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Capítulo 63

Dedicado a AlbaPQ

***

Nora nos invitó a cenar al día siguiente. No había ningún motivo en específico, solo nos echaba de menos y quería pasar algo de tiempo con nosotros dos. Esa sería la primera vez en la que no me presentaría ante ella como una amiga de Nick, sino como su novia. Sin embargo, no me sentía nerviosa en lo absoluto por eso. Me sentía más bien ansiosa y emocionada: iba a visitar por primera vez la casa en la que mi chico había crecido y vivido la mayor parte de su vida.

Cuando terminé en la cafetería, nos arreglamos a toda prisa y salimos en la moto. El viaje tardó casi el doble del tiempo que tomaba ir a la casa de Aurora. Era un vecindario apartado del centro de la ciudad, sin edificios ni grandes construcciones, salvo algunas casas dispersas que armonizaban con el entorno. La abundante naturaleza y el silencio me recordaban a mi pueblo, pero se diferenciaba en que, a pesar de la aparente sencillez, era un barrio de clase alta donde ningún detalle estaba dejado al azar.

Cruzamos una alta verja blanca y nos adentramos en un jardín que debía tener al menos un kilómetro de extensión. Los abundantes árboles no permitían que la casa fuera visible desde la carretera. Al detenernos, contemplé deslumbrada la construcción que teníamos frente a nosotros. Salvo las ventanas de cristal, el resto era por completo de madera de varios tonos de marrón y amarillo crema. Tenía dos pisos, pero no era excesivamente grande. Había geranios en cada balcón y en cada borde exterior de las ventanas.

—Guau —exclamé mientras me quitaba el casco y me bajaba de la moto—, tu casa parece salida de un catálogo de los mejores lugares del país para vivir en contacto directo con la naturaleza.

—Esa es la idea, en realidad —respondió con una sonrisa—. Mis abuelos la compraron al enterarse de que mi padre también tenía problemas en el corazón. Quizás pensaron que de este modo viviría más.

—Ah.

Me sentí un poco avergonzada al pasar por alto un detalle tan obvio. A él no pareció importarle en lo absoluto. Me tomó de la mano con entusiasmo y me guio hasta subir las escalerillas. Sacó las llaves y abrió con rapidez la puerta acristalada.

—¿Hay alguien en casa? —gritó apenas entramos.

Si por fuera parecía un hogar acogedor, por dentro ciertamente lo era. Semejaba una cabaña en el bosque a gran escala, con muebles un poco menos gastados de los que se veían en las películas. Incluso el piso era de madera, y formaba figuras geométricas uniformes. El olor de los árboles se colaba e impregnaba todo el lugar. La frescura primaveral y la humedad del ambiente invitaban a tomar café caliente y leer un libro frente a la chimenea que había el centro del salón, aunque parecía más bien decorativa que funcional.

Nora salió de una habitación a la derecha de las escaleras de madera que conducían a la segunda planta. Tenía una radiante sonrisa en los labios.

—¡Oh! Están aquí —exclamó con entusiasmo—. Llegaron antes de lo que esperaba.

Envolvió a Nick en un caluroso abrazo apenas llegó a nuestro lado.

—Hola, mamá —dijo él e intentó zafarse con rapidez como un adolescente malcriado. Algunas cosas nunca cambiaban.

Luego también me dio un fuerte abrazo.

—¡Bessie! ¡Qué alegría poder recibirte al fin en casa!

—También me alegra mucho estar aquí —respondí, emocionada.

—Aún no lo tengo todo listo —dijo, apenada, al separarse de mí—, Nick me dijo que hoy te tocaba trabajar.

—No hay problema —respondió él, restándole importancia—. No tenemos prisa para regresar y aún es temprano para cenar.

—Te ayudaré con lo que falte —me brindé.

—Oh, no, cariño, ya tengo ayuda suficiente. No te preocupes, sé que debes estar cansada del trabajo. Creo que en una hora más o menos tendremos la cena preparada. —Se dirigió a su hijo—. ¿Por qué no le muestras la casa mientras esperan?

La idea me entusiasmó. Jamás había estado en un lugar tan pintoresco.

—De acuerdo —dijo Nick y volvió a tomarme de la mano.

Nora lo detuvo, observándolo con cierta preocupación.

—Cariño, ¿estás tomando tu medicación todos los días? —preguntó mientras le examinaba el rostro de cerca.

Nick puso los ojos en blanco y se apartó.

—Por supuesto que sí. No comiences con eso.

Ella asintió, aunque no parecía demasiado convencida.

—No lo sé. Estás más delgado que la última vez que nos vimos.

—Mamá —se quejó—, para ti siempre estoy más delgado. Deja de buscar motivos para preocuparte. ¡Estoy perfecto!

