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8

Arlene

—Estoy lista para ser tu prometida, solo dime qué debo hacer—le dije apareciendo en su despacho entrada la madrugada. Recuerdo la cara de sorpresa que puso al verme de pie en la puerta, vestida en camisón. No estaba segura de si la sorpresa era por mis palabras o por estar vestida en ropa de cama.

—¿Por qué no estás durmiendo?—fue lo que pudo articular.

—Porque me di cuenta que ustedes están despiertos de noche, que ahora pueden salir y explorar el mundo y entonces yo debo adaptarme. ¿Qué haría tu prometida?—traté de sonar lo más segura posible.

Su mirada me calaba desde el otro lado de la habitación, no podía descifrar lo que estaba pensando. Probablemente me mandaría a dormir como lo había hecho antes, pero permanecí quieta a la espera, en silencio. Un silencio mortal entre ambos. Incómodo, sepulcral que igualmente me confundía, podía ser todo lo malo pero luego ser algo bueno. Como anoche, luego de toda la tormenta, él abandonó su pedestal de monstruo y creí ver un atisbo de humanidad. Fue dulce conmigo y lo agradecí en gran manera. Deseaba con todo el corazón que ese nuevo personaje siguiera allí, que no se hubiera dormido nuevamente para dar paso al monstruo otra vez.

—Mi prometida vendría conmigo a cazar—dijo tranquilo y sentí como se me cerró la garganta—¿quieres venir conmigo?

¿Era el monstruo el que hablaba? Tenía que alimentarse para vivir, yo lo sabía y eso no tenía remedio. Al menos no eran locos que mataban porque sí. Tenía solo unos segundos para responder y muy poco tiempo para decidir, me hice la fuerte y le dije que si.

—Será un placer, Demian.—Él entornó los ojos sorprendido y se puso de pie acercándose a mí. Al pasar a mi lado susurró en mi oido.—Te espero abajo en veinte minutos—sus palabras, aunque frío su aliento, quemaron mi piel. ¿En qué diablos me había metido? Sentía que estaba hiperventilando pero no podía echarme atrás, no, no ahora.

Caminé hasta el cuarto y me vestí lo mejor que pude sin la ayuda de Bettly, no quise molestarla a esas horas, de seguro estaba durmiendo pacíficamente, como yo debería haberlo estado también. Bajé las escaleras y me lo encontré junto a la puerta esperándome.

—Eso fue rápido—me dijo—Y bastante bien para haberlo hecho sin ayuda.

—¿Cómo supiste?—pregunté casi escandalizada, ¿acaso estaba mirando?

—Todos en la casa duermen Arlene, no hay que pensar mucho.—Siempre tenía razón y yo quedaba como una tonta. Me tendió el brazo y salimos a la calle.

Todo estaba en silencio, no había carros, gente ni animales. Solo el sonido de algunos árboles que se mecían con el viento y luego el ruido de la reja al cerrarse detrás nuestro.

Estaba consciente que no solo éramos nosotros los que estábamos despiertos, los guardias rondaban el lugar y era solo cuestión de tiempo cruzarnos con uno. Luego algún que otro vagabundo o bandido, ellos merodeaban por las noches también. Pero la primera impresión que tuve de París en la noche, fue soledad, y sentí pena por Demian, por Lukyan y Astrid. Su vida era muy solitaria. Salían cuando todo ya se había apagado, cuando ya no tenía vida la ciudad. El sol, tan hermoso que era y no podían disfrutarlo. Me encontré a mí misma descubriendo lo hermosa y efímera que era la vida, en un segundo todo podía cambiar, tal vez para siempre.

Demian me llevó del brazo hasta la zona cerca del río, bajo el puente y junto a la orilla. Había algunas familias agolpadas tratando de dormir con el frío. Al ver la escena se me detuvo el corazón. Demian iba a elegir a alguien de allí y lo iba asesinar frente a su familia y frente a mí. Entré en pánico y me colgué de su brazo.

—Creo que esto fue un error, deberíamos regresar—insistí tratando de alejarlo.

—¿Qué pasa Arlene? ¿te asustaste?

—No es justo que arruines a una familia—me puse firme.

—La vida no es justa—sentenció—hazte a un lado—se soltó de mi amarre.

—¡Por favor Demian! ¡podemos buscar otras opciones!

—No hay otras opciones Arlene—me mira con ojos rojos, nunca había visto esos ojos, hicieron que se me erizara la piel.—Esto es lo que soy, lo quieras o no—caminó directo a una niña que descansaba separada del resto y sentí un escalofrío cuando lo vi.

