
04
***
P.O.V
[ELLA]
¿A qué no adivinas qué compré con el primer sueldo?
Seguro que lo más rápido que se te viene a la mente es un helado.
Déjame decirte que no tuve la necesidad de pagar por un helado, los dueños me lo dieron como la propina que él no me dio después de atenderlo tan amablemente.
Ósea, fui la única empleada del local que en su primer día no le dieron propina. Un detalle que te dire fue que como él había sido mi primer cliente, y no dejó pero ni las Gracias, los demás comensales tampoco lo hicieron.
Y la mayor culpable fue la chica dark , si Sarahy me saboteó el día de trabajo.
¿Por qué? Sencillo, le había robado a su cliente anhelado
Creo que me desvié. Aún no has adivinado. ¿Cierto?
Ya te dije que no había sido el helado, ese me lo gané por mi esfuerzo.
Segundo intento
¿Un celular?
No, ¿para que necesitaría uno de esos?
Colocaré las cartas sobre la mesa para que entiendas.
Uno, no tenía el suficiente dinero como para darme ese gusto. Y aunque mi padre estuviera intentando recuperar su trono y la posición social de hace años atrás, no era muy consentida que digamos.
Dos, no tenía redes sociales, las fotos no me agradaban, no tenía a quien textearle o si quiera para ver la hora.
Estaba sola.
Hasta que me cruce en su vida y mi vida terminó por irse al caño.
Tercer intento ¿O te rindes?
¿Ropa? ¿Zapatos? ¿Un bolso?
No, no, no.
Te diré porque aunque adivinaras, de igual forma lo iba a revelar. No era que fuese el secreto para La Paz mundial, pero si al menos para mí paz mental.
Compre tinte
Si, así como lo ves. Con mi primer sueldo compré un frasco de tinte azul.
Aunque técnicamente no lo pague.
Así que quizás no compre eso precisamente pero era la intención.
¿Qué creíste que había nacido azulada? Pues no. Mi cabello una vez fue natural. Una muy lejana vez para ser exactos.
Yo no era como aquella villana Cruella que llegó al mundo con la mitad del cabello blanco y la otra negra. Ja, yo solo era una chica que se teñía el cabello para sentirse a gusto consigo misma.
Después de atravesar por múltiples crisis, la cabeza de cualquier ser humano empieza a crear paranoias y escenarios donde lo peor es lo que sale a relucir.
Mi cabello azul tenía una historia y aún la sigue teniendo.
Pero si te la cuento ahora, no entenderás mis razones y pues no continuarías esta película narrativa ¿verdad?
A lo que quiero llegar es que para ser azulada, pase por varias facetas. Muchas para ser sinceros. Al final aún no puedo explicar como termine así.
Y podrás pensar que hubiera sido mucho más fácil haber comprado pelucas en vez de teñirme el cabello. Y tienes razón. Pero no iba a ser lo mismo. ¿Si me entiendes?
Yo buscaba comodidad, seguridad. Protección y aceptación. El color azul fue todo ello hasta cierto punto de mi vida. Mi idea principal era esconderme, borrarlo todo, solo que él complicó las cosas.
Pase toda la noche sin poder pegar un ojo. Tuve incluso una conversación amena con Cocco, un pequeño (raza de perro) color blancuzco y con demasiado pelaje. Añadiéndole que estuve charlando con la almohada y un fantasma.
Me desperté temprano—no porque quería—debía hacerlo en aquella época. Quise curiosear la ciudad y realizar las debidas compras.
Compras que tardaron más de lo habitual.
Tal pareciese que ningún establecimiento vendiese el tinte azul que específicamente llevaba encima de la cabeza.
Recorrí las tiendas, locales, kioscos. Y ni una gota del susodicho tinte.
Ya sé, ya sé. Pude haber cambiado el color por alguno que fuese mucho más fácil de conseguir pero no lo hice. Mis razones están arriba y ya las leíste. Pero mi cabello a lo largo de los años había sufrido tanto como yo lo había hecho y estaba dañado como su dueña.