Sin darle oportunidad de responder, Nick me haló y salimos casi corriendo hacia las escaleras. Los escalones crujían bajo nuestros pasos.

—¡Los llamaré cuando esté lista la cena! —fue lo único que alcanzó a decirnos Nora mientras nos alejábamos. Traté de sonreírle a modo de respuesta, pero ni supe si logró verme.

Una vez arriba, pasamos por un segundo salón donde había varios sofás y una tele gigantesca. No nos detuvimos hasta llegar a un pasillo que acababa en el balcón más amplio que se veía desde abajo. Nuestro destino era la habitación que quedaba justo antes del balcón. No necesitaba aclararlo, sabía bien que esa era «su» habitación.

Sentí un cosquilleo en el estómago apenas abrió la puerta. ¿A cuántas chicas había llevado allí antes de mí? Ni siquiera quería saberlo. No debía pensar en el pasado, sino en el presente.

—Bienvenida a mi otra guarida, Bessie Boop —dijo Nick en un tono juguetón y me guiñó un ojo—. Tengo toda una hora para mostrártela.

Obvié su comentario e intenté disimular mis nervios. Caminé dentro y quedé impresionada al echar un vistazo. No pude evitarlo.

El cuarto doblaba el tamaño de los que teníamos en el departamento. A un lado tenía dos puertas, supuse que una para el baño y otra para el ropero. La pared que daba al frente de la casa era totalmente de cristal, con unas puertas de correderas que conducían a otro de los balcones llenos de plantas. Unas finas cortinas azul oscuro impedían que mirara hacia afuera. Como en el resto de la casa, ahí dentro se respiraba oxígeno puro, todo lo contrario al aire viciado de la centro al que estábamos acostumbrados.

Me senté en el borde de la cama. Era muy suave y tan grande que podían dormir unas cuatro personas en ella. Las sábanas eran a juego con las cortinas.

—Guau —dije—, ¿cómo diablos dejaste un lugar así para meterte en un hueco contaminado en el centro?

Rio con diversión.

—¿Nunca has escuchado que nadie está conforme con lo que tiene? —Se encogió de hombros—. Yo quería ser parte del mundo real y no pasarme toda la vida encerrado en esta burbuja.

Resoplé con incredulidad.

—Ya... se lo dices a la chica que jamás salía de su habitación después del atardecer.

—Eh... no tengo argumentos para replicar eso.

—Entonces gano yo.

Ambos sonreímos. No había nada tan reconfortante como ser capaz de burlarme de algo que durante tanto tiempo me había afectado.

A pesar de la decoración similar al resto de la casa, la huella de Nick estaba presente en cada rincón. Las paredes estaban llenas de pósteres de bandas de rock y también en una esquina había una colección de discos de vinilo en la cual sobresalía Cross Road de Bon Jovi.

Me levanté de la cama y caminé hacia la mesita de noche, donde reposaban varios cuadros de fotos. Quería saber todo cuanto pudiera de su pasado, de cómo se había convertido en el chico maravilloso que yo había conocido.

La primera que captó mi atención fue una en la que un pequeño bebé pelirrojo le sonreía a la cámara frente a una tarta de cumpleaños.

—Dios, Nick, ¿eres tú, cierto?

—No —respondió en un tono burlón—, es el otro hijo de mis padres.

Le saqué la lengua a modo de respuesta.

Se veía adorable en la imagen. Tenía mejillas regordetas y solo un par de mechones rojizos desordenados. Luego me fijé en una segunda foto, en la que aparecía otro rostro familiar, pero con unos cinco o seis años.

—¿Aurora? —exclamé—. ¡Parecía una niña!

—¡Siempre lo ha sido!

Me causó tanta ternura verlos que comencé a reír. En esa aparecían los dos en una especie de parque de diversiones, con algunos dientes faltantes en sus rostros sonrientes. Aurora llevaba su cabello rubio recogido en una coleta.

Seguí husmeando entre los cuadros. Había muchas versiones de Nick en ellos, y en todas irradiaba alegría. Cierta tristeza me invadió al pensar en esos días, aunque no lo hubiera conocido hasta mucho tiempo después. Ese niño de las fotos aún no tenía ojeras permanentes ni un corazón ajeno, ni tampoco había perdido a su padre o tenía que vivir una vida llena de limitaciones. Sin embargo, ese pequeño esperanzado aún vivía dentro del chico que llenaba mis días de color, y yo tenía que ayudarlo a exteriorizarse.

