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Capítulo 60

Dedicado a wenyosdana15016943

***

Finalmente di mi declaración con la supervisión del abogado de la familia de Nick. Conté todo lo que sabía sobre Josh y entregué las cosas que él me había dado. El abogado me recomendó que mejor optaba por contar toda la verdad. Yo era otra de las víctimas, después de todo.

También hablé sobre Jodie y sobre lo que había ocurrido en la clínica con Jimmy. En el pasado nadie me había creído por falta de pruebas y porque yo no era más que otra de las desequilibradas del centro. Sin embargo, la situación ya no era la misma.

Con las nuevas pruebas reabrirían el caso del incendio. Esperaba que, de una vez por todas, la verdad se hiciera pública. No obstante, yo quedaba a disposición de la justicia hasta que todo se aclarara, debido a que no había denunciado a Josh. En algún momento tendría que ir a juicio. De igual modo, mi abogado decía que tenía posibilidades reales de salir ilesa, Josh no había asesinado a los chicos intencionalmente y yo tenía todo un historial de problemas psiquiátricos que —por muy improbable que fuera—, podría ser utilizado a mi favor.

¿Quién hubiera dicho que al fin podría sacarle algo positivo a lo que me había atormentado durante la mayor parte de mi vida?

Por otro lado, Noah también dio su declaración y testificó a mi favor. No sabía cómo agradecerle que me ayudara después de todo el malentendido entre nosotros. Me aliviaba saber que no me guardaba rencor.

Mi familia aún no sabía nada de lo ocurrido. Tendría que contarles antes de que se enteraran en el pueblo con la reapertura del expediente, pero no era una tarea sencilla. El arcoíris después de toda esa tormenta tendría que tener unos veinte colores, porque solo siete se le quedaban pequeños a todo lo que estaba viviendo.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Nick y me alcanzó una taza humeante de té—. Según mi madre este te ayudará a relajarte, pero yo me tomé casi un litro y sigo esperando.

Me regaló una pequeña sonrisa y se sentó frente a mí en el suelo. Estaba hecha un ovillo en el sofá sin quitarme aún el pijama, aunque llevaba horas levantada.

—Creo que hasta que no la atrapen no lograré dormir en paz, anoche no dejé de dar vueltas en la cama.

—Anoche pasaron muchas cosas, Bessie Boop, es lógico que no hayas dormido bien. Debes dejar de preocuparte por la jodida loca de Jodie, la policía está haciendo su trabajo y ya te dijeron que no debes preocuparte de que venga por aquí. No es tan estúpida, y lo último que supieron sobre ella es que iba camino al otro extremo del país. Es cuestión de tiempo que cometa un error y la apresen, no puede esconderse para siempre.

—No temo que venga, Nick; temo que logre salirse con la suya y escape.

—No lo hará, ya verás... —Elevó una ceja y sonrió con algo de malicia—. Y respecto a tus problemas para dormir, si quieres puedo comenzar a dormir contigo para que te relajes.

Solté una risilla y le di un suave empujoncito con el pie.

—No tan rápido, vaquero.

—Bah, ¿de qué hablas? Solo dije «dormir».

A pesar de que me sonrió, su expresión lucía cualquier cosa menos alegre. Me sentí mal al ver sus enormes ojeras y su cansancio. La vida tranquila y libre de estrés que él necesitaba tener no era más que una utopía mientras me tuviera a su lado.

—Tú tampoco luces como una lechuga que digamos —dije—. ¿Por qué no intentas dormir? No sabemos cuándo volverán a llamarme y toda esa pesadilla comenzará de nuevo.

—No te preocupes por mí. Tengo trabajo atrasado y debo hacerlo, después dormiré. ¿Y tú? —preguntó mientras me observaba con escepticismo—. ¿Piensas pasarte así todo el tiempo hasta que te avisen sobre Jodie o sobre el juicio? ¿Sabes que la vida continúa sin importar lo que ocurra, no?

—¿Y qué quieres que haga, que pretenda que todo está perfecto y que me ponga a celebrar?

—No. Quiero que te levantes de ahí y te pongas a hacer algo, cualquier cosa. Necesitas dejar de pensar en todo eso o enloquecerás.

Suspiré profundo y tomé un sorbito del té.

—¿Por qué simplemente no me dejas sufrir aquí sola, eh? —susurré e hice un puchero.

