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Capítulo 9

Dedicado a MFLring

***

Esa mañana el comedor estaba más ruidoso que nunca. De no ser por la compañía de Jimmy, me hubiera saltado el desayuno. No obstante, eso implicaba que alguien iría al salón de clases a darme mis píldoras y a pedirme explicaciones.

Entre los demás estudiantes vi a Víctor y traté de saludarlo. Su saludo fue frío y lo noté algo distante. Pensé que quizás estaba incómodo por algún motivo, tal vez por la presencia de Jimmy. No le di demasiada importancia a ese detalle.

Sin embargo, cuando llegamos al salón de clases ocurrió lo peor.

Apenas me senté en mi pupitre, sentí un grito que me hizo levantar la vista y vi a un Víctor irreconocible empujar salvajemente a un chico contra la pared. Su nombre era Lucas, y jamás había cruzado una palabra con él, pero sí sabía que era tranquilo y tan fantasmagórico como yo.

Víctor se abalanzó sobre él y comenzó a golpearlo sin compasión. Estaba frenético, y yo no sabía dónde había quedado el chico adorable y encantador que yo conocía, o que creía conocer.

Nadie trató de detenerlo y, en realidad, no creí que nadie pudiera lograrlo. Lo golpeó y lo arrojó contra el suelo mientras los demás gritaban. Temí por la vida de Lucas; Víctor era muy fuerte, mucho más que él o cualquier otro en la clínica.

Un terror intenso se apoderó de mí y, antes de que pudiera analizar las posibles consecuencias de mis actos, corrí hasta llegar a ellos. Golpeé la espalda de Víctor con todas mis fuerzas con un libro y le grité que se detuviera. No supe qué me llevó a hacerlo con exactitud, simplemente no pude permanecer impasible ante tanta brutalidad.

Toda la adrenalina fue drenada de mi cuerpo una vez que Víctor se volteó a verme. Sus ojos estaban enrojecidos y desorbitados, y su agitación era tanta que apenas podía respirar. Sus manos estaban ensangrentadas y sus venas hinchadas. Me sentí vulnerable y desprotegida. Y sí que lo estaba.

Pero se detuvo.

Algo cambió en él cuando me miró, y soltó a Lucas con un movimiento rápido. Después salió de un modo precipitado del aula y todo quedó en silencio. Estaba convencida de que el resto de los presentes podía escuchar los latidos agitados de mi corazón. Mis manos temblaban y el libro cayó al suelo.

Miré en dirección a Jimmy y pude ver el miedo plasmado en sus ojos azules. Una parte de mí se sintió decepcionada de su actitud, permaneció tan indiferente como el resto del grupo. No sabía si los demás eran unos cobardes, o si ocurría todo lo contrario: si ellos eran los inteligentes por haberse quedado lejos del problema y yo lo suficientemente idiota como para intervenir.

Esa era una de las cosas más heroicas —y estúpidas— que había hecho en toda mi vida. Me tomó un rato procesarlo.

Los profesores llegaron casi de inmediato y Lucas fue llevado a la enfermería. Las clases fueron suspendidas luego de todo ese caos. Me fui a mi habitación con Jojo para pasar el resto de la tarde estudiando o leyendo, aunque mi mente no paraba de divagar sobre lo ocurrido.

Jimmy me recogió como siempre al día siguiente. Por mucho que lo intenté, no pude evadir el tema y terminé preguntándole qué le había ocurrido a Víctor. Ambos llevaban un tiempo allí, supuse que se conocían uno al otro un poco más que los de nueva incursión —como yo—. Su respuesta fue un frío e indiferente: «No es la primera vez que pierde la cabeza». Después cambió de tema, cortando todas mis intenciones de seguir indagando.

Víctor y Lucas estuvieron ausentes por dos días, y una enorme preocupación me invadió. Temí que Víctor hubiera sido internado en el ala C por comportarse de un modo tan violento, pero me avergonzaba preguntarle a algún profesor, incluso a Stella.

La vida en la clínica continuó como si nada hubiese ocurrido, así que tuve que asistir a mi consulta con Melissa, a pesar de que quería con todas mis fuerzas evitarlo. Sin embargo, esa fue totalmente diferente a la anterior. Respecto a mi nictofobia no hicimos nada, le pedí que me diera más tiempo. No estaba preparada para enfrentarla tan pronto. Para mi sorpresa, aceptó y solo charlamos, nada demasiado serio o agobiante.

Dijo, además, que estaba mejorando y que el tratamiento estaba dando buenos resultados conmigo. Al salir de allí, pensé que quizás era cierto, llevaba varios días sintiéndome más animada y sin llorar en las noches. De cualquier modo, fue muy reconfortante. Por primera vez, me encontré a mí misma albergando una pequeña esperanza de que las cosas pudieran mejorar.

***

Camino al salón, hablé con Jimmy sobre El Principito. Tardó una eternidad en leerlo, tanto como si lo hubiera hecho leerse toda la colección de Canción de hielo y fuego. Por suerte, los profesores estaban generosos luego de la pelea, y la tarea de literatura fue pospuesta un par de días. Jojo decía que eso se debía a que algunos de los chicos y chicas de nuestra clase estaban ansiosos por haber presenciado una escena tan violenta, a causa de sus condiciones psicológicas.