Por lo menos uno de los dos debía sanar.
Así que azul sería hasta el final.
Los pies me dolían, la cabeza me daba vueltas. El estómago tenía horas reclamándome por solo haber probado una manzana como único alimento desde la mañana. Aún debía de llegar a tiempo a la cafetería y estaba como al otro lado de la ciudad buscando el susodicho tinte azul.
Casi me rindo —por poquito— tiro la toalla y hubiese dejado que mi cabello tomara el color —o alguno de los que tenía—antes del azul.
Pero un ángel —o demonio—me auxilio.
En la esquina del bar municipal, se situaba una pequeña tienda aesthetic de esas que vendían artículos o artefactos para el TeamArmy. Una mini tienda para los fans del K-pop.
Me encogí de hombros. Siempre quise entrar a una de esas y teniendo la oportunidad frente a mis ojitos mieles no la iba a desaprovechar.
Mala idea ¿okey? Repito Mala idea.
Ya verás porque
A penas coloqué un pie en la mini tienda, un nuevo universo se abrió delante de mi. Cabe destacar que nunca había entrado a una de estas, y tal vez si, exagere mi descripción.
Pero ¡Vamos! Es mi parte de la historia. Está permitido.
El espacio era pequeño, pero a su ves acogedor. Había todo tipo de accesorios, ya sean camisas, sudaderas, playeras, mochilas, llaveros, bandadas, libros, CD/DVD y todo absolutamente todo era con la temática del K-pop y las bandas musicales que lo conformaban.
Palabra clave de esta narración
Army
Era impresionante la cantidad de objetos que encontrabas en tan pequeño lugar. Hasta el techo estaba ahí para exhibir sus artículos. Los estantes se extendían desde el pulcro piso color azabache hasta la pared que figuraba como techo.
Mi cara en ese momento debió ser muy graciosa
—Nunca habías entrado a una ¿no es así? — ¿me estaban hablando a mi?
—Si, azulada es contigo. No busques otra loca con una expresión tan ridícula como la que tienes pintada en la cara. —hice un mohín estando de espaldas a la persona parlanchina.
— Supuse que con el cabello hecho Pavo Real te bastaba para andar por ahí. —me giré arqueando una ceja sin comprender que decía. —Pero veo que mis suposiciones fueron incorrectas—fruncí mis labios—A ti lo que te gusta es parecer un pitufo por el mundo—
No dije nada, a pesar que mi cerebro coordinara miles de palabras en mi defensa pero no las dije.
Me callé.
Y lo más razonable que se me ocurrió hacer fue lo menos que debía
— ¿Entonces me tienes envidia? —la chica se cruzó de brazos atolondrada. Esa no se la esperaba — Bueno—corregí—No a mí, sino a mi cabello por su peculiar color azul—enfaticé la palabra calificativa del color mientras señalaba mi cabellera orgullosa.
Sarahy bufó y se fue soltando zancadas por el local.
Y yo había ganado una guerra que ni siquiera había iniciado.
Ahora mis problemas en cambio si comenzaban a salir.
— ¿Vas a comprar o andarás por la tienda haciéndome perder el tiempo? —gire sobre mis talones sosteniendo un pequeño peluche kwaii, de color grisáceo.
— ¿Tú trabajas aquí? —lo pronuncie lenta y detenidamente. Extrañamente se resecaron mis labios. Ella asintió seria.
— Pero se supone trabajas en la cafetería—volvió a asentir. —
— ¿Acaso comes? —por un instante vislumbre un pequeño levantamiento de labios. Un mínimo intento de sonrisa. Pero así como vino se esfumó
—Estas aquí para comprar no para meterte en asuntos que no son de tú incumbencia. —rodé los ojos—
Hice caso.
Al menos en eso era buena persona.
— ¿Venden tintes? —sonreí —
— ¿Para tu azulado cabello? —asentí — ¿De que color vas a teñirte ahora? —fruncí el ceño—¿ Rubio, Negro, Rosado, Castaño? —enumeró con sus dedos mientras yo comenzaba a tener un ataque de risa.
