Capítulo 52
Dedicado a Florecita_cash
***
Permanecí inmóvil y conteniendo la respiración.
Aurora golpeó a Nick en el rostro y apretó mucho más su agarre en el cuello del jersey. Todos se apartaron, dejándolos en el medio de un círculo de personas.
—¡¿Cómo pudiste hacerme algo así?! —gritó el rubio. El dolor en su voz era tan palpable como su ira—. ¡Yo confiaba en ti! ¡Eres un pedazo de mierda!
Nick no respondió, se limitó a observarlo con el rostro serio. Aurora levantó el puño nuevamente para golpearlo y él cerró los ojos para recibir el puñetazo.
Pero el golpe nunca llegó. El rubio soltó el agarre de un tirón y lo miró por última vez. Algo se había roto dentro de él.
Sin embargo, dio media vuelta y su mirada se posó sobre mí.
—Tú lo sabías —me dijo. No era una pregunta, sino una afirmación—. Ustedes eran mis mejores amigos, ¿cómo pudieron hacerme algo así?
Las lágrimas se agruparon en mis ojos al escucharlo. No fui capaz de responderle. Él negó con la cabeza, decepcionado, y luego se perdió entre la gente. Se marchó como mismo había llegado.
—Aquí no ha pasado nada —exclamó Alice y trató de dispersarlos a todos—. Venga, sigan con la celebración.
Bajé la mirada y comencé a llorar en silencio mientras todos a mi alrededor se movían y volvían a la fiesta. Podía escuchar los murmullos y las expresiones de sorpresa e incredulidad. Todo era mi culpa.
Alcé la vista para mirar a Nick y comprobé que ya no estaba ahí.
Alguien me tomó de la mano. Era Alice.
—Ven conmigo —me dijo.
En ese momento no me importaba más nada que lo ocurrido entre los chicos, así que la dejé guiarme hasta el piso de arriba. Entramos a una habitación, la suya, al parecer. Me indicó con una mano que podía sentarme en la cama y lo hice. Se sentó a mi lado.
—¿Cómo te sientes? —me preguntó. Lucía realmente preocupada.
La miré por un instante, y eso fue suficiente para deshacerme en lágrimas.
—T-todo esto es mi culpa —balbuceé. Ella me rodeó con sus brazos.
—Por supuesto que no, deja de culparte. Conozco a esos dos idiotas desde que andaban en pañales, ya se arreglarán.
—No... e-esta vez es diferente...
—¿Por qué? ¿Por qué está la idiota de Bárbara de por medio?
Me separé de ella y la miré con asombro.
—¿La conoces?
—Sí, muy bien, y nunca me agradó. Le dije a Nicholas que dejara de revolcarse con ella, jamás me escucha. Cuando me enteré que Aurora también estaba involucrado con ella supe que eso no terminaría bien, pero pensé que sabía lo de Nick y ella. No comprendo por qué no se lo contaron.
—No quisieron hacerle daño... y ahora todo terminó peor.
Suspiró profundo y se acostó mirando al techo.
—No tengo idea de qué podemos hacer para resolver esto. Intentaré hablar con Aurora, que es el menos testarudo de los dos. El problema es que solo estaré aquí un par de días más, luego tengo que regresar a mi trabajo.
—Siento que esto haya arruinado la fiesta de tu hermano.
Soltó una risotada divertida y me miró.
—¿Arruinarla? Sebastián se enterará de esto mañana después de las tres de la tarde cuando logre pasar la resaca. Para él este ha sido el mejor cumpleaños de su vida. Además, en toda fiesta memorable hay como mínimo una pelea.
Al menos saber eso me hacía sentirme un poco mejor.
—Debo volver abajo a controlar la situación. Puedes permanecer aquí todo el rato que quieras hasta que te sientas mejor.
—Gracias —respondí e intenté secarme la cara con las mangas de mi jersey.
—No te preocupes, ¿sí? —dijo antes de salir—. Todo tiene solución.
Quería creer en sus palabras, sí que quería hacerlo, pero mis problemas solo parecían acumularse.
Me acosté en la cama y me hice un ovillo. Casi sonreí al pensar en lo irónico de la situación. Era muy típico de mí terminar llorando en todos lados, incluso en mi primera fiesta. La diferencia era que esa noche, además de triste, también estaba medio borracha.
