Capítulo 61
Dedicado a SophieRojas1
***
La sala del juicio tenía poco en común con la primera que visité después del incendio. Era mucho más pequeña y había menos personas que en aquella ocasión, pues no habían querido darle tanta cobertura mediática al caso. Quizás ya habían aprendido la lección después de la ola de odio que comenzaron contra mí poco más de un año antes.
El abogado me acompañó al pueblo, pero Nick se quedó en casa. Llevábamos menos de una semana de novios y no queríamos estar ni un día separados. Sin embargo, ya había sido lo suficientemente difícil para mi padre digerir todo lo de Josh y la reapertura del caso de un día para otro.
Esta vez sí se haría justicia, de eso estaba segura. La fiscalía no había dado demasiados detalles, pero según mi abogado todo indicaba que con las nuevas pruebas de una vez por todas se le había dado un cierre real al caso del incendio. Lo único que faltaba era decidir mi participación en el encubrimiento de la culpabilidad de Josh.
Fue casi una hora lo que estuve ahí dentro. Cada minuto más intenso que el anterior. Mis manos estaban sudorosas y tenía que controlarme todo el tiempo para no jugar con la costura de mi falda. No obstante, no tuve ningún ataque de pánico. De hecho, esos episodios de horror se habían convertido en apenas un mal recuerdo de mi pasado. Solo eso: un recuerdo.
Pude hablar y defenderme cuando fue mi turno, justo como me indicó previamente el abogado, y también fui capaz de demostrar cuánto me había recuperado luego de mi estancia en la clínica. Ya no era la chica loca y descontrolada que una vez habían declarado inocente por falta de pruebas, pero que habían condenado públicamente a una culpabilidad eterna.
Por primera vez en mi vida, yo era una mujer fuerte y ansiosa de ser libre.
Mi estómago se contrajo un poco cuando el juez se dispuso a dictar la sentencia y nos ordenó a ponernos de pie. Pero sus siguientes palabras quedarían grabadas en mi memoria para siempre, sobre todo una: «inocente».
Yo, Harriet Elizabeth Moore, era considerada inocente después de tanto tiempo.
El abrazo emocionado del abogado fue lo que me sacó del trance y me obligó a reaccionar. Todo se había terminado. En lugar de sonreír, los nervios me traicionaron y comencé a llorar. Sin embargo, eran lágrimas de felicidad.
Ellos habían tenido en cuenta todo mi historial psiquiátrico y todo el daño que sus procedimientos erróneos del pasado me habían ocasionado. De igual modo, habían determinado que Josh no los asesinó de manera intencional, sino accidental. Mi nombre nunca más estaría relacionado con el incendio, y todos los chicos podrían descansar finalmente en paz. Mi Beth podría descansar.
Al salir de la corte me recibió mi familia. No me alcanzaban las fuerzas para todos los abrazos que quería darles. Llamé a Nick de inmediato y creo que hasta mi padre escuchó el chillido de emoción de Aurora al otro lado de la línea. Ellos habían estado esperando ansiosos por los resultados del juicio.
Solo faltaba que encontraran a Jodie de una vez por todas y la juzgaran. Entonces mi felicidad estaría completa.
El resto de la tarde fue de celebración. Pasaría esa noche en el pueblo y al amanecer regresaría a casa. No podía volver a faltar al trabajo y el día anterior había cambiado el turno para prepararme para el juicio —y también porque la ansiedad no me permitía pensar en nada más—.
Esa noche después de la cena salí al jardín y me senté en la hierba. Miré hacia el cielo y me atacó una risa nerviosa. Aún no podía creerlo del todo que toda esa pesadilla se hubiera acabado.
—Soy libre... —les susurré a las estrellas—. Lo logré.
Volví a reír mientras mis mejillas se llenaron de lágrimas. Ya no me importaba nada más. Había probado que no era una asesina. Era hora de que toda esa nieve que había cubierto mi vida por tanto tiempo se derritiera y saliera el Sol. Stella tenía razón, ninguna estación era eterna.