Resopló y luego sonrió.

—Porque eso me haría el peor nov... —se aclaró la garganta—. Es decir, amigo... Eso me haría el peor amigo de la historia.

Sus ojos me evitaron por un instante. Pretendí que había pasado por alto su elección de palabras y me concentré en soplar el té para poder beberlo.

—No, no lo haría. Vete a trabajar, ¿no estabas atrasado?

—Sí, pero esa no es mi mayor prioridad ahora mismo. Tú lo eres.

Sentí mis mejillas arder al escucharlo y me incorporé para sentarme derecha.

—Pero no hay mucho que puedas hacer por mí —respondí en un tono muy bajo—, así que debes pasar a la segunda prioridad en la lista.

—¿Sabes qué? Te equivocas —dijo y se levantó—. Siempre hay algo que puedo hacer por ti, y esta vez no es la excepción.

—¿De qué hablas?

—Dame un segundo —pidió.

Lo observé con curiosidad mientras entraba a su cuarto y después salía con algo en las manos y una enorme sonrisa.

—Aquí está.

—¿Esa no es la corbata que usó Aurora ayer? —pregunté.

—Exacto.

—¿Y qué piensas hacer con ella?

—Ya verás, cámbiate rápido de ropa. Te espero abajo, voy por la moto.

—Nick... —respondí con desgano—. Realmente no me apetece ir a ningún lugar.

—Créeme, Bessie Boop, si te apetecerá ir a donde vamos, solo que aún no lo sabes. Confía en mí, ¿sí?

Lo dudé por un segundo y finalmente asentí. Darse por vencido no era lo suyo. Me cambié lo más rápido que pude y me peiné un poco. Con las ojeras que tenía ya era suficiente para espantar a todos los que se nos cruzaran.

Cuando salí del edificio estaba esperándome junto a la moto. Me extendió el casco, pero no me permitió colocármelo.

—Espera —dijo y caminó hasta estar detrás de mí.

Me sobresalté al ver que me cubrió los ojos con la corbata.

—¿Qué diablos haces, Nicholas?

Soltó una risotada.

—Asegurarme de no arruinar la sorpresa —respondió y terminó de atar el nudo tras mi cabeza.

—Esto es ridículo, la gente se burlará de nosotros —me quejé.

—Bessie Boop, tú y yo jamás nos hemos comportado como todos esperan, así que no tenemos que comenzar ahora.

—También es peligroso, lo sabes, ¿no? —repliqué.

—No, no lo es, quien conducirá seré yo.

La corbata no me permitía ver en lo absoluto, así que tuvo que ayudarme con el casco y a subirme a la moto. Apenas la puso en marcha me aferré a su cintura con fuerza. Estaba aterrada. Pude escuchar su risa.

—Iremos despacio, lo juro.

—Un día de estos voy a matarte, lo juro —respondí con voz temblorosa.

El trayecto transcurrió mucho más rápido de lo que pensaba; no estábamos demasiado lejos de casa ni fuera de la ciudad. No reconocía ningún olor en particular, así que ni sabía decir si habíamos ido por helado o algo de comer.

Sentí que nos detuvimos y que apagó la moto. Se bajó primero y luego me ayudó a hacerlo. Me quité el casco con cuidado y luego la corbata. Y casi caigo de espaldas cuando vi el sitio que teníamos en frente, no podía creerlo.

Era la clínica. Nick me había llevado a la clínica.

—¿Q-qué hacemos aquí? —pregunté sin salir del asombro.

—Stella nos está esperando.

—¿Q-qué? ¿C-cómo sabía que veníamos en camino?

—La llamé en la mañana mientras estabas en la cocina, Bessie Boop —respondió con una pequeña sonrisa—, le dije que quizás necesitaríamos hacerle una visita.

—¿Hiciste eso? —Mi voz salió de manera casi imperceptible.

—¿No quieres verla? Aún podemos regresar.

—¡No, no! —me apresuré a aclarar—. Muero de ganas de verla. Es solo que... no lo sé, no estoy segura. Yo—

—Bessie Boop —me interrumpió y me miró a los ojos—, llevas meses sin verla. Ella es y será siempre parte de este lugar, si no enfrentas el pasado de una vez nunca volverás a verla.

—Es que... no sé si pueda hacerlo, Nick... No lo sé.

