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20

Demian

Me despierto recostado en un banco de la estación de tren, Astrid está a mi lado. Me enderecé al instante y sentí la punzada en la cabeza, por el golpe.

—¿Pero qué demonios? —le dije sujetándola del brazo— ¿por qué estamos aquí sentados? —Trataba de parecer tranquila, pero estaba asustada. No sabía cómo lucía, no muy bien, seguro.

—Tranquilo— trataba de soltarse y miraba a ambos lados disimuladamente. Estaba buscando a Lukyan. —Estamos a punto de conseguir tren, tú tranquilo. Enseguida partiremos.

—¿No consiguen tren? —reí irónicamente— a cada rato salen trenes, ¿no saben comprar un ticket, par de inútiles? —la solté y caminé hasta la boletería, allí me encontré a Lukyan que me miró sonriendo.

—Que bueno que despertas... —mi puño borró su sonrisa. —¿Qué diablos te pasa? —se agarraba la cara y todos se habían volteado a vernos.

—Eso va por el golpe y por atrasarme, ¿qué hora es? —miré el gran reloj de la estación— Oh, no, ya casi amanece. Dame el dinero—le ordené a Lukyan.

—No, nosotros iremos contigo.

—Dame el dinero, ustedes solo me han hecho perder el tiempo.

—Solo esperaba un mejor tren adaptado a nosotros.

—Todos los trenes son iguales, dame el dinero. —Avancé hacia él, se encogió y me tiró los billetes al suelo. —Gracias, no te hacía tan cobarde. Me sorprendes.

Me acerqué a la boletería y compré tres tickets para el próximo tren que se detuviera en Bruselas. En media hora partiría. Con lo justo llegaríamos a subir antes del amanecer.

Nos quedamos en el andén a esperar. La última vez que había estado allí, había sido con Arlene. Íbamos a escapar, ser felices juntos y todo salió mal. Luego de eso no volvió a hablar conmigo de la misma manera, decidió que ya no era importante. Ojalá pudiera retroceder el tiempo y convencerla de hacer el viaje, dejarlo todo... aunque sería tan egoísta. Probablemente ahora no estaríamos en este aprieto.

Quien sabe donde está ahora, ¿qué le están haciendo? No puedo siquiera pensar en nada. La mente me pesa y el aire se me vuelve pesado.

—¿Estás bien? —Astrid me apoyaba una mano en el hombro, no había visto venir.

—¿Tú qué crees?

—Ya relájate, tu mente está perdida, puedo verlo...

—¡Ya deja de meterte en mi mente! —quise matarla, le grité enfurecido y embestí contra ella con violencia. De no haberme detenido Lukyan, no sé qué habría hecho.

—Ya cálmate por favor— me insistió mientras me sostenía y yo comenzaba a derrumbarme. No, no... sé fuerte. No dejes que te vean caer. Lo empujé y lo alejé de mí. El tren ya estaba por salir. No nos dijimos nada y solo subimos. Bajamos las cortinas de las ventanillas de la cabina que nos había tocado y nos quedamos en silencio. Así sería el viaje... hasta que Astrid habló.

—Demian, solo quiero que me escuches— la miré cansinamente y eso pareció notarlo— estamos de tu lado, déjanos ayudarte, por favor. —Lukyan asentía con la cabeza.

—Él que está contra ti, está contra nosotros. Somos una familia— sentenció Lukyan y se quedaron en silencio esperando mi respuesta, aunque estaba seguro que Astrid ya la sabía.

—Está bien, pero no me haré cargo de su seguridad. Ustedes se meten en esto por motus propio.

—Totalmente de acuerdo—asintió Lukyan.

—Y harán lo que yo les diga, cuando les diga.

—Vale, ya— dijeron los dos.

—Solo quiero estar seguro de todo. —Me acomodé en el asiento y respiré hondo.

—Ya, tranquilo. Todo va a salir bien— trató de tranquilizarme Astrid.

—Eso no puedes saberlo.

—Si, porque estamos unidos y sé que podemos con quien sea que esté tras todo esto. —Estiró la mano para sujetar la mía, la quité pero insistió y la tomó igual—tenemos que averiguar quién es.

—¿Alguna idea de quién puede estar haciendo esto? —llegó la pregunta tonta de Lukyan.

—¿Te parece que si lo supiera, estaría aquí tan tranquilo? —logré zafarme de las manos de Astrid.

—Ya sabemos que no lo sabes, pero tal vez podrías sospecharlo.

—Vamos que en el último siglo hice enfadar a muchas personas ¿cómo quieres que adivine ahora quién de ellas podría estar detrás de esto?

—Eso no ayuda mucho.

—No ayuda en nada.

—Intentalo— insistió Astrid.

