Capítulo 62
Dedicado a HadeeUmeresdurand
***
La última vez que había visto a Jason fue en el funeral de Jimmy. Revivir de manera fugaz ese momento me hizo sentirme confundida y algo indecisa. No estaba segura de si debía acercarme a él, solo sabía que dolería. Por otra parte, no podía huirle para siempre a todo lo que me hiciera recordar a Jimmy, sobre todo, porque no sabía si tendría alguna otra oportunidad de ver a Jason.
Nick no lo conocía, ni siquiera estaba segura de que supiera que Jimmy tenía un hermano. Estaba evidentemente abrumado con el enorme parecido físico, pero no tenía tiempo de detenerme a explicarle.
De manera inconsciente, comencé a caminar hacia Jason. No podía apartar los ojos de él. Lastimaba tanto verlo.
—Jason —lo llamé con voz temblorosa.
Se volteó a verme y cambió por completo su expresión.
—¡Bessie! —exclamó con asombro—. ¡No puedo creer que seas tú!
Me abrazó con fuerza. Me costó respirar por unos segundos. Incluso sus voces sonaban parecidas. O al menos así lo sentía. Quizás mis recuerdos habían comenzado a traicionarme.
—¿Cómo... cómo has estado? —pregunté cuando nos separamos.
—Yo... ya sabes —dijo con cierta tristeza en la mirada—, tengo días mejores y otros no tanto... Supongo que así son las cosas.
Asentí. Sabía muy bien a qué se refería.
—¿Y tú? —preguntó con curiosidad—. ¿Qué haces por aquí?
—Yo—
Nick carraspeó a nuestro lado. Me volteé a verlo de inmediato. Su expresión indicaba que seguía sin comprender mucho, aunque no había que pensar demasiado para notar el parentesco entre Jason y Jimmy.
Jason lo observó, expectante, y luego a mí. Por algún motivo, me sentí incómoda.
—Eh... Jason, él es... mi... Es Nick —solté sin pensarlo y me giré hacia él—. Nick, este es Jason. Es el hermano de... Jimmy.
Decir su nombre en voz alta se sentía muy diferente a pensarlo. Resultaba mucho más doloroso. Tampoco pude evitar apretar los puños a ambos lados de mi cuerpo al pensar la forma en la que acababa de presentar a Nick. ¿Por qué no había dicho simplemente que era mi novio? Estaba cagándola una vez más.
Jason sonrió y le extendió una mano.
—Hola. Es un gusto conocerte.
—Hola —respondió Nick y le devolvió el saludo con una sonrisa de cortesía. Sin embargo, su expresión de perplejidad era difícil de disimular—. El gusto es mío. Tú hermano era un chico genial.
—¿Lo conocías?
—Sí, yo también estuve un tiempo en la clínica.
—De hecho —dije en un tono muy bajo y con una pequeña sonrisa melancólica en los labios—, ellos eran amigos.
—Me alegra saber que al menos tuvo compañía antes de... —dijo Jason, pero no pudo continuar. Se aclaró la garganta.
—Bessie Boop —me dijo Nick—, me adelantaré para pagar estas cosas y luego iré a la moto.
Asentí.
—Encantado de conocerte —le dijo a Jason.
—También yo —respondió el rubio en un tono cordial.
Nick comenzó a alejarse y respiré aliviada. Aquel encuentro estaba siendo más duro de lo que había imaginado. Ni siquiera tenía idea de qué decir.
—Eh... ahora vivo aquí —dije finalmente—. Comenzaré muy pronto la universidad.
—¿En serio? Me alegra mucho saberlo. ¿Qué estudiarás?
—Psiquiatría —respondí con timidez.
—Guau —abrió los ojos con asombro—, eso es... admirable. La Facultad de Medicina es un reto, pero estoy seguro de que serás una psiquiatra fabulosa, Bessie. De hecho, me alegra que hayas tomado esa elección.
Bajó la mirada y suspiró profundo.
—Él también estaría muy feliz por ti.
—Gracias, Jason —dije con sinceridad.
—¿Sabes? Es de locos, pero a veces me parece que tengo que llamarlo o irlo a visitar a la clínica. Olvido por momentos que... ya no está ahí.
—No es de locos, Jason. También yo lo extraño mucho. —Su expresión abatida me hizo saber que necesitaba cambiar de tema. A ninguno de los dos nos hacía bien seguir esa conversación—. Y ¿cómo van las cosas con Diana?