Un nudo se formó en mi garganta y sentí mis ojos escocer. Tener ese sitio delante de mis ojos me resultaba tan regocijante como aterrador. Había hecho todo lo posible por enterrar en lo más profundo de mi mente todos los recuerdos relacionados con Jimmy, tanto los tristes como los felices, porque llegado ese punto todos dolían con la misma intensidad. Entrar sería como abrir la caja de Pandora de mis tormentos.

—Bessie Boop —respondió con suavidad—, te traje aquí porque sé que puedes hacerlo... y también porque lo necesitas. Eres la chica más jodidamente valiente y fuerte que conozco, pero entenderé si quieres que nos marchemos. Nada nos detiene esta vez. De hecho, nada nos detuvo nunca, ¿no?

Sonrió con cariño. Tomó mi mano y la apretó con fuerza. ¿Cómo podía confiar tan ciegamente en mí?

—Es tu decisión —afirmó—. Yo te apoyaré de cualquier modo.

La suavidad de su voz y la ternura en su mirada me transmitieron cierta confianza. Miré hacia la entrada de la alta reja negra y tomé una enorme bocanada de aire.

«¿Puedes hacerlo? —me dije y cerré los ojos un instante—. Sí. Puedes. Tienes que poder».

Sin soltar su mano, di un primer paso en dirección a la clínica. Yo quería ver a Stella. Los deseos de abrazarla y de escuchar su voz en persona quemaban. Enfocada en esa idea, comencé a caminar con menos temor.

Tenía que hacerlo, incluso si eso implicaba enfrentar a todos mis fantasmas una vez más. Quizás esa sería la definitiva.

Llevaba meses fuera y la clínica no había cambiado en lo absoluto. Ese rincón del planeta parecía estar detenido en el tiempo.

El edificio seguía igual de sobrio y el silencio que lo envolvía igual de asfixiante. La única diferencia notable era que la primera vez que llegué allí estábamos en otoño y montones de hojas secas cubrían el jardín. En esta ocasión la primavera apenas comenzaba y el tono verde del jardín solo era interrumpido por los colores de las flores.

Sin embargo, seguía siendo un lugar triste y frío. O tal vez era esa parte que había muerto dentro de mí lo que no me permitía verlo con otros ojos.

Stella ya nos estaba esperando y había dejado el aviso en la entrada a la clínica y también en la puerta del edificio. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al poner un pie dentro del salón principal. Me aferré a la mano de Nick para seguir adelante. Él odiaba ese lugar y aun así estaba ahí para apoyarme. En ocasiones pensaba que no merecía tenerlo a mi lado y me sentía un poco egoísta.

Avanzamos hasta la enfermería y llamé a la puerta con suavidad. Mis manos estaban más sudorosas de lo habitual.

Contuve el aliento cuando Stella abrió. Parecía más un ángel salido de mis sueños que una persona real. Su expresión se contrajo de la emoción al vernos.

—¡Mi niña! —exclamó y me abrazó con fuerza—. ¡Mi Bessie!

Hundí el rostro en su pecho y la sostuve con urgencia, con temor a que fuera a desvanecerse de un momento a otro.

—Stella... —susurré y se me escapó un sollozo audible. Estaba a punto de romper en llanto de la nostalgia que sentía al estar de vuelta en la clínica y en sus brazos.

—Oh, pequeña —respondió acariciando mi cabello y mi espalda—. No llores, todo estará bien.

Ella ni siquiera estaba al tanto de mi situación, pero escucharla pronunciar esas palabras era suficiente para creérmelas.

—Te extrañaba demasiado —dije cuando logré separarme y controlar mis ganas de llorar.

—Guau —dijo Nick con ironía—, me alegra saber que también todos están felices de verme.

Sus palabras me robaron una sonrisa. Stella también sonrió y lo abrazó.

—No me digas que sigues haciendo de las tuyas, Nicholas Renard —dijo sin soltarlo aún y fingiendo regañarlo.

—No sé de qué hablas, Stella, siempre he sido un chico ejemplar.

—Sí, sí, sé que siempre has tenido el número uno cuando de dar el ejemplo se trata, solo no estoy segura aún de si debo preocuparme por eso.

Nick rio. Ella me tendió una mano y me uní al abrazo. Al menos por ese instante, los problemas parecían haberse esfumado.

