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4

Arlene

Desperté con el recuerdo de la mandíbula de Demian cerrándose en mi cuello.

Cuando empezó todo, ese fue el inicio, el primer problema. Sin embargo, la noche anterior, cuando escuchaba a todos hablar en la gran sala, comprendí que no fue ese el principio,...sino que alguien oculto en las sombras, que no quiere a mi padre tal vez, me quiere muerta y consiguió que Demian intentara asesinarme, sin éxito por suerte.

Todo me parecía tan injusto. Hacía tan solo una semana mi mayor preocupación era la de evitar a los maridos y ahora tenía que sobrevivir. Una semana,...¿nadie había preguntado por mí en ese tiempo? ¿no había salido tal vez en el diario?

Me incorporé confusa en la cama, lancé un vistazo rápido a la habitación para ubicarme y darme cuenta de que seguía sin estar en mi cama y en mi casa.

Me puse de pie e hice sonar la campanilla. Bettly se asomó por la puerta minutos más tarde.

—¿Me llama, mademoiselle?

—Si, quisiera vestirme por favor.

—Por supuesto.—Abre los placares y busca un atuendo.

—Quisiera algo modesto, para salir a la calle.

—¿Mademoiselle va a salir hoy?—me mira asombrada.

—Voy a hacer un pequeño recado, nada mas, pero quiero pasar desapercibida, que no me reconozcan. ¿Puedes ayudarme con eso?—en el rostro de Bettly se dibujó una sonrisa complice.

—Venga—me tiró de la mano para ponerme de pie—va a quedar irreconocible, ya verá.—Hurgó un buen rato hasta que sacó un vestido beige amarronado con muy pocos volados y nada de encaje. Se tomó muy en serio la palabra "modesto". El vestido me quedaba bien, no estaba acostumbrada a verme como una campesina, pero para la ocasión servía. Un abrigo en color azul oscuro y un sombrero. El pelo me lo recogió en un rodete detrás, para ocultarlo lo más posible y no se viera su color bronce.

Me até un pañuelo al cuello y bajamos juntas las escaleras, mirando a ambos lados para que nadie nos viera.

—¿Tú tienes las llaves para abrir?

—No, ese es Louis—se acercó a un hombre grande y amplio que salía de una habitación—Louis, monsieur Louis.

—Mademoiselle—hizo una reverencia.

—Mademoiselle precisa salir hoy a tomar aire fresco, volverá más tarde, ¿puede por favor abrir las puertas?

—¿Monsieur Lukyan lo sabe?

—Si—intervine—cree que me hará bien tomar algo de aire fresco despues de todo lo ocurrido, más tarde regresaré.

—Como ordene entonces—Monsieur Louis se hizo a un lado y abrió las grandes puertas para dejarme pasar.—Disfrute del día mademoiselle—me dijo pero ya estaba lejos para oírlo. El día en realidad estaba terriblemente nublado y oscuro. Toda mi idea de ver el sol, quedó aplastada por unas negras nubes que amenazaban con empezar a llover en cualquier momento.

Caminé despacio tratando de ubicarme, no sabía en qué parte de la ciudad estaba. Caminé perdida entre la gente por la rue de la Gloire, siempre tratando de recordar por dónde venía para poder regresar luego.

—Aqui tiene su periódico monsieur—dijo el niño a mi izquierda e inmediatamente me detuve. Me acerqué a mirar más de cerca.

—¿Puedo tomar uno?—pregunté.

—Son dos franqueses.

—No tengo dinero.

—Lo siento querida—dijo con todo descaro el niño que no pasaba de diez años.

—Escúchame niño, solo quiero mirar una cosa, lo miro aquí mismo y lo dejo ¿está bien?

—Pero que sea rápido, ahuyentas a la clientela con esas pintas.—Sentí el orgullo herido, nunca me habían rebajado por mi visual y menos por mi clase social. Me sentí mal por todos los que alguna vez miré de mala manera.