Había otras con sus padres y con otros chicos, incluida una pequeña y adorable Alice. La última foto que vi fue de su adolescencia. Sonreí al ver que usaba brákets, aunque ni siquiera eso hacía que dejara de ser un chico hermoso. Su sonrisa era casi perfecta, así que imaginé que los había usado por un largo tiempo.

—Uhm... así que tuviste frenos.

—Y ni siquiera eso evitaba que las chicas me persiguieran —respondió con arrogancia.

Fingí estar molesta.

—Sí, sí, ya sé que nunca has tenido problemas para tener a todas las chicas que has querido.

Soltó una risotada. Se acercó muy despacio a mí y me tomó con delicadeza por ambas mejillas.

—De hecho —susurró—, sí hay una que no ha dejado de darme problemas desde el día en que la conocí.

—¿Ah, sí? No tengo idea de quién pueda ser.

Sonreí y nos besamos con ternura. Envolví los brazos alrededor de su torso y luego apoyé la cabeza en su pecho. Su corazón latía con fuerza, al igual que el mío. Lo único que realmente deseaba en ese instante era que se mantuviera así por mucho más tiempo. Ya no podía imaginar mi vida sin él a mi lado.

—Recuerdas que tenemos algo pendiente, ¿verdad? —susurró con voz ronca.

Me atraganté con mi propia saliva.

—¿Eh?

—¿Lo olvidaste? —preguntó en el mismo tono de voz y se separó un poco de mí para mirarme a los ojos. Sentí mis mejillas encenderse.

—¿A... a qué te refieres?

—Al almuerzo con Halley, ¿a qué más podía ser?

—¡Oh! —exclamé, sintiéndome enormemente avergonzada—. Eso...

Habíamos hablado antes de hacer un almuerzo especial e invitar a mí hermana para celebrar lo del juicio y la sentencia de Jojo. Me sentí estúpida al pensarlo.

—Eh... supongo que podemos hacerlo el fin de semana... el sábado. Sí, el sábado.

Alzó una ceja.

—¿Acaso estás nerviosa, Bessie Boop? —preguntó con cierta malicia. Luego se inclinó para hablarme al oído—: ¿Pensaste que hablaba de algo más?

Un escalofrío me recorrió al sentir su aliento rozar mi oreja.

Negué con la cabeza sin demasiada seguridad. En realidad, sí había pensado otras cosas. Demasiadas.

—Bien —dijo sin que su boca abandonara mi oreja—, ya te mostré la habitación y aún nos quedan unos cincuenta minutos. ¿Qué te apetece que te muestre ahora, Bessie Boop? ¿Hay algo en especial que quieras hacer?

Su tono sugerente hizo que me flaquearan las piernas. Ni me atrevía a pensar en todo lo que me apetecía.

—Eh... supongo que lo que quieras. Tú eres el anfitrión, ¿no?

Sonrió de medio lado.

—¿Estás segura de permitirme elegir?

Asentí muy despacio con la cabeza. Supuse que no se refería a nada demasiado serio. No podíamos dejarnos llevar, ¿o sí?

—Pues... —susurró con voz sensual y me preparé para alguno de sus comentarios subidos de tono. Sin embargo, se separó de mí abruptamente y cambió el tono a uno divertido—: Me parece bien que nos tiremos aquí un rato a descansar. ¿Has tenido un día duro, no?

Me sorprendió su actitud, aunque ya debía estar adaptada a sus juegos. ¿Acaso nunca se tomaba nada en serio? No obstante, lo peor fue que me sentí algo decepcionada.

«¿Y tú qué esperabas? —me dije—. No sé puede ser más tonta, Elizabeth».

Caminó hasta la cama, se quitó los zapatos y se acostó bocarriba. Lo imité y me acosté a su lado con la cabeza apoyada sobre su brazo izquierdo. Supuse que eso sería todo.

—Tu cama es muy suave —dije, intentando romper un poco la tensión.

—¿Por qué estás asustada? —preguntó. No comprendí del todo.

—¿Asustada? ¿A qué te refieres?

Se giró un poco para mirarme a los ojos. Quedamos uno frente al otro.

—¿Crees que no lo he notado? Desde lo que ocurrió ayer por el mediodía estás huyendo de mí. También estás tensa. ¿Sabes que nunca te haría nada que no quieras, cierto?

Asentí. Lo sabía, pero sus palabras lograron relajarme de cualquier modo.

—¿A qué le temes, entonces?

Aparté un momento la mirada. Sin embargo, no quería mentirle. Volví a enfrentar sus ojos negros.

—Es que... a veces pienso que no estaré a la altura. Tengo muy poca experiencia.

Pareció sorprendido.