Cuando entramos a la enfermería, había una niña dibujando sentada a su escritorio. Debía ser de las de la primera clase. Al vernos, se asustó y soltó los lápices de colores. Una gran tristeza me invadió al ver sus enormes ojos negros desorbitados. Decían tanto y tan poco a la vez.

—Está bien, Amanda, ellos son amigos. Él es Nick, y ella es Bessie —dijo Stella con su sonrisa maternal característica. La niña asintió con la cabeza sin dejar de observarnos con desconfianza—. Vete a tu habitación, luego puedes venir a colorear de nuevo.

La pequeña se le acercó con cautela y le dio un breve abrazo. Luego pasó casi corriendo por frente a nosotros y desapareció. Decidí que era mejor no preguntar. Al igual que a nosotros, algo serio la había llevado a la clínica. Solo me consolaba saber que estaba en buenas manos.

Nick y yo nos sentamos en los sillones frente al escritorio y Stella en su silla. Teníamos tanto para contarle que ni siquiera sabía por dónde comenzar.

***

A pesar de que nos pasamos más de una hora charlando con Stella, nunca sería suficiente para mí. No sabía cuándo volvería a verla en persona, sobre todo, si tenía en cuenta de que estaba pendiente a juicio. Sin embargo, ella tenía que trabajar, así que no podíamos quedarnos por más tiempo. Luego de abrazarla unas cinco veces y de despedirnos con algunas lagrimillas, Nick y yo salimos al jardín una vez más.

El efecto curativo de sus palabras era impresionante. En ese momento estaba convencida de que podría salir ilesa en el juicio y de que no había forma de que Jodie no pagara todo lo que había hecho. Solo esperaba que al salir de ahí no volvieran a asaltarme los mismos temores.

No tuve el valor de mencionarlo, pero en unos pocos días se cumpliría un año de la muerte de Jimmy y también sería su cumpleaños. Dos días duros, sin dudas. De manera inconsciente, me detuve cuando pasamos cerca de nuestro árbol. Casi sentía su llamado. Me abracé a mí misma dispuesta a seguir caminando, pero Nick me detuvo.

—Eh... iré adelante para sacar la moto y revisar un pequeño ruido que le sentí de camino aquí —me dijo—. No te apresures, puedo tardar.

Asentí. Comenzó a caminar hacia la salida y no pude evitar sonreír con tristeza. Sus excusas eran cada día más elaboradas.

Avancé despacio hasta llegar frente al Jimmy vegetal. Seguía siendo igual de hermoso e impresionante que en mis recuerdos. Puse una mano en su tronco para sentirlo respirar.

—Hola —susurré—, ¿me has echado de menos?

Lo acaricié despacio y mi mente viajó a los tantos momentos que pasé bajo su sombra o a su compañía. Una idea tonta me invadió.

—Quizás no me reconozcas porque ahora tengo el cabello corto, pero sigo siendo tu Bessie.

Sonreí al comprobar que en voz alta se escuchaba incluso más patético.

Una de sus florecitas rosadas cayó sobre mi cabeza y luego al suelo. Me incliné y la recogí.

—Gracias... Ahora vivo en un apartamento pequeño y no tengo flores. Me gustaría mucho tener un jardín tan grande como este, ¿sabes? —susurré mientras la observaba entre mis manos—. A Nick también le gustará la flor. Él fue quien me trajo aquí hoy... Creo que jamás me hubiera atrevido a hacerlo por mi cuenta, pero siempre parece saber lo que necesito antes que yo.

Suspiré profundo y se me escapó un sollozo.

—A veces fantaseo con tener algún sitio al que llevarte conmigo para tenerte más cerca... Pero este es tu hogar, después de todo... el único que conociste. Nick tiene razón, si quiero verte debo venir.

Me senté en la hierba dándole vueltas a la florecita entre mis dedos. Mis mejillas comenzaron a humedecerse.

—¿Te confieso algo? Ya no duele tanto como antes, pero sigo pensando en ti cada día. Y también te pienso cada noche cuando miro al cielo... Creo que nunca aceptaré el modo en el que todo ocurrió.

Me sequé el rostro con el dorso de la mano derecha.

—En ocasiones me siento un poco culpable. Me gusta pensar que no me odiarás si llego a ser feliz algún día.

