sí lo hago, paseo a Cocco pero muy temprano en la mañana. A eso de las seis. Luego al medio día y después cuando regreso de la cafetería —-asentí moviendo la cabeza de un lado a otro.

-— ¿Y después de eso? —-volvió a arrancar el auto—-

—-Nada, me encierro en mi habitación hasta que sea la hora de ir a la cafetería —-coloqué mis manos sobre mi regazo y jugueteé con ellas nerviosa.

No había hablado con nadie acerca de lo que hacía —o no hacía—antes de llegar a la cafetería. Sarahy asintió y a los pocos minutos una sonrisa un tanto torcida se instaló en su rostro.

Detuvo el auto y se giró sobre su asiento para observarme.

Miré hacia ambos lados ¿Qué ocurría?

—-Necesitas tener vida—se burló, en parte tenía razón y en parte no, así que hice una mueca producto de mi conflicto mental —-Y vamos a iniciar mañana —-

¿Ah?

Y como que eso que pensé lo dije en voz alta porque la chica dark ahora sonriente se carcajeó con fuerza sobre su asiento.

—-Iremos al gym —-válgame Dios por no saber el significado de esa abreviatura.

Porque si lo hubiese sabido jamás hubiera aceptado.

Y yo no estaría aquí jadeando y con una Sarahy echándome la botella de agua encima del rostro.

Maldita cinta ergométrica

—-Tienes que hacer más ejercicio. —-la mire seria—-Se nota que no eres muy atlética

Gran descubrimiento, pensé irritada

—-Así le das forma a tu "traserito" —-

—-Isi li dis firmi i ti trisiriti—-murmuré sacudiendo la cabeza. Sarahy volvió a estallar en risas que al final terminaron contagiándome.

Así que podías encontrar dos chicas completamente diferentes riéndose como focas retrasadas en medio gimnasio.

—-Será mejor que te seques el agua y el sudor. Tengo turno en la tienda Army en veinte minutos —-informó a lo cual tome la toalla que me ofrecía, secándome el rostro, cuello, brazos e incluso cuando nadie miraba metí la toalla dentro de mis senos para sacarle la humedad.

La chica dark volvió y después de pagar la cuota del mes salimos del gym.

Ella recibiendo silbidos y cumplidos y yo respirando profundo sintiendo el oxígeno volver a ser parte de mis pulmones con facilidad.

—-Para la próxima haremos Spinning —- rodé los ojos.

Si es que había próxima...

Lo cual dudaba demasiado. Porque si ese era su método para que yo tuviese una vida les aseguro que prefería seguir sin vida que tenerla.

Sarahy quiso llevarme de regreso a mi casa—o llevarme en primer lugar—porque el día anterior le dije que me dejara a tres cuadras antes de mi casa, excusándome con que tenía que recoger un pendiente en casa de la vecina.

La razón era que no quería que supiese más de mi. Y mi casa era la peor pesadilla que tenía

Por eso me negué —igual que ayer—así que ahora me encontraba sentada en la cama de la habitación en el pequeño pero cómodo y ordenado apartamento de la dark.

Posters de bandas que no reconocía, pegados en los alrededores de las paredes grises y moradas decoraban la habitación, añadiéndole una pared de fotografías, un mini escritorio, el televisor, el armario, el baño, la cama y una mesita de noche era todo lo que podía observar mientras que Sarahy se daba una ducha.

Por las fotos me di cuenta que ella—al igual que yo—había elegido el camino de teñir su cabello.

Primero rojizo, después rubio, morado y ahora quedo con su color de cabello original el negro.

Cuando salió del baño me dedicó una mirada de "Deja de husmear mis cosas"

—-Aquí tienes una toalla—-lanzó sin darme tiempo de reaccionar, terminando la toalla encima de mi cabeza—-Puedes ponerte esta camisa—-siguió lanzándome cosas a la cabeza—-con este jeans, quizás esta chamarra o quizás solo—-al darse cuenta que no estaba prestando la más mínima atención de lo que me mostraba se acercó y me quitó la ropa de la cara.

