Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13: Pintando nuestro amor

           

La noche no pudo ser más perfecta. Luego de comer algo de nuevo y relajarnos un poco, volvimos al agua, ya desnudos y sin ninguna clase de vergüenza. Hablamos toda la noche, contándonos cosas de nuestras vidas, de nuestros pensa­mientos. Esperamos el amanecer y, mientras llegaba, volvi­mos a amarnos. Eso era fantástico.

No puedo negar que al inicio me dio un poco de te­mor, nunca había estado con un chico y tenía miedo de no saber qué hacer... o de hacerlo mal. Además, por momentos se me hacía que todo estaba sucediendo demasiado rápido, y eso también me asustaba. Pensaba que cuanto más rápido y alto volara, más fuerte y dolorosa sería la caída. Sin embargo, no podía cerrarme a esta oportunidad, todo en mi cuerpo grita­ba por Bruno, yo quería descubrirme y descubrirlo, vivir esta experiencia, disfrutarlo.

Él fue tierno, dulce y apasionado, una mezcla perfecta que descolocaba mis sentidos. En sus brazos me sentía ama­da, a sus ojos me veía bella, y se sentía tan correcto que tuve la certeza de que era con él con quien quería estar. Fue tan respetuoso y cadencioso, que pronto pude acostumbrarme a las nuevas sensaciones y dejarme llevar por ellas.

Los siguientes dos días nos dedicamos a pasear y disfru­tar de los mil y un lujos que había en la mansión. Para mí era como estar de vacaciones en un hotel, pero pronto termina­rían: Bruno ya estaba bien y yo debía volver a mi rutina, a mi trabajo; no quería perder mi sitio en la plaza y tenía que seguir vendiendo cuadros para mantenerme. Por eso había ideado algo especial para aquella noche.

Esa mañana le pedí a Bruno que me dejara prepararle una sorpresa para nuestra última noche en la mansión. Él asintió complacido y le dijo al chofer que me llevara a donde necesita­ra, así que por la tarde salí a comprar algunos insumos.

Cuando llegué, me dirigí al lugar que había visualiza­do para la aventura: era una pequeña habitación que solía usarse como depósito y que estaba al lado del quincho, en la zona de la pileta del patio. La estancia era pequeña, pero es­taba limpia y vacía. Extendí los tres metros de tela que había comprado asegurando los bordes con cinta de pintor. Hacía tiempo había visto un documental donde un hombre habla­ba de esto y me había quedado con las ganas de probarlo, pensé que nunca tendría la oportunidad. No pude adquirir la pintura especial, pero pintura sencilla, al agua y no tóxica sería ideal.

Por la noche, luego de la cena, le dije que me llevara hasta la piscina de abajo.

—¿Lo quieres repetir al aire libre? —preguntó entre bro­mas y asombro. Yo sonreí.

—No precisamente —respondí guiñándole un ojo.

Me subió a su espalda y se aferró a mis caderas. Ahora, cada vez que me alzaba así le encantaba tocarme, y no voy a negarlo, a mí me gustaba que lo hiciera. Lo guie hasta la habi­tación y no lo entendió.

—¿Quieres que tengamos relaciones en el depósito? —cuestionó confundido.

—Solo entra —insistí mordisqueando el lóbulo de su oreja.

Cuando estuvimos adentro le pedí que me dejara en el suelo. Lo hizo y yo procedí a quitarme la ropa. Él observó todo lo que allí había, sus ojos pasearon por el lienzo y los botes de pintura hasta posarse en mi cuerpo desnudo. Sonrió.

—Muy original y exquisito —dijo viéndose notablemente entusiasmado.

—Vamos a pintar nuestro amor —sonreí haciéndole una seña para que viniera junto a mí, que ya me había colocado casi en el centro del lienzo. Entonces él empezó a desvestirse.

Cuando quedó desnudo, caminó hasta mí, se sentó y me hizo señas para que me sentara en su regazo. Yo tomé el bote de pintura más cercano y lo abrí, metí la mano en aquella pin­tura azul y empecé a esparcirla por su torso. La sensación de ese material recorriendo su cuerpo era excitante.

—Eres mi príncipe azul —sonreí al verlo.

Él buscó el blanco que estaba a su alcance y pintó mis pe­chos con sus manos de forma delicada y excitante, luego me abrazó. Nuestros colores se unieron y formaron una especie de celeste en algunos puntos.

—Este es mi color favorito —comentó con ternura.

Me movilicé hasta encontrar el rojo, entonces pinté su es­palda, y luego él pintó mis muslos, mis muñones y mis nal­gas de anaranjado. Yo pinté las suyas y sus pies con violeta, y mientras nos seguíamos llenando de colores, reíamos y nos empapábamos de caricias.