—¡Por favor no!.—La levantó del suelo cual si fuera un papel y arremetió contra ella con tanta violencia que no pude mirar, volteé para el otro lado y lloré. Lloré fuerte por la niñita que estaba muriendo a manos de esa bestia, lloré porque en cierta manera había sido mi culpa, de alguna forma rebuscada yo había provocado aquella visita nocturna. Lloré porque todo estaba mal en mi vida, porque no podía regresar a casa, lloré porque Demian era mi única salida y me asustaba tanto que solo quería huir de él. Lloré por él, por su alma condenada, que no encontraba paz y solo podía infringir daño. Lloré hasta que mis ojos se secaron y el último quejido se acabó. Me sequé la cara con los dedos, los gritos habían cesado así que imagine que la niña había muerto.

Sentí sus pasos detrás mío y luego sus manos sobre mis hombros, enseguida las quitó como arrepentido de haberlas puesto primeramente. Pasó frente a mí y se giró un poco, para que alcanzara a ver un poco su rostro.

—Lo siento Arlene—dijo sonando arrepentido—lamento haberte asustado.—Me tendió la mano para que la tomara pero no lo hice, estaba demasiado dolida, triste para hacerlo, y él lo comprendió, así que solo comenzó a caminar de regreso a la casa y yo fui detrás, siguiéndolo.

Sentí pena por él, pena por el hombre debajo del monstruo.

Esa noche me prometí a mi misma que no me involucraría más de lo necesario. Solo hablaría con él si tenía que ver con la fiesta de las Rosas, con mi padre o las cartas. Pero nada más. Su presencia me hacía daño y era más de lo que podía soportar.



Demian

Entramos a la casa y corrí a mi habitación, aún tenía en mi boca el sabor de la dulce sangre de la niña y en mis oídos, el repiqueteo de sus gemidos.

Esta vez había ido demasiado lejos, aún para mí mismo. No sabía que había querido probar, solo me había dejado llevar por el impulso salvaje y a eso me condujo. La sangre pulsante de la vena en mi boca, esa vida que se iba poco a poco y su intento por zafarse de mí con sus insignificantes manitas. ¿Cómo pude?

Caí en la cuenta de lo que había hecho instantes después, traté de enmendarme con unas disculpas vacías. Ella había estado llorando todo el rato. Mis disculpas no fueron suficientes, no sé si algo lo será. Arlene era un alma inocente, pura y yo un animal, un monstruo. Y lo peor es que no había mostrado reparo en enseñarselo, la llevé y le mostré de lo que era capaz de hacer. La asusté, la dañé y no creo que quiera volver a hablarme.

Estaba herido, y no físicamente. Creo que recién entonces me di cuenta de ello o tal vez ya lo sabía pero no quería notarlo. El verla allí llorando, mientras yo destrozaba el cuello de una niña, creo que rompió algo en mi ser y me sentí como el monstruo que era por primera vez en muchos pero muchos años.

En la oscuridad del pasillo caminé hasta su cuarto, estaba abierto y una luz salía de él, me asomé lentamente y la ví sentada junto a la cama con las manos en la cara ¿estaba llorando? desde allí no podía precisarlo. Si así era, ¡bravo! siempre haciéndola llorar.

Abrí despacio la puerta.

—Arlene—dije en un susurro y ella se puso rápidamente de pie, sus ojos rojos e hinchados, llenos de lágrimas me indicaron que había estado llorando.

—¿Qué quieres? ¿no fue suficiente ya?—sus palabras quemaban.

—Arlene, lo siento—me acerqué un poco más—vine a ver si estabas bien.

—Pues, estoy de maravilla—sonrió falsamente y se le escapó un quejido, quise correr a abrazarla pero me contuve.

—No se ve que estés de maravilla. Mira—trague saliva—lo lamento, de verdad, yo...

—¡Díselo a esa pobre niña!—me interrumpió—¡oh cierto, ya no puedes, porque la mataste!

—Arlene—quise acercarme más pero me esquivó.

—¡No me toques! Solo me dirigiré a ti para lo justo y necesario, nada más.

Pensé en humillarme pero ¿qué resultado obtendría? ¿funcionaría? Ella parecía haber decidido ya, sin importar lo que fuera a decir yo.

—Solo quería decirte que a veces las cosas no son tan simples como parecen y que tienes razón, soy un monstruo y deberías alejarte de mí.—Me di la vuelta y me alejé.

—¡Espera!—la escuché decir y me detuve—tu no eres un monstruo, tú decides serlo—sus palabras me golpearon duro porque sabía que muchas veces, tenía razón. En el día a día era más fácil dejarse llevar por el trepidante vacío interior y el creciente instinto del vampiro, que sobreponerse y tratar de ser ¿humano? ¿eso iba a decir? Asi que sí, supongo que yo elegía ser un monstruo la mayor parte de las veces, pero no siempre y eso quería dejárselo claro.

