15
Arlene
—Arlene, ¿qué haces aquí?—me sorprendió Demian en el comedor tomando un té al anochecer.
—Lo que ves, tomo un té.
—Eso ya lo sé, me refiero a ¿por qué no bajaste con nosotros al sótano?— sonaba débil, no eran sus palabras las que hablaban por él.
—Porque no necesito ocultarme como ustedes y había mucho que hacer. La casa es muy grande y con tan pocos sirvientes casi no llegamos a reponer todas las cortinas.— Se lo nota sorprendido.
—¿Estuviste colocando las cortinas?
—¿Es muy difícil de creer?— me mira extrañado, no sabe qué decir. De seguro tenía un discurso preparado para darme y yo se lo acabo de echar por tierra. Quién sabe qué estuvieron hablando ellos tres allí abajo, nada bueno de mí seguro. Pero no me importa. Creo que al fin encontré mi camino. Ya no voy a ser débil, no puedo permitírmelo. Tengo que cerrar los ojos a las tentaciones y seguir fríamente con el plan para salir de aquí y volver a mi vida. Demian, ¿qué pasa con Demian? No creo que sienta nada por él. De seguro no sea más que una dulce tentación, tengo que erradicarlo de mi vida o voy a hundirme con él.
—Muy bien— dice al fin— espero que te hayas divertido.
—Mucho.— Se da la vuelta y se aleja.
El aire de pronto está viciado, me abruma..., y no puedo evitar sentirme un poco mal por mi trato hacia él, más cuando nada me ha hecho que lo justifique.
Termino mi té y me encamino a mi habitación, decidida a enfrentarme a ese cuarto donde la muerte acecha bajo la cama aún cuando ya el cuerpo no está más. Astrid me sale al paso y me detiene.
—En una hora en la sala, ¿oíste?
—Está bien.
Asintió con la cabeza y se alejó.
Me pregunto si ya tienen otro plan para sacarme de esta casa o simplemente abrirán la puerta y me dirán "vete, eres libre". Los aires en este lugar ya están caldeados así que no me extrañaría que así fuera.
Camino a mi cuarto paso por el estudio de Demian, quien siquiera voltea a verme. Cabeza en alto, ignoro la frialdad que me envuelve y sigo mi camino.
Me merezco todo esto, esta en mi destino ser lo que soy. Soy humana, no vampiro. Tengo que renacer de mi situación y dejar toda esta porquería en el olvido.
Entro a la habitación y siento el peso de la culpa, el muerto y la pena. El alma que murió por un enamoramiento que debo erradicar. ¿Maté para defender a Demian? Qué ridícula me siento, patética como ninguna. Una niña murió porque no supe controlarme. Ahora debo hacerle frente a todo sin rezongar.
—Sabes, no necesitas hacer esto sola.
—Si, tengo. Gracias Demian.— Escuché sus pasos alejarse casi tan rápido como llegaron, ni siquiera volteé a verlo.
La habitación era un desastre, me dispuse a ordenarla. Junté ropa y la clasifiqué, la colgué. Hice la cama, levanté la ropa sucia. El piso necesita una limpieza también, pero no tengo cómo limpiarlo. Le avisaré a Louis más tarde.
Me sacudí el polvo y bajé a la sala donde me darían las malas noticias de cómo se desharían de mí. Estaba preparada para afrontarlo. Tomé coraje, respiré hondo y entré a la sala.
Los tres estaban allí esperando.
—Pensamos que te habías caído debajo de la cama— dijo irónicamente Astrid, pero nadie se rió.
—Alguien tenía que limpiar el cuarto, así que yo lo hice .— Dije segura y esperé que todos me vieran pero ninguno me miraba.
—Y claro, si ya no tienes criada— su voz era maliciosa.
—¿Para esto me llamaste?
— Ve al grano Astrid— apuró Demian.
La vampira empezó a caminar en círculos.
—La fiesta fue un desastre, ustedes no estaban y fueron motivos de muchos murmullos. Eran esperados, se sabía del anuncio de compromiso. —Me dirige una mirada asesina— quien quiera que sea que nos amenaza, supo exactamente donde estaban y tomó represalias robando todas las cortinas.
—¿Te refieres a los vampiros de la estación de tren?