Eché un vistazo a mi alrededor. Era un cuarto el doble de grande que el mío y tenía una decoración elegante y acogedora a la vez. Justo como su dueña, debía admitir. Alice no era en lo absoluto como había imaginado.
En la mesa de noche había dos cuadros con fotografías. En una aparecían ella, con el cabello más largo y con aspecto más juvenil, y un chico que se le parecía bastante. Supuse que ese era su hermano. No obstante, la otra parecía más actual y fue la que más llamó mi atención. También estaba ella, pero acompañada por una chica morena en ese caso. Y se estaban dando un tierno beso en los labios.
—Oh... —susurré.
Supuse entonces que sería su novia. En realidad, hacían una pareja muy linda. Me sentí un poco tonta en ese momento. Había juzgado a Alice sin saber nada de ella. A veces me convertía en el tipo de persona que más odiaba, las que se dejaban llevar por los prejuicios.
Luego de un rato logré dejar de llorar y me incorporé en la cama. Mi cabeza me estaba matando, el alcohol ya me estaba pasando factura.
Necesitaba hablar con Nick. Él debía estarla pasando fatal.
Bajé las escaleras y comencé a buscarlo entre la gente. Me había ausentado más o menos media hora, y ese tiempo había sido suficiente para que todos estuvieran diez veces más alcoholizados. La música me molestaba mucho más que antes y apenas podía moverme entre tantos cuerpos sudorosos y pesados. Si todas las fiestas eran así no sabían qué les veían los demás de divertidas. Para mí estaba siendo una experiencia traumática.
Di un par de vueltas en el salón y en la cocina. Después salí al patio y tampoco vi señales de él. Llegué a pensar que se había marchado y me había dejado sola. Mi ansiedad aumentó solo de considerar esa posibilidad.
Cuando estaba a punto de desistir, finalmente lo divisé al otro extremo del salón, apoyado a un lado de las escaleras. No estaba ahí la primera vez que pasé, podía jurarlo.
—¡Nick! —le grité, pero era imposible que me escuchara en medio de tanto ruido.
Con dificultad, me abrí paso entre la gente hasta llegar a su lado. La sangre se me heló y el poco efecto que me quedaba del alcohol se evaporó de inmediato al verlo de cerca. Andaba sin cubrebocas, pero eso no era lo peor, sino que llevaba uno de los vasos rojos en sus manos.
—Oh, Dios —exclamé—. ¿Qué diablos crees que estás haciendo?
Le tomó un instante enfocar la mirada y verme.
—¿B-bessie Boop...? —balbuceó.
Estaba borracho. Muy borracho.
Me llevé las manos a la cabeza y cerré los ojos por un momento. Quería que todo a mi alrededor desapareciera y despertar de esa pesadilla.
Pero no estaba soñando. Tenía que regresar a la realidad y actuar como la adulta que ya era. Le quité el vaso y lo coloqué en un peldaño de las escaleras.
—Ven aquí —le dije y lo halé por el brazo.
—¿Adónde?
—¡Solo ven! —grité, obligándolo a moverse.
Lo llevé a empujones hasta uno de los baños y le puse el seguro a la puerta. Estaba tambaleándose, pero logró sentarse sobre la tapa del retrete. Yo abrí el grifo y me enjuagué el rostro. El fuerte dolor en mi cabeza no me permitía pensar con claridad.
¿Qué debía hacer? ¿Llevarlo al hospital? ¿Llamar a su madre? No tenía idea de la cantidad de alcohol que había ingerido, pero su estado indicaba que no había sido poco. Dejarlo solo fue un terrible error.
—¿Qué mierda hiciste? —lo encaré—. ¿Estás loco, acaso?
Bufó y me evitó con la mirada.
—¿Qué más da? Todo se fue a la mierda...
—¡¿Qué más da?! —repliqué con ira e incredulidad—. ¡¿Tu maldito corazón te parece poco?!
Di un par de vueltas en el baño y revisé los cajones tratando de encontrar algún analgésico para el dolor. Necesitaba pensar las cosas con calma. Me rendí al ver que solo había productos de aseo.
Decidí respirar profundo y tratar de lidiar con él de un modo más pacífico. Gritarle no serviría de nada. Usualmente no funcionaba, así que en ese estado mucho menos.
—Nick —dije y me agaché frente a él—. Escúchame, tenemos que hacer algo, todo ese alcohol puede dañarte el trasplante.
Se encogió de hombros sin levantar la mirada.
—Él nunca volverá a hablarme... —musitó luego de un instante—. Siempre lo cago todo... Eso es lo que mejor que sé hacer.
