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Capítulo 15.

Todo era oscuro, ella mantenía sus ojos cerrados para no ver lo que sucedía a su alrededor, pero sentía que estaba cayendo.

De repente se golpeó contra el suelo, como si hubiera tropezado, había dejado de caer. Fue cuando abrió los ojos y confundida, notó que estaba en el laboratorio ¿Qué hacia allí? ¿No se supone que estaría en otro lugar? Se puso de pie y se sorprendió al darse cuenta de que el cuerpo no le dolía en absoluto.

Avanzó por los pasillos, para saber en dónde se ubicaba, en el camino vio a una mujer, desconocía su edad, pero lucía bastante joven, su cabello largo lacio le caía por la espalda, era de color bronce claro y tenía ojos mieles.

Se parece a... mí, pensó con sorpresa ¿quién era ella?

Ver a esa mujer era cómo ver una versión adulta de Daphne.

Claro, todo estará listo para la tarde se lo aseguro doctor Lee —dijo la joven que se parecía a ella.

Le acompañaba un científico. Daphne no lo conocía, pero sus rasgos le hacían pensar que sí. Su cabello era castaño y sus ojos verdes, justo como los de Daphne.

Eso espero doctora Walker — le respondió el joven científico.

Dime Siena, por favor —pidió ella.

— Cómo gustes, de ser así llámame Edric.

Siena, Edric.

Seguido de eso vio a esa misma pareja en varias escenas, en un café, en el cine, un restaurante, siempre juntos. Hasta que los vio casándose.

Las imágenes de ellos pasaban frente a sus ojos, apenas dejando que ella pudiera entender lo que sucedía, hasta que de nuevo se encontraba en el lqboratorio, esta vez Siena estaba parada frente a un objeto de color platinado que se encontraba dentro de un recipiente grande transparente, lo analizaba, pero lo que más le sorprendió fue que estaba embarazada. Tendría los ocho meses.

Por la puerta entró Edric y la abrazó. Poco después, la madre sintió dolor dándose cuenta de que sus hijas nacerían.

Edric, debemos irnos... —dijo mientras que con una mano se sostenía para no caerse y con la otra sostenía su hinchado vientre, levantó la vista con una sonrisa en su rostro —Ya nacerán las niñas.

Edric tomó sus cosas de manera apresurada y torpe, llevó a su esposa hasta el auto. Le colocó encima un abrigo, ya que comenzaba a sentirse el frío. Daphne observó cómo ellos entraban al auto y se dirigían al hospital. Se quedó viendo cómo el auto se iba, a pesar de que ella sólo se quedó parada, la imagen cambió de lugar, esta vez en el Hospital.

Vio cuando la mandaron a urgencias. Edric se quedó en la sala de espera, pero ella no quería quedarse ahí, así que caminó por los pasillos, se asomaba en cada ventana esperando encontrar a una mujer dando a luz, hasta la que la vio. Un médico iba de salida y ella aprovechó la oportunidad para entrar, lo que vio no fue lo que esperaba.

Había problemas, Siena tenía una hemorragia y el monitor que marcaba su pulso iba cada vez más lento.

Vio cómo los doctores hacían lo posible por salvarle la vida. El corazón de Daphne latía acelerado, temiendo por la vida de la mujer.

Poco después, nacieron las bebés. Ambas comenzaron a llorar.

Escucharon a la primera, pero a los pocos segundos, la otra bebé dejó de hacerlo.

¿Que pasa Doctor? ¿Como está... mi bebé? Por... ¿Por qué no llora?

Daphne recordó lo que la directora le había dicho, que Alba era su hermana. Pero la mujer, ahora madre, no pronunció su nombre.

De ser así entonces ¿Ella murió... aquí? Imposible, no puede estar muerta.

El doctor tenía a la bebé en sus manos, parecía estar dormida, si no fuera porque no estaba respirando.

Lo siento, ella no sobrevivió.

Siena no pudo con esas palabras, sintió algo en su interior que se estrujaba, un terrible dolor en su pecho, apenas le dijeron esas palabras, comenzó a llorar de manera desesperada.

No... no... ¡No! ¡No! ¡Por favor no! —gritaba la ahora madre.

Una persona que no era un doctor tomó a la otra bebé, con la excusa de que debían llevarla a chequeo.

Pero al hablar, Siena reconoció su voz.

¿Alejandro? ¿Qué haces aquí? —apenas si podía preguntarle, vio cómo no respondía y se llevaba a su hija —¿A dónde la llevas?

El hombre se quedó quieto al escuchar las palabras de la mujer, pero luego continuó caminando, llevándose a la bebé consigo.

¡Deténganlo! ¡Devuélvanme a mi hija! ¡Se lleva a mi hija! —gritaba ella, vio cómo Alejandro se llevaba a su pequeña bebé, sin poder hacer nada salvo gritar sin ser escuchada.

No... no... no.

Daphne siguió a Alejandro. Lo vio encontrase con quién menos lo esperaba.

Dámela, dámela, yo la llevaré de nuevo al laboratorio —le pidió Renata a él.

Que nadie te vea ¿Oíste? —dijo el hombre, le entregó la bebé y se fue.

Al ver su acto, comenzó a sentir odio hacia esa mujer, pero tuvo que olvidarlo al ver a dónde verdaderamente llevaba a la bebé.

¿Renata? ¿Qué haces aquí? ¿Qué pasó con Siena—le preguntó Edric, quién se levantó del asiento al ver a la joven científica.

Llévatela, no dejes que los encuentren, Siena vendrá contigo en unos minutos, la traeré —le dijo mientras le entregaba a la recién nacida, ella se dio la vuelta y comenzó a caminar para irse.

—¿Cómo que la lleve? ¿Que la lleve a dónde? ¿Por qué quieres que vayamos? —le preguntó con desesperación el padre.

Edric... —Renata se detuvo y se dio la vuelta —No fue suficiente, Angelina se enteró y, quiere a tu hija.

¿Mi hija? —miró a la bebé que dormía plácidamente en sus brazos —¿Que hay de la otra niña? —preguntó asustado ante la respuesta pues solo le había entregado una bebé.

De verdad, lo siento —suspiró, Edric tenía los ojos cristalizados —Ella murió.

Aún con la bebé en brazos, se sentó y lloró la pérdida de su niña.

Venga, levántate, no hay tiempo, iré por Siena, los sacaré de aquí, escucha —tomo a Edric por los hombros para que la viera a la cara —Angelina quiere a tu bebé. Debes protegerla de, no dejes que se la lleven. Regresaré espérame aquí.

Dicho esto, se fue, se perdió entre las personas. 

Edric hizo lo que ella dijo, esperó. Pero Daphne siguió a Renata, esta vez fueron a otro lugar era una habitación, ahí estaba Siena acostada en la camilla, con sus ojos rojos e hinchados por llorar.

Cuando entró, ella ni siquiera volteó, tenía la mirada fija en el techo.

Siena, soy yo Renata —parecía no escucharla —Tu bebé está bien, esta con Edric.

Parpadeo un par de veces, y se volteo hacia Renata.

Mientes, mi hija está con Angelina ahora.

Tu hija esta con tu esposo, ambos te esperan, los ayudare a salir de aquí.

Se acercó a Siena y la desconectó de los cables que marcaban su pulso, se cambió de ropa y le puso el saco para el frío.

Salieron de la habitación y fueron hasta la sala de espera, donde Edric las esperaba, en cuanto lo vio corrió como pudo hacia él y lo abrazó.

Estamos bien, estamos bien —con una mano tomó el rostro de su esposa y con el pulgar quito una lágrima que caía por su mejilla —Hay que salir de aquí.

Déjame llevarla, déjemela —Edric le entregó él bebé a su esposa, ella miro a su bebé, la recién nacida abrió los ojos dejando ver unos iris color verde brillante —Hola Sara, mi pequeña Sara —la besó en la frente con lágrimas en sus ojos —Mi pobre Sara...

A medio pasillo Renata los dejó para que siguieran el camino dado, los tres salieron por la puerta trasera y una vez allí comenzaron su escape.

Lo siguiente que vio fue a la misma pareja caminado por las calles la mayoría de noche, ella pudo contar tres días después de haber escapado del hospital.

Ellos caminaban bajo la ligera nevada de un día en invierno, y ya no podían más, vio cómo Siena caía al suelo cubierto de nieve.

Se escucharon los gritos de los agentes, queriendo atraparlos.

Caminaron más, pero Siena volvió a caer, y esta vez se detuvo frente a un orfanato. La mujer se le quedó mirando, como viendo la respuesta a lo que sucedía.

No lo haremos, Siena, no quiero perderle, no a ella —dijo Edric mientras levantaba a su esposa.

Es la única alternativa, no tenemos opción.

Pensaron unos segundos y él terminó aceptando.

No... esto no pudo haber pasado ¡No!

Dejaron a la bebé en la puerta del orfanato, esperaron a que alguien abriera, mientras tanto la arroparon con sus sacos y le dejaron una nota. El padre le dejó el crucifijo a la niña y ella sorpresivamente lo tomó con su manita y colocó en su pecho, aún dormía.

Daphne tomó dije que ella llevaba en su cuello, era el mismo que tenía la bebé en ese momento. Su corazón se aceleró. Se lo quitó y lo revisó, en la parte trasera estaba escrito unas palabras y un nombre.

"Te querremos por siempre, para nuestro pequeño cariño; Sara"

Y lo cierto era, que nunca le había prestado a ese detalle, hasta ahora.

Ambos le dieron un beso a su hija y le dijeron:

Adiós, pequeña.

Cuando la persona a cargo del irfanato llegó, ellos corrieron lejos de ahí. Daphne vio que la muñeca de la bebé tenía un nombre escrito en ella.

"Sara Lee Walker"

La pareja se perdió entre la oscuridad y ella alcanzó a escuchar disparos.

¡No! ¡No! ¡NO!

¡Es un sueño! ¡Despierta!

—¡Despierta! ¡Tienes que despertar! —se decía para si misma.

Las imágenes cambiaron, ahora estaban Carlos y Regina en ese mismo lugar, adaptándola a ella.

Se llevó las manos a la cara para después pararlas por su cabello, terminando en su nuca, estaba desesperada.

Ella era esa bebé. Sus padres querían protegerla y lo hicieron de esa manera.

¡Es solo un sueño! ¡Despierta!

El recuerdo de ella recogiendo una piedra. Y luego cayendo al río.

¡Despierta! ¡Hazlo!

Ella de nuevo, su cuarto en llamas, ella siendo rodeada por el viento.

¡Es una mentira! ¡Esto no es real!

Luego, se vio a sí misma hace unas semanas, en su habitación y apuntando con una lámpara hacia Alba.

—¿Quién eres?

—Puedes llamarme Sar-S-ser...

... ¿Acaso ella iba a decir Sara?

—Alba.

—¿Alba?

—Puedes llamarme Alba.

Estaba desesperada. Era ella, era ella.

Seguido, vio al joven que se acercó y se arrodilló frente suyo.

¡Mi señora! —había gritado.

Recordó ver su expresión de alivio y salvación en su rostro. Claramente él veía alguien en ella que aún no era.

Y todas las piezas encajaron.

El por qué Alba se apareció frente a ella de la nada.

Por qué había encontrado esas piedras.

Por qué había sufrido todo eso.

Por qué le había llamado Sara.  

Por qué esa chica se parecía tanto a ella; porque eran hermanas.

Ella era Sara Lee Walker.

La Chica de los Cuatro Elementos.

¡Despierta! ¡Ahora!

Cerró los ojos con fuerza y deseó que todo eso fuese mentira. Sacudió la cabeza negando todo lo que había visto.

Le costaba creer que, las personas con las que vivió todos esos años, no eran sus padres. Si no, otra pareja que decidió sacrificarse para mantenerla a salvo.

Cayó al suelo oscuro, cubriéndose el rostro por las lágrimas. Ahí no había nadie que la juzgara, pero era un acto involuntario.

Ella no quería ver nada más.

Y volvió a ser rodeada por oscuridad cómo en un principio.

karimodelarosa

¡BOM!

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