Su mirada se iluminó al escuchar su nombre y esa fue la única respuesta que necesité.
—Bueno, vivimos juntos ahora, y estamos pensando en formar una familia. Ella es definitivamente la chica de mi vida.
—No sabes cuán feliz me hace escuchar eso —respondí con una sonrisa casi tan radiante como la suya al hablar de Diana. No obstante, dejé sonreír al pensar en Nick—. Creo que ya debo marcharme.
—Descuida, sé que están esperando por ti. Me alegra haberte visto, Bessie, espero que algún día volvamos a coincidir.
Nos despedimos con un abrazo y comencé a caminar fuera sin mirar atrás.
Una pequeña parte de mí quiso darle mi número de teléfono. La otra, sin embargo, me gritó que eso no sería nada saludable. Debía conformarme con saber que había seguido adelante con su vida. Resultaba desgarrador saber cuán solo estaba.
Al menos tenía alguien a quien amar y con quien compartir su sufrimiento y su felicidad. Ya no me sentía tan egoísta por tratar de hacer lo mismo. Pero sí me sentía horrible por lo que le había hecho a Nick. Cada paso hacia el aparcamiento se sintió más pesado que el anterior. Sí que me había ganado el «Oscar a la actuación más estúpida del año». Ni siquiera sabía por qué los nervios me habían traicionado de ese modo.
Cuando llegué a su lado ya había acomodado las bolsas y llevaba puesto el casco. Me pasó el mío sin decir una palabra. Su rostro tampoco mostraba ninguna expresión.
—Son jodidamente iguales —dijo, tratando de sonar indiferente, pero había algo más en su voz que no pude descifrar.
—Sí —susurré mientras me colocaba el casco y me subía a la moto—. También me sorprendió la primera vez que lo vi.
No respondió. Me aferré a él y apoyé el rostro en su espalda. Tenía un gran peso en el estómago y una vergüenza que nublaba mis sentidos.
Al llegar al apartamento lo ayudé a subir las bolsas de compras. Seguíamos sin hablar. Incluso sentí unos deseos repentinos de llorar. ¿Siempre iba a arruinar de ese modo nuestros momentos más felices por mi incapacidad de superar del todo el pasado?
Cuando depositó la última bolsa en la encimera necesitó sentarse en el sofá. Lucía pálido y agitado. Me preocupé un poco.
—¿Te sientes bien? —pregunté con cautela.
Asintió con la cabeza.
—Solo estoy algo cansado —respondió y recostó la cabeza en el respaldo. Suspiró audiblemente—. En un segundo iré a ayudarte a guardar las compras.
—Oh, no te preocupes, puedo hacerlo sola. —Comencé a guardar los alimentos en su sitio en la nevera—. Por cierto, prepararé tu estofado favorito. No estás comiendo casi nada últimamente. Supongo que estamos ordenando demasiada comida.
—Estoy bien. No necesitas cocinar nada en especial.
—De acuerdo, pero me gustaría hacerlo.
Asintió de nuevo con la cabeza. No pude evitar pensar que ni siquiera me estaba prestando atención. Debía estar enojado, tenía motivos de sobra.
Me recosté a la encimera sin dejar de mirarlo. Como estaba de espaldas, no podía ver mi expresión pesarosa. Tenía las palabras en la punta de la lengua y no me sentía capaz de pronunciarlas. La frustración ardía.
—Nick... —me atreví a hablar finalmente—. ¿Estás enojado?
—No.
—Yo... es que... Fui una idiota, ¿sí? No sé qué me ocurrió. La última vez que lo vi fue en el funeral de Jimmy. Yo... —Bajé la cabeza y exhalé con fuerza, derrotada—. Lo siento...
—No estoy enojado —repitió y se volteó a verme—. Tampoco tienes que explicarme nada.
Aunque seguía serio, su expresión estaba serena. En realidad, no parecía enojado en lo absoluto. Parecía decepcionado, algo incluso peor.
—Aún me resulta muy difícil —confesé.
Se levantó y caminó hasta detenerse frente a mí. Me tomó con delicadeza por ambas mejillas y me miró a los ojos.
—Lo sé —susurró. Abrí la boca para decir algo, pero me silenció al poner su pulgar derecho sobre mis labios—. Prometí que no me importaría compartir tus sentimientos con él. Confieso que es más duro de lo que pensé. Maldita sea, ¡mucho más!