—Por supuesto que no —susurré y tomé su rostro con ambas manos para que me viera a los ojos—. Si alguien tiene la culpa soy yo. Bárbara me buscó a mí, y yo debí escucharla. Lo siento.
—No, no lo sientas, por favor...
Sus ojos negros se humedecieron y el corazón se me encogió al ver sus lágrimas.
—Yo le mentí a Aurora y también te metí en esto... Nunca hago nada bien, solo sé alejar a las personas que más quiero.
—Solo estás diciendo esto porque estás borracho —afirmé con mucha dulzura—. Cuando esto pase encontraremos juntos las forma de arreglarlo. Lo prometo.
Y sí que lo decía en serio. Ver su sufrimiento me dio la certeza de que tenía que arreglar las cosas. Encontraría la forma de hacerlo, a cualquier costo.
Negó con la cabeza lentamente.
—Tú no puedes ir arreglando los problemas que yo causo, ya tienes suficiente con los tuyos.
—Escúchame bien, Nicholas —atraje su rostro incluso más. Solo unos centímetros nos alejaban, pero quería que me prestara atención—: Tú mismo lo dijiste, estamos juntos en esto, uno para el otro, sin importar lo que pase. Yo jamás voy a dejarte solo.
—Si fueras inteligente lo harías, soy un desastre, siempre lo he sido.
—Sí, un poco —admití y sonreí de un modo casi imperceptible—. Pero, en ese caso, somos dos. Quizás por eso debemos apoyarnos mucho más.
Levantó sus manos temblorosas y me acarició las mejillas y el cabello. Me estremecí ante el contacto.
—Ni siquiera he logrado hacer bien las cosas entre nosotros...
—¿D-de qué estás hablando? —pregunté.
Su aroma natural se mezclaba con el alcohol y, en lugar de repugnarme, me tenía embelesada.
—De ti... de mí... de nosotros...
—Todo está bien entre nosotros —respondí mientras él acercaba su rostro mucho más al mío.
—No, Bessie Boop... entre nosotros todo siempre ha estado mal...
Quise responder, pero su boca me calló por completo al estamparse sobre la mía. Mi respiración se cortó de repente y una parte de mí quiso apartarse. No obstante, mis pensamientos se pagaron por completo y me dejé llevar.
Sus labios buscaban los míos con delicadeza y necesidad a la vez. Y, por algún motivo, yo también lo ansiaba. Apreté el agarre de mis manos y lo atraje mucho más hacia mí. Casi perdí el equilibrio, pero sus brazos bajaron desde mi rostro hasta mi espalda y me sostuvo con fuerza.
Era un beso intenso, sin llegar a ser salvaje. Nuestras bocas encajaban a la perfección como si nos hubiéramos besado cientos de veces.
Pero todo estaba muy mal, y una parte de mí lo sabía.
—Detente —le dije y me separé abruptamente de él. Me levanté y di un paso hacia atrás.
Mi cabeza era un revolico de ideas y emociones diferentes. Estaba perturbada. Me observó durante un instante, pero no dijo nada.
—Esto no debió pasar —sentencié con voz temblorosa—. Fue un error.
Abrí la puerta del baño de un tirón y comencé a alejarme de allí, tropezando a mi paso con varias personas. Tenía que marcharme de esa maldita fiesta.
No sabía cómo carajos lograría irme. En el plan original regresaríamos en la moto, aunque era bastante evidente que el plan original se había ido a la mierda apenas pusimos un pie en esa casa.
Entre la gente logré ver a Alice hablando con unos chicos.
—¡Alice! —la llamé con desesperación. Ella miró a su alrededor un instante hasta que logró verme.
—¿Qué te ocurre? —dijo cuando llegué a su lado. Al parecer, notó que mis manos temblaban un poco. Imaginé que mi expresión de confusión no sería de gran ayuda.
—No me siento bien, necesito irme a casa.
—Pero ¿qué te sientes, necesitas un doctor? —preguntó con evidente preocupación.
—No, solo quiero irme...
Sentí un calor enorme en mi rostro. Estaba llorando una vez más.
—Dios, Bessie, ¿te ha pasado algo?
Negué con la cabeza.
En realidad, no estaba segura de por qué lloraba en ese momento. No sabía si por lo de mi familia, si por lo de Josh, si por lo de Aurora... o si era por lo que acababa de ocurrir con Nick. Tal vez era por todo.
—Solo quiero desaparecer —susurré.
—Dame un segundo —me dijo y se acercó a un chico para darle un par de instrucciones—. Vamos conmigo.
Me tomó por el brazo y me guio hasta salir de la casa. Me dejó en el garaje mientras iba por las llaves. Ella era un ángel. Me sentí mal por causarle tantos problemas.
Cuando regresamos abrió el auto y nos subimos. Apenas lo encendió y avanzamos unos metros hacia atrás para salir del parqueo, Nick apareció. Puso ambas manos en mi ventanilla.
—Bessie Boop, necesitamos hablar —dijo en un tono muy bajo.
Miré a Alice, implorando por ayuda. No sabía qué decirle.
—Déjalo, Nicholas —sentenció ella—, estás demasiado borracho. Yo la llevaré a casa.
—No, yo tengo que cuidarla. Tengo que hacerlo, prometí cuidarla siempre...
—Sí, evidentemente eres muy bueno en eso —dijo ella con dureza—. Sobre todo, porque no puedes ni cuidarte tú mismo. Mírate, estás ebrio sabiendo que no puedes ni oler el alcohol.
—Lo siento... —musitó.
Cerré los ojos con fuerza. No quería verlo en ese estado.
Alice encendió nuevamente el auto y él retrocedió despacio. Mientras nos alejamos de la casa vi por el espejo retrovisor que se sentó en la hierba y escondió su rostro entre sus manos.
—Descuida, solo está borracho. Dejaré que duerma en casa hoy.
—Gracias... —susurré, muy avergonzada—. Perdona por causarte tantas molestias una misma noche.
—¿Estás de broma? —Sonrió sin apartar los ojos de la carretera—. No me has causado ninguna molestia, cariño. Como hermana mayor estoy acostumbrada a hacerme cargo de este tipo de situaciones. Créeme, cuidar a Sebastián, Aurora y Nicholas no es nada sencillo. Este año me he escapado por el trabajo. Pensé que para mi regreso ya habrían madurado, pero no sé cuál de los tres me decepcionó más.
Soltó una carcajada al decirlo.
Intenté contentarme con eso. Sin querer, me había convertido en la cuarta «niña» de la que debía ocuparse. Me encogí en el asiento y traté de calmarme mirando fuera. El resto del viaje transcurrió en silencio.
Antes de irse me preguntó un millón de veces si estaría bien y me dejó su número en caso de emergencias.
Cerré la puerta y me recosté tras ella unos segundos. Tenía náuseas y la punzada en mi cabeza, lejos de desaparecer, se agudizaba cada vez más. Miré alrededor del apartamento y noté entonces que tendría que pasar la noche sola. Me aterraba pensarlo, pero no tanto como la idea de enfrentar a Nick. Tendría que resistir.
Caminé hasta el balcón y miré al cielo.
Las luces apenas dejaban ver las estrellas. Pero sabía que ahí estaban. Una oleada de ira me recorrió.
—¿Estás contento ahora? —exclamé. No me importó que lo vecinos me escucharan y que pensaran que había perdido la cabeza. Quizás era cierto—. ¿Ves el desastre que dejaste atrás? ¿Me ves? ¡Soy un desastre por tu culpa!
Apoyé los brazos en el muro y escondí el rostro entre mis manos. ¿Acaso nunca saldría el sol en mi vida? Me esperaba una madrugada bastante larga.
***
Desperté bastante sobresaltada. En algún momento me había quedado dormida y debía ir a trabajar. Ese día sería una tortura total.
Mi estómago estaba revuelto y la cabeza aún me dolía un poco, a pesar de que me había tomado un calmante. Estaba sedienta, además. En ese instante me juré que jamás volvería a probar el alcohol.
Pensé en Nick. No sabía si ya estaba de regreso y me preocupaba su salud. Lo mejor sería llamar a Alice para preguntarle, porque quería aplazar mi encuentro con él lo más posible. Algo así como eternamente.
Pero estaba segura de que todo había sido producto al alcohol, tenía que serlo. Pequeños fragmentos del momento en que me besó llegaron a mi mente. Casi podía saborear sus labios todavía. Y eso me aterró.
Salté de la cama decidida a darme una ducha fría y olvidarlo todo. Pero el universo no tenía los mismos planes, y apenas llegué al baño vi a Nick. Estaba sentado en el suelo con la cabeza apoyada en la pared.