Era una noche clara y despejada. En el pueblo las estrellas eran mucho más visibles que en la ciudad, y siempre estaba esa que resaltaba sobre el resto. Pensé en Jimmy. Él siempre me creyó en mí, incluso cuando yo me había dado por vencida. No podría vivir ese momento a mi lado, pero celebraría conmigo desde cualquier lugar que estuviera. Muy dentro lo sabía.
Me tiré hacia atrás sobre la hierba y me abracé a mí misma. Mi nueva vida recién había comenzado.
***
—Tu casa parece un chiquero y la decoración es pésima —dijo Natalia con una mueca de desagrado.
Nick soltó un bufido y se marchó al sofá a hacerle compañía a Aurora, que no paraba de observarla con una enorme sonrisa de tonto. Quizás invitarla a cenar no había sido una buena idea, después de todo.
—Gracias por los halagos, lombriz anoréxica —respondí con ironía—. Me alegra saber que te gustó el lugar.
—¿Y quién cocinó? ¿Tú? Espero no morir intoxicada.
Puse los ojos en blanco y resoplé.
—Casi termino, pero sabes que puedes ayudarme, ¿cierto?
—¿Ayudarte? —Me observó con incredulidad y luego fijó la vista en sus uñas—. No, cariño, solo acepté venir porque ganaste el juicio ayer y es una situación especial. De lo contrario, sobre mi cadáver. Sobre todo, por ese imbécil rubio que no deja de mirarme. ¿Además de esa tortura también quieres que te ayude? Esperas demasiado, pequeña Bessie.
Ella se movió para tomar una de las cervezas que compramos para la celebración y aproveché para hacerle señas a Aurora de que la dejara en paz. Sabía de sobra que Natalia era capaz de marcharse, y entonces toda su insistencia para que la hiciera venir sería en vano.
—Debo reconocer que no tengo mucho que celebrar —apuntó Natalia, apoyada de espaldas a la encimera—: Me gustaba más la versión donde sí eras culpable, eso te hacía parecer más interesante. Ahora no eres más que una pueblerina insípida. Al menos sigues teniendo la clínica en tu historial. A mí todos me respetan al enterarse.
Solté un bufido. Esa chica era impredecible.
—¿Por qué será, eh?
Luego de terminar la cena —pues ni siquiera Nick tuvo la gentileza de ayudarme porque no quería estar cerca de Natalia—, comenzamos a comer los cuatro. El ambiente estaba un poco extraño. A Nick no le agradaba Natalia y a Natalia no le agradaba Nick, además que odiaba a Aurora. El rubio, por otro lado, seguía empecinado en conquistarla. Y luego estaba yo, que era el único hilo conductor entre ellos tres.
«Tú solo sonríe y come, Bessie —me di ánimos—, tú puedes».
—Bueno... —decidía romper el silencio en la mesa—. Tengo algo que contarles.
Los tres me miraron, expectantes. Natalia se me adelantó:
—¿Tienes herpes? Seguro te los pegó este idiota.
—¡¿Qué?! —repliqué con incredulidad—. ¡No!
Solté una risa. Eso era «un poco» imposible, porque aún no habíamos dormido juntos ni por primera vez. Nick se limitó a sacarle el dedo medio y ella le respondió con una sonrisa torcida.
—Todo es posible tratándose de él —musitó ella, pero me apresuré a hablar para que no tuviera la oportunidad de continuar.
—No es eso. Es que... en el último año tuve bastante tiempo para pensarlo y, bueno, después de pasar por la clínica y aprender más del tema con ayuda de Stella, estaba casi convencida de lo que me gustaría estudiar en la universidad. Falta muy poco para que tenga que enviar las solicitudes, así que aproveché que estaba con mi familia y charlamos sobre el tema.
—¿Y? —preguntó Nick, ansioso.
—¿Tomaste una decisión? —lo secundó Aurora con impaciencia.
—Así es —respondí con entusiasmo y nerviosismo—, voy a aplicar para la Facultad de Medicina. ¡Quiero estudiar Psiquiatría!
Todos se emocionaron mucho y me felicitaron. Nick se levantó con emoción, me abrazó con fuerzas y me dio un breve beso.
