Capítulo 33.
*Advertencia: Preparen sus pañuelos*
Apenas la vio, William corrió hacia dánde estaba.
Se tropezó con una piedra, se lastimó antiguas heridas, pero no le importó, él quería llegar con ella. Se puso de pie, avanzó. Una mano tomo la de él, deteniéndolo.
-William, no -le dijo Monserrat.
-Suéltame -le respondió el joven, su garganta se había cerrado por lo que sus palabras sonaron muy bajo.
-William, no vayas para allá -le pidió su hermana -Por favor.
-¡Quiero que me sueltes! -le gritó y con fuerza intentó zafarse del agarre de ella -¡Quiero ir con ella! ¡Se los dije! ¡Déjame ir con ella! ¡Les dije que me dejaran ir con ella! -se soltó y corrió.
Pero esas últimas palabras realmente no iban dirigidas hacia su hermana, él estaba recordando aquel día que decidió irse con ella al Laboratorio para que no estuviera sola, cuando los Agentes los separaron. Él, en ese instante, deseaba que jamás lo hubieran hecho.
-¡No... No! ¡William!
Monserrat al querer correr y alcanzarlo, se tropezó con un escombro lastimándose la pierna, no pudo seguir tras él.
El muchacho llegó hasta ella, la cargó entre sus brazos. Su cuerpo estaba cálido.
-¿Sara? ¡Sara! ¿Me oyes? -le dijo.
Ella tenía sus ojos cerrados, parecía dormir. Su cabello aún se veía brillante, pero, se podía ver como empezaba a volverse opaco... de manera lenta. Con una mano tocó sus ojos, sus párpados, animándola a que los abriera.
-No, por favor no... -William tomó el rostro de ella entre sus manos, con cuidado -No... No te vayas...
Al ver que ella no respondía, el corazón de él comenzó a latir rápido. Estaba pensando en lo peor. Se dio cuenta de que, sus manos, que la sostenían a ella, estaban temblando. Le comenzó a faltar el aire, respirando ruidosamente. Y las lágrimas, habían comenzado a salir.
-Sara, no... por favor -le dijo -No me dejes aquí... No te vayas... Te lo suplico..
Alguien lo tomó de los hombros, pero él se quitó la manos bruscamente.
-Déjame... -su voz no salía.
-William, ella no...
-¡Quiero que me dejes en paz! -exclamó y se volteó a ver quién era.
-No puedo dejar que te quedes aquí más tiempo -le dijo su hermana.
-¡Ella despertará estoy seguro! -exclamó con los ojos llenos de lágrimas -¡Tengo que estar aquí para cuando despierte!
Monserrat vio el estado en el que encontraba él, no pudo decirle nada más. William quería que la joven abriera los ojos, ya que siempre estuvo ahí para ella cuando despertaba.
Y así debió ser, siempre, todos los días.
-¿Que hará ella si cuando despierta no estoy yo aquí? -le gritó entre sollozos -¡Yo quiero estar junto a ella siempre que despierte! ¡Y estoy seguro de que lo hará!
-¡Yo también quiero que despierte! ¿Sabes? -dijo en respuesta -¡Quiero que lo haga, pero no será así!
La joven se había enfadado, pero también la tristeza era parte de ese coraje. Había pasado tiempo agradable con ella, junto a Dylan... Y no era justo que muriera tan pronto, cuando aún no había vivido lo suficiente.
William miró de nuevo a la joven en sus brazos, acarició su rostro y vio cómo sus lágrimas caían en las mejillas de ella.
-¿Está... muerta? -dijo, con el corazón destrozado -¿No... despertará?
Escuchó a Monserrat tomar aire, respirar para poder responder a su pregunta.
-Si. Ella murió.
No quería escuchar esas palabras, pero necesario que lo hiciera.
En ese instante, él, se rompió no en uno, ni mil, si no en millones de pedazos. No pudo con esa respuesta.
Negó varias veces con la cabeza, al punto que le comenzó a doler y también marearse.
-William, lo lamento tanto -dijo ella, colocó una mano en la espalda de él -En serio, nadie quería que esto pasara -los ojos de ella se llenaron de lágrimas que no tardaron en desbordarse.
No le respondió, las palabras no salían de su boca, porque para empezar, estaban atoradas. Se le había formado ese nudo en la garganta provocado por el dolor y la tristeza.
Tomó el cuerpo de ella entre sus brazos y se levantó del suelo. La herida en su brazo dolía a morir, pero sinceramente, no era nada comparado con el dolor de su corazón.
-William... ¿A dónde vas? -le preguntó Monserrat mientras se limpiaba los ojos.
-Tenemos que irnos -sólo respondió eso y caminó hacia la salida.
Avanzó por los destrozados pasillos del laboratorio, su mente le daba vueltas a todos los recuerdos que tenía con ella. La chica que había amado desde antes de que ella lo conociera a él.