Agregué en un tono casi imperceptible:

—Yo siempre te tendré aquí dentro, ¿sabes? —Puse una mano sobre mi corazón y la otra sobre el tronco. Cerré los ojos y algunas lágrimas rodaron por mi rostro y sentí el sabor salado en mis labios—. ¿Me odiarías por compartir mis sueños con alguien más? ¿Tú serías capaz de odiarme... Jimmy?

Pronunciar su nombre en voz alta resultó mil veces más doloroso que en los cientos de veces que lo había llamado en mis recuerdos.

—Tú me amaste tanto que... ese amor terminó por dañarte —susurré con dificultad y sollocé más alto de lo planeado—. A veces siento que te he fallado, pero yo ya no puedo alejarme de él... No puedo, aunque quiera. ¿Qué he hecho en la vida para... para merecer que ustedes hayan elegido quererme? ¿Cómo podré perdonarme a mí misma si no sé si tú lo harías? ¿Podrías perdonarme por lo que estoy sintiendo ahora? ¿Me perdonas, Jimmy? ¿Tú... me... perdonas?

Una nueva flor cayó del árbol, esta vez sobre mi brazo extendido hacia él. Estiré la mano para tomarla, pero alguien se me adelantó. Di un respingo al ver que ya no estaba sola.

Era la misma niña de la enfermería, Amanda.

Permanecí observándola expectante. Sus ojos ya no lucían tan temerosos como al principio, sino llenos de curiosidad. Con mucha cautela, se acercó a mí y puso la flor tras mi oreja. No me moví ni un centímetro, ni siquiera respiré mientras lo hacía. Luego secó una lágrima que corría por mi mejilla con el mismo cuidado de antes.

Señaló hacia el árbol.

—Jimmy —dijo en un hilillo de voz. Después señaló hacia el árbol que estaba justo al lado—. Amanda.

Me tomó un instante comprender.

—¿Se llama como tú?

Asintió con la cabeza. Su rostro permanecía con una expresión neutral.

—Jimmy y Amanda son fuertes —volvió a murmurar. Necesité acercarme un poco más para escucharla.

—Lo son —afirmé, recordando las palabras de Stella y del propio Jimmy cuando me había contado sobre su árbol.

Señaló entonces hacia la flor en mi cabello.

—Jimmy tiene flores... Jimmy está feliz.

—¿Lo está?

Miré hacia las ramas sobre nosotras y, en efecto, estaban cubiertas de flores hermosas. Sonreí ligeramente entre lágrimas.

—¿La Bessie de Stella está triste?

—Oh... —Sequé mi rostro con ambas manos—. No estaba llorando de la tristeza, estaba... eh... es porque me da nostalgia estar aquí. Yo estuve mucho tiempo aquí también, ¿sabes?

—Stella dijo que la Bessie de Stella y el Jimmy de Stella estuvieron aquí.

Era bastante obvio que sabía sobre mí, por algo me había llamado de ese modo.

—Amanda se pone triste cuando la Bessie de Stella llora... —murmuró—. Jimmy se pone triste... La Bessie de Stella debe sonreír.

—Pues entonces dejaré de llorar para que Amanda no se ponga triste. —Miré al árbol—. Ni tampoco Jimmy.

Asintió enérgicamente con la cabeza e hizo una pequeña mueca con sus labios que interpreté como una sonrisa.

Me levanté muy despacio para no alarmarla.

—Supongo que ya debo irme —dije—. ¿Lo cuidarás por mí?

Volvió a asentir.

Con mucha cautela, me acerqué y coloqué la flor que tenía en las manos tras su oreja, justo como ella había hecho conmigo. Para mi sorpresa, me permitió hacerlo. Le sonreí y luego me volteé hacia el árbol.

—Tú siempre estarás conmigo. Juro que mientras que me queden fuerzas para recordar nunca serás olvidado. Lo juro. —Me dirigí hacia ella—: Y les prometo a los dos que sonreiré mucho.

Caminé unos pasos sin darles la espalda, solo me volteé cuando vi que ella se sentó en la hierba de frente a los árboles. Me llevé la mano a la cabeza y acaricié la flor. Sin poder evitarlo, sonreí sola como una tonta. Poco me importaba lo que pensaran los guardias de seguridad que custodiaban la reja. Siempre me habían considerado una loca, ¿no? Salí de la clínica sin mirarlos siquiera.

Nick estaba apoyado en la moto viendo algo en su teléfono. Me detuve a observarlo un instante desde la distancia.