—Yo no elijo solo ser un monstruo, a mí me tocó serlo ¿puedes acaso entender eso?—volteé para verla a los ojos pero ella rehuyó mi mirada y cuando pareció que ya no iba a decir nada más, habló:

—¿Te dolió?—tragué saliva, era la primera vez que alguien me preguntaba eso, que alguien me preguntaba sobre lo que me había ocurrido cuando menos. Ella seguía sin mirarme, eso me angustiaba y yo seguía sin encontrar motivos para ello.

—Mucho—contesté.

Ella curvó su labio superior y una lágrima cayó por su mejilla. Levantó la mirada y finalmente hicimos contacto.

—Siento pena por tí—me dijo sorbiéndose la nariz—ojalá el mundo te hubiera tratado mejor.

Tú puedes tratarme mejor, puedes hacerme mejor, quise decir pero no me salió y no supe de donde brotó tal pensamiento. Comprendí que mis palabras aquella noche estaban de más, que yo estaba de más. Así que me di la vuelta y abandoné el cuarto para sumirme en la oscuridad, mi hermosa oscuridad que siempre estaba dispuesta a abrazarme, en cualquier momento que lo necesitara. Allí era libre y nadie me veía.

Solo y apartado de todos, en un rincón de mi habitación, por primera vez en muchos pero muchos años me siento débil, angustiado y con el alma herida si es que tengo alma, que mucho lo dudo. Lo único que he hecho todo este tiempo es forjar esta inmensa coraza de hierro a mi alrededor, me hace fuerte, me proteje y me da valor. Arlene está cavando una fosa en los alrededores, haciendo tambalear los cimientos y yo se lo estoy permitiendo, solo porque no quiero que sufra, pero estoy sufriendo yo. Le prometí que la protegería y cumpliré con mi promesa aunque acabe conmigo mismo en el intento.

Me recosté en la cama y me quedé dormido ¡rayos! hacía mil años que no dormía. Cuando me desperté, Lukyan estaba sentado a mi lado.

—Lukyan, ¿qué pasa?—me desperecé y esperé su reprimenda, pero no llegó.

—Que raro que duermas, ¿dormiste bien? Yo hace mucho que no pego el ojo—sonaba sorprendido.

—Si, dormí bien—claro que no le dije que soñé con Arlene y tuve fantasías con su cuello, su delgado y sublime cuello, portador de una sangre exquisita.

—Que bueno, en fin. Necesito que se pongan de acuerdo, Arlene y tú, con una historia. Poco falta para el sábado y no quiero cabos sueltos.

—¿Una historia?

—¡Si!—me dió un coscorrón—¡despiertate! Ella será Mademoiselle de La Rouge, la cual no existe, tiene que tener una historia por si preguntan. Y una historia juntos, cómo se conocieron y todas esas cosas.

Me imaginé lo feliz que se encontraría Arlene de colaborar conmigo en dicha tarea, tal vez sería mejor hablarlo con Lukyan para que esté al tanto.

—Sabes, creo que no funcionará—digo con sorna.

—¿De qué hablas?—se mostró interesado.

—Que no creo que Arlene esté interesada en hacer esto, ella no congenia conmigo y esto realmente creo que es una perdida total de tiempo.—Esperaba haber sido claro.

—¿Lo decis por vos o por ella? Porque Arlene está ahora mismo en la sala esperándonos.—Eso no lo esperaba, realmente me sorprende.

—¿Es en serio?

—Ya dejá de hacer el tonto y vámonos.

Lukyan se puso de pie y zarandeó las sábanas para que me levante también. No necesitaba hacerlo porque ya me estaba parando, pero le encanta exagerar, como todo vampiro alfa que lleva el control.

Caminamos despacio hasta la sala, me pregunto con qué me voy a encontrar y me sorprendo en gran manera con lo que veo, una renovada Arlene que poco se parece a la de anoche. No hay rastros de llanto o pena, se ve fuerte y lista para afrontar las tareas que le demanda el día, a pesar de las pocas horas de sueño dormidas.

—Buenos días—le digo y ella solo se limita a asentir con la cabeza. Un fracaso me digo y uno en público, Astrid nos mira como tratando de descifrar qué nos pasa.

—Ejem—dice Lukyan—mademoiselle de La Rouge creó su propia historia, ¿quieres ser tan amable de contarnosla?—Arlene asiente y se para frente a los tres.

—Vengo de España, mi padre era Francés así que aprendí el idioma.

—¿Y el español?—pregunto.

—Sé hablar español—contesta secamente.

—Ya, ya.

