9
Arlene
Tomé asiento en un silloncito y esperé a ver que sucedía. Astrid y Lukyan se impartían miradas asesinas entre ambos. Tal vez estaban tratando de descifrar lo que había ocurrido instantes antes, pero no lo podían saber, ¿o si?
No me había puesto a pensar si los vampiros tendrían algún otro poder además de ser, bueno eso, vampiros. ¿Podían leer la mente? ¿escuchaban tras las paredes? Ninguna de esas opciones me agradaba, rompía con mi privacidad, no quería a ningún chismoso bajo mis narices.
La mirada de Astrid se clavó en mi, ¿acaso estaba leyendo mi mente?. Se acercó despacio hacia mí y con una sonrisa tierna me habló.
—Cariño, ¿quieres que tomemos juntas el desayuno?—sentí sus afiladas uñas sobre mi vestido, tan afiladas como sus facciones felinas. No, no quería desayunar con ella. Primero porque era una mentira, ella no desayunaba y segundo porque eso significaba que correrían todas las cortinas y sumirían el comedor en completa oscuridad, solo para que ella pudiera estar allí.
—Claro—mentí y esperé que se lo tragara. Asintió sonriente y me tendió el brazo. Me puse de pie y crucé mi mano por su codo, caminamos despacio.
—Espero que tu estadia en nuestra humilde casa esté siendo de tu agrado—Claro, si, me encanta convivir con tres monstruos y uno en particular, completamente desquiciado.
—Por supuesto, todo ha sido muy lindo...
—Yo creo que algo te preocupa—su mirada de hielo me penetró y no pude contenerla, miré al suelo.
—Claro que si, me preocupa mi situación, lo que va a pasar conmigo.— Eso era en realidad lo que se suponía que debía preocuparme, me lo replanteé en ese momento porque mi mente había empezado a divagar y ya estaba perdiendo su rumbo. La noche que había pasado con Demian había roto un pedazo de mi alma y en cierta manera solo podía pensar en ello. Ya casi no recordaba que mi vida estaba en riesgo y que estaba allí por mi seguridad.
—Pobre niña—dijo en tono triste—no tienes de qué preocuparte, te lo aseguro. No dejaremos que nada te pase.
Sonaba real, sonaba genuino. ¿Sería verdad?
Cerré los ojos por unos instantes mientras caminábamos, esperé que no lo notara. Necesitaba un poco de luz interior, luz que afuera no podía encontrar. Esta casa me estaba asfixiando. Tenía que salir pero no tenía a dónde y tampoco consideraba que debía ser salvada. Ya estaba condenada. Mi vida había sido consumida por la oscuridad la noche que dejé que muriera aquella niña. Ahora ya nada importaba de lo que pasara conmigo. Pero tendría que obedecer porque ellos querían vivir y estaba en juego su pellejo también.
—¿Es todo lo que te preocupa?—insistió entrando al comedor. Ya las cortinas estaban corridas y los candelabros encendidos. Me señaló mi silla y yo me senté sin protestar. No había tratado con ella, no sabía qué esperar.
—Solo eso—mentí de nuevo y esperé que la distancia que había impuesto entre ambas la mesa, hiciera más creíble mi mentira.
Los sirvientes trajeron el desayuno. Una jarra con jugo de naranja y varios panecillos con mantequilla para mi y para ella...una jarra de un líquido rojo,...¿sangre? ¿de dónde la había sacado? ¿tenía un muerto en la despensa?
—Tranquila—dijo al ver mi cara de consternación—no es de alguien a quien fuera a extrañar nadie.— Estoy un poco harta con esa excusa, todos tenemos alguien cercano o lejano, no importa. Pero no estamos solos en el mundo. No somos un barril de sangre para enfermos psicópatas como ellos que solo piensan en bebernos.
—Que suerte—solo podía pensar en el cadáver que tendría por allí escondido, y del cual se desharía una vez desangrado del todo. Se las daba de dama, por eso lo bebía en copa, pero no era más que una...no tengo palabras para decirlo, discúlpenme.
Bebió un sorbo y me miró de reojo.
—Te ofrecería pero no creo que quisieras.
—¡No!—dije demasiado rápido y ella captó mi efusividad.
—Tranquila, solo era un comentario—sonrió, apoyó la copa en la mesa y me miró escudriñandome con la mirada—¿qué pasa con Demian?
Está bien, tenía que tocar el tema. Me imaginé al principio que de eso iba a ir la charla pero luego todo cambio y baje la guardia con respecto a él. ¿Qué pasó con Demian? bueno, pues nada. Nada que pudiera decirle.
—Nada, no pasa nada—Yo sabía que no te tragarías la mentira.
—No me mientas Arlene, no se te da bien.—Si supieras. ¿Qué quería que le dijera? ¿Que el hombre era un psicópata asesino? eso seguro ya lo sabía.—Yo creo que algo sucede entre ustedes dos. Él nunca se vió tan alterado por alguien.
—¿De qué estás hablando?—no puedo creer lo que me está insinuando.
—No lo sé, creo que él te ve como alguien importante en su vida.
—¿Quién, yo?—me salió el tono burlón y me arrepentí al instante—lo siento, no quise sonar maleducada.
—Está bien, Arlene—sonrió—pero de verdad creo que ambos serían un buen complemento.— Y aquí es donde dejo de oír. Demian y yo, voy a vomitar del asco. No solo me parece imposible porque yo lo odie, si no porque él me odia también. Ahora quiere pedir perdón para quedar bien con su hermano, pero no lo siente para nada. Es un monstruo con todas las letras de la palabra y nada ni nadie me hará cambiar de opinión sobre él.
—Me temo que no será posible, yo solo quiero resolver esto y marcharme con mi madre al norte, nada más. De verdad agradezco vuestra ayuda, pero no busco amoríos de ninguna índole.
—Está bien, solo te mencionaba lo que me pareció ver—bebió otro sorbo de sangre—por cierto encontramos al niño tratando de meterse a la casa por las rejas. Lo hicimos entrar, debe de tener información.— Al instante pensé en una niño y tuve miedo por él, ¿y si era atacado? ¿dónde estaba Demian?
—¿Dónde está Demian?—me puse de pie casi al instante apoyando las manos en la mesa.
—Tranquila ¿qué te ocurre?—me di cuenta al instante de lo loca que podía llegar a lucir.
—No puedes dejar solo a un niño cerca de él—tuve que decirlo. Necesitaba dejarlo salir, era por su seguridad.
—Y eso ¿por qué?—su mirada inquisidora me obligaba a seguir hablando.
—Porque él mata niños, yo lo he visto. ¡Tienes que detenerlo!—en cambio ella se echó a reir—¿qué es tan gracioso?
—No me digas que te llevó a cazar—me quedé en silencio y ella rió un rato más—ay niña, Demian es un poco salvaje, lo sé—claro que lo sé—pero no es más que un ser dañado bajo una capa de animal violento. Solo te montó un espectáculo para denotar poder, un poder que no tiene pero quiere aparentar. No le va a hacer daño al niño. No comemos niños.
—Pero él lo hizo...—digo en un dejo de voz.
—Y ya se las verá con Lukyan por ello. Pierde cuidado.
Que vergüenza, un alma fue arrebatada y se la toma tan en el aire como si nada. El culpable solo recibirá una reprimenda de su hermanito. ¡Bravo! cuanta justicia hay en este mundo.
—Con permiso—digo y me retiro del comedor indignada. No escucho que me llame o trate de detenerme, simplemente me deja ir. Sabe que es una batalla perdida y permite que la libre Demian en lugar de ella.
Recorro los pasillos hasta llegar a la sala y me encuentro con un niño de unos diez años más o menos.
—Hola—le digo y el niño me mira quieto, sin sonreir ni decir nada.
—No seas maleducado—dice una voz de detrás mio, no volteo a ver, al instante pasa por mi lado Demian—ya sabes lo que te va a pasar si no colaboras.
El niño se tensa, lo mira con los ojos bien abiertos. Le tiene miedo.
—Tranquilo, nada te va a pasar—el niño voltea a verme.
—¿Podrías mantenerte al margen Arlene?—Demian me fulmina con la mirada—¿no tienes algún dibujito que hacer, alguna planta que cuidar?—me hiere en el orgullo pero no pienso ceder, me quedo allí plantada.
—Lo que tenga que decir, voy a escucharlo.
—Entonces mantén la boca cerrada.
El niño se retuerce en el asiento, quiere cooperar porque tiene miedo de Demian, lo que pueda hacerle si no ayuda.
—¿Y bien? somos todo oídos.
—Me entregó esta carta—extiende el brazo y Demian se la arranca de la mano—y como me dijo usted la última vez, presté atención a los detalles.
—¿Qué viste?—Demian no lo mira, está metido de lleno en la carta.
—Los botones de su saco.
—¿Los botones?—lo mira de reojo.
—Sí monsieur, los botones.
—¿Que nunca le prestas atención a la ropa que vistes?—le digo.
—No, me la pongo y me la saco solamente. Es para eso ¿no?
—Es más que eso—agrego—entre los ricos, los botones son parte de la moda, forman parte del gran atuendo y no suelen haber copias. Dime niño ¿cómo eran?
—Era plateado, con una piedrita en el centro y luego dos hileras de piedritas alrededor—finaliza la frase orgulloso.
—Lindo botón y ¿ahora qué con eso?
—Creí que eras más refinado Demian—digo saboreando cada una de las palabras, él me mira tratando de descifrarme.—Hay que encontrar el lugar de moda donde pudo hacer su traje y tengan esa clase de botones.
—Fantástico, pero no puedo hacer eso.
—¿Por qué no?
—¿Quieres que me fría bajo el sol o qué? señorita inteligente—escupe sus palabras hacia mi.
—¿No hay alguna manera de que puedas salir? ¿ocultarte?—sonaba a suplicio pero aunque no lo quería cerca, tenía que admitir que lo necesitaba en esta tarea.
—Un día nublado tal vez, pero no podemos esperar a que eso ocurra. Tendrás que ser tú cariño—sus palabras sonaron a veneno—yo puedo esperarte en el carruaje.—Admitamos que Demian no era una gran protección, si algo me pasaba, él salia del carruaje y moría bajo el sol. Y yo quedaba a la deriva. No veía el punto de todo eso, pero se lo concedí. Lo dejaría sentirse útil, aunque no lo era.
—Vete niño—le abrió la puerta y salió corriendo asustado.
—No volverá si lo asustas de esa manera—le planté cara.
—Pues mira, sí volvió—se acerca peligrosamente a mí—¿qué es lo que quieres Arlene?.— Su pregunta es inesperada y me deja sin palabras. Abro la boca para responder pero la vuelvo a cerrar al instante. Sus ojos están muy cerca, él está un poco inclinado para verme fijamente. Siento que las manos me tiemblan.
—No sé—me sale decir despacito aunque sí lo sé pero me siento inhibida, desnuda frente a él.
—Sí, lo sabes—siento su frío aliento en mi piel—una vez estuviste dispuesta a entregarte a mi ¿recuerdas?—¿Qué estás insinuando? yo no estaba pensandolo en ese momento ¿o si? .—Ya te pedí disculpas, no te resistas—siento que juega con mi mente. Yo lo odio, lo detesto. Quiero estar lejos de él. Quiero huir a toda costa pero, ahora solo puedo pensar en...besarlo. ¿Será que yo también soy un monstruo? y los monstruos se atraen. Todas mis teorías se vienen abajo y ya no sé donde estoy parada.
Levanta mi mentón con el pulgar y me mira en silencio. Ya me tienes rendida. Tanteo con las manos algo de donde sujetarme pero no hay nada, estoy sola pegada a él.
—¿Qué quieres tú?—digo casi en silencio. Sonrió y besó mi labio superior, sus labios eran frios, pero el contacto era placentero. Se alejó y con su pulgar jugueteó en mis labios hasta que abrí mi boca levemente...de golpe, todo desapareció. El mundo se detuvo y solo quedó él. Su cuerpo, su boca, su olor...los deseos y las emociones que despertaba en mi interior. Mi necesidad, que también era la de él. Tanta contención comenzaba a frustrarme.
El mundo se redujo al roce de esos labios sobre los míos, mas allá de él solo había oscuridad, no podía pensar, solo sentir. Un beso por querer matarme, un beso por confesar que quería matarme, un beso por sus víctimas, un beso por nosotros y por todo lo que estaba mal en este mundo.
Se alejó suavemente no sin antes dar un pequeño mordisco y sacar una gota de sangre—lo siento—dijo saboreando y sonrió avergonzado. ¿Demian avergonzado?
Demian
La ví desconcertada, se supone que yo haga algo ahora pero ni siquiera sé porqué hice lo que hice. Algo me ocurrió y sentí debilidad, la ví allí y la tomé.
Tal vez estoy demasiado empeñado en negar mi vida, puede que tal vez sienta algo, y cuando digo algo es solo "algo" por Arlene. El hecho de que ella me esquive me genera más expectativa, me atrae, me gusta. Qué retorcida es la vida.
No puedo hablar de amor, porque no lo conozco. Yo solo siento deseo de protegerla y aunque la trate mal, igual me preocupo por ella.