Luego de un rato, olvidamos los colores y nos dedicamos al amor, revolcándonos por el lienzo de una posición a otra. De vez en cuando nos poníamos más color —pues la pintura se secaba rápido— y seguíamos con lo nuestro.

Verlo allí, con su pelo alborotado manchado de pintura y sus ojos negros llenos de pasión, dejando plasmadas sus ma­nos en mi cuerpo era excitante y estimulante. Nos divertimos y pasamos una noche genial, única e inolvidable.

En medio de la madrugada, y cuando la pintura comenza­ba a estirar la piel, decidimos que era hora de darnos un baño. Entramos en silencio a la casa, yo de nuevo cargada en su es­palda, pintados de colores y desnudos, tratando de ocultar la risa que nos producía nuestra situación. Él subió las escaleras conmigo a cuestas y me llevó a su habitación. En su baño ha­bía un jacuzzi, pero primero fuimos a la ducha, donde él me sacó con una esponja cada rastro de pintura con suavidad y amor, sentado en el suelo del baño para quedar a mi altura. Luego lo hice yo: le saqué la pintura y lavé sus cabellos.

—¿Quieres seguir en el jacuzzi o quieres dormir? —pre­guntó.

—¿Dormir? —Sonreí de forma pícara, y entonces él me lle­vó al jacuzzi, puso agua tibia e hizo andar el motor. Nos relaja­mos largo rato mientras nos acariciábamos y nos besábamos.

Tres días con sus noches fueron todo lo que necesité para adentrarme en un mundo nunca antes vivido y en el que ya me sentía experta. Salí de su casa temprano en la mañana para tratar de llegar a la mía antes de que Diana llevara a Tomy a la guardería. El día anterior habíamos coordinado volver a la rutina. Bruno se quedó durmiendo; después de todo, eran sus vacaciones. Volví a mi día en la plaza, volví a pintar, vol­ví a vender mis cuadros, pero ahora todo se sentía diferente, quizá porque yo ya no me sentía tan sola, quizá porque estaba enamorada.

Por la tarde, en su hora de almuerzo, Diana vino para que le contara todo, y traté de hacerlo resumido para que pudiera volver a trabajar. Ella estaba emocionada y feliz por mí. Lue­go de un día lleno de pintura, regresé a casa. Estaba agotada pero contenta, había vendido cinco cuadros, algo bastante ex­traño, pero me ayudaba a recuperar los días que no trabajé.

Cuando llegué, Bruno ya me esperaba en la puerta. Me dijo que tenía una sorpresa para mí y cuando entramos me mostró el lienzo: una explosión de colores se desataba en él de una forma furiosa y armónica a la vez. Sonreí al recordar si­tuaciones o posiciones de aquella noche y lo abracé. Él me dijo que encuadraría el lienzo y que cuando tuviéramos nuestra casa lo colocaríamos en la cabecera de la cama. Yo solo sonreí. Me encantaba cuando Bruno soñaba con un futuro juntos, aunque me parecía una locura.

Me senté en la sala y nos dispusimos a ver una película, no sin antes llamar a un delivery de pizzas, porque ninguno de los dos tenía ganas de cocinar.

Cuando la película terminó, Bruno me preguntó si podía quedarse a dormir en casa. Le dije que sí, pero le aclaré que necesitábamos dormir un poco, ya que yo necesitaba trabajar.

—¿Nunca has pensado en hacer una exposición? —pre­guntó él mientras nos metíamos bajo las mantas.

—No es sencillo, no tengo el dinero... y todo lo que gano lo junto para la prótesis —respondí escondiendo mi cabeza entre su cuello para respirar su aroma.

—¿No me dejarás ayudarte? —inquirió abrazándome.

—No... quizá más adelante —sonreí y negué. No quería que pensara que a mí me interesaba su dinero.

—Sabes que puedo...

—No me importa, ya haces demasiado por mí —lo interrumpí.

—Solo hago lo que me nace del corazón —añadió y besó mi frente—. Y quiero darte todo lo que necesites.

—Lo que haces es más que suficiente, Bruno. Y no necesi­to nada más que a ti —susurré, y cerré los ojos dejando que el cansancio se apoderara de mí.

Nos dormimos enseguida, uno en brazos del otro, y por la mañana decidimos pasar el día juntos: Bruno iba a quedarse conmigo en el parque. Se agotaban sus vacaciones y en una semana él debería volver a Salum, lo sabíamos pero no lo ha­blábamos, era como retrasar lo inevitable, y no queríamos te­ner que separarnos.