No sabía si ese era el motivo verdadero, pero me beneficiaba y me daba un tiempo extra para lograr que Jimmy cooperara con el jodido proyecto. Me sentí aliviada porque al menos me dijo que le gustó el libro, excepto el final. Dijo que no entendía cómo en un libro infantil el personaje principal podía morir, y ese era un buen punto.

La partida del Principito se asemejaba demasiado a la muerte para mi gusto, y cada vez que lo leía me resultaba imposible no llorar. Me gustaba pensar que no murió, que solo dejó su cuerpo y que su alma permanecía con el aviador. También me gustaba pensar que valió la pena, porque lo hizo por amor.

Tal vez mi cactus sabía más sobre el amor que yo, pero sí estaba segura de que era algo inmenso, algo por lo que valía la pena luchar y arriesgarlo todo. Era curioso lo avergonzada que me sentía por incluso pensar esas cosas al lado de Jimmy. A lo mejor él pensaba que todo lo referente al amor eran tonterías, así que decidí no contarle mis observaciones sobre el libro.

Casi al llegar a nuestro salón, mi semblante se iluminó por completo al ver una figura corpulenta y una sonrisa que me resultaba familiar. Víctor estaba apoyado en la pared y me acerqué a él con rapidez, sin tener en cuenta que no me encontraba sola.

Una expresión que denotaba vergüenza y preocupación apareció en su rostro al verme. Me guie por mi primer impulso y lo abracé con fuerza. Sorprendido aún por mi reacción, me devolvió el abrazo con una calidez extraordinaria.

—Lo siento... —dijo en voz baja— ese día no era yo.

—No te preocupes —respondí con toda sinceridad—, lo entiendo.

Y sí que lo entendía.

Sentí en carne propia la presión de ser juzgada por todos y culpada luego de mi pelea con Natalia. Aunque él estuvo entre esas personas, no le guardaba rencor en lo absoluto, había sido agradable conmigo desde mi entrada a la clínica. No conocía sus motivos para reaccionar de ese modo y golpear a Lucas, pero podía ver en su rostro que estaba arrepentido. Sabía, además, que todos estaban murmurando cosas muy negativas sobre él. Yo no podía ser igual que el resto, no le daría la espalda.

Cuando me separé de Víctor, miré a mi alrededor y noté que Jimmy ya no estaba. Entré al salón y lo vi sentado en su pupitre, así que caminé hasta mi sitio también. No me miró ni una vez, y no pude hablarle porque el profesor de matemáticas llegó y no tardó en comenzar su clase.

En los minutos que separaban una materia de la siguiente, tampoco hablamos. Por algún motivo, me sentía avergonzada. Sabía que a él no le agradaba Víctor, pero eso no implicaba que yo fuera a escoger a alguno de los dos, y me alegró mucho su regreso. Lucas aún no volvía, no debía estar recuperado del todo —y no era para menos.

A la hora de marcharnos, después de dudarlo intensamente, decidí llamar a Jimmy. Debíamos acordar cuándo terminaríamos el proyecto.

—¡Ey, Jimmy! —lo llamé—. Necesito hablar contigo.

Se volteó hacia mí muy despacio y su rostro se mantuvo inexpresivo. Me traspasó con la mirada como si yo no estuviera allí, como si fuera invisible. Luego se giró de nuevo a la salida y se marchó.

Permanecí estupefacta mientras se alejaba. Me había ignorado por completo. Un nudo enorme se formó en mi garganta, pero no podía permitirme llorar frente a mis compañeros de clase. Jimmy ya se había encargado de humillarme lo suficiente.

Salí del salón y subí directo a mi cuarto, sin esperar a Jojo. Lancé mi bolsa al pequeño escritorio y me arrojé en mi cama con los ojos húmedos. Abracé con fuerza mi almohada y no pasó mucho tiempo antes de que comenzara a llorar.

Cada vez que pensaba que todo marchaba bien, algo hacía colapsar mi burbuja. Pensaba que Jimmy y yo éramos amigos, no comprendía en lo absoluto por qué me había ignorado de ese modo. Tampoco comprendía por qué dolía tanto que lo hubiera hecho. Era increíble el efecto que tenía sobre mí. Ni siquiera tenía que pronunciar una palabra para hacerme sentir la chica más miserable de todo ese maldito lugar.

Pensaba en lo que había ocurrido en el jardín hacía unos días, cuando creí que me besaría. Estaba segura de que lo había hecho solo para molestarme, a pesar de que se sintió tan real que me confundía. Me odiaba a mí misma porque yo sí quería que me besara en ese momento, y eso no tenía ningún sentido. Era ciertamente el chico más hermoso y fascinante que había conocido, pero lo arruinaba con su forma de actuar.

Sentí el sonido de la cerradura abriéndose y vi a Jojo entrar en la habitación. Traté en vano de ocultar mi rostro lloroso. Se me acercó con una expresión de preocupación y se inclinó junto a mí.

—¿Estás bien? —preguntó y yo asentí.

—Ya se me pasará —susurré.

—Él es un idiota, no le hagas caso. Traté de seguirte, pero corriste hasta aquí arriba.

Se sentó en el suelo para mirarme a los ojos.

—No entiendo cómo puede comportarse como mi mejor amigo un día y al siguiente actuar como si no me conociera.

Sollocé y limpié mis lágrimas con el dorso de una de mis manos.

—Tampoco yo. Quizás debes alejarte de él.

—No sé si pueda, Jojo, me gusta mucho que pasemos tiempo juntos.

—Bessie —habló en un tono bajo, como si fuera algo confidencial—, él te gusta, ¿no es cierto?

Al escucharla, sentí un cosquilleo en el estómago y terminé incorporándome para sentarme en la cama. Evité su mirada un instante, hasta que finalmente le respondí:

—No lo sé... Creo que pienso demasiado en él y me tomo muy en serio lo que dice o hace. Yo nunca me he sentido tan confundida con respecto a nadie.

Con James todo había sido diferente. Él no revolucionó mi mundo del modo en que Jimmy lograba hacerlo, a pesar de que significaba mucho para mí.

—¿Tú te has enamorado alguna vez? —pregunté con curiosidad.

—Supongo que sí, que me he enamorado. Hace como un año conocí a un chico genial en la playa. Se llamaba Matt y era encantador. Salimos un par de veces antes de hacernos novios. Lo quería, en serio lo quería, y duramos como cinco meses, pero todo se fue al carajo. Las cosas no funcionaron y rompimos.

Suspiró profundo y miró al techo unos segundos, como si reflexionara al respecto.

—Estuve muy triste, ¿sabes? Pensaba en él todo el tiempo y quería llamarlo, arreglar las cosas. No lo hice porque sabía que no estábamos hechos el uno para el otro, así que lo dejé ir. Fue difícil superarlo, todavía lo recuerdo con cariño. Con él me sentía súper feliz todo el tiempo mientras duró, Bessie, jamás me hacía dudar. Tal vez estás confundiendo las cosas con Jimmy.

Tomé una bocanada de aire y traté de pensar con la cabeza más fría. Tenía razón, debía dejar esa obsesión insana y comportarme de una forma más coherente. Él no podía tener tanto poder para influenciarme, debía dejar de llorar y de sentirme tan mal por su culpa.

—Es cierto —dije—, estoy divagando sobre cosas que no conozco. Además, no creo que pueda tener ninguna relación por ahora, no tengo buenas experiencias de eso.

—Espera —chilló y abrió los ojos hasta el límite—, ¡¿tú has tenido novio?!

Su reacción me molestó. Era cierto que yo era callada y un poco rara en ocasiones, pero no debía sorprenderse tanto porque alguien se hubiera fijado en mí. Me limité a asentir. Una gran sonrisa se dibujó en su rostro y me asaltó a preguntas.

—¡Cuéntamelo todo! ¿Cómo te lo tenías callado? ¿No somos amigas? ¿Quién era el afortunado? ¿Dónde lo conociste?

Me resultaba difícil hablar de mi pasado o contarle a alguien ese tipo de cosas sobre mí. La única persona con la que nunca había tenido secretos era Beth. No obstante, al ver su expresión supe que no me dejaría en paz hasta que le contara sobre James, así que decidí hablar:

—Su nombre era James, lo conocí en mi antigua escuela por unos conocidos en común. Era lindo y se reía un montón, fue sencillo que me gustara. Mi mejor amiga lo adoraba, decía que hacíamos una pareja perfecta y ante tanta insistencia decidí salir con él. Luego de algunas salidas nos hicimos novios. Es cierto que me gustaba pasar tiempo con él, era una de las pocas personas que no me hacían sentirme incómoda, pero... siempre faltó algo. No lo sé, quizás no estoy hecha para ese tipo de relaciones.

Aunque me escuchaba con atención, no lucía tan eufórica como siempre ni tampoco me interrumpió. De hecho, le tomó unos segundos responderme.

—¡Tonterías! Tal vez no era el indicado, no te desanimes por eso. Y ¿qué fue de James? ¿Terminaste la relación? ¿Lo has vuelto a ver?

Esa era la parte más dura de la historia, la que detestaba recordar. Me resultaba muy doloroso.

—No, de hecho... —tragué en seco y suspiré con pesadez antes de continuar—. James murió.

—¿M-murió?

Al parecer, tardó en procesar mis palabras. No comprendía por qué lucía incluso más consternada y triste que yo. No sabía que se pudiera sentir tanta empatía por alguien que ni siquiera habías conocido, y llegué a pensar que a lo mejor yo era demasiado fría.

Noté que una lágrima corrió por su mejilla. Me sobresalté aún más.

—¿Jojo? —Me levanté muy preocupada y me senté a su lado en el suelo—. ¿Por qué lloras? ¿Qué te ocurre?

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