Jimmy me había amado intensamente, y yo a él. Hice cuanto estuvo en mis manos para protegerlo y hacerlo sentir amado. En su corazón nunca hubo lugar para el odio, ni siquiera para aquellos que más daño le hicieron. ¿Qué motivos tenía entonces para pensar que alguien que solo me había dado amor podía ser capaz de odiarme?

«Tú mismo me pediste en tu carta que fuera feliz con alguien que me mereciera», pensé, y realmente no lograba imaginar que esa persona fuera otro que Nick. Él me había entregado primero su amistad y luego su amor sin pedir nada a cambio. Y también había cuidado de mí como solo Jimmy supo hacerlo. ¿Cómo era que yo aún no había sido capaz de aceptar con los brazos abiertos la oportunidad de ser feliz que tenía frente a mis ojos?

Por algún motivo, sentí que mis pasos eran más ligeros mientras caminé hasta llegar a su lado. Las molestas mariposas revolotearon en mi estómago como nunca antes y, cuando finalmente notó mi presencia y me miró, supe que no había forma de que lo que estábamos sintiendo fuera una equivocación. Algo tan hermoso e intenso no podía ser un error.

—No era nada serio —dijo con una sonrisa juguetona.

—¿Qué? —pregunté, confundida.

—El ruido de la moto, no era nada serio. Quizás algo se enredó en la rueda.

—Ah... eso...

—Ya podemos irnos a casa, ¿no?

Se incorporó y se dispuso a colocarse el casco. Lo detuve.

—No —dije—, antes me debes algo.

Me miró con escepticismo mientras desaté la corbata de Aurora de su muñeca y caminé muy despacio hasta quedar tras él. Cubrí sus ojos con la tela.

Soltó una risotada.

—No me digas que ver a Stella fue tan milagroso que ahora tú conducirás a casa.

—Ja, ja, ja —repliqué con ironía y ajusté el nudo.

—Auch —se quejó.

—Shhh... no protestes.

—¿No?

—No —respondí y lo rodeé hasta verlo de frente.

Sonreí y di un paso más cerca. No tenía idea de dónde había salido todo ese coraje.

—¿Nicholas? —susurré y me puse de puntitas.

—¿Sí? —preguntó igualmente en un tono muy bajo.

En lugar de responder, uní nuestros labios.

Se sobresaltó ante el contacto inesperado, pero de inmediato me devolvió el beso con urgencia e intensidad, como si en ello le fuera la vida. Sus brazos me envolvieron y me levantó ligeramente del suelo. Comencé a acariciar su cabello y su rostro, queriendo memorizar con mis dedos cada milímetro de él. Porque ya no imaginaba un futuro que no fuera a su lado. Porque sencillamente era mío.

Nos separamos un instante para recobrar el aliento y me depositó con suavidad en el suelo, pero sin apartarse de mí.

Quiso quitarse la corbata. Se lo impedí.

—No, por favor —pedí—. No creo ser capaz de hablar si me estás mirando a los ojos.

—Tú... tú me... Es decir, ¿q-qué significó esto?

—Significó que no puedo dejar nada pendiente en caso de que vaya a prisión, Nicholas.

—Tú no irás a prisión —respondió con diversión.

—Bueno, ¿eso quieres decir que ya no quieres que sea tu novia?

—¿Qué? De saber esto yo mismo te hubiera denunciado antes.

Reí.

—Vete al carajo, Nicholas Renard.

—Iré con gusto, pero solo si me manda mi novia, Bessie Boop.

—Puedes irte con gusto en ese caso —susurré—, porque eso es lo que acabo de hacer.

Sus labios formaron una sonrisa tan amplia y auténtica al escucharme que mis piernas temblaron. Sostuvo mi rostro con ambas manos e intentó volver a besarme. No obstante, me detuve cuando nuestras bocas estaban a punto de rozarse.

—¿Nick? —Suspiré profundo para recobrar el valor.

—¿Sí?

—Yo también te amo.

Y lo dije. Ya no podía callar lo que sentía ni un segundo más.

Se estremeció en mis brazos y volvió a besarme con urgencia. Los latidos acelerados de nuestros corazones confirmaban que había hecho lo correcto.

Después de tanto tiempo de dolor, finalmente estaba recordando cómo se sentía la felicidad y, por primera vez, estuve segura de que Jimmy también estaría feliz por nosotros en cualquier sitio que se encontrara.

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