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12

Arlene

Bettly tuvo la desfachatez de aparecer un rato más tarde para prepararme.

—¿Qué haces aqui?

—Tengo que vestirla mademoiselle.—Pensé en dispensarla de su tarea pero la necesitaba. Le dije que sí con la cabeza y se acercó a buscarme la ropa. Seleccionó un hermoso vestido verde con strass y pequeñas incrustaciones de perlas. Me ayudó a ponerlo, a cerrar el corsé, mantener todo en su sitio. Cada tirón era un hilo que jalaba de mi ser, un poquito más que apretaba en mi, sacando lo malo, exprimiendo fibras oscuras, marchitando lo que quedaba limpio de mi corazón. No debería pensar así, no tendría que dejarme llevar por esa oscuridad que comenzaba a sentir dentro, que no me gustaba admitir, pero que ahí estaba. Demian era el monstruo, no yo. Pero sin embargo, había descubierto que todos tenemos una parte sin descubrir, sin explorar. Bueno, no todos. Algunos se dejan consumir por ella y arrasan a su paso. Yo acabo de descubrir que no soy tan buena como creía. Ahora que estoy fuera del círculo, que no tengo normas que seguir, que ya nadie me dice que hacer ni a dónde ir. Ahora que soy libre en cierta manera, comienzo a descubrir que tengo pensamientos e ideas que antes no se me permitían tener. Siento mucho rencor y tal vez odio, ¿siento odio? ¿Soy capaz de sentir odio? Bettly trató de matar a Demian, lo hizo brutalmente, lo vio arder y huyó. El ataque fue hacia mi, lo sé, lo siento.

Me peina, lo hace desconsideradamente, no me quejo, trato de mantener la compostura pero esto me supera.

—Bettly ¿qué estás haciendo?

—Arreglando a la princesa—su tono vulgar descomprime las partes de mi cuerpo que trato de serenar. Me puse de pie y la enfrenté. Le arranqué el peine de las manos y se lo lancé por la cabeza, con lo mínimo tuvo tiempo de esquivarlo.

—¿Cuál es tu problema? ¿Qué te hice yo?

—Tú eres mi problema—se larga a decir ferozmente—¡todo era perfecto hasta que llegaste tú! ¡Con esas galas y ademanes de princesita, te compraste a la única persona que me interesaba en el mundo!—casi siento pena por ella, casi. Me mira con el mayor de los disgustos y me escupe, me cubro con el brazo justo a tiempo y el temor, el odio y la duda, todo se mezcla y consume dentro mio, tan fuerte que arremeto contra ella sujetandola del cuello, sus manos me empujan y me jalan del pelo para alejarme, pero no le será tan fácil. Sé que no soy muy fuerte y mi agarre es deficiente, busco otra manera de lastimarla. Me da un golpe en la cara que me incapacita unos instantes, nubla mi visión, no comprendo cómo golpea asi de fuerte siendo tan delgada. Me enfurezco, agarro una lámpara y aprovecho un segundo de distracción para dar con ella en su cabeza. Cae de espaldas en la cama quejándose del dolor, tiene un buen golpe. Imagino que con eso bastará pero no, amenaza con ponerse de pie, así que me acuesto encima y la aplasto con la almohada. Se queja, pelea y yo me río, no puedo parar de reír ante mi victoria. Ya no va a molestarme más con sus estupideces, me dejará en paz y se quedará en su sitio como corresponde. Ya quiero ver la cara de Demian cuando le cuente como la puse en su lugar, qué rápido se rindió, como ya no da pelea. Quito la almohada y está mirándome, pero no lo está haciendo realmente. Acabo de asesinar a Bettly, maté a un ser humano, soy un despreciable monstruo.

Siento que tiemblo, estoy sobre un cadáver que yo creé...si, yo hice este muerto, es mío y me perseguirá por siempre.

La oscuridad dentro mío crece, me convertí en lo que aborrezco. Demian mata por sobrevivir...¿por qué maté yo? por una pelea, por una causa justa me repito aunque sé que no es cierto, nada justifica la muerte. Nada amerita que tenga frente a mi a una chica de menos de veinte años, muerta. Tenía un futuro, una familia de seguro y yo se lo arrebaté. Le quité todo, arruiné quien sabe cuantas vidas. No sé si pueda seguir viviendo después de esto...los monstruos sobreviven pienso y creo que ya es demasiado tarde para retractarme ¿verdad?

Ahora ya no puedo mirarlo a Demian y sentirme pura, creo que soy mucho peor que él. Me siento sucia.

El cadáver está tibio, pienso en donde lo dejaré. No puedo decirle a Demian, me temo que no lo tomaría nada bien. Es mi nueva tarea ver por mi seguridad.

Es delgada pero aun así, pesada. La arrastré hasta debajo de la cama, las mantas la cubrirán por los costados.

Peiné mi cabello y bajé lo más rápido que pude a la reunión en el comedor, sentía sus miradas como si supieran...oh no, Astrid...ella sabría. Debía salir cuatro antes de aquel recinto.

—Te estábamos esperando—dijo Demian.

—Estaba indispuesta, lo siento. Imagino que ya hablaron de todo ¿no?—soné un poco cortante.

—Te noto muy alterada—dice Astrid—¿pasa algo?

—No, ¿qué iba a pasar?—mi poder de concentración mental no era tan fuerte, en cualquier momento podía ceder. De momento trataba solo de pensar en mariposas y nada más.

—La realidad querida Arlene—dice Lukyan—es que ustedes dos van a ir por el que se acerque primero.

—No comprendo.

—Es muy simple, hoy van a presentar su compromiso y el primero de estos señores en acercarse a ustedes, será a quien nos llevemos.

—¿Y eso por qué?—no entendía su lógica.

—Este señor sabe quien eres, y quien es Demian. Sabe que el compromiso es una mentira, así que no tardará en dar sus respetos para guardar las apariencias.

—Está bien—cortó Demian—siguiente fase ¿cómo lo sacamos?

—Esa es tú tarea—me señala a mi—con el mismo poder de seducción con el que sedujiste a mi hermano, vas a seducirlo y lo vas a sacar del salón principal.

Demian lanzó un improperio y yo ya no pude pensar más en mariposas. Ya no era dueña de mi misma, en un par de horas me había convertido en otra persona, era alguien que mataba y se preparaba para seducir en una fiesta. ¿Quien lo hubiera creído de mi? Hace tan solo unas semanas era una niñita incapaz de decir una grosería. Ahora las podía decir de a montones si quería, no tenía freno.

—Está bien—interrumpí la acalorada discusión—lo haré, solo diganme a dónde debo llevarlo.— Demian me miraba serio, sin comprender que pasaba y mejor así. No quiero testigos de mi horror.

—Tienes que sacarlo por la puerta de servicio, alejarlo lo más que puedas. Te estaremos esperando.— Estaba consciente de que todos me estaban mirando, esperando mi respuesta. Dije que si con la cabeza y me alejé hacia la puerta sin mirar atrás.

—¡Ey!—me alcanzó Demian—¿no piensas desayunar?—me sujetó del brazo impidiendo avanzar.

—No, no tengo apetito, gracias—siquiera volteé a verlo cuando me llamó, solo me solté del amarre y salí al corredor. No podía mirarlo, no podía enfrentarme a su mirada y a la acusación que encontraría en esos ojos. ¿Esto era lo que sentía alguien cuando mataba? El dolor, la ruina escalonada hasta el vacío. Siempre había asumido que los asesino estaban locos y ya, nunca me detuve a pensar en qué pensaban, qué sentían... Por que algo tenían que sentir pero yo muy tonta nunca lo entendí o no lo quise entender, da igual en estos momentos. Ahora me encuentro en el otro lado del espejo, con las manos ensangrentadas y ni siquiera soy lo suficientemente valiente como para reconocer lo que hice, prefiero esconderlo. Me pregunto hasta cuándo podré tener el cadáver allí oculto y qué haré con él luego.

Subí hasta la habitación, debí de imaginar que Demian me seguiría. No podía permitir que entrara, se daría cuenta del cuerpo bajo la cama. Tuve que pensar rápido, su habitación quedaba doblando en el siguiente corredor, nunca había estado allí. Tal vez era un buen momento para conocerla.

—¿Qué estás haciendo Arlene?

—Bettly está limpiando mi cuarto—la mentira quemó mi garganta y casi deseé no haberlo dicho—podría conocer el tuyo mientras tanto.

Se acercó y tomó la mano que le tendí, que fáciles son los hombres de convencer.



Le di un empujón y rodó entre las sábanas cayendo al otro lado de la cama desnudo, oí el golpe y comencé a reír.

—¡No es gracioso!—chistó.

—Si que lo es, por cierto te ves adorable querido—sonreí abiertamente mientras él me sacaba la lengua. Se puso de pie y vistió sus pantalones rápidamente.—¿Ya te vas?—se sentó junto a mi en la cama.

—Ya es tarde hermosa, tenemos que alistarnos para la gran fiesta.—La gran fiesta. Cuánto odiaba tener que ir a ese lugar. Tironeé de su brazo, frío y suave, lo traje hacia mi.

—Por favor—susurré en su oido—al diablo con esta fiesta—quiso alejarse pero no le permití, lo sujeté con ambas manos, lo atraje acariciando su cabello—huyamos.

Estoy al tanto de lo que significa eso, sé a lo que me atengo y necesito hacerlo, huir de todo. No me importan Lukyan y Astrid, que se los lleven. Solo quiero estar bien lejos del mundo que conozco y ser libre, por una vez en mi vida, ser yo. En las últimas semanas mi vida había dado tremendos vuelcos. Ya no era una niñita sino una mujer que estaba sola y había matado. No estoy orgullosa de ello, nadie debería estarlo. ¿Pero qué hacer ahora? Volver a empezar es lo único que podía pensar, tratar de no ver el cadáver bajo la cama y seguir adelante.

—Tú no quieres eso.

—Sí—susurré en sus labios, sus ojos me miraban de cerca, sus pestañas me hacían cosquillas—quiero que tú y yo nos fuguemos, bien lejos, donde nadie nos encuentre.

—¿Y las cartas, y tu padre?

—No me importa, quiero irme—dije resuelta. Besó mi mentón, luego bajó por mi cuello y se detuvo.

—Lo que tu digas, hay que avisar...

—¡No!—me senté sosteniendo la sábana que me cubría—de avisar nada, esperaremos que se vayan a la fiesta y luego huimos.—Me mira consternado.

—¿Esperas que huyamos de Lukyan?

—¿Acaso necesitas dar parte con él?—estoy al tanto del golpe bajo que fue para él ese comentario. Bajó la cabeza unos segundos y luego con la frente en alto, me miró seguro.

—Tienes que estar vestida para el baile o sospecharán—sonreí satisfecha.



No es fácil vestirse, usar un corsé, prepararse, todo uno sola. Siento la risa fantasmal de Bettly salir de debajo de la cama. Miro de reojo y veo su mano que asoma por una esquina, debería ponerla mejor. Pero no me atrevo a tocarla, obra de mi creación y no puedo sino mas que solo ignorarla, fingir que no existe. Con suerte hoy me voy de aquí y ya no tendré que verla más.

No logro peinar mi cabello como ella lo hace así que lo trenzo a un lado lo mejor que me sale, espero que Astrid no lo note. Descubro lo inútil que soy, que somos todos los nacidos en buenas cunas. No podemos hacer nada sin la ayuda de otro, ni siquiera algo tan simple como vestirnos o peinarnos. Si el mundo que conocemos se acabara, ¿de qué nos valdríamos? Estamos condenados a la ineptitud. Yo quiero cambiar eso, espero ser diferente y ya no quiero que nadie me sirva.

Acomodo un poco más el vestido y alguien golpea la puerta. Mi mirada va directo a Bettly, si alguien entra la verá, la olerá. Y si es Astrid también conocerá mis planes.

Tiemblo, sudo. Que difícil es la vida.

Sujeto el picaporte y abro.

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