Abrió mucho los ojos y sonrió con algo de amargura.
—Pero está bien —añadió y me observó con ternura—, puedo lidiar con eso. Te amo demasiado, Elizabeth Boop, y tenerte aquí conmigo compensa cualquier otra cosa. Lo juro.
Mis ojos se humedecieron y sentí un calor muy reconfortante inundar mi pecho. ¿Cómo podía ser tan perfecto?
—Yo también te amo, Nick.
Sonrió y hundió el rostro en mi cuello. Depositó un pequeño beso allí.
—Lo sé. Deja de mirarme como si quisieras arrodillarte y pedirme perdón. Si te vas a arrodillar que sea para algo más divertido.
Soltó una carcajada maliciosa y sentí mis mejillas arder.
—¡Ey! —lo reprendí, intentando ocultar mi vergüenza—. Basta, entonces. Déjame preparar el almuerzo.
Traté de zafarme de él y me volteé hacia la encimera. Sin embargo, quizás no fue una decisión tan inteligente. En lugar de alejarse, se acercó mucho más y me abrazó por la espalda. Todo su cuerpo entró en contacto con el mío y sentí un cosquilleo intenso recorrerme desde la punta de los pies hasta la cabeza. Mi rostro no dejaba de arder.
Sus labios recorrieron mi cuello, pero esa vez no hubo sutileza alguna en su gesto. Lo estaba haciendo con toda la intención de despertar sensaciones en mí. Y sí que lo estaba logrando, ni siquiera logré moverme.
Instintivamente, cerré los ojos. Sus manos comenzaron a acariciar mis brazos y luego bajaron hasta quedarse en mis caderas. Su boca subió hasta mi oreja sin dejar de besar y lamer cada milímetro de mi piel. Un escalofrió me recorrió.
—¿N-nick...? —susurré con dificultad.
—¿Sí?
—¿Q-qué haces?
—Lo que llevo mucho tiempo deseando hacer —respondió con voz ronca y sensual—: besar y acariciar a mi novia.
Una de sus manos se enredó en mis cabellos y tiró suavemente hacia atrás para tener mejor acceso a mi cuello. No opuse resistencia alguna. Volvió a besarme, solo que esta vez su otra mano se introdujo por debajo de mi blusa y rozó la base de mis senos. Casi me atraganto con mi propia saliva al sentir el cosquilleo. Me costaba admitirlo, pero quería que fuera más lejos. Mucho más.
Pegó más su cuerpo al mío y pude sentir en mi espalda baja el efecto que estaba causando en él. Todo el oxígeno de la habitación pareció esfumarse. Sin poder hacer nada para evitarlo, un pequeño gemido se escapó de mis labios.
Se detuvo.
—¿Dijiste algo? —preguntó con voz juguetona.
Negué como pude con la cabeza. No quería que se detuviera.
Entonces soltó una risilla y se apartó de mí.
—No tienes nada de qué preocuparte —dijo con diversión.
Me volteé para mirarlo, totalmente confundida y sin recuperar aún el aliento.
—¿Qué?
—Que ya me siento mejor, puedes seguir con el almuerzo.
¿De eso se trataba todo? No podía creerlo. Solté una risa nerviosa al verlo burlarse de mí. Quizás lo merecía, pero no pensaba dejar las cosas de ese modo. La Bessie vengativa tomó control de mí y decidí ir un paso más adelante. De cualquier modo, saltaba a la vista que no era yo la única emocionada.
Sin darle tiempo a reaccionar, me acerqué y asalté sus labios con fuerza. Enredé mis brazos en su espalda y lo atraje hacia mí. Su boca respondió de inmediato besándome con la misma intensidad. Me hizo retroceder hasta chocar con la encimera. Entonces me tomó por los muslos y me levantó con agilidad del suelo hasta sentarme sobre la encimera y colocarse entre mis piernas. Sin dejar de besarme, apartó con la mano la comida a mi lado. Sentí algo caer al suelo, pero no me importó. Estaba demasiado ocupada acariciando su espalda.
No sabía hasta dónde llevaríamos ese juego. Jamás habíamos tenido ningún otro contacto tan apasionado. Una mezcla de adrenalina y temor se apoderó de mí al verlo quitarse la camiseta y lanzarla al suelo. Su colorido tatuaje quedó al descubierto y sentí una enorme necesidad de tocarlo. Acaricié su pecho sin dejar de mirarlo a los ojos. Sus dos esferas oscuras brillaban con tanto deseo que mis piernas flaquearon.