—¿Que intente qué? —la miré sobrante.

—Haz memoria, seguro hubo alguien a quien molestaste más que a los demás, alguien capaz de guardarte mucho rencor.

La miré unos instantes, lo pensé.

—Nada, lo siento.

Me acurruque en un rincón y cerré los ojos deseando que el sueño viniera a mi y así poder pasar una buena parte del viaje de manera fácil y rápida. Un rato más tarde no lo estaba consiguiendo, seguía con la mente ofuscada por demasiadas cosas, pero lo que más me preocupaba era ella. ¿Estaría bien? No podía imaginar qué podrían llegar a hacerle llegado el punto, por mi culpa. Sentía que podía explotar en cualquier momento y solo deseaba poder acallar los pensamientos aunque fuera por unos minutos, me estaban matando por dentro. Yo le estaba ocasionando dolor. Me había jurado protegerla y había fallado rotundamente.

—No tienes que culparte—dijo la vocecita de Astrid, ora vez leyendo mi mente.

—Estoy durmiendo— gruñí.

—Sabes que no.

—¿Qué más quieren de mí? —estallé— ya los dejé venir, ya estamos en paz.

—No— dijo Lukyan— tenemos que prepararnos, pensemos en los sospechosos.

—Vamos— me instó Astrid—haz un esfuerzo, por ella.

—¿Crees que no pienso en ella?

—Lo sé, lo haces y mucho— lucía apenada.

—¿Por qué te apena que piense en ella?

—Sigamos con lo que estábamos— dijo Lukyan.

—No, no— lo callé— vamos Astrid, ¿por qué te apena que piense en ella? ¿Qué está de mal en ello?

—Nada—contestó— no está mal que pienses en ella mientras no te haga daño, pero los dos sabemos que no es así. Ella te lastima y lo hace con cada pensamiento. Tú necesitas sanar luego de que todo esto acabe.

—No te atrevas a decirme lo que debo pensar— la señalé con el dedo y ella cerró los ojos, derrotada. Se esperaba esa respuesta, pero aún así se atrevió a dar su opinión.

—Ella no te hace bien, yo solo pienso en tu bienestar. ¡Tú sabes que digo la verdad! —la rabia me consumió pero me contuve, no quería matar a nadie y menos en un ataque de locura. Me dolía, dolía demasiado lo que me decía y más porque era verdad. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué me decía esas cosas? Decía que se preocupaba por mí pero solo metía el dedo en la llaga. —Quiero ayudarte, cuando todo esto acabe yo te ayudaré a olvidar. Podríamos dar un viaje los tres ¿qué opinas Lukyan?

—Si, si, estaría bien.

—Todo va a mejorar— sonrió y le creí por unos instantes, solo por esos instantes hasta que la neblina cayó nuevamente sobre mi. —Ahora debemos hacer nuestro mejor esfuerzo en descubrir quién es nuestro rival, o nuestra rival.

—Es un hombre—sentenció Lukyan.

—¿Perdón? Tranquilamente podría ser una mujer, querido. Te recuerdo que somos iguales y hasta más fuertes, si se quiere.—No dije nada, los dejé librar sus batallas solos, no quería meterme.

—Sí, querida.

—Mejor así. —Finalizó Astrid y se dirigió hacia mí, que los miraba con poco interés. —¿Durante la fiesta alguien te pareció sospechoso?

Que pregunta, no había prestado atención a nadie más que a Arlene en toda la velada. Podría haber pasado un bufón con ropa roja y peluca naranja delante mío, y no lo habría visto.

—¿Su padre? —dijo Lukyan y tenía razón, se había ido con él y así había desaparecido.

—Su padre tiene que estar detrás de todo, él nunca la buscó cuando desapareció— aporté mientras desentrañaba ideas.

—Pero es su padre —dijo Astrid.

—Eso todos lo sabemos, pero no sería la primera vez que un padre usa a su hijo por motivos mayores— Lukyan empezaba a emocionarse.

—Pero yo no tengo problemas con él— dije concluyendo— ni siquiera lo conozco.

—Él solo es un peón, muchachos— nos miró Astrid— aquí hay un vampiro detrás, seguro que si. Monsieur de La Rose la entrego, tal vez amenazado, tal vez por dinero, todo puede ser— me dió mucho asco pensar que su propio padre pudiera entregarla por dinero—. Él tenía que sacarla al jardín donde la estarían esperando y allí fuera se la llevaron. ¿Quienes? Es la pregunta. —Me miró—. ¿De verdad no tienes idea?

Resoplé pensativo.

—Desde que me convertí, he cabreado a más de uno, a muchos los terminé matando así que ya no son un problema. De los que puedo pensar, se me ocurre Nikolai, pero fue hace tanto que no imagino por qué vendría a buscar venganza.