—La alegría es genial y todo —dijo Natalia y puso los ojos en blanco—, pero ya basta. Me harán vomitar.
Nick bufó.
—Nadie puso un arma en tu cuello para que vinieras —respondió.
—No, pero la próxima ni siquiera de eso modo conseguirán hacerme venir.
—Gracias al cielo —replicó Nick y yo le di un codazo.
—Suficiente. Dejen de robarse el protagonismo de mi momento —dije con ironía.
—Bueno... —dijo Aurora cuando Nick volvió a su asiento—. No quiero robarme tu protagonismo tampoco, pero ya que estamos hablando sobre el tema, les contaré algo, aunque es una tontería. Yo también aplicaré para la universidad este año.
—¿En serio? —exclamé—. ¿Cómo puedes decir que es una tontería? ¡Eso es fantástico!
—¿Tú? —preguntó Natalia, incrédula—. ¿No eres demasiado estúpido como para eso?
—De hecho, yo ya estuve en la universidad... —respondió el rubio con timidez.
Me sorprendí al escucharlo.
—Oh, por Dios. Aurora, ¿cómo es que estuviste en la universidad y yo no tenía ni idea?
—Es que comencé Administración, como mi padre. Luego descubrí que eso no era lo mío y lo dejé al terminar el primer semestre.
—Y terminó con sobresalientes, por cierto —enfatizó Nick, mirando directamente a Natalia.
Ella no intentó disimular su expresión de desagrado.
—Quizás no eres tan tonto, entonces —admitió finalmente—. ¿Y qué piensas estudiar esta vez?
—Pues... —Aurora sonríe con orgullo—. Voy a ser veterinario.
—¿En serio? Pobres animales, no tienen idea de lo que les espera.
Natalia hizo una mueca divertida. Yo, por otro lado, no podía estar más feliz por él.
—Eso es genial. Sé que serás un veterinario estupendo. —Aurora me dio las gracias con una enorme sonrisa. Entonces me dirigí a Nick—: ¿Sabes? Tú también deberías animarte.
—¿A qué? —cuestionó con una ceja elevada—. ¿A volver a tener que estudiar por obligación? No lo creo, Bessie Boop. Desde los cuatro años me convencí por completo de que la escuela y sus normas ridículas no son lo mío.
Negué con la cabeza y rodé los ojos. Mi chico era incorregible. Sin embargo, era libre de escoger lo que lo hiciera feliz, así que luego le sonreí con cariño y le guiñé un ojo.
***
—Puedes volver cuando quieras, lombriz anoréxica —dije con algo de nostalgia cuando llegó la hora de despedir a Natalia—. No te pierdas por demasiado tiempo, creo que ya había comenzado a extrañarte.
—Yo no —manifestó Nick con indiferencia. Me limité a ignorarlo.
—Guau, rata pueblerina —respondió ella y miró a Nick—, tu buen gusto siempre me ha sorprendido...
—Volverás, ¿cierto? —preguntó Aurora con una enorme sonrisa.
—Sí, con la condición de que tú no estés. —Sus palabras hicieron que la sonrisa del chico se convirtiera en un puchero, pero a ella no le importó demasiado—. Bueno, pequeña Bessie, ¿sabes conducir?
—Eh... no realmente, pero Nick—
—Ni lo intentes —me interrumpió él—. A mí no me agrada, así que no pienso llevarla a casa.
Quise golpearlo por un momento, pero Aurora no me dio tiempo a responder.
—¡Yo puedo hacerlo! Puedo llevarte sin problemas a casa.
—No gracias, prefiero pedir un taxi.
—Vamos, Natalia, no seas tan dura... —dije, intentando sonar persuasiva—. Míralo desde este punto: el dinero que vas a gastar en un taxi puedes ahorrarlo y gastarlo luego en el salón de belleza. Solo tienes que soportar a Aurora por unos minutos... No lo sé, para mí vale la pena.
Nick me miró con extrañeza y Aurora puso cara de: «¿Me estás ayudando o me estás hundiendo?». La verdad era que ni yo lo tenía muy claro. No obstante, ella terminó por asentir, aunque seguía algo contrariada.