Me concentré en el periódico, las primeras páginas sensacionalistas no tenían nada, recorrí cada página, de adelante para atrás y de atrás para adelante. Había una mención a la fiesta, pero poco y nada decía, no se enfocaba en mi y en mi desaparición. Me habían tratado de matar, había sangre en la habitación, luego había desaparecido. ¿A nadie le importaba?.

—¿Ya terminaste?—La voz del niño me colmó los nervios.

—Ya, toma tu sucio periódico—se lo tiré al suelo y él profirió un insulto.

Seguí caminando, tal vez debería volver a casa pero, allí corría peligro, lo sabía.

Sin darme cuenta entré a lo que era un mercadillo, gente de todas las clases se reunían allí a comprar. Decidí disfrutar un rato del momento, no tenía dinero para comprar nada, pero podía pasármela bien aunque fuera unos minutos.

Había tantas cosas en venta. Me gustó especialmente un camafeo de plata con bordes dorados, era precioso, si tan solo hubiese tenido algo de dinero...

Recordé que podía retirar dinero del banco, tenía dinero a mi nombre y tal vez podía enviar una carta anónima a mi padre para tranquilizarle de que yo estaba bien, de seguro estaba de los nervios en aquel momento.

El banco estaba en la rue de Blas me dijeron, a unas cuatro calles de distancia. Me encaminé hacia allí.

El cielo se puso totalmente negro y empezaron a caer unas cuantas gotas, hacía frío y yo no tenía suficiente abrigo. Nunca había caminado tanto tiempo por la ciudad yo sola, siempre había ido en carruaje o acompañada por mi padre. Vislumbre el banco, estaba a punto de abrir la puerta cuanto algo o alguien me sujetó por detrás y me hizo a un lado.

Estábamos al otro lado del banco cuando Demian me soltó.

—¡Pero es de día!

—Claro ¿ves tú el sol? yo no.—Era cierto, no se veía ni por asomo.

—¿Por qué me detuviste?

—Te detuve de hacer la estupidez más grande del mundo. Con mi hermano estamos tratando de ayudarte, de que pases desapercibida ¿y tu quieres venir a firmar un cheque?—me señalaba con su dedo índice.

—Entiendo tu punto, pero mi padre debe de ....

—Tu padre poco me importa—interrumpió—acá los que estamos en juego somos nosotros, no tu padre.

Sentí una impotencia enorme, no podía hacer nada, estaba atrapada, sin salida y lo que trataba de hacer era tonto e ineficiente.

—Pensaba regresar—dije en un dejo de voz aún tratando de sonar fuerte.

—Te creo—su voz sonaba un poco más tranquila—pero lo que hiciste fue muy estúpido. La próxima vez que se te ocurran estas cosas, acude a mi y lo solucionamos juntos.

—Está bien—dije ya sin palabras. Él me tendió el brazo y volvimos por la rue de la Noir, en el camino nos detuvimos en el mercadillo.

—¿Te gustaba ese camafeo verdad?—dijo señalando el camafeo plateado.

—¿Cómo supiste?—me sentí observada.

—Olfato—contestó sonriendo y me compró el camafeo en silencio, algo que no esperaba que hiciera, totalmente inesperado.

Un par de calles más y estuvimos nuevamente en la mansión. Monsieur Louis y mademoiselle Bettly nos esperaban para recibir nuestros abrigos.

—¿Cómo estuvo todo monsieur?—preguntó Louis.

—Todo como lo esperado, gracias Louis, descansa un rato.

Demian subió las escaleras y no se despidió de nadie más. Yo me quedé quitando el abrigo con Bettly y luego subimos al cuarto a cambiarme. Tal vez podría darme un buen baño caliente antes de comer, si, probablemente.


Demian

La observé bajar las escaleras, vestida con ropa diferente. Cabeza en alto y sin tapujos. Me asombré de lo rápido que pareció adaptarse a todos los cambios.

Nos temía, me temía...eso lo sabía. Pero su instinto le decía que el verdadero mal estaba fuera y no dentro con nosotros, y lo aceptaba.

La vislumbré desde lo alto mientras descendía, no se dio la vuelta, no me vio mientras la observaba desde la oscuridad.

La deseaba, aún la deseaba.

Podía sentir el dulce aroma de su sangre a la distancia, extasiaba mis sentidos y nublaba mi mente. Pero estaba prohibida y más que prohibida, su sangre era capaz de matarme si la tomaba. Casi lo había hecho la primera vez y no habría una segunda.

La seguí en silencio, se dirigía al salón comedor. Dejé que entrara primero y fui tras ella, pareció sorprenderse con mi presencia.

—Oh, monsieur Komarov, no lo vi ¿va a comer conmigo?—me pareció muy tierna su ocurrencia.

—No, claramente no—sonreí—pero puedo hacerle compañía.

—Ah, me había olvidado que ustedes no comen, sin embargo la compañía siempre es bien recibida—la ayudé a sentarse.

—¿Siempre es así de correcta mademoiselle?

—¿A que te refieres?

—A que dices puras frases armadas—noté como herí su orgullo y bajó la cabeza hacia la mesa.

—No quise ofenderte Arlene—dije claro y fuerte—pero no necesitas andar con miramientos aquí. A mi solo llamame Demian.—Ella asintió con la cabeza aún baja.

Monsieur de Bree trajo la comida y la puso frente a ella, le sirvió vino y se marchó rápidamente.

—Asustas a la gente—me senté a un costado de la mesa y la miré seriamente, ella desvió la mirada.

—¿Te asusto a ti y a quien más?

—A monsieur de Bree y a los demás sirvientes.

—Ellos no me tienen miedo—resoplé—solo me respetan, saben cual es su lugar y cuál el mio.

—¿En la cadena alimentaria?—sus ojos me escudriñaron buscando respuesta.

—¿Acaso Arlene de La Rose acaba de hacer un chiste?—se mordió el labio inferior y sus mejillas se ruborizaron de un precioso color que me recordó la sangre que fluía por dentro. Me alejé de donde estaba para darle espacio a que comiera y me senté en la silla de la punta de la mesa.—Tenemos mucho de qué hablar Arlene.

Ella comía en silencio.

—¿Qué sabes de tu padre que nos pueda ayudar?—continué.

—No mucho—dijo al fin—él no compartía nada conmigo, solo podría decir con quienes hacía negocios pero nada más.

—Eso está muy bien—dije inclinándome en la mesa—quiero que cuando llegues a tu cuarto los anotes a todos y a cada uno de ellos, todos son sospechosos.

—Son todas personas que me conocen desde siempre, ¿por qué querrían hacerme daño?

—No lo sé Arlene, cuando lo encontremos te prometo que le preguntamos—por alguna razón mi respuesta no le convence y empieza a lloriquear. Estoy un poco lejos pero juraría que veo sus lágrimas descender por sus mejillas, una tras otra. Se cubre la cara con las manos al tiempo de decir "lo siento" y toda su figura cae y se rompe en mil pedazos.

Yo creía que era fuerte, que resistiría los golpes, pero me equivoqué. Es frágil y delicada, no la golpees o sangrará.

Me levanto y camino hasta ella, no estoy muy seguro de que debería hacer ¿consolarla? es solo una niñita que extraña a su padre y siente que el mundo la odia.

Me arrodillo a su lado y giro su asiento hacia mi. Tomo sus manos entre las mías.

—Ey, mírame, ya pasó, estás a salvo ¿oíste?—Utilizo el tono de voz más dulce de lo que soy capaz.

—Lo sé, pero no quiero vivir aquí encerrada por siempre—su voz se quiebra—quiero mi vida de vuelta, quiero ver a mi padre ¿por qué él no pregunta por mí?—creo que encontré el meollo de la cuestión.

