Capítulo 24: Hipocresía
En la madrugada del jueves volví a soñar con el accidente. Una vez más me desperté en medio de la noche con dolores en las extremidades fantasmas y el corazón martillándome en el pecho. Sabía que algo de nuevo cambiaría en mi vida, ese era el aviso. Yo cruzando esa calle corriendo, el auto llevándome por delante y el dolor intenso en las piernas. Me despertaba siempre allí, en ese mismo lugar del sueño.
Miré el reloj, eran casi las tres de la madrugada, y suspiré mientras observaba la ventana. Esta vez no había luna, el cielo seguía nublado y pesado, pero la lluvia aún no llegaba. Intenté dormir de nuevo, tratando de no pensar en qué podría ser lo que habría de nuevo en mi vida esa vuelta. La vez anterior había conocido a Bruno... Suspiré de nuevo esperando que fuera algo bueno.
El viernes fui a la plaza a pesar del tiempo y, aunque no llovió, una sorpresa casi tan peligrosa como una tormenta me cayó en la tarde.
—Celeste, querida, ¿cómo estás? —Me giré al identificar la voz de Gloria Santorini a mis espaldas.
—Hola, señora. —Un montón de flashes me cegaron al instante.
—He venido a saludarte, estaba de paseo por Tarel y pensé en pasar a verte. ¿Crees que podríamos tomarnos un café? —preguntó mientras seguían sacándonos fotos.
—Sí, claro... —¿Qué otra cosa le podía decir?—. ¿Podría alcanzarme mi silla? —dije señalándole la misma.
Ella asintió y caminó parsimoniosamente hasta el lugar donde reposaba, la trajo hasta mí y la abrió sin dejar de mirar las cámaras con una sonrisa hipócrita. Me ayudó a subir a pesar de que yo no quería que lo hiciera, luego colocó su mano en el manubrio de la misma y posó para las fotos. Ella quería que me vieran con ella y yo la estaba odiando por exponerme así, aborrecía la idea de que me convirtiera en un conejillo de indias de su campaña política.
—Puedo sola —exclamé para que me soltara.
—Claro que sí —agregó condescendiente poniéndose al lado y al fin saludándome con besos en las mejillas.
Junté mis cuadros y pinceles y llamé a Néstor para que los buscara, mientras Gloria Santorini despachaba a los periodistas diciéndoles que ya tenían suficiente material y que no se olvidaran de mencionar que ella apoyaba a toda la gente con discapacidad.
Fuimos entonces hasta la cafetería y nos sentamos. Decidí permanecer en mi silla a modo de sentirme más segura. Su sonrisa hipócrita aun brillaba en su bello y terso rostro. Gloria Santorini tenía más de cincuenta años, pero aparentaba treinta y cinco. Era una mujer de gran belleza y personalidad imponente.
—Querida —exclamó sonriendo con hipocresía y hablando como si quisiera convencerme de su amabilidad—, he venido hasta aquí para conversar contigo.
—La escucho, señora —respondí educadamente, aunque no sabía qué podría querer de mí.
—Me dijo mi hijo que pintas muy bonito y en la plaza he podido observar algo de tu trabajo. También en los cuadros que tiene Bruno —añadió con un fingido tono conciliador.
—Gracias —murmuré, aún sin saber a dónde iba esa conversación.
—Estaba pensando que quizá te gustaría exponer en Farsut. —Fruncí el ceño confundida. Farsut era la ciudad más importante del país después de Salum, se la conocía como la «ciudad del arte», ya que estaba llena de museos y teatros. Sólo los artistas consagrados podían soñar con exponer en un museo en Farsut.
—Eso sería un sueño hermoso, pero creo que disto mucho de ello —contesté sonriendo con amabilidad.
—No lo creas, tengo muchos contactos. Uno de ellos es Miguel Arrúa, el director del Museo Nacional de Bellas Artes de Farsut... Con una sola llamada telefónica estarías exponiendo allí mañana mismo. ¿Sabes todas las puertas que se te abrirán? Tú entiendes, en la política siempre hacemos favores, Miguel me debe uno y creo que podría cobrárselo ahora. En un mes serías una artista renombrada y tus cuadros valdrían millones, ya no necesitarías pintar en la plaza jamás. —Todo aquello me estaba resultando muy extraño.
—La verdad, se lo agradezco muchísimo, sé que es una oportunidad imperdible, pero me gustaría llegar a los museos por mí misma, por mi talento —añadí.
—¡Pero niña, no seas ingenua! El talento es lo de menos hoy en día, ¿acaso no has visto la cantidad de artistas que se hacen famosos haciendo tonterías? Lo que vale son los contactos... y a veces la suerte. Este es un golpe de suerte para ti, y no deberías desaprovecharlo. Todo eso, más tu discapacidad, llamarían muchísimo la atención de las personas, te harías famosa en segundos. —Odié que me dijera eso, ser reconocida por mi discapacidad era una de las cosas que más me incordiaba, yo quería ser reconocida por mi talento.
