Hace calor y un hedor nauseabundo brota de las paredes del armario. El mal olor es insoportable, incluso para la chica que se ha acostumbrado a respirar el aliento de la muerte y la peste del moho con excremento. Los insectos se mueven de un lado a otro, interrumpiendo la tranquilidad y el silencio del closet. Todo ha estado tranquilo en la casa. La chica saca un insecto de su piel y lo engulle, mastica al bicho mientras este aún disfruta de un pedacito de su carne. Su cuerpo siempre duele y su piel siempre arde. El olor a huevos podridos se suma al ambiente del armario.

De repente, pareciera que está rodeada de muchas personas que gritan implorando ayuda o libertad. Alguien corre y cosas caen, sufren muchos los que gritan. Ella tiembla, los insectos huyen, los ratones desaparecieron y la soledad se enemista con ella. Vuelve a estar consciente de que está indefensa y su cuerpo desnudo es consumido por un escalofrío que le recorre debajo de la piel. Tiembla y no tiene a donde huir, en la absoluta oscuridad del closet siente que se descuelgan cortinas de seda sobre ella, mientras los terribles lamentos escalan por las paredes del armario. 

El cerebro de la chica está al punto del colapso, mientras intenta tapar sus oídos para no escuchar los huesos que se parten, las quejas de dolor y los gritos de socorro. Cadenas se arrastran justo fuera del armario y un diluvio de sangre fresca cae desde el techo sobre ella, mientras la del suelo asciende como nido de termitas. El frío es tan intenso que la sangre se congela en estalactitas y estalagmitas, quedando la chica entre puntiagudas columnas de hielo rojo, que aliadas con la oscuridad, terminan estrechando mucho más sus movimientos.

Cruje todo y las paredes del closet parecen expandirse. El suelo se siente fangoso y una mano monstruosa y putrefacta sube tortuosa entre sus piernas hasta su pelvis y la agarra, mientras otra recorre su espalda hasta su vientre. Ella se desprende del gélido abrazo como puede, mientras busca una esquina segura dentro de su armario, sin lograr llegar a las paredes aunque corre. Corre muda de terror desesperada, mientras las manos no le sueltan el cabello y otras dos se suman para agarrarla por el cuello y por los hombros. Le aprietan fuerte hasta que el dolor la atrapa y la lanzan con fuerza al suelo. Intenta gritar pero los insectos salen en estampida y se esconden en su boca. Se ahoga, no encuentra refugio y las manos intentan inmovilizarla sobre el suelo.

Una docena de manos la sujetan, absorbida por el miedo y el fango hambriento se la traga lentamente como si estuviera masticándola. Los insectos se acumulan en sus tripas, siendo su garganta la puerta de un enjambre, buscando hacer del estómago de la chica su guarida. Sus gritos se quedan a nivel de su mente y él la mira en silencio con una mueca de placer en su rostro. Sus fuerzas la abandonan y se rinde al abrazo del lodo, mientras la peste se pega a su piel y las manos se aprovechan de su indefenso cuerpo.

El fango se ha tragado todo menos su cabeza, que ya comienza a hundirse en un sueño mórbido. El cielo se alumbra en un cuadrado cuando el armario se estrecha rápidamente y la oscuridad huye a acurrucarse en una esquina del closet. Una forma corpórea aparece entre la luz, una luz pestañea fuera del closet y los terroríficos gritos de afuera ahora están dentro del armario, duplicando el sufrimiento de la chica. Un largo látigo irrumpe el escenario y golpea desde fuera al fango putrefacto que absorbe el cuerpo, mientras se escucha como trueno "¡suelta!". Esa voz parece una terrible tormenta con tornados, pero ante su orden las manos se marchan encajando sus uñas en el cuerpo de la chica, y el lodo escupe hacia un costado. Ella cae al suelo, y la luz ahora a un lado del armario, desaparece a medida que la puerta se cierra y la pared del armario deja de ser lodo y regresa a su estado ensangrentado.

La chica queda sobre el suelo inconsciente, los insectos se retiran poco a poco de su cuerpo y los ratones huyen en desbandada. El closet vuelve a llenarse de silencio, de sangre y humedad. Mientras, un tímido waterphone gime fuera del armario, la chica yace inerme entre la sangre caliente.

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