—Tienes razón. Mientras no me dirija la palabra ni una vez, creo que puedo soportarlo.
Aurora sonrió victorioso, como si acabara de ganarse la lotería. Por algún motivo, sentí pena por él. Debía reconocer que el chico tenía agallas. Natalia se despidió de nosotros —más bien de mí— y finalmente se marcharon.
Cerré la puerta y nos sentamos en el sofá. Había sido una noche divertida y un poco intensa, además.
—Solo espero que ella lo golpee o algo, a ver si se le pasa esa tontería —dijo—. De lo contrario, creo que tendré que llamar a Bárbara y pedirle de rodillas que vuelva con él. Maldita sea, ¡creo que sería capaz de pagarle para que lo haga con tal de que se aleje de esa loca de mierda!
Al escuchar su comentario tomé uno de los cojines y lo golpeé. ¿Cómo se atrevía a comparar a «mi» loca con esa otra insoportable?
Ambos rompimos en una carcajada. En realidad, todo eso era una locura con letras mayúsculas.
Nuestro plan para el resto de la noche era abrazarnos en el sofá mientras veíamos alguna película. Aunque quizás tendríamos que posponerlo. Nick lucía exhausto y sus ojeras estaban más pronunciadas que de costumbre. Y no era para menos, lo del juicio había sido demasiado estresante. Además, apenas había tocado la cena. Quizás la visita de Natalia suponía un extra de ansiedad para él. Me sentía un poco culpable por todo eso.
Me dispuse a hacerle muchos mimos y a decirle que mejor se fuera a descansar. Sin embargo, mi teléfono sonó antes de que tuviera tiempo de hablar.
Era el número de Noah. Contesté a toda prisa.
—¿Noah? ¿Está todo bien?
—Acaban de avisarme, Bessie —contestó, agitado—. Es Jodie, la atraparon.
Las noticias estaban por todos lados. Jodie había sido atrapada mientras intentaba huir del país. Enfrentaba cargos por homicidio, aunque primero se le haría una evaluación psiquiátrica. De ser necesario sería internada en una institución metal hasta que mejorara. En ese caso, luego enfrentaría todo el peso de la ley. No tenía escapatoria.
Quizás nunca pagaría lo que había hecho con Jimmy por falta de pruebas, pero al menos no lograría eludir el resto de sus crímenes. Saberlo era suficiente para que yo pudiera finalmente estar en paz.
Su madre tampoco saldría ilesa. Todos los fraudes que había hecho para meterla en la clínica salieron a la luz y era probable que no volviera a ejercer la abogacía debido a su complicidad en los crímenes de su hija. No obstante, ambas estaban pendientes a juicio aún.
Sería un caso de conocimiento público por estar directamente involucrado con la muerte de Beth y los chicos, una tragedia a la que se le había dado bastante seguimiento mediático. Sin embargo, por primera vez mi nombre o mi rostro no aparecían en ninguna de las noticias. Todos se referían a mí como «la chica sobreviviente del incendio». El anonimato y la inocencia pública se sentían tan reconfortantes que mi vida estaba envuelta en una tranquilidad que, de haberla experimentado antes, no la recordaba.
Por fin la ansiada justicia había llegado.
***
Había mucho que celebrar, así que Nick y yo decidimos ir a cenar. De igual modo, nos apetecía algo de tiempo a solas. Habíamos estado demasiado «acompañados» durante todos esos días. Un respiro se sintió bien para ambos.
Dejé que él escogiera el lugar. Estuvo insistiendo mucho con llevarme a su restaurante favorito, uno cerca de la bahía con elegantes balcones y vistas privilegiadas de la ciudad. Incluso tuve que llevar un vestido, algo de maquillaje y zapatos de tacón. Por mí estaban perfectas unas hamburguesas con soda —sobre todo, porque estaba exhausta después del día intenso que había tenido en la cafetería—, pero no quise ser aguafiestas.
