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IV: Para el sol existen eclipses.

—Hola a todos —Saludé cuando entré a la casa.

—Hola, Eliza, hola, novio de Eliza —Respondió mi hermano pasando frente a nosotros mientras jugaba con la switch.

—Él no es mi novio, enano.

—¿Dijiste novio?

Mamá salió de la cocina mientras terminaba de preparar la ensalada.

—No, mamá, no es mi novio, es un amigo nada más.

—Oh, pero si es el agradable jovencito que vino ayer. ¿Cómo era que te llamabas?

—Félix, señora Vásquez.

Le dirigí a Félix una mirada de confusión.

—¿Qué es eso de señora? Puedes decirme Paty.

—Un gusto conocerla, Paty.

—¿Te quedas para el almuerzo, Félix?

El aludido me miró para pedir permiso, yo me encogí de hombros para darle a entender que realmente me daba igual si se quedaba o no.

—Sí —Terminó por decir.

—Mamá, Félix y yo vamos a estar en la sala, adelantando la tarea.

—De acuerdo, les avisaré cuando la comida esté lista.

Asentí y tomé la muñeca de Félix para guiarlo hacia la sala.

—¿Cómo supiste el apellido de mi madre? —Pregunté.

—En la lista de asistencia aparecen los nombres completos, además, tu hermanito es el único que lleva el Vásquez por primer apellido, así que solo asumí que era ese.

—Sí, lo es.

Mi hermana y yo éramos hijas del mismo hombre, de hecho, lo veíamos una vez al mes y algunas veces en fechas especiales, pero Elliot era hijo de un hombre que solo mamá conoció. Nos contó que en uno de sus viajes, cuando fue a Londres, conoció a un guapo corredor de motocross, una «chispa» surgió entre ellos y estuvieron saliendo dura te toda la estadía de mamá allá. Aún cuando volvió ella seguía manteniendo contacto con el hombre. Luego nos enteramos de su embarazo, ella se lo dijo y este desapareció de la faz de la tierra, nunca volvimos a saber de él.

En conclusión: ese tipo tenía muy buena puntería como para haber embarazo a mi madre en tan poco tiempo.

—Tu casa es linda —Elogió Félix.

—Gracias, toma asiento —Puse otra silla a su lado y me senté yo también.

Comencé a sacar las cosas que íbamos a necesitar y él sacaba las suyas.

—¿Por qué no has abierto otra tanda de láminas?

—Por falta de material.

Él me miró alzando una ceja, mientras señalaba con su dedo índice los plumones que estaban metidos en los vasos que se hallaban en la mesa.

—Me falta un plumón, genio.

—Un plumón no hace la diferencia.

—Por supuesto que sí.

—Tus tácticas de manipulación son muy malas, Eliza.

Félix estiró el brazo con el que antes señalaba los plumones para alcanzar un sacapuntas, esa acción hizo que su chaqueta se recogiera un poco, dejándome ver qué llevaba una pulsera.

—¿Te gusta Gravity Falls? —Interrogué sin dejar de ver la pulsera.

—No, ¿por qué?

—Tu pulsera dice Dipper.

—Ah —Él se apresuró a esconder la pulsera con la manga de su chaqueta—. Me gustaba cuando era niño, ahora ya no me causa ilusión.

—¿Por qué?

—No es nada, es que simplemente ya no me entusiasma, supongo que ya crecí.

Félix no me terminaba de convencer, su actitud era nerviosa y evasiva, como la de alguien que tiene miedo de hablar de más. Me quedé viéndolo unos segundos, esperando que se rindiera y me contara la causa del tormento que había en sus ojos en ese momento, pero él no dijo nada, solamente desvió su mirada hacia la guía para decir:

—¿Empezamos ya?

Asentí sacando una calculadora y mi hoja de resolución para empezar con la parte de matemática.

Después de un rato haciendo cuentas, mamá se asomó desde el umbral de la cocina para decirnos que la comida ya estaba lista y que por favor la ayudara a poner la mesa.

—¿Por qué el mocoso no ayuda? —Pregunté al ver a Elliot sentado en la mesa esperando que su comida estuviera servida.

—Yo ya hice mi parte —Se defendió—. Ahora cumple tú con la tuya.

Con ayuda de Félix terminé de poner la mesa y nos sentamos a comer.

—Cuéntame, Félix, ¿tienes hermanos o algo?

—Sí, tengo seis.

—Vaya, eso debe ser mucho alboroto.

—Ni tanto, Tomas, el menor, es la alegría de la casa. Doc vive algo lejos, Ester y Darío se fueron a la universidad, Tanya se la pasa en su cuarto leyendo, Tom es el único al que se le oye por toda la casa.

—¿Y Gabrielle? —Pregunté al notar que no nombró a su melliza.

—Ah, sí. Gabrielle solo sale de su cuarto para lo necesario.

Félix era extraño. Regularmente estaba feliz, pero bastaba con mencionar a su hermana para que su ánimo decayera y una oscuridad ensombreciera su mirada. Me preguntaba qué pudo haber pasado entre ellos como para que su actitud cambiara tan radical y repentinamente cuando alguien la nombraba.

Cuando terminamos de comer, Félix me ayudó a limpiar la mesa y hasta se ofreció a lavar los platos, pero esa tarea le tocaba a Elliot.

—La comida estaba muy rica seño... Paty —Félix se corrigió al toparse con la mirada asesina de mi madre.

Esa mujer podía dar miedo cuando se lo proponía.

—Muchas gracias.

—No hay de qué, Félix, eres bienvenido aquí cuando quieras.

—Gracias, Paty.

Félix terminó de despedirse de mi madre y yo lo acompañé hasta la puerta.

—¿Es cierto lo que dice tu madre?

—¿Qué cosa exactamente?

—Eso de que soy bienvenido aquí cuando quiera.

—Bueno, sí. Al fin y al cabo somos... A-Amigos —Dije con duda.

—Hmmmm, buen intento, la próxima vez dilo con menos asco y tal vez de devuelva el plumón.

—Eres un pesado.

—Hasta mañana, Eliza.

—Hasta mañana, Félix.

Él se dió la vuelta y comenzó a caminar a un ritmo pausado.

Quiere que lo detengas, no seas tonta, Eliza.

—Félix —Él giró su cabeza para verme—. A las 8:30 se termina la hora de las visitas.

Asintió con una sonrisa genuina y siguió su camino.

Creo que Félix no es tan falso después de todo.

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