La recordaba en el lago aquel día, jugando con el agua. Recuerda claramente como lucía ella, como una persona feliz por lo que acababa de descubrir, despreocupada de lo que le prepararía el futuro.
¿Por qué? ¡¿Por qué?
La cabeza de la chica descansaba sobre sus brazos, su cuerpo se sentía pesado, pero ella no parecía muerta, incluso si su pecho no mostraba signos de respiración, ella lucía dormida.
¿Será mejor hacerles creer... que cayó en coma? Dolería menos.
Al poco rato escuchó los pasos de las demás detrás de él. Llegaron a la entrada del laboratorio, se tranquilizó un poco al no ver a los agentes, pero la sorpresa fue mayor al ver a muchos de los Alterados, también muertos.
-¡William! ¡William!
Era la voz de un Alterado que había terminado con vida. Él corría hacia ellos con la preocupación marcada en su rostro.
-¿Que pasa, Joe? -le preguntó Monserrat.
-Es Alba, ella... Ella no despierta -dijo asustado, su mirada se dirigió a la joven que descansaba en los brazos de Will -¿Que le pasó? ¿Está inconsciente?
El joven iba a abrir la boca para responder pero fue su hermana quién lo hizo.
-Murió.
El rostro del joven palideció, esperaba cualquier cosa, excepto eso.
-No... no te creo -dijo negando con la cabeza, aún viendo el cuerpo de la muchacha en brazos de su compañero -Es... es que no te creo. Ella nos sacó de aquí ¿Cómo pudo morir?
Nosotros queríamos darle las gracias.
Pero lo hicieron, al darle el tiempo que ella necesitaba para que los agentes no entraran y ella cumpliera lo que su padre le había dicho.
-¿Que decías de Alba? -interrumpió Monserrat, le importaba el hecho de que hubiera muerto también.
Joe movió la cabeza para despejarla.
-Ella está inconsciente, necesita ayuda, no despierta.
Inmediatamente ella quiso ir, así que Joe le ayudó a llegar. William se quedó dónde estaba, con la cabeza baja.
Y una vez más, las lágrimas comenzaron a fluir.
Si tan solo aquel día en que escapaban, lo hubieran hecho sólo ellos dos...
Si tan solo le hubiera dicho que se quedara con él un poco más...
Si tan solo la hubiera detenido cuando se dirigió a esa Sala...
Si tan sólo yo hubiera ido en lugar de ella...
-Pero... el hubiera no existe -susurró de manera tan baja que nadie logró escucharlo.
Del otro lado estaban la gemela, Monserrat y Joe. La antigua niñera intentaba buscar el pulso de Alba.
-¿Que fue lo que le sucedió? -le preguntó a Joe.
-Ella... ella de repente se tocó el área del corazón, dijo que sentía mucho dolor y luego mencionó a su hermana.
-¿Y luego? -había encontrado el pulso, era débil, pero seguía viva -¿Traes teléfono? ¿Podrías llamar a una ambulancia?
-Ella se desmayó... buscaré uno, alguien debe de tener -guardó silencio unos segundos antes de preguntar -¿Sirvió lo que hicimos? ¿Las personas que murieron el día de hoy... Valieron la pena sus muertes?-en su voz se escuchaba la tristeza al decir las palabras. Monserrat respiró hondo.
-Sí, ella destruyó el Proyecto de Angelina... -el dolor comenzaba a teñir sus palabras -Estoy segura de que estaría agradecida con ustedes.
Y ella podía jurar que, por un segundo, la veía ahí mismo, ayudando a tantos como pudiera y diciéndoles palabras de agradecimiento para luego celebrarlo con todos, porque las cosas habían resultado bien, pero tan pronto como lo vio, se esfumó como polvo que se lleva el viento.
-¿Escuchaste hermana? Valió la pena -dijo Joe mirando al cielo, las lágrimas salieron de los ojos del joven al recordarla.
William se quedó inmóvil. Estaba odiando cada segundo en ese momento. Desearía estar en otro lugar que no fuera ese laboratorio.
De haber sabido que sufriría tanto por ella... Que querría estar con ella una vez más... Que querría hablarle una vez más... deseó no haberla conocido nunca. Había llegado a ese punto del dolor.
¡No! ¡No puedo pensar así! ¡No debo!
Le dio muchos recuerdos felices, de no ser por ella no sabría que su hermana estaba viva.
Debo agradecerle mucho, me salvó la vida.
Habían llamado a varias ambulancias, porque tenían muchos heridos y la mayoría de ellos necesitaba auxilio inmediato. No querían perder a nadie más.
Los médicos le dijeron a William que tenían que dejarle a la chica, para prepararle una despedida adecuada, y aunque él rechazó varias veces la idea, tenía que hacerlo, tenía que dejarla ir.
Los hombres la subieron a una camilla y se la llevaron.
Vio el cuerpo de Damian ser guardado dentro de una bolsa negra.
🔥💧🌪️🌱
El día del funeral, William asistió, pero se quedó lejos de las otras personas, no quería estar con nadie y mucho menos que lo vieran ahí.
Tenía el corazón demasiado destrozado como para tener que atender a otra gente. Se fue de ahí.
Caminó por las calles de la ciudad, su mente dando un montón de vueltas, a veces imaginando que ella estaba ahí con él. Pasó por el puente. Un pensamiento cruzó su mente. Se detuvo.
Quizás estaría mejor si estoy con ella ahora.
Quizás estaría mejor si ella no me hubiese salvado.
Si no lo hubiera hecho ahora estaríamos los dos, juntos.
Miró el extenso cielo que se extendía ante él. El día estaba por caer, llegaría la noche. En ese instante muchos recuerdos pasaban por su mente, todos eran sobre ella y cuando la conoció.
Y él no se había dado cuenta de lo cerca que estaba de la orilla del puente. Podría caer.
-Yo... no puedo vivir sin ella -dijo, con su voz ronca.
No hay manera de que pueda estar en un lugar dónde ella no está.
Pero... ¡No puedo hacerlo!
Si lo hago, echaré a la basura el hecho de que ella me haya salvado aquel día ¡No debo pensar estas cosas! ¡No debo! ¡No debo!
No se dio cuenta de que había vuelto a llorar. Odiaba que llegara a pensar cosas como esas, que quisiera hacer eso. Había descuidado su aspecto esos días, su camisa blanca estaba fuera del negro pantalón y su oscura chaqueta desabrochada, la nueva corbata deshecha. Sus zapatos se habían llenado de tierra y polvo.
La única persona por la que se había arrgleado esos últimos años, con la idea de verle algún día, ya no estaba.
-¡William! ¡¿Que haces?!
Era la voz de su hermana, gritándole a lo lejos. La expresión en su rostro mostraba miedo y desesperación.
-Ah... Monserrat... -susurró.
-¡Aléjate de ahí ahora mismo! -se acercó hasta llegar a él. Lo tomó de los brazos -¡¿Que pensabas hacer?! ¡Dime! -se le veía enojada y preocupada, había miedo en sus palabras.
-Yo... -él miró el paisaje, intentó ignorar a su hermana desviando la vista hacia la naturaleza -Yo...
-¡¿Tú qué?! ¡William responde bien! -las lágrimas estaban apunto de desbordarse de sus ojos -¿Querías... suicidarte? -le preguntó en voz baja.
-No lo sé -respondió moviendo la cabeza.
-No puedes terminar con tu vida así como así -le regañó -¡Piensa primero en la familia, nuestros padres! ¡Piensa en lo que dejarías atrás! ¡Serás idiota!
-¡Tú no sabes nada! -le exclamó en respuesta -Yo... Yo no estoy feliz si ella no está.
-¿Y por eso ibas a quitarte la vida? -le replicó. Las manos de ella estaban en las solapas del traje de él.
-¡No! ¡No iba a quitarme la vida! ¡Eso haría que ella se decepcionara de mí! ¡Y es lo último que quiero!
-¡¿Entonces por qué estás aquí?! -le preguntó a gritos, aún lo creía lo que su hermano iba a hacer -¡Responde!
-Yo no sé vivir sin ella... En realidad no sabes todo el tiempo que pasé buscándola -le dijo con el nudo en la garganta.
-¿Buscándola? ¿Que quieres decir? -le dijo, cambiando repentinamente del tema.
William pensó en lo que refería. Recordó la alegría de verla en su misma escuela y también la tristeza que tría el hecho de haberla perdido.
No quería que su hermana pasara por el mismo dolor.
Monserrat suspiró cansada. Con el pulgar limpió una lágrima en la mejilla de él. Odiaba ver así a su hermano.
-Prométeme una cosa.
-¿Qué es? -respondió.
-Que no intentarás cosas como estas de nuevo. Ella te salvó la vida ¿No es verdad? -él asintió de manera leve -Bueno, entonces dale las gracias.
-¿Cómo? Ella ya no está aquí -susurró en voz muy baja.
-Tonto, ella puede verte desde el cielo. Piensa que ahora se encuentra convertida en una estrella, cuidándote todas las noches, de ese modo, no estarás solo. Vive, por ella.
William miró al cielo, estaba a punto de hacerse de noche. Las estrellas aparecerían pronto. ¿Estaría ella entre las demás? Dejó que el viento le refrescara el rostro, aclarando su mente.
No olvidaría jamás el primer instante en que la vio y no fue cuando ocurrió el accidente de auto aquel día.
Comenzó a recordar, el día que seguro, estaría en su memoria hasta el último segundo de su vida.
-karimodelarosa.
No sé ustedes, pero yo lloré todas las veces que lo leí.
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