Sus manos fueron con rapidez hasta la costura de mi jersey y lo retiraron por encima de mi cabeza. Mi pecho expuesto solo en un sencillo sujetador negro subía y bajaba con dificultad.
Me besó una vez más sujetándome por la nuca.
Mis nervios estaban a flor de piel. Él, por otro lado, no parecía tener vergüenza o miedo de nada. Apretó con fuerza mi trasero por encima de mis jeans y me acercó mucho más para que sintiera su cuerpo. Envolví las piernas en su cintura y un nuevo cosquilleo surgió en mi interior.
Yo también lo quería. Lo quería más de lo que había imaginado.
—¡Mierda!
El grito de Aurora y el portazo nos regresaron a la realidad.
Nick se separó de inmediato. Mi primer instinto fue cubrirme el pecho con los brazos. No obstante, el rubio estaba afuera del departamento. Había cerrado de inmediato al ver la escena, y nosotros ni siquiera habíamos escuchado la puerta abrirse.
—Voy a matarlo —declaró Nick entre dientes. Su expresión de enojo me hizo temer por el pobre Aurora—. ¡Mierda! ¡Voy a matarlo lenta y dolorosamente!
Me había quedado ben claro que, después de mí, Aurora era la persona menos oportuna de la historia. Y, de ser él, en ese momento hubiera corrido por mi vida sin mirar atrás.
Reaccioné y me coloqué el jersey de vuelta a toda velocidad. De un salto me bajé de la encimera. Mi rostro ardía intensamente.
—¡Idiota! —se quejó Nick—. ¿Tenía que llegar precisamente ahora?
—Basta, Nick, es nuestra culpa... Estábamos en la cocina.
—¡Maldita sea! ¡Le voy a quitar la jodida llave!
Le alcancé la camisa para que terminara de vestirse. Sin embargo, su «problema» estaba lejos de solucionarse. Se apoyó en la encimera e inspiró hondo tratando de calmarse. Cada vez me sentía más avergonzada. ¿Cómo habíamos llegado a esa situación?
Decidí que era mejor si yo le abría al desdichado Aurora.
Cuando lo hice ni siquiera pude mirarlo a los ojos. No obstante, no fue su sonrojo lo que llamó de inmediato la atención. Mi mandíbula casi cae al suelo al detallarlo. Estaba cubierto desde el cabello hasta los zapatos de algo oscuro y pegajoso. Olía dulce, a Coca Cola, y su expresión de desconsuelo solo aumentó mi confusión.
—¿Y a ti qué mierda te pasó? —preguntó Nick mientras se acercaba a nosotros. Al parecer su desconcierto había dejado su enojo en un segundo plano.
El rubio hizo un puchero y bajó la mirada.
—Natalia... —musitó a la vez que entraba y cerraba tras de sí—. La invité a salir.
—¡¿Qué?! —preguntamos Nick y yo al unísono.
Aurora asintió.
—La llamé hoy en la mañana y le dije que almorzáramos juntos. Insistí un poco y accedió porque la otra opción era quedarse en casa cuidando a sus primos pequeños que tienen varicela.
—Guau, al menos prefirió ir contigo que contagiarse —dijo Nick y soltó una risilla burlona.
También sentí ganas de reír, pero me resistí a causa de la expresión triste de Aurora.
—Espera —pregunté con escepticismo—, ¿y cómo conseguiste su número?
Ambos se miraron. Sentí que me estaban dejando fuera de algo.
—Eh... en realidad, Bessie Boop —admitió Nick, arrastrando las palabras—, fui yo quien lo copió de tu teléfono.
—¿Qué? —Me enoje con ambos—. ¡Natalia me prohibió dárselo, Nicholas! ¡Me va a asesinar!
—Lo siento, no resistía más a este idiota llorando a mi lado porque quería el número de esa jodida demente. Créeme, yo tampoco tenía mucho interés en dárselo.
—¿Saben qué? Si ella decide desquitarse conmigo en serio me las van a pagar. —Crucé las manos dramáticamente sobre mi pecho y volví a mirar a Aurora—. Y bien, ¿cómo fue?