—Seguro que está siendo chantajeado también, por eso no pregunta—sequé sus lágrimas con la yema de mis dedos y lo hice dibujando líneas invisibles sobre la piel, cual si fueran pequeñas venitas que dan color a su cara. Estar tan cerca de ella me desconcentró, la sed que sentía era enorme y ahora que ya había probado lo dulce de su sangre, quería probar más. Si no fuera por el detalle de que casi me mata, ya la habría dejado seca.

Sin embargo, a ella parece hacerle bien nuestra proximidad, se siente mejor, más contenida. Me sonríe y no puedo hacer otra cosa más que devolverle la sonrisa.

—No eres tan malo después de todo—comienzo a creer que me dejé llevar demasiado, no quería entrar en tanta confianza con ella, solo quise ayudarla en un mal momento, solo eso.

—Soy lo que soy Arlene—digo poniéndome de pie bruscamente y alejándome de la mesa.

—¡¿Por qué?!—exclama ella parándose.

—¿Por qué, qué?—me di vuelta y la miré, lucía desesperada, buscaba respuestas en mí y no sabía si sería capaz de dárselas.

—¿Por qué no me mataste?—imaginaba que algo así podía preguntar, pero de todas maneras no tenía preparada una respuesta.

—Por que no estaba de ganas esa noche—miento falsamente y me doy vuelta. Entonces siento el embriagador aroma afrutado de la sangre que me golpea de lleno y no puedo pensar en nada mas, giro hacia ella y la veo con un cuchillo en una mano y un tajo en la otra, de la que brotaban hilos de sangre. No supe como pero en segundos estaba parado junto a ella y sosteniendo el brazo sangrante en mi mano.

—¿Ahora sí estás de ganas?

—¿Qué estás haciendo?—pregunté respirando con dificultad mientras la sangre corría por mi mano.

—Quiero saber por qué no me mataste, qué te lo impidió ¿fue tu hermano?

—Estás jugando con fuego—no podía dejar de ver la sangre correr.

—Vamos, bebe, te la estoy ofreciendo—me dijo y ¿cómo rechazar semejante oferta? Tenía que resistir, alejarme, decir algo que cortara con la situación. ¿Cómo había dejado que se volviera tan compleja?

—Ya me alimenté hoy—dije seriamente—y no suelo comerme a las visitas, pero gracias por el ofrecimiento—sonreí falsamente y me alejé lo más rápido posible del lugar.—¡Haz que alguien te cure eso!—grité antes de cruzar la puerta.

Me fui a mi habitación y me quité la camisa manchada de sangre y la tiré al fuego encendido. Me enjuague las manos y me puse ropa limpia.

Me sentí asqueado de lo que acababa de pasar, me pregunté qué haría Lukyan cuando se enterara.

Arlene tenía sus recursos, sin duda alguna. Sin embargo, no dejaba de ser una chiquilla débil a la que proteger. Sin nosotros estaba perdida, ya estaría muerta de seguro.

—Lo siento—dijo una voz desde afuera del despacho, moví la cabeza y la ví de pie mirándome.

—¿Qué sientes?—pregunté dejando de mirar mi libro.

—Todo, me comporté como una tonta, lo siento.—Sonaba arrepentida, triste, desolada.

—¿Ya te curaron?—pregunté preocupado.

—Si—levantó su brazo para que lo viera, estaba vendado prolijamente—y descuida, no diré nada sobre ti y nuestra conversación, solo diré que me corté en mi habitación.

—Nadie lo creerá, pero gracias por el esfuerzo.

—Lo siento, si hay algo que pueda hacer...

—Tranquila—la interrumpo—tú no puedes hacer nada. Yo ahora me tengo que ir—me pongo de pié—pero tú te quedas en la casa ¿oíste?

Ella asintió con la cabeza y me vió irme.

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