Él apenas comió y yo me limité a probar un par de platos cuyos nombres en japonés me era imposible pronunciar. Sin embargo, no podía borrar la sonrisa de mi rostro. Necesitaba muchas más noches así de románticas a su lado, sin importar en qué sitio fueran.
—Auch —me quejé al poner un pie en casa y quedarme descalza justo al cruzar la puerta—. La próxima vez llevaré los zapatos en la bolsa y los tenis para el viaje en la moto.
—De haber sabido que estabas sufriendo tanto —respondió con una sonrisa traviesa—, te hubiera subido de la forma tradicional para traer a las novias.
Apenas tuve tiempo de reaccionar antes de que me tomara entre sus brazos y me levantara del suelo.
—¡Nicholas! —exclamé entre risas y me aferré a su cuello—. Tengo entendido que eso es solo después de las bodas.
—¡Bah! Tonterías. Puedo subir a mi novia así cada vez que tenga las jodidas ganas de hacerlo.
«Mi novia», repetí mentalmente. Sonaba tan bien saliendo de su boca que casi no podía creer que fuera realidad. Quería atesorar ese recuerdo para siempre.
—¡Oh, no! —bromeé—. ¿Y qué harás en nuestra noche de bodas si esto se vuelve una costumbre? Es un ritual especial que no puedes profanar.
Le di un corto beso en los labios y sonreí. No obstante, sentí su agarre flaquear un poco. Con cuidado, me devolvió al suelo.
—¿Estás bien? —pregunté al ver que parecía fatigado. Quizás era demasiado esfuerzo para él.
—Sí, solo un poco cansado —respondió, restándole importancia—. He tenido que trabajar muchas horas últimamente para ponerme al día.
—Pues somos dos. Creo que podría dormir cuarenta y ocho horas seguidas.
Caminé hasta el sofá y me dejé caer. Apoyé la cabeza al respaldo y di unas palmaditas a mi lado para que me acompañara. Se tomó un momento para acompañarme, pero terminó por hacerlo.
Al ver que no me abrazó como pensé que haría, me volteé para observarlo. Parecía perdido en algún lugar no muy agradable de sus pensamientos. Su expresión entristecida así lo confirmaba.
—¿Qué te ocurre? —susurré y me incorporé un poco—. ¿En qué piensas?
Suspiró profundo y me regaló una sonrisa triste.
—Tú realmente quieres casarte de blanco y todas esas cosas, ¿no es cierto?
Asentí.
En realidad, esa había sido una de mis más grandes fantasías desde la niñez. La concepción infantil del vestido de princesa y los pétalos de flores blancas por doquier había evolucionado un poco, pero seguía deseando al menos una pequeña ceremonia con mis seres más queridos.
—Sí me gustaría, aunque no es algo imprescindible. Ahora sé que los sentimientos son más importantes que todas esas formalidades.
Asintió de un modo casi imperceptible y sin mirarme directamente a los ojos. No comprendía el cambio repentino en su actitud.
—Bessie Boop... —comenzó a decir en un tono de voz muy bajo y casi arrastrando las palabras—. ¿En algún momento te has detenido a pensar que elegir estar conmigo probablemente significará renunciar a muchos de esos sueños?
Se me escapó una risilla nerviosa.
—¿De qué estás hablando, Nicholas? Creí que ya ese tema estaba zanjado entre nosotros. Comprendo que no lo veas como algo importante para amar a una persona, pero sí sería algo lindo que me gustaría experimentar alguna vez. Creo que podemos decidirlo más adelante.
—No me refiero a eso —dijo con seriedad—. Sé que ya hablamos al respecto, pero las cosas han cambiado. En aquel momento no eras mi novia ni sabía si llegarías a serlo... Ahora me estoy sintiendo muy egoísta por arrastrarte a toda esta mierda conmigo.
—¿Por qué siento que ya no estás hablando del matrimonio? —pregunté con temor.
Suspiró con pesadez.
—Yo me voy a morir, Bessie Boop.
—¿Qué? —pregunté con incredulidad—. No puedo creer que sigas con eso. Todos nos vamos a morir en algún momento, Nicholas. ¿Acaso estás deprimido de nuevo? ¿Te sientes mal? Tiene que ser eso.
