Parte única
—Por favor toma tus pastillas que están en la cocina, papá.— dice Perla cuando despierto, tiene un post-it pegado en el pecho que dice"tu hija, Perla".
A veces, pienso que es una exageración suya ponerle un post-it a todo, hasta a las personas que viven en la casa. Aunque, en algunas ocasiones, es útil.
—Papá, por favor.— repite. Yo asiento y me paro del sillón, donde minutos antes, dormía.
¿Por qué me paré?
—Mejor te las traigo yo. Ahora vuelvo, papá. —dice Perla y se va a la cocina, yo vuelvo a sentarme.
Nunca es una buena idea mandarme a algo. Mi mente ya es demasiado frágil, casi igual a la de un bebé.
De repente, escucho que mi nieta comienza a bajar las escaleras muy rápidamente.
Ella se acerca hasta donde estoy y leo su post-it.
"Ana, 15 años, tu nieta."
— Abuelito, ¿cuál es el recuerdo más claro que tienes?
Aquella pregunta me tomó por sorpresa.
El recuerdo más claro que tengo...¿y qué tal si solo es una escena de una película y no algo que me pasó?
Odio esto. Odio no recordar.
— En este momento, sin mis pastillas milagrosas, no lo sabré Ana. Creo que necesito un poco de tiempo para pensarlo. — le respondí con vergüenza.
¿Por qué mi memoria tiene que ser así?
¿Por qué tiene que vaciar todo poco a poco? Como si no hubiera vivido nada y que de repente haya aparecido así, a esta edad tan senil, con toda una vida hecha.
Ella asintió y sacó un post-it de su bolsillo.
— Presentía, abuelito que dirías eso, toma. — alargó su mano para dármelo y lo agarré.— Espero que con ello, no se te olvide.
¿Para que no se me olvidé qué?
Ignoro eso y recibo el post-it.
Y lo leo, ya tengo algo en el que mi memoria, entre finitas y a la vez no, tiene que rebuscar en mis vivencias.
—Ahora sí, toma tus pastillas papá.— interrumpe Perla.
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No tengo ninguna compañía al dormir, me divorcié de mi esposa hace 2 años, cuando me detectaron Alzheimer.
O al menos, eso es lo que dicen los post-it pegados en la lamparita. No logro recordar por qué los escribieron. Como casi siempre pasa.
Antes de colocarme mi pijama, rebusco entre mis bolsillos y encuentro el post-it que me dio Ana hace horas. El recuerdo más claro...uhm, eso es difícil, he olvidado hasta mi vida de mediana edad.
Me siento algo triste porque sé que no podré recordar algo increíble que haya hecho, sino algo tan banal como la muerta de una hormiga. Sin embargo, quiero intentarlo; conque me visto con mi pijama y me dispongo a dormir.
Mi habitación a oscuras y el techo de piedra siempre me produce nostalgia y tranquilidad, y como siempre, mis ojos comienzan a cerrarse y caigo atrapado en un profundo sueño.
—Alejandro, ¿ya escuchaste a Elvis? ¡Es genial! Mamá siempre lo pone en casa y yo bailo sus canciones mientras trapeo el piso, es una escena muy cómica porque luego me resbalo y tengo que trapear otra vez.— me cuenta con diversión. Ella, tan bella y con ojos tan sorprendentemente brillantes.
Me siento nervioso, aún no entiendo el porqué, tartamudeo un poco antes de decirlo.
—Me voy a Colorium. Mi madre dice que es mejor que viva con mi papá, si es que deseo tener un buen futuro para ayudarla a ella con los gastos.
Inmediatamente se le borra la sonrisa y su carita se torna desanimada, me rompe el corazón verla así. Ella es tan hermosa y maravillosa para que esté triste.
No me dice nada, el silencio reina entre los dos, mientras los armoniosos sonidos del parque nos acompañan. Ella lo rompe, besándome con dulzura; me regala cientos de besos de miel por toda mi cara, cuando se detiene en mis labios, me siento perdido ante tal derroche de dulzura. Cuando ella para, mis labios ruegan por mucho más de sus besos de miel.
— Te voy a extrañar tanto, Alejandro. Sin embargo, quiero lo mejor para ti y si lo mejor es que estudies allá, te apoyo con todo mi corazón. No lo dudes por un segundo.— susurra con dulzura y entrelazando su mano con la mía.
Lo único que logro hacer es sonreír y verla a los ojos mientras pienso que la extrañaré. Y que al irme, en consecuencia, ya no tendré sus besos dulces.
Nunca más.
— ¡Mamá, el abuelito no despierta. Ven rápido que me estoy asustando!— grita una voz que, sin duda, es rebosante de lozanía. Me levanta de un susto.— ¡Olvídalo, ma. Despertó!— grita otra vez con alivio notorio.
La miro con extrañeza mientras ella me observa con curiosidad.— Abuelito, ¿ya recordaste alguna de tus vivencias? Sé que recién despertaste, pero no pude dormir gracias a mi intensa curiosidad.
Me siento confundido ante tal pregunta, sin embargo, recuerdo lo que soñé de golpe y logró solamente decirle:
- Mi mente está tan perdida hoy en día, Ana, pero aún recuerdo a la chica de los besos dulces.
Quizás algún día vuelva a tener muchos más de sus besos.
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Espero les haya gustado! Sinceramente siento que no me quedó bien, pero espero haber hecho un buen trabajo :3
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