—Lo siento, señora Gloria, una vez más se lo agradezco mucho, pero no puedo aceptarlo —negué tratando de seguir mostrándome educada.
—Mira, niñita. —Su tono de voz había cambiado pero su sonrisa permanecía intacta—. No me obligues a ser ruda contigo, quiero darte esto a cambio de que te alejes de mi hijo. Fama, dinero y éxito a cambio de que dejes a Bruno en paz. Puedes tomarlo o desecharlo, pero el final terminará siendo el mismo. Tú no eres mujer para él, ni siquiera estoy segura de que seas una mujer —añadió despectiva y fría—. Él necesita a alguien de nuestra clase, de nuestro nivel educativo y económico, no una artista callejera. Y por cierto, necesita a una chica que... bueno... tú sabes, tenga un hermoso par de piernas para presumir y pueda caminar a su lado de la mano en las cenas importantes de negocios, alguien que pueda correr tras sus niños... —Nunca nadie en la vida me había lastimado tanto, ni el dolor de mis piernas bajo los fierros de aquel auto se comparaba al dolor que en ese instante estaba sintiendo mi corazón bajo los fierros de Gloria Santorini.
—Señora, yo amo a Bruno... —susurré sin tener palabras para defenderme e intentando contener las lágrimas. No quería mostrarme vulnerable ante ella.
—Vivimos en un mundo donde lo que menos importa es el amor, Celeste. Puede que se amen, pero eso no durará. Un día él se cansará de ti, de tener que estar empujando tu silla o ayudándote a moverte de un sitio al otro. El amor se termina, siempre es así, y los defectos de las personas se ven ampliados cuando eso sucede. Ahora eres para él como una forma de rebelarse ante nosotros, pero cuando se canse te olvidará, y no podrás hacer nada, te quedarás tirada en tu plaza, llorando su desamor. ¿Por qué mejor no tomas lo que te estoy dando ahora que estás a tiempo? Luego será tarde, te arrepentirás —zanjó con seguridad.
—Yo no creo que usted tenga razón. —Las lágrimas apretaban mi garganta—. Creo en el amor, señora, y creo en el amor que Bruno y yo nos tenemos. A él no le importa mi discapacidad, a él no le importa que yo sea diferente.
—Eres una chiquilla tonta e ingenua. ¿Cuántos chicos se han enamorado de ti? —Hice silencio y ella continuó—. Ninguno, además del estúpido de mi hijo, que nada más te ve como una forma de molestarnos a su padre y a mí. Porque no todos estamos hechos para el amor. O ¿por qué crees que la mayoría de las personas como tú están solas? Ya has jugado bastante a la princesa rescatada por el príncipe, pero Bruno no es ni será tu príncipe. Te doy una semana para decidir si tomas o dejas mi oferta. Cualquiera que sea tu respuesta, deberás decirles a todos los que te pregunten que yo he sido muy amable contigo. También deberás decirle a Bruno que no lo amas y que deseas que se aleje de ti para siempre. Una vez que lo hayas hecho, te daré lo prometido —dijo con tono altanero, pero sin perturbar la tranquilidad de su rostro.
—¿Y si no lo acepto? —pregunté.
—Serás más tonta de lo que imaginé, pero terminarás con Bruno igual, aunque no aceptes lo que te propuse. Y nunca le dirás lo que te he dicho hoy, ni a él, ni a nadie. Sabes que tengo mucho poder, y no te gustaría que tu familia y tú quedaran en la quiebra... —Me miró fijamente, de manera amenazante—. Una semana para saber qué decides y dos semanas para cortar con Bruno. En dos meses hay un baile importante y necesito que Bruno asista con alguien que... pueda bailar. ¿Me has entendido? —Yo no pude articular ninguna palabra—. Ha sido un enorme placer conversar contigo y espero que a todos los de la prensa que se acerquen les hables de lo maravillosa que soy y de lo bien que te he tratado. Yo no tengo ni tendré nada que ver con tu ruptura con Bruno, incluso fingiré sentirme dolida. ¿Entiendes? No tientes al destino, sé inteligente y toma lo que te estoy dando, al menos así te asegurarás un futuro brillante de éxito y dinero garantizado —sonrió con hipocresía.
Luego de aquello, la señora Gloria se levantó de la mesa, distinguida y elegante como llegó. Dejo un billete de cien para pagar la consumición y me besó en la mejilla como si fuéramos grandes amigas antes de irse.
Y ese día la tormenta empezó para mí...
Y este es el que corresponde a hoy, 20 de enero.
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