—No —dijo y negó con la cabeza—, no es eso.
—No sé si deba creerte. ¿Estás pensando en eso todo el tiempo nuevamente? Hace menos de un mes que me dijiste que me amas y que querías darme todo el tiempo que tengas, y ahora vienes con esto. ¿Cómo esperas que te crea?
—No. Juro que no. Es solo que... —Resopló con frustración—. Aún siento cada palabra que te dije ese día, pero lo he pensado mucho y siento que no es justo para ti. No quiero ser pesimista, pero tengo que ser objetivo. Me sometí a un jodido trasplante de corazón a los diecisiete años, ¿qué expectativa de vida crees que pueda tener?
—¡La expectativa de alguien que sigue vivo, Nick! —exclamé, enojada por su actitud—. ¡La expectativa de alguien que no murió de un maldito infarto cardíaco!
Se pasó las manos por el cabello y me miró a los ojos. Podía ver la desesperación en los suyos, consumiéndolo desde lo más profundo de su interior.
—Bessie Boop... ¿tú realmente te has detenido a pensar cómo sería un futuro a mi lado? Yo siempre voy a estar luchando contra mi propio cuerpo para tener un día más de vida. Cada semana, mes y año que pase voy a estar más débil y más enfermo. Será una vida de limitaciones y salas de hospital. Esa no es la vida que te mereces, y por desgracia es la única que podrás tener si te quedas conmigo.
Tragué en seco y negué con la cabeza. No podía creer que esas palabras estuvieran saliendo de su boca. Tenía un nudo enorme en la garganta que apenas me permitía respirar.
—Nick, basta ya. Nada de eso importa ahora. Estamos aquí y estamos bien. No sabemos lo que pueda pasar en el futuro. Tienes que dejar de pensar en que algo malo va a ocurrir. Yo viví así demasiado tiempo y sé que eso no te permitirá disfrutar de los momentos más felices. Tienes que detenerte. Nosotros nos amamos y saldremos ade—
—¡No hablo de amor, Bessie Boop! —me interrumpió. Sus ojos estaban húmedos y su voz más ronca de lo habitual—. Yo te amo, te amo demasiado, y justo por eso necesito decirte todo esto. Siento que te estoy arrastrando conmigo, y tú debes saber en lo que te estás metiendo.
Me levanté de repente.
—¡Yo siempre he sabido en lo que me estoy metiendo, Nicholas! Tú no me obligaste a nada, yo decidí quedarme. Decidí estar contigo y pienso mantenerlo hasta el final. ¡Me da igual si tenemos una maldita boda o no!
Él también se levantó del sofá.
—Bessie Boop, no se trata solo de eso —replicó, desesperado por hacerme entender—, ¡ni siquiera podremos tener hijos y formar una familia! No puedo traer niños al mundo sabiendo que estarán condenados a cargar con este maldito castigo genético de los Renard, y sabiendo también que es muy probable que no pueda estar ahí para verlos crecer. ¿Has pensado también en eso? ¿Lo has hecho?
Su argumento me aturdió por un instante. Jamás había pensado en esa parte, quizás porque éramos muy jóvenes aún y se sentía como algo demasiado distante. Sin embargo, podía comprender sus motivos.
Miré al chico hecho trizas que tenía ante mí. Pensé en todos aquellos motivos por los que lo había elegido. Se encargaba cada día de asegurarme que había tomado la decisión correcta, y aun así se lo cuestionaba a si mismo y se sentía culpable.
—Escúchame bien, Nicholas Renard —dije con toda la firmeza que pude—. Primero, si lo que te preocupa son los niños, lamento decepcionarte, pero tener hijos biológicos no es la única forma que tenemos de ser padres. Segundo, si son las visitas frecuentes al hospital, también siento decepcionarte, pero estoy a nada de inscribirme en la facultad de Medicina. Estaré la mayor parte de mi vida en ellos, lo quiera o no. Y tercero, ¿qué diablos sabes tú de la vida que me merezco o de la vida que quiero?