—¿Qué pasó con Nikolai?

—No creo que sea necesario contarlo ahora.

—Es muy necesario si queremos entender— Astrid se veía muy seria.

—Fue mucho antes de conoceros, yo era muy joven. Lo conocí y nos la pasabamos muy bien, cazabamos por las noches y nos embriagabamos de sangre. En ese entonces era muy descuidado. Nikolai tenía familia. Lo habían convertido a él y a sus hijos, luego él convirtió a su esposa. Toda la familia era parte de lo mismo. La familia era sagrada para él. Entonces la hija mayor se me insinuó y yo cedí. Luego su esposa se me insinuó y nuevamente cedí. Él lo descubrió y en un ataque de ira las asesinó. Antes de huir me juró que algún día me encontraría y me mataría. —Miré hacia abajo y esperé el reproche. Lukyan carraspeó.

—Bueno, es un posible sospechoso ¿tú qué opinas, Astrid?

—Yo tambien lo creo, ¿alguien más? Estoy segura que hay más.

Miré al frente, suspiré.

—Está András, era el líder que reinaba en la ciudad. Con él nos dábamos buenos festines. Todos le seguíamos. Lo traicioné por una mejor posición, juró vengarse cuando lo exilié.

«Luego sigue Blaise. Era un vampiro de aspecto mayor, lo habían convertido a los cincuenta o sesenta años. Tenía hijos, todos humanos. Me tenía para que los protegiera, a cambio me daba buenas presas todos los días. Hubo un día que una de sus hijas se me hizo irresistible y la maté. No pude evitarlo. No logró alcanzarme, juró cazarme hasta la eternidad.

«Recuerdo a Viktor, huíamos junto a su pareja Judit. Nos estaban dando caza.Pero ella estaba rezagada y nos retrasaba. En uno de los lugares donde nos detuvimos, la asesiné y le dije a él que ella lo había dejado. Lo descubrió y ya saben el resto.

«Luego está Anna, me acosté con ella por muchos años. Nada en especial, hasta que me acosté con su hermana. Se volvió tan loca que la asesinó y luego tuvo la desfachatez de echarme la culpa de su muerte.

«Si bien con la mayoría logré salir huyendo, con Bajnok casi no lo logro. Era un vampiro bien fornido que me dió unos buenos golpes cuando se enteró de... no importa, ya está. Dije todo lo que podría decir. Esto es todo lo más relevante que puedo recordar.

Lukyan y Astrid me miraban inmutables, muchos pensamientos, muchas ideas. No sabían qué decir.

—Bueno— se arriesgó Astrid— veo que tuviste un pasado movido, no conocía esta faceta tuya.

—Es porque ya no soy ese—dije.

—Lo sé, lo sé— se corrigió y suspiró—uy, bueno, cuanto material.

—De todos esos ¿por quién te la jugas? —preguntó Lukyan.

—No lo sé, podría bien no ser ninguno y nosotros aquí solo perdiendo el tiempo.

Era una posibilidad, siempre estaba esa opción.

—Yo creo que podría ser el tal Blaise— dijo Astrid segura.

—¿Por qué?

—Porque mataste a su hija, Demian. Eso es horrible. —Lo dijo en un tono demasiado serio.

—¿Y todo lo demás no es horrible? ¿No escuchaste todo lo que conté?

—Si, pero creo que nada supera eso. —Los dos miramos a Lukyan buscando una opinión.

—A mi no me miren que no tengo hijos y de mi padre ya ni el nombre recuerdo.

—Eso es triste ¿en serio? —se pusieron a parlotear sobre el padre de Lukyan, o el supuesto padre, ya que no lo recordaba. Me preguntaba cómo era eso posible. Yo soy más antiguo que ellos y aún puedo ver sus caras de ojos vidriosos mirándome desde el suelo. Pienso y no recuerdo qué fue lo último que les dije, tal vez que regresaba luego. No lo sé. Me alejé un rato para limpiar el granero y ya no volví a verlos vivos. ¿Cómo olvidarlos?

—¿Y tus padres? —la pregunta interrumpió mis pensamientos.

—¿Mis padres, qué?

—¿Los recuerdas? —Lukyan parecía muy feliz de preguntar. Dirigí la mirada hacia Astrid y ella apretó los labios, había mirado en mi mente, ya lo sabía todo.

—Claro. A solo un idiota se le olvidan.

—Está bien— levantó las manos— tienes razón, tienes razón. Sin embargo, para mi defensa, a muchos se nos olvida un poco nuestra vida pasada. —Había oído algo similar pero no había tenido la fortuna de olvidar yo mismo. El pasado me perseguía y me besaba en silencio cuando intentaba olvidar.