—Si— confirma— estoy segura que están involucrados de alguna manera. ¿Cómo? No lo sé. Tampoco sé si obedecen a un humano o a un vampiro, no sabemos ante qué nos estamos enfrentando. Cada vez esto se complica más.
El enemigo podía ser un vampiro, más poderoso todavía que un humano con sed de venganza hacia mi padre. Mis chances de salir airosa disminuían a cada minuto.
—Hay que provocar otro encuentro— Lukyan me quitó del ensimismamiento.
—¿Qué tienes en mente?— Intervino Demian y traté de no mirarlo.
—¿Una reunión tal vez?
—¡Una cena!— exclamé un tanto emocionada, y enseguida traté de calmarme al sentir todas las miradas reprobadoras sobre mi, carraspeé— una cena con los tres sospechosos y alguna otra familia para disimular, podría funcionar. ¿Qué opinan?
Astrid no deja de caminar en círculos, Lukyan me mira fijamente como si quisiera descifrarme, como si le estuviera ocultando algo y Demian, mira el suelo.
—Puede funcionar— se decantó Lukyan —pero hay que hacerlo bien esta vez, nada de huir en secreto— lo mira a Demian y este siquiera responde— nada de esconderse y no dar la cara.— Sentí fuerte el reproche hacia mí. Me limité a asentir con la cabeza—. Esta vez todo tiene que estar perfectamente hecho, no suele haber segundas oportunidades, hay que aprovecharla. Ustedes dos— intercambia miradas entre Demian y yo—, van a volver a ser la flagrante pareja. No sé qué pasa entre ustedes ahora, pero quiero que lo solucionen o nadie creerá que están enamorados si los ven con esas caras largas.
—No hay ninguna cara larga, Lukyan— Demian fue el primero en hablar— y no hay nada que arreglar ¿verdad Arlene? —su mirada me desnudó y mi voz sonó casi en un tartamudeo.
—No-no... nada, nada.—Lukyan me inspeccionó con la mirada y luego giró hacia Demian, quien descansaba la mirada en el suelo.
—Ustedes son raros —dijo—, en fin,... hay cosas que hacer. Invitaciones que enviar, una casa que redecorar.
—¿Tú crees?— dijo Astrid acariciando el borde del sillón.
—Si, cariño. Ya estamos un poco atrasados en el tiempo. La gente busca nuevas vibras, sangre fresca.— caminó ligero hacia la puerta— ¡Louis!— el mayordomo se hizo presente rápidamente. — Louis, amigo mío. Nos estamos renovando. Por favor encárgate de que traigan todo un nuevo mobiliario para la casa.
—¿Para toda la casa?— los ojos de sorpresa casi se le salen.
—Empecemos por la primer planta y ya luego vamos viendo.
—¿Quién escogerá los muebles señor?
—Estoy seguro de que ya encontrarás a esa persona.—Le dió unas palmadas en la espalda—¡ah! y Louis, tienes una semana— el viejo mayordomo se fue disparado, abrumado por la tarea de renovar la casa. Una casa que nada tenía de malo, más que sus habitantes.
—Y tú— se dirigió a mi— necesitas una nueva criada, mirate cómo estás ¿qué es esa ropa?— lo mira a Demian —¿es tú ropa?— no espera una contestación y se hecha a reír, lo encuentra muy divertido aparentemente. Busco el apoyo de Demian pero no lo encuentro, él mira a otro lado.
—Ya no te rías cariño— interviene Astrid, por un instante le agradezco—, ellos no son como nosotros. Apenas si son dos peces fuera del agua.— ¿Cómo se atreve? —Siempre supimos que Demian estaba a un paso de descarriarse pero nunca creímos que lo haría de esta manera. ¿Un vampiro con corazón humano?— no supe como pero de pronto Demian estaba sobre ella y presionaba su cuello entre sus manos, Lukyan alarmado los miraba dispuesto a accionar en cualquier momento.
—Dame una razón para no arrancarte la cabeza ahora mismo— murmuró muy cerca de su rostro. Ella intentaba zafarse pero no podía. Las garras que la apresaban eran el doble de fuerte que ella.
—Lo si-si-siento— logró decir.
—¿Qué dijiste? No te oí.
—Lo si-en-ento— él aflojó un poco el amarre— no volveré a leer tu mente.