— ¿Qué te ocurre? —me reclamó— ¿Tengo monos en la cara, o rostro de payaso? —negué— ¿Qué karma estaré pagando para que me causes tantos problemas? —se lamentó colocándose las manos en los ojos.
Me detuve.
Si. Eso era lo que yo causaba en la vida de los demás.
Problemas.
Baje la mirada y forcé una sonrisa —No te preocupes—mi voz salió sin fuerza—Solo busco el tinte, lo pago y me voy. No causaré problemas—
Pero como te dije.
Yo siempre causaba problemas aunque no quisiera.
Coloque el peluche donde lo había encontrado y me aleje de Sarahy. Nunca me había afectado tanto las palabras que lo demás dijesen de mí, aunque saber que hasta en desconocidos creo problemas. Si, me afecto un poco.
Seguí mi camino entre pasillos de kpop
—Sarahy necesito una sudadera de esas japonesas que vendes—sonreí—
— ¿Para qué la quieres? —preguntó divertida. Me extrañé. ¿Acaso los dark podían ser divertidos?
—Voy a conquistar—respondió picaron el joven que hablaba apresurado.
— ¿Es enserio? ¿Quién es tu nueva víctima Ethan? —
Mierda
Alce mi vista hacia la conversación de ambos jóvenes y créeme que no debí ver lo que vi. Así se hubiese evitado semejante desastre que arme.
En el instante en que mis ojos hicieron contacto con los del joven mis manos dejaron de responderme correctamente. El frasco de vidrio que contenía el perfume terminó en el suelo partiéndose en mil pedacitos.
— ¿Qué carajos hiciste azulada? —negué nerviosa
No te había dicho que cuando el miedo ingresaba en mi sistema no sabía cómo reaccionar. Era como un duro golpe contra un enorme muro de concreto.
— ¿Estas bien? —otra vez esos ojos. Asentí escondiendo mi rostro.
— Si— y empece a estornudar—
Primer estornudo
— ¿Segura que no te cortaste? —
Segundo estornudo
— Voy a tener que pagar este desastre. —
Tercer estornudo
— Necesitas ayuda—
Cuarto estornudo y el mundo pareció oscurecerse
Tropecé con la estantería, los morrales y mochilas descendieron al suelo. Pise un peluche y me fui hacia atrás. Se cayó el maniquí, se cayó la ropa colgada de los ganchos y me caí yo misma.
Suéteres, camisas y shorts terminaron encima de mi cuerpo. Una punzada dolorosa se apoderó de mi cabeza y la espalda baja.
Viste un problema y sabe lo curioso que lo cause yo. Ja
—Azulada— escuche decir a lo lejos mientras mis ojos solo observaban oscuridad y negrura absoluta
— ¿Te encuentras bien? —me cubrí la cara con una camisa larga y negra que encontré a la mano. Asentí varias veces.
—Mueve tu trasero azulada. Te largas —me zarandeó la chica dark y con empujones me sacó del local.
Y así damas y caballeros, queridos lectores me quede sin dignidad, sin tinte y sola.
Bueno lo de sola fue para agregar espacio. Porque siempre lo había estado.
No me quedo de otra que caminar otros no sé cuántos kilómetros hasta la parada de bus para llegar a tiempo a mi trabajo.
Con el estómago vacío, sin tinte en el cabello y con una sonrisa entre al local.
Me senté en una pequeña silla y terminé gastando parte de mi sueldo en una dona glaseada, dos hot cakes rellenos de mermelada de cereza y una taza de chocolate caliente. Digamos que ingerí la mitad de lo ordenado. Porque apenas si termine un hot cake cuando él apareció entrando por la misma puerta de cristal.
No pude evitar sonreír. Eche un gran mordisco a la dona, bebí un trago de chocolate. Quemándome un poco la garganta y tomando el delantal, la gorra corrí derechito a la cocina a traer la orden del joven de la mesa de la esquina.