Me acerqué despacio y tomé su rostro entre mis manos. Una lágrima rodó por su mejilla.
—Tú eres la vida que quiero —murmuré—. Aquí. Ahora. Esta es la vida que quiero y que merezco. Créeme, no la cambiaría por ninguna otra. Nadie puede predecir el futuro, ya eso me ha quedado muy claro. Solo quiero vivir el presente... Y te aseguro algo, Nick: mi presente es mil veces mejor de lo que alguna vez pude imaginar. Y en gran medida es gracias a ti.
—Tengo miedo de que vuelvas a salir lastimada... —susurró con voz rota—. Tengo miedo de que esta vez sea por mi culpa...
—Pues, ¿sabes qué? Yo no tengo miedo alguno. Ya no. Sé que tendremos mucho tiempo. Lo sé.
Sonrió de un modo casi imperceptible. De sus ojos no dejaba de brotar un llanto silencioso.
Le devolví la sonrisa y me acerqué para besarlo con mucha suavidad. Sus labios sabían a ese sabor salado que tan bien yo conocía. Al sabor de la tristeza. Él me envolvió en sus brazos y enterró la cabeza en mi cuello.
—Espero no decepcionarte —dijo en un susurro.
—Sé que no lo harías, aunque quisieras... Además, aún no conoces a mi padre. No tienes idea de lo peligroso que puede llegar a ser si alguien lastima a alguna de sus princesas.
Solté una risa que también lo hizo reír. Me abrazó con más fuerza. Luego se separó y me miró a los ojos.
—Juro que lo intentaré... Haré todo lo posible por estar bien...
—Te creo, Nick. He conocido a pocas personas tan obstinadas como tú.
Lo besé una vez más. Él no tenía idea de que ya era demasiado tarde para arrepentirme de amarlo. Hacía mucho tiempo que esa decisión había dejado de estar en mis manos, solo que quizás tardé un poco en darme cuenta.
***
Al día siguiente no tenía que ir a la cafetería, así que Nick y yo acordamos que iríamos a comprar provisiones para el apartamento juntos. Era una tontería, pero hacer incluso esas pequeñas labores con él me emocionaba mucho. Me levanté mucho antes que él, y me pareció un poco extraño. Solía madrugar para ir a correr todos los días. Sin embargo, supuse que simplemente estaba cansado por todas las emociones fuertes y las horas de trabajo acumuladas durante los últimos días.
Fui hasta su habitación y lo desperté. Sus ojeras indicaban que había dormido poco y casi quise desistir. No obstante, insistió en que estaba bien y después del desayuno nos fuimos en la moto a recorrer los centros comerciales.
Parecíamos dos niños pequeños dados de la mano y sonriendo todo el tiempo mientras recorríamos los enormes pasillos. Ir de compras nunca había sido tan divertido como cuando discutimos por cuáles eran los cereales favoritos de Aurora para poder comprarlos. ¿Quién necesitaba hijos si teníamos la responsabilidad de criarlo a él?
—Iré haciendo la fila para pagar mientras tú terminas de comprar las verduras —me dijo con una hermosa sonrisa en los labios y me dio un pequeño beso en la mejilla—. ¿Te parece bien? ¿Crees que puedas estar sin mí unos minutos?
Reí al escucharlo.
—¿Cuándo te volviste así de modesto, eh? Largo de aquí, estaré perfectamente bien sin ti.
—Luego me encargaré de recordártelo —respondió con picardía y me guiñó un ojo.
Dio la vuelta para marcharse. Sin embargo, se detuvo súbitamente apenas dio un par de pasos.
Lo miré extrañada y me acerqué a él.
—¿Qué ocurre?
—Mierda... —musitó sin prestarme atención.
Su vista estaba fija en algún punto frente a nosotros. Parecía perturbado. Entonces fue cuando miré en la misma dirección y lo entendí todo.
Un escalofrío me recorrió al ver esos ojos azules, ese cabello dorado y esa sonrisa tan familiares. El pecho se me oprimió de inmediato.
—Jason... —solté casi sin notarlo.
No podía creer que realmente fuera él.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro