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05

***
P.O.V.
[ÉL]

Quizás fue el malestar estomacal y la punzada molestosa en mi trasero lo que hizo que las clases de álgebra lineal fueran las dos horas más agonizantes de mi existencia en esa mañana.

No exageró —o tal vez si—pero justo aquel día ponía en duda la idea de estudiar ingeniería. Incluso dudaba de haber tan siquiera elegido asistir a la universidad ese año en particular.

Y no era mi entera culpa, Si es lo que estás pensando. Eso de tener inseguridades a esta edad. Porque déjame decirte que hace mucho tiempo no sentía esa opresión en el pecho y aquellas incontrolables ganas de salir corriendo de un sitio desde aquel septiembre—y los meses que le siguieron a esos—

En realidad todo se debía a la chica azulada de la cafetería y podrás preguntarte ¿Porqué dejaba que influyese de esa manera tan abrumadora en mi monótona y rutinaria vida?

Pues ahí está la respuesta. Por que era monótona y rutinaria mi existir en la ciudadanía que ella con solo tener una simple mesa y una bandeja de distancia con su asqueroso helado, ya había hecho lo que yo en años no había logrado.

Cambiar mi manera de vivir.

No lo consideres como un spoilers —o quizás si— pero de saberlo ya es algo que sepas desde mi primera narración.

Solo quería dejarlo claro por si aún no entendías la facilidad que ella poseía en armar y desarmar las piezas de mi rompecabezas.

De hecho, pensándolo bien siempre tuvo esa llave maestra que abriera todas las puertas que yo cerré.

Ya verás porque.

Continuando con la jornada estudiantil —que no se me hacía nada fácil para ese entonces— sostuve con mi hombro la mochila desgastada y rota en una esquina, con mi mano sobándome el estómago, decidí levantarme—pesadamente— del asiento.

Te aseguro que inclusive tuve unas leves ganas de sobarme el trasero.

Pero me contuve.

Habían muchos ojos presentes y que alguien —con mi mal genio y humor—se rascará el culo en el salón perjudicaría mi poca reputación estable en esa universidad.

Así que, preferí ignorar por breves minutos —antes de encontrar el sanitario de hombres—el dolor de culo que me acompañaba esa mañana.

Llegué a considerar que debía pasar buscando prestada una almohada en la enfermería, excusándome de haberme operado la no sé qué cosa para llevar una almohada pegada al trasero cada vez que me sentase.

Idea que no lleve a cabo por el insistente llamado de Ethan a mi costado.

— ¿Qué onda bro? —si me mantuve equilibrado, hasta ese momento podrás imaginarte que mi estabilidad física —y emocional— se terminó yendo al caño.

Ethan colocó su brazo por encima de mi hombro, haciendo que todo el peso que me tenía estable con las libretas del otro lado se confundiera con el peso muscular del rubio a mi derecha.

Sabrá Dios como rayos no termine en el suelo —considerando el malestar que poseía aquel día —

—¿Cómo va tú día? — rodé los ojos irritado. Esa era una pregunta que—a pesar de los años compartidos juntos—no me apetecía contestar.

—¿Todo bien?—bufé irónico—Yo te veo bien. Estás respirando, caminas más o menos y aún estás escuchando lo que te digo así que —el rubio se encogió de hombros suspicaz—Estás bien. Perfecto diría yo—

Alce una ceja incrédulo mientras me dedicaba a observar al chico con mi entrecejo ceñudo.

Si para él salir dos veces de clases para tener una conversación con el escusado de hombres, terminar casi con el desayuno encima de las libretas de cálculo y re acomodarme en el asiento para evitar que me doliese el culo era su definición de "todo bien" "Perfecto"

Entonces estaba como salido de fábrica.

Pero, claro. Con varias piezas sueltas

Y todo gracias a que cuando me sacaron del empaque me desbarajustaron los engranajes queriendo jugar a la niñera del helado

Rodé los ojos por el simple recuerdo.

— ¡Hey! —me espabilé, bueno mejor dicho, me espabilaron. Zarandeándome de un lado a otro bruscamente—Bueno si no quieres hablar esta bien —el chico volvió a encogerse de hombros simple. —No es la primera vez que me ignoras y me das la espalda. Ya hasta creo que me acostumbre —soltó una carcajada algo fingida—

En parte tenía razón. Pase los últimos años de mi vida ignorando cualquier presencia a mi alrededor. Que pese a las diferentes terapias y rehabilitaciones, sólo obtuve "la socialización" hace un par de años atrás.

Pero hoy no era el caso.

Todos temían que volviese a encerarme en mi burbuja que apenas creaba una capa, se esmeraban en explotarla.

Y Ethan siempre buscaba la manera de recuperar a su antiguo amigo.

Costará lo que costará.

— ¡No seas exagerado! —le reproche hastiado de la visión que mi amigo tenía sobre mí. Visión que yo mismo que encargué en portar después del septiembre 12.

Creo que recordar ese mes —anteriormente—era como detonar una bomba nuclear que de una u otra forma terminaba por herirme

—Solo estaba pensando—comenté sin la intención de que sonará como una excusa. —Es todo, nada más. Ya sabes como soy cuando pienso—esa si fue una excusa para darle credibilidad a mi argumento.

Él sonrió y retomó su ánimo de hace minutos atrás.

—Si lo sé—dejó caer un suspiro pesado, como aquellos que sueltas cuando sabes que algo—o alguien—no tiene remedio y te toca aceptarlo como es, antes de perderlo.

—Cuando Piensas es como si el cable que se conectara a tu cerebro para darle energía a tu cuerpo se desconectará del toma corriente y te apagarás. No escuchas, no ves, y lo peor no sientes. —mencionó afligido. —Pero ¿Qué más? ¿No? Así eres y así serás. Nadie puede cambiarte —lo observé pensante.

Te confesaré que sus palabras, para aquel entonces entraron por un oído y salieron por el otro. Pero ahora —después de todo lo qué pasó—me doy cuenta de que a la vez que acertó, se equivocó.

A la final si cambie—o me cambiaron—

Me limite a asentir sin decir algún comentario.

En el fondo sabía que tenía razón y no iba a rebatir. Cuando él ponía de su parte en amigarnos—como antes—

— ¡Tienes que ver esto!  —exclamó aventándome en la cara, una especie de sudadera.

Quede ciego por segundos. Pero esos segundos lastimaron a alguien más.

— ¡Auch! —escuche el quejido de otra persona ajena a lo que sucedía con nosotros.

—Más tonto no naces ¿eh? —se burló a mi costado Ethan—

Resoplé, quitándome la sudadera del rostro, retomando el control de mi campo visual. Observé a un Ethan animoso, burlándose de mi pésima suerte en las cacheadas. Y luego estaba ella, de pie frente a mi. Sobándose ligeramente el brazo.

—Disculpa—me apresuré a decir observando como la rubia se examinaba el brazo derecho. —Ya sabes como es Ethan de bobo—lo mire fijamente—todas las veces —murmuré lo suficientemente fuerte para que él se rascara la nuca nervioso, sonriendo de medio lado.

La chica dirigió su vista hacia la mía, clavando unos hermosos ojos verdes en los míos.

—No te preocupes—se carcajeó nerviosa—Estoy bien. —hizo un ademán con la mano restándole importancia. —No es que me hayas roto un brazo o quebrado una mano—volvió a reírse—

—Si tú lo dices—ella asintió sonriendo—Es porque debe ser verdad. —me encogí de hombros brevemente, analizando a la joven de enfrente. —Adiós Tessa—y sin más continué mi caminata hacia la próxima clase.

Ethan se quedó atolondrado observando como me iba y la joven rubia se quedaba todavía parada en el mismo lugar sin hacer nada.

Varios pasos después volví a sentir la presencia de Ethan a mi lado.

Observé ceñudo al rubio y su expresión. Toda una letra "O" se dibujaba en su boca. Sus ojos podían salirse en cualquier minuto.

Una leve elevación de labios quiso aparecer.

No era un cavernícola que no conocía la risa o la diversión solo mantenía una distancia relevante entre mi yo y la felicidad.

— ¿Se puede saber qué fue lo que acaba de pasar? —me encogí de hombros como por tercera vez en la mañana.

—Pues, me aventaste una sudadera que ni siquiera se a qué vino eso. Choque con Tessa por tu culpa si viéramos la situación desde el principio. —Ethan quiso rebatir pero no lo deje. Abrió y cerró la boca de golpe cuando continúe —Me disculpe porque el cuerpo es mío y fue con quien impactó aunque fuiste tú el culpable.—le dejé en claro ese punto— Le dije Adiós Tessa y seguí mi camino hacia la clase de dibujo—terminé simple y sin detalles que seguro él pensaba que agregaría.

—No—chilló decentemente—Lo qué pasó fue que tenías a centímetros de distancia a Tessa Ortiz, frente a frente —exageró con sus manos—y lo que le dijiste fue "disculpa y un adiós Tessa" —viéndolo de esa manera era lo mismo que había dicho pero sin la parte en la que él era el culpable.

Asentí relajado. Intentando olvidar el dolor de estómago —que si—aún estaba presente.

—-Por eso—otro chillido—Más tanto no naces ¿eh?— la parte baja de mi cabeza, recibió un fuerte zape por parte del rubio. Tropecé con mis pies y tuve suerte de no terminar en el suelo.

Al recobrar mi postura me giré eufórico hacía el chico pero su carcajeó me desconcertó.

Te digo que llegue a pensar inclusive que el rubio y la azulada podían venir del mismo paquete

O hasta de la misma fábrica.

Después de sentir mi mirada, se tranquilizó

—Ya, okey—respiró hondo—Me quedó clarísimo que eres el lobo solitario de la manada. —-rodé los ojos ante su burla, concentrándome en lo que ahora llevaba en las manos.

— ¿Qué es esto? —señale la sudadera negra combinada con blanco en las mangas y parte de enfrente, junto a un estampado.

—Pues eso—dijo obvio— Una sudadera. ¡Dah! Viste que es enserio lo de que tienes la inteligencia bruta —le aventé la sudadera a la cara, pero lastimosamente no sucedió lo mismo que conmigo minutos atrás.

—Si, si búrlate todo lo que quieras pero ya enserio ¿Para qué quieres una sudadera cómo está? —no lo deje hablar— ¿Vas a practicar tus besos con los coreanos cantantes? —y esta vez si me reí.

La cara de Ethan paso de ser una enorme sonrisa a una mueca hacia abajo mientras cerraba los ojos. Lo único que le faltó fue la gotita de sudor que tiene el emoji.

Y como te dije anteriormente. No era un cavernícola o ermitaño. Conocía lo que era reír solo que empezaba a olvidar como se hacía.

—¡No seas payaso!—me golpeó con el codo. Detuve mis risas porque no era propio de mí realizarlas.—Es para Liliana—musitó entre dientes.

— ¿Ah? —

— Si. Mister Risitas. A ella le gusta este tipo de música y está obsesionada con estos weyes. —palmeó el estampado de la sudadera que mostraba la cara de siete chicos coreanos. —Con esto—sacudió orgulloso la prenda—Voy a conquistarla—

Si, como no. Y a mi decían el amante del helado.

Bufé —Como quieras—

—- Es enserio. —otra vez chillando—Estuve en el sanitario de chicas como por media hora, subido a la tapa del escusado para saber que a Lili le gusta la música china —agregó convencido.

—Se llama kpop Ethan. ¿Cómo la vas a conquistar si ni siquiera sabes como se llama el género musical? Y apuesto a que ni te sabes el nombre ni de la banda y mucho menos de los integrantes.

— ¿Tú si? —permanecí callado. Tenía razón es esa parte—Ves. Googlee lo sabe todo. Ya verás amigo mío. Ya verás, tendré novia bro. Y una bien bonita —suspiró—

Entre al salón y al llegar nos recibió la sonrisa radiante de Tessa. Ethan se percató de lo que observaba y palmeó mi espalda en confianza

—Tú también deberías pensar en conquistar a alguien preferiblemente del sexo femenino. Así quizás se acabarían los rumores de que te gustan los weyes, que lloras cuando eyaculas y te gustan las pollas grandes ¿no crees? —lo decía con buena intención pero yo no lo vi de esa manera.

— Pues, gracias por preocuparte por mi vida sexual —dije sarcástico, ignorando su presencia cuando tome asiento. Acordándome de la susodicha almohada para mi trasero.

De nuevo volví la mirada a la rubia sonriente. Dándome cuenta que sus sonrisas no se parecían a las sonrisas que me recibían todas las tardes en la cafetería.

Quizás estuvo mal comparar sonrisas pero fue lo que hice en ese momento.

Las sonrisas de la rubia eran prensadas mientras que las sonrisas de la azulada eran ligeras.
Las sonrisas de Tessa no ocultaban nada, en cambio las de la azulada parecían un misterio,

Un misterio increíblemente hermoso.

Creo que ahí fue cuando me di cuenta que podían haber miles de sonrisas en el mundo, pero yo seguiría —y sigo—prefiriendo las de la maniática del Helado.

Sacudí mi cabeza.

—Por cierto—la voz de Ethan se hizo notar otra vez—Ayer, cuando fui a comprar la sudadera, en la tienda hubo un desmadre. —abrí mi mochila, sacando la libreta y el lápiz, mientras anotaba los apuntes y escuchaba su habladuría.

—Una chica con cabello azul terminó por destruir medio establecimiento. Fue chistoso pero preocupante ¿Tú no la habrás visto en alguna otra parte? —deje el lápiz caer dentro de la libreta.

Las imágenes se reprodujeron en mi cerebro como si de una película se tratase.

Ella tomando mi orden
Ella trayéndome helado
Ella sentada enfrente de mi
Ella escribiéndome aquella nota
Ella sonriendo

Y aunque en ese tiempo jamás se me vino el recuerdo de ella largándose de mi vida. Por que quizás no era lo que esperaba aunque lo pensara. Hoy en día, es el recuerdo que más se repite dentro de mi cabeza, cada vez que decido a mirar aquellos pequeños ojos mieles.

Regresando a la narración.

Ethan esperaba una respuesta—No lo sé. No ando pendiente del mundo que me rodea y eso lo sabes más que nadie.—conteste retomando lo que hacía.

Ujum. —-se volteó en el asiento para darme la espalda y mirar hacia la pizarra enfrente—Aún no sé cómo te das cuenta que existo—suspiró derrotado—Se parecía mucho a ella—y sin más me ignoró.

Los recuerdos le afectaban más a él que a mí. Porque a su diferencia yo no podía dañarme recordando eventos del pasado, cuando mi memoria parecía vacía, en cambio él, terminaba torturándose recordando lo que estaba más que claro no iba a suceder.

Se levantó del asiento y se fue del salón.

Me quede a terminar lo que debía, a seguir con mi vida sin interrupciones hasta que se acabaran las horas de estudio.

[...]

—Recuerda ensayar el do menor junto con el fa mayor en la partitura de la melodía—asentí guardando la guitarra dentro de su estuche para largarme.

—Por favor ensaya—comentó Emiliano serio—Es importante para todos nosotros. Y si para ti no lo es pues no es para que cagues todo lo que no te gusta —alce una ceja observando al castaño hablarme.

—¡Hey! Emi tampoco para tanto —irrumpió Ethan palmeando mi espalda.

—No deberías preocuparte Emiliano —el mencionado se cruzó de brazos con una actitud prepotente. —No te arruinare la tocada. Y por si no lo sabías esto—hice un círculo enmarcando la banda—También me importa—sin más gire sobre mis talones, colgándome el estuche con la guitarra al hombro.

Al abrir el garaje de la casa de Ethan el aire fresco de esa tarde estampó contra mi rostro.

Frío y solo.

Como mi estado social, emocional, mental y físico

El Sol se asomaba tímido entre las nubosas capas blancas de nubes que cubrían el cielo grisáceo. Parecía querer llover pero aún así seguí mi rutina.

El clima era igual que el de ayer, el de anteayer, el de una semana atrás. Y prácticamente ha conservado esa tonalidad gris con azul desde hace un mes.

Lo irónico es que en las tardes anteriores nunca empezaba a llover. Todos corrían a refugiarse en sus casas, automóviles o en cualquier establecimiento con techo incluido para al final nunca recibir el chaparon de agua.

Por eso continué mi caminata

No a mi casa.

Ya sabes a dónde ¿verdad?

Si piensas en regañarme o soltar reproches contra mi. Quiero decirte que eres libre de hacerlo, aunque yo si asumo la culpa.

Pero a ver, te explico.

Desde temprano —incluso en la noche anterior—la interrogante me estaba carcomiendo en la cabeza. Porque a decir verdad no tenía la certeza de que ella volviese a servirme el asqueroso Helado

Y dirás "La tercera es la vencida"

Ahí está la razón. Con esa idea en la cabeza caminé sin desviaciones o algún stop derechito a la cafetería.

Para conocer la respuesta no pasó mucho tiempo. Lastimosamente las consecuencias de esta sí duraron bastante

¿La tienes? ¿Descubriste la respuesta?

Si me dices que no, enserio que necesitas mirar más programas de CSI Miami para activar ese sentido detective sabelotodo.

Así es, damas, caballeros, niños, niñas. Cualquier ser humano —o extraterrestre—lector

Aquella respuesta era la que me perjudicaba a mi mientras ella ganaba triunfante.

Sentado en la mesa—misma de siempre—observé cómo aquella azulada llegaba de nuevo, por tercera vez hacia mi asiento con dos recipientes blancos de porcelana.

Observé hacia ambos lados. Nada más para comprobar que ella venía hacia mi.

Y si, venía hacía mi.

Ahí fue cuando decidí detallar los recipientes en la bandeja.

Uno de ellos—el de la izquierda—contenía tres bolas de helado verdoso. Ya sabes que para estas deducciones utilizo mi intuición, así que supuse entre mi poco —o nulo—conocimiento del postre frío, logré atinar que su sabor era Limón.

Eso, y porque una de las bolitas tenía encima una rodaja de limón.

Esta vez, ella no conservo la distancia establecida entre la mesa, la bandeja, ella y yo. Debido a que —otra vez—como el día anterior tomó asiento en la silla de enfrente —que siempre—estaba desocupada—para su suerte—

Se concentró en colocar los recipientes en la mesa y esconder la bandeja debajo de la silla donde estaba tomando asiento. La observé extrañado por el recipiente que ella tenía enfrente.

¡No pretendía esta loca meterme 7 bolsa de helado con esa cantidad a mi sistema!

Me alarme.

Pero al detallar mejor la situación, ella había tomado ese recipiente con cuatro bolas redondas y coloridas. Cada una de diferente tintura.

Una bola rosada que debió ser fresa, cereza o frambuesa,—estaba intentando adivinar que se comería ella. Mera curiosidad —otra amarilla que podía ser mantecado o melocotón, una azul que seguro era arándano —porque era la única fruta azul que conocía—y la última de color naranja la cual debía pertenecer al color pintado.

Todas y cada una de ellas venían combinadas las unas a las otras creando un asqueroso desastre colorido.

Añadiéndole el toque de repugnancia, ella tomó el frasco de chispas de colores y sirope.

Tú que ya me conoces —o eso intentas— podrás saber con certeza que con todo lo que mi campo de visión tenía al frente tuve que tragarme las ganas de vomitar —y eso que no había probado bocado—y dejar sola la mesa. Con ella y su retorcido y asquerosa combinación.

Elevó su mirada topándose con la mía que podía parecer en aquel entonces una expresión de pasmo y horror.

Una película de terror seria mucho menos traumática que lo que veía en ese momento.

Sonrió, elevó sus labios para adornarse su blanquecino y limpio rostro de porcelana, dibujando esa sonrisa—que fueron las causas de mi integración al club del insomnio y el desvelo en las noches— por el resto de mis días. Y sin esperar mi reacción comenzó a devorar el monstruo de helado.

Tragué pesadamente —mis ganas de vomitar —cuando ella terminó fácilmente aquella extraña combinación de bolas de helado.

Carraspee para aligerar el nudo en mi garganta— ¿Cuál es tu nombre? —me atreví a preguntarle, apartando disimuladamente el helado frente a mí que ni siquiera había sido tocado.

Detalle su azulado cabello, atado fuertemente en una coleta alta, que daba caída hasta sus hombros. Ese día no llevaba puesta la gorra del local, dejando ver algunos mechones mal pintados y rebeldes.

Espere la respuesta —que llegó, pero no por su propia boca —no contestó. Volvió a observarme sonriente.

Nunca se digno en aclárame quien era—incluso después de irse—en cambio me ignoró, se levantó del asiento y desapareció.

Pestañeé varias veces atolondrado.

¿Qué carajos le sucedía a ella y a mi?

Tenía un helado de tres bolas —enormes—de limón justo enfrente. Mientras me quedaba solo en la mesa sin ella.

Divague —por varios minutos—esperando encontrar una respuesta lógica a el asunto, pero fallé.

Siempre supe que sobrepasar mi mente traía consecuencias—al igual que probar el helado— obteniendo no respuestas, sino una punzada dolorosa en la parte baja de mi cabeza.

Toque esa parte por inercia y como había sucedido anteriormente —y próximamente—me comí el asqueroso helado de limón—que aunque no sabía tan mal—era demasiado para mi paladar.

Terminé —a duras penas—el postre. Me levante del asiento y me dispuse a irme —a pincharme el culo— en mi casa.

Pero antes de cruzar la puerta de salida. Ella volvió a hacer acto de presencia. Parándose frente a mi.

Me observó con esos ojos mieles y volvió a sonreír. Extendió su mano hacia mí sosteniendo una pequeña servilleta rosa pastel característica del local. Espero a que la desdoblara y la leyese.

{La Chica Del Helado}

La miré cómo expandía su sonrisa a tal punto de ocupar casi todo su rostro.

—Mi nombre—mencionó y sin despedirse, desapareció.

Ella era extraña
Rara, desquiciada
A veces no te negaré que me asustaba

Pero llegó un momento en mi vida en que su presencia no me molestaba

En ese tiempo no lo habría admitido pero fue justo ese día cuando me di cuenta que podría estar mal de la cabeza pero empezaba a encantarme todo en ella.

Aunque podía parecer que la odiaba, un extraño sentimiento comenzó a florecer dentro de mi.

Y mucho tiempo después comprobé que ella igual lo sintió.

Pero ambos decidimos ignorarlo.

Sin más continué mi camino a la tercera inyección de la semana. Y a mi conversación con el escusado.

Deséame suerte. La necesitaré —lo sé—

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