—Deberíamos descansar— intervino Astrid— yo creo que todos estamos un poco agotados de todo lo que ha sucedido. ¿Por qué no tratas de dormir, Demian? —no le dije nada, solo me limité a asentir y me recosté en el asiento. El vaivén del tren, no tardé en dormirme.

"Fría por fuera, destrozada por dentro" dijo la voz de una chica que corría por el bosque.

—¿Arlene? —pregunté aunque sabía que no era ella. De pronto Arlene apareció detrás mío. Tiré mis brazos hacia ella y los tomó dejándose caer sobre mí. —Ya estás a salvo, huyamos.

—Ya no podemos—dijo en tono lastimero, la miré sin comprender. —Ya es muy tarde, llegaste tarde. —La quise sostener mas fuerte pero se me resbalaba, mis manos atravesaban su cuerpo. Era como una sustancia líquida transparente, desaparecía poco a poco.

—¿Qué sucede? —Estaba entrando en pánico.

—Solo vine a despedirme de tí— me sonrió— ahora debo partir, cuidate bien por favor— acarició mi rostro sin acariciarlo y desapareció dejando un enorme vacío que me pesó tanto que me desperté de golpe.

—Es solo un sueño, ella está bien, lo sabes ¿verdad? —me dijo Astrid ni bien abrí los ojos. Lukyan dormía tranquilamente. Todo se notaba más oscuro, seguro ya era de noche.

—¿Por qué sigue viendo dentro de mi cabeza?

—¿No comprendes que no puedo evitarlo?

—Explícate.

—Yo no decido entrar en las cabezas de las personas— suspiró— las voces dentro de ellas me llaman, me cuentan cosas sin que yo decida enfocarme siquiera. Es como cuando toco el piano en el salón, no importa que no quieras escucharlo, mientras estés allí lo oyes igual, porque lo estoy tocando. No sé si se entiende...

—Comprendí— asentí con la cabeza. —¿Mi cabeza habla mucho? —no supe por qué pregunté eso.

—Tu mente es una maraña de pensamientos que hablan todos a la vez, todo es oscuro ahí. Hay mucho dolor.

—Bueno, voy a salir a tomar algo—miré detrás de la cortina y se veía oscuro. Abrí la puerta de la cabina y me alejé buscando el vagón comedor.

Había una pequeña barra donde se servían bebidas con alcohol. Me senté allí y ordené una copa de vino tinto.

—¿Solo eso vas a pedir? —me preguntó otro sentado en la barra también, que ya tenía pintas de estar borracho.

—Si, solo eso.

—Podríamos brindar con algo más divertido— insistió.

—No pienso brindar por nada, gracias.

—No seas mala onda, amigo. Estamos en un hermoso tren rumbo a...—se tambaleó— no recuerdo ahora a dónde, pero a un precioso lugar seguro. ¡Brindemos!

Respiré hondo, agarré la copa de vino recién servida y la choqué contra su vaso de whiskey.

—¡Por la vida, el amor y el dinero! —gritó y se embaló el vaso. Me pareció un buen brindis, bebí de mi copa, ojalá se cumpliera.

Me quedé allí un rato, el borracho se durmió. El salón estaba en silencio. El tren de noche parecía vacío.

Decidí regresar a la cabina y me encontré con Astrid y Lukyan leyendo un libro, juntos.

—¿De dónde sacaron el libro?

—Eso no importa—me cortó ella—¿quieres que lea en voz alta así también puedes escuchar?

—No, gracias— me encantaban los libros, pero leerlos yo mismo, y no en momentos como ese, donde no hay espacio en mi mente más que para ella, y toda mi preocupación sobre su bienestar.

—Bueno— ella siguió sosteniendo el libro de forma tal que ambos pudieran alcanzar a leerlo y yo me limité a descorrer las cortinas hasta el amanecer, para ver el paisaje pasar y el tiempo correr.



Otro día encerrados en la cabina, discutiendo posibles sospechosos, idas y venidas.

—Hay que armar un plan— insistió Lukyan— no podemos caer en el sitio los tres sin haber pensado antes algo.

—Estoy de acuerdo.

—Mi idea— dije— es ir yo solo, ya se los había dicho. Ellos, él o ella, lo que sea. Quiere que vaya solo. Y así lo haré— me miraban seriamente— ustedes pueden seguirme los pasos. Venir detrás, no lo sé. Por otro camino tal vez.

—Me parece bien— dijo Astrid—pero esperemos a llegar, para tantear el terreno primero y ver qué camino seguimos cada uno.


Descansamos un poco y la tarde nos consumió. Pronto la tarde cedió y el tren se detuvo.

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