—Decía, estuve viajando por Europa junto a mi sirvienta hasta que te conocí—me mira—tenias tu mansión en Lille, yo estaba de paso pero no te fuí indiferente y te acercaste a mí. Al principio no te hice caso pero fuiste muy insistente y tuviste detalles muy bonitos, como este camafeo—señaló su cuello, llevaba puesto el camafeo que le compré en el mercadillo, se me hizo un nudo en la garganta al notar que estaba mezclando situaciones reales en medio de la farsa—y aunque eras medio tosco y bruto—eso provocó una risotada por parte de Astrid y Lukyan, yo comprendí que palabras escondía—yo sabía que en el fondo se escondía algo más que solo un simple heredero. Luego me propusiste matrimonio en una terraza de la mansión y yo acepté. No tengo anillo así que van a tener que conseguir uno.

—Descuida—dijo Lukyan—yo te consigo uno.

—Gracias—se sentó entre nosotros.

—¿Te quedó claro?—me preguntó Astrid.

—No hay mucho que aprender, pero si querés mi respuesta, sí, me quedó claro.

Arlene siguió sin mirarme, Astrid y Lukyan se alejaron unos minutos y nos dejaron solos.

—¿Así que soy tosco y bruto?—pregunté.

—Eres mucho peor que eso, fui amable—contestó.

—Arlene—me incliné hacia ella y toqué con mi mano su rodilla, creí que saldría huyendo pero se quedó—realmente lamento mucho lo que pasó anoche, yo no...no quiero hacerte daño, no sé qué me pasó...

—Pasó que fuiste tú mismo.

—Y lo lamento, no quiero ser así, no contigo ¿puedes creerme?—mi voz sonaba como una súplica.

—¿Para qué quieres tanto que te crea?—su tono era frío, sin sentimiento. Mantenía muy bien su personaje.

—Quisiera saberlo yo también, tal vez para mostrarte que puedo ser otra cosa diferente, no lo sé. Pero no quiero que me tengas miedo, eso solo me refuerza lo horrible que soy. Y yo no te haré daño, no tienes motivo de temerme.



Arlene

—¿Estás seguro de eso?—le dije recordando que hacía no mucho me había gritado a los cuatro vientos cuántas ganas tenía de asesinarme. No podía tan pronto cambiar de parecer y si así lo había hecho, ¿cuál había sido la causa?

Lo ví dudar, siempre dudaba, nunca sabía lo que quería o lo que era peor, sí sabía pero lo ocultaba con falsas historias.

—Estoy muy seguro—contestó al fin—puedes estar segura cuando te digo que jamás te haré daño.

—Porque ellos te lo impiden—declaré señalando con la cabeza a Lukyan y Astrid.

—No—contestó—más allá de ellos y de tu sangre maldita, igual no te tocaría.

—¿Mi qué?—¿escuché bien o dijo sangre maldita? ¿de qué diablos está hablando?

—Tu sangre tiene algo raro—hablaba bajito, no quería que lo escucharan—cuando la bebí casi me mata.—Y entonces todo me cerró en mi mente, porqué estaba aún viva y por qué Demian no me había atacado aún, porque moriría en el intento. Era como un arma para él, un suicidio para un vampiro. Nada de buenas acciones, él solo no quería morir.

—Ya entiendo—dije—ahora te creo que no me harás daño.

—No, no—se enderezó—no es por eso, te lo juro...

—Claro...

—Al principio sí—interrumpió—pero ya no.

—¿Y cómo es eso?—pregunté.

—Al principio solo quería matarte o desangrarte, lo que viniera primero, me daba lo mismo—respiraba agitadamente—y ahora, ahora no sé qué decir, solo que siento la obligación de protegerte.

—Bueno, yo te quito esa obligación, estoy bien así, gracias—dije bruscamente. Se quedó perplejo mirándome, no esperaba esa respuesta y lo descolocó por completo.

Se puso de pie, sonrió cansinamente y salió por la puerta, lo cual provocó diversas miradas por parte de Lukyan y Astrid.

Me pregunto si habré hecho mal, si lo juzgué muy duro, tal vez. ¿Podría Demian dejar de ser un monstruo? Puede que eso fuera algo muy difícil de lograr y necesitaría ayuda, y no sé si tendría ganas, no quiero decepciones a mitad de camino, no quiero volver a empezar una y otra vez. Creo que vi suficiente, demasiado dolor. Todavía veo los ojos desorbitados de la niña antes de ser asesinada, no puedo quitarla de la cabeza. Eso hace Demian, te sacude, te invade y no quedes quitarte ese malestar, esa sensación del cuerpo. Yo no sé si podré olvidarla. Me siento sucia, culpable por no haberlo impedido, debería haber intervenido de alguna manera, sé que podría haberlo hecho. Pero fui cobarde. Y ahora tengo un muerto que me persigue. Sé que no es nada en comparación con todos los muertos de Demian, pero el mío pesa y no me deja dormir.

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