—-Tu eres aesthetic —-me encogí de hombros—-Yo soy dark —-observó su armario y luego a mi. Y viceversa como por dos veces más, hasta que bufó y salió de la habitación.

Chasquee la lengua y me senté otra vez en la cama.

—-Ponte esto—-me lanzó una muda de ropa —-Te servirá —-

Una suéter de lana color blanco un poco más ancho que mi cuerpo, junto a una braga de jeans azul claro y tenis beiges.

-— ¿Es tuya?—-pregunté asombrada por la diferencia de ropa. Ella negó

—-De mi rommie fruncí el ceño —Ósea mi compañera de departamento—abrí la boca y asentí.

—- ¿No le va a molestar que le hayas prestado a una desconocida con cabello azulado y obsesión por el helado su ropa? —-ella negó haciendo un ademán con la mano mientras se calzaba sus tenis—-

—-Ya veré que le diré—-sonreí.

—-Gracias—-ignoró mi agradecimiento concentrándose en el delineado de sus ojos. Me encogí de hombros ofreciéndole otra sonrisa de boca cerrada a pesar de que ella no estaba prestándome toda la atención para verla.

Adentro en el baño me encontré con una tina que muy tentativamente pensé en usar para darme un cómodo baño.

Pero recurrí por la vieja confiable de la ducha.

Observé mi reflejo de nuevo en el espejo y busqué mi "traserito"

Como que si me hacía falta un poco de carne allá abajo, murmuré entre risas antes de que el agua comenzara a caer sobre mi cuerpo.

—-Azulada—-deje de tararear y presté atención a la voz que se adentraba al baño—-Me tengo que ir o sino llegaré tarde. —-

Sarahy abrió la puerta de la ducha y por instinto me cubrí con mis brazos las zonas donde me sentía vulnerable

La miré diciendo un "Estoy en el baño, desnuda" pero ignoró aquella mirada, en cambio se dedicó a observarme de arriba hacia abajo. Carraspeó su garganta y habló

—-Te dejó las llaves, cuando salgas cierra bien y me las entregas en la cafetería. —-asentí cubriéndome aún más.

Claro como si eso fuese posible.

—-En el micro deje una pasta con queso para que no te vayas sin haber comido algo a trabajar—-volví a asentir —-Y ya deja de cubrirte soy mujer, vagina siempre será vagina. —-rodé los ojos sonriendo.

—-¡Ya vete!—-

—-Ni que te fuera a violar aunque quisiese—-soltó cerrando la puerta tras de ella.

Que incómodo ¿no crees?

Es decir, para tener no muchos días de habernos conocido que te vean desnuda es raro.

Sacudí mi cabeza y volví a tararear.

[...]

¿Por qué yo siempre iba retardada a dónde sea que fuera?

¿Acaso el tiempo no quería que llegase temprano o tan mal le caigo al reloj?

A paso apresurado me calcé un tenis mientras con la otra mano metía un bocado de pasta a mi boca.

Apenas y me había dado cuenta que tenía cosas y planes que hacer para quedarme toda la tarde en la ducha y rebuscando ropa dark que me gustará—eso incluye una mini falda negra de flecos, un shorts de mezclilla grisáceo, una falda de tubo color vino, una camisa negra de mangas largas ajustada y un top negro brillante —como para que ahora el zapato que me faltaba no quisiera entrar en mi pie.

Y ni loca que estuviese me iría descalza por el mundo.

A todo esto ¿Y mis zapatos?

Mi ropa olía a sudor estaba más que obvio la razón por la cual tenía la ropa de la compañera de Sarahy pero según yo mis zapatos estaban en perfecto estado.

Bueno quizás un poco desgastados pero aún servían para echar otra caminata a la parada de autobuses e ir a la cafetería con todo los dedos cubiertos.

Pero no estaban.

Mis zapatos no estaban.