Verla frente a mi ahora me pone al descubierto, me tiré al océano y no sé si sepa nadar.
—Arlene...
—¿Sí?—se nota deseosa de que le dé algún tipo de explicación.
—Yo no quise molestarte—fue lo único que se me ocurrió decir, tal vez recurriendo a la vieja fórmula—- yo sé que no te agrado—ella carraspeó—si quieres puedes olvidarlo.
—¿Y qué si no?.— Me tomó por sorpresa, mi expresión me delató.
—¿De qué hablas? tú no querías esto, me odiabas.
—Y aún te odio—se acerca a mi—pero, aunque me cueste admitirlo, hace unos momentos sentí algo y lo sigo sintiendo. ¿Tú no? ¿o solo fue un juego?—tragué saliva, con esa pregunta me iba a condenar. Solo quería saber hasta dónde podía llegar y luego se tornó algo más especial. Desde luego que no puedo decirle tal cosa.
—Yo quería enmendar las cosas—Bien, esa respuesta es buena.—Y luego...—acaricié su mejilla con mi mano, ella cierra los ojos—luego todo cambió de sentido.
—¿Seguis pensando que soy una estúpida humana?—me hizo reír con su ocurrencia, ella estaba seria aunque esperanzada.
—No pienso eso de tí, nunca lo creí. Sí pensé que eras una chiquilla obstinada, cabeza dura a la que había que dar algunas lecciones, pero nada más.—Le saqué una sonrisa, era muy hermosa cuando sonreía—creo de todas maneras que lo peor me lo llevo yo y mi papel de monstruo, ¿no es así? ¿qué vamos a hacer con eso?
Se quedó en silencio, se nota que se está debatiendo internamente. Una parte de ella me aborrece, lo noto y no comprendo cómo puede...
—No puedo borrar lo que siento—me interrumpe el pensamiento—quisiera dejar las cosas como están por el momento.
—¿A qué te refieres?—no estoy comprendiendo del todo qué caminos está tomando esto.
—Probablemente sea mejor que sigamos adelante como si esto no hubiera pasado—lo dice secamente y se aleja de mí.
—Pero antes dijiste...
—Si, antes no recordaba bien todo lo que pasó, ahora ya puedo pensar bien. Me retiro a mi habitación, discúlpame—se aleja como si nada y me deja en silencio.
Me quedé con el vacío en las manos y la esperanza en el suelo. Por un momento creí que iba a tener un felices por siempre y no sé por qué pero así lo creí, y ahora de nuevo se me fue. Aparentemente ser un monstruo se me da mucho mejor. No pretendo cambiar para nadie, soy lo que soy. Lamento que a algunos no les guste pero es lo único que soy capaz de ofrecer, aparentemente.
Subo las escaleras con el pensamiento en mente, debo alejarme de ella, dejarla estar, no volver a hacer el ridículo. Paso por el cuarto de Arlene, la curiosidad me gana y me asomo por la puerta entreabierta. Está parada junto a la cama, pensativa. La observo en silencio. Ella no se percata de mi presencia y entonces me pregunto ¿por qué la sigo mirando, acechando? Descubro entonces que la respuesta es demasiado física, humana. Necesito tenerla, mía y de nadie más...¿eso es obsesión o algo más?
Abro la puerta y la cierro detrás mío, ella se sobresalta al verme y retrocede unos pasos a los que yo avanzo el doble.
—Tú—le digo señalándola—vas a ser mía—ella me mira estupefacta. Llegué hasta ella, la sujeté fuerte de la cintura y la besé salvajemente, ella no se resistió y se sujetó de mi saco pidiendo más. La empujé despacio hasta la cama y la tiré sobre las mantas. La tendí debajo mío mientras le mordisqueaba los labios y le dejaba un rastro de besos sobre el cuello. Poco después estábamos bajo las sábanas en un lío de brazos y piernas. En ningún momento se arrepintió, nunca me dijo que no. Oí mi nombre en sus labios y se dejó ir conmigo como lo había hecho más temprano. Horas después se durmió en mis brazos, frente al fuego de la hoguera que flameaba salvaje.
Acaricié su cabello con cuidado, no quería despertarla. Hacía días que no dormía bien. Se despertaba por las madrugadas, dormía un poco durante el día luego otro poquito a la noche, su sueño estaba siendo muy irregular. El cansancio le estaba pasando factura. Me pregunté qué estaría soñando, que pensará, qué dirá cuando despierte.
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