—¿Al sexo te refieres? —preguntó con incredulidad—. Eso es absurdo, Bessie Boop. El sexo va de confianza y de que ambos disfruten, la experiencia da igual. Nos amamos, eso debería bastar para que nos vaya perfecto. Pero está bien, comprendo si aún no estás lista. Quizás lo de ayer fue un error, me dejé llevar.

—No —me apresuré a aclarar—, no lo fue. Solo... estoy nerviosa, eso es todo.

—¿Solo nerviosa? —preguntó y alzó una ceja. Me tomó por la cintura para acercar más nuestros cuerpos—. ¿Quiere decir que no tienes miedo?

—¿Debería tenerlo?

—Quizás —respondió con una sonrisa maliciosa.

—Entonces lamento decepcionarte —susurré muy cerca de sus labios—, pero no estoy asustada.

Me dio una mirada retadora.

—Pues, no sabes lo mucho que me alegra escuchar eso...

Sin darme tiempo a reaccionar, se movió hasta quedar sobre mí. Su cuerpo aprisionó el mío y pude sentir su respiración sobre mi mejilla. Llevó su pulgar izquierdo hasta mis labios y los acarició con lentitud. Luego siguió trazando con su dedo un camino sobre mi vestido por mis clavículas, el espacio entre mis senos y finalmente mi ombligo. El roce hizo que toda mi piel se erizara.

—Si supieras lo hermosa que eres no pensarías tantas tonterías —dijo y me besó lentamente, disfrutándolo al máximo.

No pude evitar enredar mis dedos en sus cabellos y atraerlo más hacia mí. Mordió con suavidad mi labio inferior y se separó para mirarme a los ojos. Que su boca se alejara de la mía fue una tortura para mí.

—Dime, Bessie Boop, ¿me dejas hacer lo que tanto deseo?

—Tu mamá está abajo —respondí con dificultad.

—Eso solo lo hace más emocionante.

—¿Qué tal si sube?

—No lo hará.

—¿Estás seguro? —pregunté con algunas dudas aún. Sin embargo, lo único que deseaba en ese instante es que recorriera mi cuerpo con sus manos como la última vez.

—Totalmente.

Y eso fue suficiente para que me dejara llevar por esa pequeña parte de mí que me pedía a gritos que diéramos el paso de una vez por todas.

***

Estábamos tendidos en la cama, aún sin ropa. Ya no había ningún tipo de reserva entre nosotros: habíamos explorado cada milímetro del cuerpo del otro. Dudaba que se pudiera querer más a alguien de lo que lo quería yo en ese momento, tenía mi corazón a punto de explotar aún por la emoción de todo lo que acabábamos de hacer.

Me levanté sobre mi codo para mirarlo a los ojos. Sin embargo, tenía los suyos cerrados.

—¿Estás bien?

Asintió con la cabeza, pero no quedé convencida del todo.

—Nick, estás algo pálido, ¿seguro que estás bien?

—Estoy... perfecto.

Abrió los ojos y me observó con ternura. Intentó sonreír y me acarició la mejilla. Sus labios estaban hinchados y su rostro sonrojado.

—Te amo —susurró.

—Yo también te amo —respondí y deposité un pequeño beso en su frente sudada.

—Quisiera quedarme eternamente aquí contigo, Bessie Boop, pero no tenemos mucho tiempo.

Caí en cuenta entonces de que era cierto. Su madre debía estar al avisarnos para ir a cenar. Me alarmé y me incorporé de inmediato.

—Oh, Dios, qué vergüenza. No sé cómo lograré mirarla a los ojos.

Rio con las pocas fuerzas que le quedaban.

—¿Por qué? ¿Acaso tenemos que darle detalles de lo que hicimos aquí arriba?

—Idiota —dije y lo empujé por el brazo.

Se incorporó lentamente y se sentó en la cama.

—Debemos tomar un baño antes de bajar —dijo—. Iré primero. No tardaré.

Asentí y tomé mi vestido del suelo. Sin embargo, volví a soltarlo al ver que Nick se levantó de la cama y perdió el equilibrio por un instante. Estuvo a punto de caer, pero logró mantenerse en pie.

—¿Nick? —pregunté y me levanté para estar a su lado.

—No es nada —respondió, restándole importancia. Se pasó la mano por el cabello y luego me dio una pequeña sonrisa—. Quizás estoy un poco oxidado, tendremos que practicar más para ponerme al día.

Bufé y puse los ojos en blanco.

—Venga, acaba de ducharte de una buena vez. ¿No tuviste suficiente?

—Nunca tendré suficiente de ti, Bessie Boop —respondió y se acercó para envolverme en sus brazos y besar mi frente—. ¿Me oyes? Nunca.

Tampoco yo tendría suficiente de él ni aunque pasaran mil años. Esa era la única certeza que tenía en ese momento.

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