Esa tarde en el parque decidí tocar el tema.

—¿Entonces? ¿Qué harás de tu vida? —pregunté mientras pintaba.

—Voy a estudiar arte en la Universidad de Salum —dijo al final—. Es lo que me gusta, y luego de verte hacer con tanta pasión lo que amas, creo que es el camino que quiero tomar, quiero seguir esculpiendo y perfeccionar mis técnicas —res­pondió recostado en el césped y mirando el cielo.

—Me alegro —afirmé sonriendo—. ¿Esto? ¿Terminará? —pregunté temerosa señalándonos a ambos con el pincel.

—Nunca —respondió con seguridad—. Esto no ter­minará nunca, Celeste, estás tan metida dentro de mí que no podría quitarte ni aunque quisiera —añadió.

—¿Y cómo haremos? —quise saber.

—Quiero estudiar y trabajar —explicó—. Sinceramente, mis padres no aprobarán nuestra relación. —Lo admitió y a mí eso me dolió—. No por lo que tú crees —se apresuró a agregar—, sino porque no somos de la misma clase social, y para ellos eso es una especie de pecado —sonrió con amargura encogiéndose de hombros—. Yo quiero trabajar, juntar un poco de dinero e independizarme de ellos, solo así podré ve­nir, casarnos y vivir aquí... porque quiero que vivamos aquí. —Señaló mirando alrededor.  

—No quiero traerte problemas con tu familia, Bruno —comenté apenada.

—No me importa mi familia, a ellos yo no les importo, la única con la que me llevo bien es Nahiara, y sé que me apoyará en todo —dijo encogiéndose de hombros.

—Mira, piénsalo... quizá nos estamos dejando llevar, Bru­no. Yo he pasado los días más hermosos de mi vida, y si eso es todo, igual te estaré eternamente agradecida por darme tan­tos momentos de color y de amor. Todo ha sucedido dema­siado rápido, y si debes volver a tu vida, a tu mundo, buscarte una chica acorde a tu clase y con piernas... solo hazlo... yo lo entenderé y no te odiaré por ello, Bruno, quiero que seas feliz —dije tratando de no expresar en mi tono de voz el dolor que aquellas palabras me causaban.

—No digas tonterías, Celeste —dijo él acercándose a mí y acunando mi rostro en sus manos—. Tú eres la mujer que amo y con quien quiero estar el resto de mi vida, deja de pen­sar esas cosas. Ellos no definirán mi vida, estoy cansado de eso —agregó, y yo sonreí, aunque sabía que no sería tan sen­cillo, y no estaba segura si acaso no era para él solo una forma de rebelarse.

—Okey, tú dime qué hacemos y yo lo hago —dije volvien­do a mi cuadro. Bruno era alguien demasiado positivo y so­ñador, yo era algo más práctica y racional, sin embargo me gustaba creer, dejarme ir en sus sueños de un futuro posible entre los dos.

—Vendré a verte todos los fines de semana que pueda —aña­dió sonriente—. Después de todo, no estamos demasiado lejos.

—Bien. Te esperaré aquí todo lo que sea necesario —res­pondí insegura.

—Dame unos años para poder terminar la carrera, con­seguir un trabajo y darte una vida mejor —añadió con una seguridad que asombraba. Para él nada parecía imposible.

—Solo quiero una vida contigo —dije, y él me besó la fren­te—. Tengo miedo de perderte, de que todo esto haya sido solo un sueño —susurré.

—No temas perderme, eso es imposible ya —sonrió—. También quiero estar contigo y lo sabes, pero quiero merecer­ me tu amor, y ahora solo soy un vago con dinero. Eso no me hace sentir bien viéndote trabajar de sol a sol. Quiero llegar a ser alguien de quien te sientas orgullosa.

—Ya lo estoy. —Lo besé—. ¿Cómo no estarlo?

—Te amo —susurró besándome con ternura.

—Yo también —respondí en medio del beso.

Sé que algunas quieren y me piden que actualice más seguido, pero la verdad es que no estoy en momento de prometer que actualizaré seguido, estoy con mucho trabajo y pese a todo estoy tratando de cumplir con ustedes cada domingo. Además, me he puesto a editar una historia para el concurso de Sweek, la pueden leer, se llama Antes de irme quiero. Y deseo terminar Cementerio de Historias antes de fin de año, así que no puedo con todo, chiquis, habrá que conformarse.

Les recuerdo que mi firma en Guadalajara es el 30 de noviembre. Los veo por allá. ¿Sí?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro