Prólogo.
ELIZA:
Más azul por aquí, otro toque de rojo por allá y...
—¡Voilá! Está listo —Exclamé al ver cómo me quedó la portada del cuaderno de inglés de Mila, la hija del director Conrad.
Cerré el cuaderno de Mila y lo metí en mi bolso junto a los míos. Me había levantado muy alegre ese día, pues era día de hacer la cartelera estudiantil, de la cual me había estado encargando cada año desde que entré en la secundaria.
Miré dentro de mi bolso para asegurarme de que llevaba todo: tijeras, dibujos, lápices, colores, papeles de diferentes texturas y... Volteé hacia mi escritorio viendo mis plumones con punta de pincel.
No me gustaba llevarme mis plumones a la escuela, pero la situación lo ameritaba, llevaba cuatro años haciendo las carteleras con plumones Expo y Sharpie que había en la escuela, los cuáles solo venían en color negro, azul, rojo y verde; de los Sharpie había más variedad, pero en el colegio solo había negro.
—Eliza, apúrate, llegaremos tarde —Ese era mi hermano menor Elliot.
—Ya voy.
Sin pensarlo más, me acerqué a mi mesa y tomé mis plumones, mentalmente me repetía que era por una buena causa, ¿tienen alguna idea de lo difícil que es hacer lettering con marcadores de punta gruesa? Los plumones con punta de pincel eran sumamente necesarios.
Guardé los plumones en el bolso y bajé para irme al colegio.
—Hasta que por fin llegas —Dijo Ana, mi hermana mayor.
Ella nos dejaba a Elliot y a mí en la escuela, pues le quedaba camino a su trabajo.
—Adiós mamá y papá —Me acerqué y les di un beso a cada uno.
—Que te vaya bien, mi pequeña —Me respondieron a la vez.
Salí hacia el auto de Ana y tomé asiento en el lado del copiloto y moví mis piernas con ansias.
—Te veo muy ansiosa, Ellie —Comentó Ana.
—Sí, hoy haremos la cartelera escolar.
—Sí, siempre la hace ella porque es la morra tóxica de los plumones —Se burló Elliot.
—Cierra la boca —Me incliné todo lo que me permitía el cinturón de seguridad y le di un golpecito en la nariz.
—Hey, hey, no quiero peleas en mi auto —Ana nos miró por el retrovisor y volvió su vista al camino, Elliot y yo dejamos de pelear.
—Eliza, ahí te está esperando Lena —Dijo Ana en cuanto llegamos.
Me despedí de ella y bajé del auto con el mocoso (Elliot).
—Que tengas un buen día, vejestorio.
—Tú igual, mocoso.
Cada uno siguió su camino hacia su grupo de amigos.
—Hola, Ellie —Saludó Lena cuando llegué a su lado.
—Hola, Lena —La saludé con un beso en la mejilla.
Las dos caminamos a lo largo del pasillo, para ir al salón de clases, cuando llegamos, me acerqué a Mila y le entregué su cuaderno y fui a sentarme junto com Lena donde siempre a esperar a que llegara el profesor.
—¿Trajiste materiales para hacer la cartelera? —Pregunté.
—Sí, tengo témperas, tijeras, pinceles, colores y pega blanca. ¿Tú qué trajiste?
—Traje tijeras, dibujos, lápices, colores, muchos papeles y... —Tomé el estuche de los plumones y lo mostré solo un poco.
Ella iba a exclamar algo, pero tapé su boca para que no lo hiciera. Si alguien más se enteraba que había llevado mis plumones a la escuela, tendría a todo el salón encima pidiendo que se los preste.
—Hola a todos —Los presentes voltearon al oír esa voz. Era la voz de Félix Alexander, el chico que le caía bien a toda la escuela... Menos a mí—. Hola Max, Laura y Luisa. Hola a ti también, Javier...
Félix entró al salón saludando a todo el mundo, porque se llevaba bien con todo el mundo. Con los inteligentes, los no tan inteligentes, los músicos, los lectores, los Otaku, los chicos malos, los populares y hasta los profesores. Todos lo amaban. Seguramente se están preguntando porqué no me caía nada bien, y al respuesta era sencilla: nadie podía ser tan amable y tan alegre.
Y es que Félix llegaba a cualquier lugar con su sonrisa bien puesta, no importaba si había reprobado un examen, si lo había mordido un perro o si se había mojado bajo la lluvia, Félix siempre sonreía.
—Hola, Lena —Saludó él.
—Hola, Félix.
—Hola, Eliza.
—Hola, Félix —Respondí con mi mejor intento de sonrisa.
Félix terminó de saludar a todos y tomó asiento.
—No entiendo porqué te cae tan mal Félix, si él es un amor con todos.
—Lena, admítelo, nadie puede ser tan amigable sin tener segundas intenciones.
—Al parecer él sí, a todos nos cae bien.
—Bueno, a alguien le tenía que caer mal —Respondí con un encogimiento de hombros.
...
Odiaba ver física, química o matemática a última hora, era simplemente agotador, no había manera en la que lograra mantenerme concentrada y entender. Por suerte ya era hora de hacer la cartelera. Caminaba por el pasillo dando algún que otro saltito de alegría.
—¡Ellie, que bueno que ya llegaste! —Me dijo Lena.
—Salimos de clase hace cinco minutos, las dos.
—Sí, y se sintió como una eternidad. Oye...
La miro seria. Cada vez que usaba ese tono de voz era porque iba a decir algo que definitivamente no iba a gustarme.
—¿Qué pasa?
—Necesito que me prestes tus plumones.
Hice una mueca ante su petición. No me agradaba el hecho de prestar mis plumones, las demás personas no los usarían igual que yo y definitivamente no los cuidarían de la misma manera. Lo aprendí en quinto grado, cuando le presté mis resaltadores a Alfredo y al día siguiente me devolvió el naranja seco y sin tapa alegando que la había perdido.
—No lo sé, Lena...
—Vamos, soy tu mejor amiga y sé lo mucho que amas tus plumones, los cuidaré.
Dejé escapar un suspiro.
—De acuerdo —Saqué los plumones de mi bolso y se los di—. Úsalos donde yo pueda verte, estaré haciendo serpentinas con papel crepé. Cuídalos.
—Lo que usted diga, capitana.
Me relajé un poco, Lena era mi mejor amiga y confiaba en ella, ¿qué podría salir mal?
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