Correteé todo el apartamento, metiéndome debajo de la mesa, la cama e incluso bajo la encimera de la cocina. Rebusque en las esquinas pero mis zapatos no estaban.

Y para colmo el zapato izquierdo no quería cooperar con mi pie.

Iba del tingo al tango. Comía pasta, peinaba mi cabello, trataba que el zapato le diera la gana por entrar y buscaba los míos.

Sin darme cuenta y con una pierna alzada para que mis manos empujaran el zapato terminé de culo contra el piso por andar saltando en un solo pie y no ver que había un obstáculo en medio de mi camino.

El cabello me quedó sobre la cara.

Bufé.

Ahora tendría que peinarme otra vez.

Me levante y sacudí. Para cuando mis ojos dieron con mis pies ambos estaban calzados.

Aplaudí entusiasta

Por fin entró el condenado. Incluso sentí la necesidad de darle un beso al zapato en agradecimiento pero el sonido de un celular me espabiló.

Ese no era mi celular porque yo no tenia.

Pero el repique seguía y seguía

Y ahora que iba retrasada, comiendo como una bastarda sonaba de fondo el repiqueteo. —que era bien fastidioso—

No me quedó de otra que husmear para apagar el celular. Bueno y así chismoseaba el espacio.

Y no me mires así porque era más que obvio que debía curiosear donde estaba metida.

¿A qué no sabes cuánto me tardé en encontrar el bendito celular?

No exageres que no soy una tortuga así que no, no me tarde una hora o dos. Eso lo usaría para darle drama pero lo que narraré después paso a tiempo.

Quince minutos después, subida a una silla con los brazos estirados encontré el celular —un IPhone—muy bonito, que en mis manos se veía fuera de lugar.

Forro morado con brillantina dorada y la pantalla encendida.

Ethan

Sonreí y no me preguntes cómo pero al segundo tenía el teléfono pegado a la oreja

-— ¿Alo? ¿Mapache? —-se escuchó detrás de la línea una voz con acepto de Bolton.

-— Sarahy si estás ahí y te cabreaste porque te llame Mapache ya debes estar acostumbrada. Con esas sombras que te colocas es lo mínimo que te pareces —-y se me salió la risa—-

¿Qué querías que hiciera? ¿hablar?

No gracias, ahora mismo comparaba a la chica dark con un mapache. No había tiempo para decir Hola

-— Tú no eres Sarahy —-negué con la cabeza tapando mi boca con una mano, aunque sabía que era muy tarde porque aún carcajeaba por lo bajo—-Y yo ya he escuchado esa risa antes. —-nada, solo mi respiración era lo que él podía escuchar pero aún así sabía que yo estaba ahí —-Sé que eres tú. —-musitó tan bajito que apenas logré escuchar.

Pero así como apenas escuché, apenas pronuncio esa oración colgué.

Tome las llaves apresuradas viendo el reloj.

¡Oh fuck!

Resonó en mi cabeza una voz americana que de seguro había oído en alguna película. Guarde el móvil dentro de la mochila —donde estaba mi ropa sudada—y con las manos vueltas gelatina cerré como pude la puerta y baje por las escaleras.

El ascensor era demasiado silencioso para mí y créeme lo menos que quería era atormentarme. Eso y que no sabía en qué piso estaba y a que piso debía llegar.

Alabadas sean las escaleras.

14 pisos después

Maldita sea sean las escaleras

Me sostuve de la baranda jadeante miré hacia mi alrededor y tan solo faltaba un escalón.

Necesito ejercicio—que haré algún día—

-—¡Zanahoria!—-escuché gritar mientras mis pies tocaban el asfalto. Como no era conmigo ni me esmeré en girar.

¿A quién engaño? A ti por supuesto.

Si me llamaban a mi.

Yo era la zanahoria que ahora parecía arándano.

Menos mal yo había hecho una corrida mañanera en el gym porque esa misma fue la que emprendí calle arriba en busca de la parada de bus.