—Ya sabes lo que te pasará si vuelves a hacerlo— la soltó y lo empujó a Lukyan para liberar el camino, desapareció en el corredor.
Astrid respiraba nerviosa, Lukyan la consolaba.
—Está fuera de control.— Odiaba que dijeran eso, lo odiaba con todo mi ser. Ellos lo provocaban y luego le echaban la culpa de su reacción. Eran unos hipócritas. Me pregunto hace cuanto tiempo conviven juntos. ¿Cómo es posible que aún decidan hacerlo? Constantemente se están sacando chispas entre ellos. Un día de estos uno irá más lejos de lo debido y aquí correrá sangre. De todas maneras, me pregunto ¿por qué me preocupo? No debería, no se supone que me importe el bienestar de Demian en esta casa de locos. Yo pronto me iré y los dejaré libres para que se maten entre los tres. Pero..., por alguna extraña razón, me importa. Debe ser normal, sentir empatía por el otro, ¿verdad?
Me puse de pié y me encaminé hacia la puerta.
—Ten cuidado— me advirtió Astrid aún respirando con dificultad— los lobos se esconden en piel de oveja, y a veces muerden— volteé a mirarla, estaba furiosa, sabía que había perdido la batalla y decidí cortarle el juego.
—A mi no me va a morder—giré sobre mis pasos y me alejé.
¿Segura? ¿Cómo podía saberlo? La realidad es que no lo sabía, pero lo esperaba. Confiaba en que tal vez, solo tal vez, ... Demian me quiera. Y de ser así, me proteja, esté de mi lado y no exija nada a cambio.
Demian
La veo pasar por el corredor en dirección a su habitación, me mira, le sostengo la mirada por el espacio de dos segundos y luego la aparta y sigue su camino.
Puede que tal vez Arlene sea demasiado joven, demasiado pequeña y yo no sepa entenderla.
Me siento cansado, débil. Eso nubla mi mente. Hace días no me alimento. Necesito beber.
Tomo mi abrigo y saludando a Louis salgo a la nocturna Paris. Aún hay gente en las calles, la noche es joven. Puedo deambular un rato hasta encontrar la presa correcta.
Hoy no me importa el estrato social, hoy solo estoy hambriento y las normas me tienen sin cuidado.
Me cansé de que me digan lo que puedo o no puedo hacer, de que me ordenen a conveniencia. De intentar cambiar para alguien que ni siquiera me puede mirar a los ojos.
No señor, así no es la vida que quiero.
—¡Monsieur!— oí que me llamaban, giré a ver. Era una joven de unos veinte años más o menos, estaba en el jardín de una casa llena de luces.— Tenemos una fiesta ¿quiere pasar?
—¿Estás segura? ¿No se enojarán tus padres?
— No, ya están muy bebidos, ni se enterarán.
Me acerqué a ella, era muy hermosa. Iba vestida de blanco, imaginé que sería una pena manchar ese lindo vestido de sangre escarlata. Sopese los pro y los contra; matar en una casa llena de gente sí que era romper las reglas al máximo. Y eso me gustaba mucho. Un reto. Algo para restregarle bien en la cara a Astrid. Me tomó de la mano y me condujo dentro.
Era una hermosa casa, no muy grande, no muy chica. No eran nobles, no eran pobres. La chica sería hija de algún comerciante.
Había un gran bullicio, mucha gente riendo en los rincones, bebiendo y comiendo.La chica tenía razón, nadie volteó a verme, no se percataron de mi presencia. Un punto a favor para mí.
A lo que pensé que me obligaría a beber o a comer algo, no lo hizo,... me tiró del brazo escaleras arriba, me arrinconó contra una pared y me besó salvajemente como si fuera el último hombre en la tierra. Le devolví el beso, imposible no hacerlo. Embestí contra ella y mis labios cayeron por su cuello, se detuvieron unos instantes sobre su pulso y tuve que reprimir el impulso de matarla allí mismo, debía esperar a estar en un sitio más seguro.
Ella me empujó a un cuarto, el suyo. Tiró de mí hacia la cama y se puso encima mío. Tuve que ocultar la risa que me dió. Esta chica sí sabía lo que quería. Me volteé hasta quedar encima suyo y eso pareció gustarle.
—Vamos, haz lo que tengas que hacer— me susurraba tironeando mi ropa.
—Shh... tranquila, ya lo haré— me acerqué despacito a su cuello, sujetando la cabeza con el otro brazo— ahora haré lo que vine a hacer, ya verás que te gustará— ella se revolvió deseosa debajo mío. Saboreé el cuello, justo donde la vena latía con fuerza y me invitaba a probarla. Los colmillos salieron y los clavé desgarrando tejido, destrozando la vena y succionando gota a gota. Eso sí era un placer. Gritó y no llegué a taparle la boca a tiempo. La dejé seca en cuestión de minutos y para cuando abrieron la puerta en su auxilio, yo saltaba por la ventana cayendo en cuclillas en el patio frontal y huía por los callejones.
Me detuve frente al río, que fácil había sido todo. Si, ahora todo el mundo sabría que había un vampiro en la ciudad. Nadie pasa por alto la marca de dos colmillos en el cuello. Pero no me importa. Puede que sea hora de irme y empezar en otro lado, solo, con mis propias reglas.
El río pasa, se lleva mis errores, mis maldiciones. Limpia mis penas y me fortalece. Tengo que olvidarme, olvidarla. Ella ya eligió y no me eligió a mí. ¿Es eso lo que me preocupa? ¿Ella? Que tonto me siento. Por primera vez en muchos años mi parte humana habló, creo que siento cosas por ella y eso me destruye y no entiendo cómo pudo pasar. ¿Cómo fue que me volví tan débil de pronto? Tanto así que cumpliré sus deseos de irse. La ayudaré con su meta, la veré partir sin mirar atrás y luego me iré yo en la oscuridad de la noche. Esperando que las sombras me consuman y me hagan fuerte otra vez.
Siempre amé el silencio de este lugar a esta hora de la noche, hoy la quietud se me hace insoportable.
—Tú mataste a mi hermana.
Volteo a ver y un chico de unos quince a veinte años, de pobres ropas me mira con un palo en la mano.
—No sé de qué hablas.
—Sí lo sabes, era solo una niña y te deshiciste de su cuerpo en el río.—Su voz está llena de odio.
—Te equivocas— corre hacia mi con el palo directo a pegarme y lo esquivo grácilmente —tranquilo, seguro lo podemos arreglar de otra manera.
—¡Te asesinaré monstruo!— arremete de nuevo y el palo me pasa zumbando por arriba de la cabeza. Vuelve a intentarlo y le quito el palo al vuelo.
—Dudo que puedas matarme con esto— lo tiro al piso, él corre hacia mi y me empuja, trata de golpearme en la cara pero le sujeto la mano— ¿quieres golpearme? Pues bien, hazlo, me lo merezco— le suelto la mano y me golpea, no una sino dos, tres, cuatro... me saca sangre— ¡más fuerte! ¡Vamos! ¿O que no eres hombre?— me quiebra la nariz, me parte el labio, me deja morados los ojos. Me siento en el piso exhausto... —Lo siento, siento lo de tu hermana. Ya sé que eso no solventa nada, pero es todo lo que puedo decir.
Él está agotado también.
—No quiero volver a verte por aquí ¿Me oíste? O no respondo por mí— me amenaza y reprimo mi risa, como si él pudiera hacerme algo. Pero respetaré su pedido, por su hermanita. Me pongo de pie y me alejo.
Camino a la mansión las heridas se curan y la nariz vuelve a su lugar.
—Quería hablar contigo— me sorprende Arlene en la puerta del estudio, vestida en camisón.
—¿Qué necesitas? ¿No deberías estar durmiendo a esta hora? — trato de sonar serio, rígido, aunque me muero por correr hacia ella y besarla.
—Sobre el nuevo plan— me imaginé que sería sobre ello—, hoy no te noté muy convencido y me preguntaba si estábamos bien, nosotros y bueno, si aún estabas dentro.
Que desfachatez la suya, me está utilizando. Pero no me importa, la dejaré sentirse segura. Al fin de cuentas eso es lo que haré, la ayudaré para que huya feliz a otro lugar.
—Si, estoy dentro, no te preocupes— mostré una hermosa sonrisa de dientes que la hizo sentir incómoda. Parecía que iba a decir algo pero luego calló y solo se fue sin mirar atrás.
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