Nick estalló en una carcajada.
—¿Hablas en serio? —preguntó—. Solo hay que mirar su apariencia de «cita exitosa».
Aurora le mostró el dedo medio antes de responderme:
—Bueno, todo iba bastante bien. Me había insultado solo un par de veces hasta que... —Hizo una pausa y suspiró con resignación. Nick y yo lo observamos expectantes—. Hasta que intenté besarla.
La risotada de Nick resonó en todo el departamento. Para ese momento ya no debía acordarse de la interrupción, estaba muy ocupado burlándose de la —seria— desgracia de Aurora. Se sentó en el sofá para reírse más a gusto.
—Bueno —dije, tratando de consolar al rubio—, supongo que a ella no le pareció muy bien eso.
—Pues no, me lanzó su bebida encima y se marchó mandándome a volar... Creo que ahora sí perdí las esperanzas con ella.
—Bah, no lo creo. Si algo he aprendido de Natalia es que actúa totalmente fuera de lo que sería considerado—
—¿Cuerdo? —exclamó Nick—. ¡Por algo será!
Le lancé uno de los paquetes de cereales que quedaban sobre la encimera para que se callara.
—Iba a decir «común» —aclaré, enojada. Volví a dirigirme al rubio—. Si aceptó salir contigo es porque le interesas, estoy segura. Ella jamás compartiría espacio con alguien que no le agrade al menos un poco. No te des por vencido aún.
—¡Ella odia a todo el mundo! —acotó Nick, pero ambos lo ignoramos.
—¿En serio lo crees? —preguntó Aurora, esperanzado.
Asentí. Su mirada recuperó su brillo infantil habitual.
—Tienes razón. ¡Volveré a intentarlo en cuanto se le pase lo de hoy!
Nick bufó.
—Esto es increíble —masculló.
Aurora dio media vuelta, dispuesto a marcharse, pero lo detuve.
—Eh... ¿Te vas? Creo que primero deberías tomar un baño y cambiarte, ¿sabes? Además... eh... ¿por qué no te quedas a ver películas con nosotros esta tarde?
Pareció gustarle la idea. Corrió entonces hacia la habitación de Nick, salió con ropa limpia y se encerró en el baño.
Nick me observó con preocupación.
—Diablos, Bessie Boop, ¿qué carajos acabas de hacer? ¿En serio lo animaste a seguir acosando a Natalia? ¡Es Natalia!
—Supongo que necesita que alguien lo apoye —respondí con un encogimiento de hombros.
—Ya... —Alzó el tono de voz para que el rubio lo escuchara—: ¿Sabes que él dejó de madurar a los seis años cuando se golpeó la cabeza contra el árbol del jardín trasero de su casa, no?
—¡Ey, ese golpe dolió! —protestó Aurora desde la ducha.
—Lo sé, ¡aún no se me olvida que lloraste por horas!
Puse los ojos en blanco y sonreí. Al menos me quedaba el consuelo de que Nick no era capaz de guardarle rencor a Aurora por mucho tiempo.
Por otro lado, respiré aliviada al saber que Aurora se quedaría con nosotros. Siempre se iba tarde, o quizás incluso se quedaría a dormir en el sofá. No me sentía psicológicamente preparada para volver a quedarme a solas con Nick.
Un rato antes nada me había importado demasiado. Tenía la mente enfocada en otros «detalles». Sin embargo, al detenerme a pensarlo con la cabeza fría me asaltaron muchas inseguridades que ni siquiera sabía que podía tener. Mi corta experiencia sexual se limitaba a una persona: Jimmy. Él era virgen al igual que yo, por lo que comenzamos a experimentar juntos.
Con Nick todo era diferente. Él no había titubeado ni un segundo y sabía muy bien lo que hacía. Tenía mucha experiencia, más de la que me hubiese gustado, y yo temía no estar a la altura de sus expectativas.
Quizás recordar que él había sido justo a la persona a la que le había pedido consejos sobre la primera vez no ayudaba en lo absoluto. La situación sí que había dado un giro inesperado. Sus palabras en aquella ocasión habían sido que cuando alguien quería verdaderamente era capaz de esperar. Tal vez lo que más me avergonzaba era reconocer que yo también quería dar ese paso. Solo que no apresuraría las cosas, todo llegaba a su debido momento, y ya Aurora nos había dejado claro que ese día no ocurriría. Mejor así.
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