-— ¡Corre Forrest! ¡Corre! —-me reí. -—¿Seguirás o prefieres que te lleve? —-me detuve colocando una mano en mi abdomen inclinándome un poco hacia adelante mientras jadeaba.

Mierda. Si que necesito ejercicio.

—-Sube—-abrió la puerta del copiloto de un auto deportivo negro —muy llamativo—

Observé al conductor, el auto, la carretera, mis pies e incluso una roca para acabar dentro del auto del rubio.

—-A la cafetería—-hice una pausa—-Por favor —-dije sin mirarlo

—-Sé a donde vas, no es necesario que me lo digas. No somos extraños —-giré mi cabeza y me concentré en guardar silencio mientras miraba por la ventana.

-— ¿No quieres hablar? —-negué -— Está bien. Puedo esperar a que estés lista para hacerlo—-sonreí sin mirarlo.

No podía —no quería—

El camino paso en silencio—cómodo— a decir verdad, no me molestaba. Yo lo había creado en primer lugar y no sería quien los destruyese—y menos con él—

Aparcó enfrente a la cafetería y así como las ruedas dejaron de moverse sobre el asfalto mis pies comenzaron a moverse contra el asfalto.

No dije gracias, no dije adiós, no dije nada.

Aún sabiendo que tenía que decirle algo tarde o temprano

Por el rabillo del ojo me di cuenta que el rubio bajó del auto y se apoyó sobre su espalda con los brazos cruzados mientras me observaba caminar.

Me parecía ingenuo si creía que iba a arrepentirme y correr a sus brazos para que me abrazase.

Y sé que de seguro estarás como ¿WTF BICTH?  Me estás ocultando algo

Sí, te estoy ocultando la mayoría de la historia. Pero concentremos en lo que vinimos hacer.

Helado + Chico Agrio + Azulada = Plan

Después tendré tiempo de revelarte la historia completa.

Entré al local y ahí estaba él, en la misma mesa —la de la esquina—con una expresión no muy agradable.

Pero no me dio tiempo a detallarlo porque apenas entré me tomaron del brazo a la fuerza arrastrándome hasta la cocina.

-— Al fin y llegas—-murmuró irritada —-Mira que llevó rato diciendo que estabas en el asilo visitando a tu abuelo—-la miré alzando una ceja.

—-Que original —-fue lo único que dije trastornada. Sarahy rodó los ojos y bufó.

—-Toma—-le extendí el celular —-Creo que es tuyo. —-ella asintió y lo tomó junto a las llaves de su apartamento.

—-Hora de trabajar Azulada -— palmeó mi espalda haciéndome saltar del impulso. Asentí y me puse el delantal.

Inhale hondo y el primer sabor de helado que vi. Ese mismo serví.

Quede trastornada y sacada de onda con aquel empujón que me ofreció el rubio, así que no me esmeré en elegir el sabor.

Además el durazno era lo bastante sabroso como para cambiarlo por otro sabor.

Las elecciones del destino a veces eran acertadas. —pocas veces—

Sostuve la bandeja —aún no me acostumbraba a su peso en mis antebrazos—y salí de la cocina hacía la mesa del chico.

Observé cómo inhalaba hondo —así como minutos antes hice yo en la cocina —quizás mi presencia comenzaba a irritarle o tal vez no había mucho oxígeno en la cafetería.

Elijamos la segunda para no sentirme mal ¿Okey? Está bien. Sigamos

Camine a paso tembloroso. Sentía que la bandeja se me iba a caer—y no sería la primera vez—

El chico hizo un par de movimientos —extraños—con su cara que terminaron a parar en una mueca desagradable.

Okey. Eso afirmaba que mi presencia le irritaba.

Pero como no me iba a poner a llorar seguí mi dirección.

Él pestañeó varias veces ¿Qué? ¿Pensaba que era un espejismo?

Pues déjenme decirles que este espejismo no tenía necesidad de estar en el desierto.

O le hacían falta unas buenas gafas.

Y sonreí.

Me reí a voz baja de mis propias conclusiones así que ahora me veías sonriéndole al chico de la mesa de la esquina

Mamá siempre me decía que cuando sonreíamos con intensidad se me formaban unos hoyuelos que ella punzaba con sus dedos juguetona.

Esa esa la madre de antes, no la de ahora. —ni la de después—

—-Cortesía de la casa—-dije apenas tuve una cercanía prudente. ¿Por qué no decía Hola?

Me observó y amplié mi sonrisa. Después de admitir para mi misma, que mi presencia le irritaba un poco quise darle su espacio. Así que está vez no tomé asiento para hacerle compañía.

Al contrario dejé en la mesa el recipiente con el helado y tras dar una última sonrisa como despedida me retiré.

Pero no te creas que lo perdí de vista. No señores y señoras.

Yo siempre lo vi—aún después de haberme cegado —era lo único positivo que tenían mis ojos para ver

Me ubiqué detrás del mostrador. Así era más fácil atender a los clientes sin apartar la mirada de él, la mesa y el sabroso helado de durazno.

Me esmeré en sonreír, hoy no había sido un día malo. O al menos no tanto como los demás que viví a lo largo de la historia.

Y a pesar de que ya existía la primera persona que después de mucho reconoció la risa de aquella pequeña de hace ocho años atrás.

No estaba aterrada. Más bien muy en el fondo tengo que reconocer que quizás quería que alguien me reconociera entre mis capas.

Así eso significará dar explicaciones de lo que un día deje atrás.

Lo demás ya lo sabes. Siempre transcurría de forma tranquila y amena.

Él comía el helado
Hacía muecas y apretaba la nariz, cerrando los ojos
Yo lo observaba en silencio
Yo sonreía

Por un momento tuve que emprender carrera a la cocina en busca de un muffin de coco.

Para cuando salí algo había cambiado, él parecía furioso, colérico. Incluso estaba colorado en las mejillas.

No estaba haciendo calor ¿o si?

Observé como de mala gana tomaba en sus manos una servilleta rosa pastel dejando una nota.

Que apostaría tenía la letra hecha un desastre. Por la forma en que sostuvo el bolígrafo con fiereza, apretando los dientes.

Quizás sabía que la curiosidad me mataría y por eso las dejaba escritas. O era la única manera en que nos comunicáramos después de tanto tiempo de ausencia y silencio.

Y sin más se fue, dando zancadas y empujones salió disparado como bala perdida del local, con aquella actitud que tomaba de niño cuando algo lo disgustaba.

Inflaba sus mejillas, cruzándose de brazos ahogándose la amargura por dentro. Nunca fue de aquellos que hacían berrinches o explotaban por la ira.

Siempre la contenía. Eso fue lo que hizo que el impacto doliera cuando explotó.

Leí la nota

"¿Por qué lo haces?"

Ahogue un grito de pasmo.

No podía contestarle. No podía o quizás no quería.

No diría nada porque eso significa perderlo por segunda vez.

Pero dime ¿Qué podía pensar si decidía hablar? Contarle todo.

Ni siquiera a ti te he contado toda la historia. A él menos.

Y nunca lo hice.

Yo era la chica que llegó a la ciudad después de haberse marchado por destrozarle la vida a un pequeño de doce años. Obsesionada con él desde críos y que ahora le obliga a comerse el helado usando yo no sé qué cosa para que lo haga.

Me sentí mal. Empecé a respirar con dificultad.

Yo no era quien para hacerle recordar.

Algo dentro de mí se rompió cortándome cada pedazo que encontraba a su paso.

De nuevo las grietas se abrieron.

Conociéndolo quizás no volvería a pisar la cafetería. Estaba demacrado, tenía ojeras en sus ojos seguro culpa del mismo insomnio que me atacaba a mi cada noche.

Pero yo no me di por vencida. No me rendí hasta que no hubo más camino para recorrer.

Continué con mi plan. Asumiendo que en cualquier momento aquello que nos acercaba se convertiría en odio.

No lo deje ir.

¿Spoilers?

Él me dejó ir a mí.

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