Sarahy me observó analítica pero no iba a causarle más problemas a ella. Ni siquiera supe que había pasado en aquella tienda Army —tiempo después si me enteré—así que estaba en deuda con ella.
La ignoré y tomé la bandeja con veinticinco galletas sin azúcar y un recipiente lleno de una gran y sabrosa bola de helado de fresa.
Unos de mis grandes favoritos si me lo preguntas.
Busque el equilibrio necesario—ya que no quería terminar en el suelo otra vez—y camine a paso decidido a su mesa. —que hasta la actualidad sigue siendo—
Él ladeó su cabeza haciéndome recordar a Cocco cada vez que le hablaba sobre mis crisis y él parecía no entenderme.
Pero es que es un pequeño perrito. Aunque se haga el que me entiende siendo sinceros él estaba más enredado que su propia dueña.
—Parece que te has confundido de cliente—comentó apenas tuve cercanía entre la mesa, él, yo y el sabroso helado. —Odio el helado—dijo lentamente. Sentí que aquel detenimiento lo hacía para dejar en claro su preferencia alimenticia. Porque para que me hablase tan pausadamente era como para hablarle a un niño de kínder en su primer día.
¿Tenía cara de niña de kínder o en verdad que el insomnio me hacia parecer retrasada mental?
Ladee mi cabeza y sonreí.
—Simplemente no es de mi agrado, no me gusta y justo hoy no tengo ni las ganas, ni el esfuerzo en probarlo. Así que puedes llevártelo. Gracias —y desvió su vista de mí irritado.
Quizás le molestaba el hecho de que una loca con cabello azul le sirviera helado cada vez que decidía poner su trasero en aquella mesa.
Y si, a él le hastiaba mi presencia. Hasta que se acostumbró ¿Un spoilers?
Después extraño mi presencia al ver que yo desaparecía.
Me reí
Es decir, me causo cierta gracia aquellas palabras, su actitud e inclusive sus miradas.
No había cambiado, seguía siendo —y aún sigue siendo—el mismo niño de 9 años atrás. Con sus minis berrinches sin ser exagerados o catalogados como shows.
Pueda que me haya excedido con las carcajadas porque no solo él se asombro. Más de un cliente detuvo lo que hacía para curiosear que sucedía conmigo y el chico de la mesa de la esquina.
Incluyendo a Don Ernesto y Doña Camila.
—Cortesía de la casa—mencione después de controlar mis risas y sin pedir permiso tome asiento en la silla enfrente de la mesa.
Debí haberme visto como desquiciada porque su mirada demostró que si no lo estaba pronto me convertiría
Su desconcierto me obligó a indicarle con la mano el tazón de helado que reposaba sobre la mesa.
Tuve que colocar la bandeja debajo de la mesa —y aún sigue siendo rutina—
Tenía que comerse el helado no le quedaba de otra y más si yo me sentaba a supervisarlo je, je.
Aunque más que supervisar su proceso alimenticio lo hice para despejarme. Había tenido un día pesado y solo quería estar cerca de él y observarlo.
Él siempre fue mi tranquilidad. Y con el paso de los años fue la clave para no desistir.
Él era el motivo de mi regreso. Él era la luz al final del túnel, la cuerda de quien sostenerme.
Lastima que la luz la queme, y la cuerda la destroce.
Espero pacientemente que me retirara de la mesa pero no lo hice.
De hecho pensándolo bien nunca me fui. No al menos cuando debía hacerlo.
Tal parece ser que mi mirada penetrante fue la gota que derramó el vaso para que la manita del joven tomara la cucharilla y empezara a degustar el helado.
Suerte tenia el de estar comiéndoselo ja,ja. Yo tenía que esperar a que acabase mi jornada laboral.
Me quede ahí—como estatua—observando y viendo
Y en mi mente se repetía la cancioncita de Phinneas y Ferds cuando esperan que pase algo sobrenatural con el parque de diversiones en su patio.
Llámame rara pero es la mera verdad.
Y al fin tragó el ultimo bocado con una dificultad visiblemente clara.
—Terminé —exclamó exaltado, dejando caer sin ninguna precaución la pequeña cucharilla dentro del recipiente ya vacío y sin ninguna gota del helado. Helado que más tarde sería mi propina ja, ja.
Volví a reírme
Todo en él causaba gracia y yo no podía evitar una carcajada por más que lo intentase.
Además ¿porque ocultar la felicidad antes los demás? Gran lección, aprendida de mis queridos progenitores.
Así que si, después de sentirme como una basura todo debido a la situación en la mini tienda de kpop. Volvía a sentirme bien conmigo misma y sobre todo feliz porque él estaba ahí.
Terminé mis risas y sin más escribí una pequeña nota con el bolígrafo de las orden, en la pequeña y delgada servilleta rosácea del local. Se la ofrecí deslizándola sobre la mesa, volví a sonreír y me fui. Evitando dar pequeños saltitos de emoción.
Sabía—y se—que su curiosidad podía mucho más que alguna otra emoción. Así que me escondí detrás de la máquina dispensadora para observar cómo desdoblaba la nota y la leía.
Se levantó de la silla y se fue muy confundido a mi parecer. La nota lo había desconcertado y quizás ese era mi punto al escribirla.
Salí de mi escondite para atender a los demás comensales. Sonreí y sonreí hasta que me dolieron los pómulos y las mejillas. Su mirada atolondrada, su entrecejo fruncido, el labio inferior semi mordido y la rasquiña en la nuca provocó que las risas se escaparan de mí después de su partida.
Por eso mis sonrisas. Ja, ja.
Los clientes del local me catalogaron como chiflada, desquiciada pero sobre todo amable y buena mesera. Algo bueno había que tener.
Dejando de lado mi locura beneficiosa para mí empleo. Aún seguía taladrándome la cabeza—creo que en esos tiempos nunca comprendí el odio que él le tenía al helado—De hecho, creo que solo hay una persona que sabe con certeza el porqué.
Y pues esa persona no soy yo. Así que no podré explicártelo.
En verdad de pequeños quise cambiarle de opinión. Y créame que si hubiera funcionado. Para ser una niña de ocho años con un plan casi con resultados exitosos era inusual.
Hubiera funcionado si yo quizás, jamás lo hubiese lastimado como lo hice.
Iba a sumirme en mi misma cuando me espabilaron
— ¡Hey! Azulada— gire sobresaltada mi cabeza hacia Sarahy quien no espero ni siquiera que estuviese en mis cinco sentidos para arrogarme una bolsa de papel.
Por poco la atrape ¿eh? Casi termino por derramar el chocolate caliente encima de un cliente pero no paso je, je.
Suerte de novato.
Abrí la bolsa de papel y me asombre por lo que vi.
Adentro se encontraban dos frascos de tinte azul y el peluche kawaii especie panda, gato y perrito grisáceo de la tienda de kpop.
Mis ojos mieles pestañearon varias veces y cuando iba a decir algo al respecto. La chica dark se me adelantó.
Abrí y cerré mi boca de golpe.
—Ethan lo pagó y me obligó a dártelo. —sonreí al escuchar el nombre—
—Gracias—me callaron abruptamente—
—No a mi no me agradezcas nada ¿okey? No somos amigas ni nada por el estilo. Ni siquiera se porque estoy hablando contigo y mucho menos sé que vio Ethan en una azulada para darte eso. —y sin más se largo, dando zancadas.
Ethan.
Sonreí
Aleje los agrios recuerdos de mi oscuro pasado. Y me concentre en que ahora no estaba sin tinte y sin dignidad.
Seguiría el plan, porque ahora con tinte nuevo menos posibilidad de reconocerme.
Así que sin más tenía que encontrar la respuesta al rechazo de la felicidad azucarada que él se esmeraba en mantener.
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