Mi primer impulso fue correr lejos. Resistí y lo saludé lo más segura que pude.
—Hola...
Volteó la cabeza hacia mí y me sobresalté al verlo. Tenía enormes círculos oscuros alrededor de sus ojos y el cabello muy revuelto. Sus labios estaban resecos y agrietados. Un moretón se extendía desde su pómulo hasta su ojo derecho. Me preocupó verlo en ese estado.
—Hola —respondió.
Me agaché a su lado.
—Nick... ¿estás bien?
Era una pregunta estúpida, era evidente que no lo estaba.
—Descuida, estoy perfecto —intentó asegurar, pero su voz débil lo delataba.
—No luces nada bien... Quizás debería verte un médico.
—No.
Suspiré profundo. La incomodidad en el ambiente era palpable. No quería sacar el tema, pero no pude evitarlo:
—Anoche estabas... Es decir, ambos estábamos borrachos, y—
—Lo sé —me interrumpió—, soy un imbécil y actué como tal. Hice un millón de cosas de las que me estoy arrepintiendo ahora mismo.
Pensé en el beso. Por un momento, me pregunté si era una de esas cosas.
—Nick, no sé si lo recuerdas, pero tú me...
—Te besé —terminó por mí—. Lo sé.
Asentí sin mirarlo a los ojos.
—No te preocupes, sé que fue por el alcohol.
Soltó un bufido al escucharme. Me pareció que estaba algo molesto.
—Por supuesto —dijo, tajante—, tienes toda la razón.
—De acuerdo, sé que no querías hacerlo —comencé a decir con torpeza—. Solo somos amigos y no estaría bien. Yo era la novia de Jimmy y tú su mejor amigo, es decir, su único amigo. Por más que—
—Elizabeth —cortó mis palabras. No pude pasar por alto su frialdad al llamarme por mi nombre completo—. No entres en pánico, ¿sí? Ya sé que perfectamente que Hendrix siempre será tu primero y el único en tu vida, no tienes que recordármelo.
Volví a asentir en silencio. Su aparente indiferencia me dejaba entrever que estaba algo incómodo o decepcionado con el tema.
—Descuida —enfatizó—, no tienes nada de qué preocuparte. Anoche estaba jodidamente confundido y borracho, eso es todo. No se repetirá. Nunca. No volveré a hacer nada semejante porque ya lo dejaste bien claro, nadie logrará reemplazarlo nunca, mucho menos alguien como yo.
—Nick, yo no dij—
—Está bien —no me permitió hablar—, no tienes que decir nada al respecto ni dar explicaciones. Entiendo. Ese beso no significó nada, no tuvo importancia. ¿Sabes por qué? —Sonrió con ironía y clavó sus ojos negros en los míos—. Porque yo no siento nada por ti, absolutamente nada. Somos solo amigos y eso no va a cambiar, ¿no? Yo no—
Se detuvo de repente. Se volteó hacia el inodoro y comenzó a vomitar.
Me tomó un momento reaccionar y levantarme del suelo. Sostuve su cabello para que no le cayera en el rostro. Mi mente viajó hasta el día que lo conocí en la clínica. Estábamos justo en la misma posición.
La diferencia era que en aquel momento Jimmy estaba conmigo y Nick era un desconocido total. Y aquella vez tampoco me sentía tan miserable y vacía como en ese instante. Había escuchado todo lo que quería oír, ¿no? ¿Por qué dolía tanto, entonces? ¿Por qué sus palabras me habían dejado tan perturbada?
Luego de un par de minutos logró reponerse y se levantó del suelo para lavarse la cara.
—Maldita sea... —murmuró mientras apoyaba sus manos en el lavabo y observaba su reflejo enfermizo en el espejo.
—¿Te sientes mejor?
—Estaré bien, no tienes que cuidar de mí por ser un irresponsable de mierda.
—¿Nunca pararás de torturarme con eso? —pregunté con amargura.
—No mientras siga siendo cierto.
—Bien. Sí eres un irresponsable, pero eso no importa ahora. ¿Qué debemos hacer para que te sientas mejor?
—No hay mucho más que hacer. Solo podemos esperar que esto se me pase sin complicaciones. —Se restregó los ojos con las manos—. Y lo veo un poco difícil.
—¿Por qué? —pregunté con preocupación. Debía suponer que no saldría ileso.
—He vomitado la jodida medicación dos veces, y eso no termina bien...
—Oh, Dios, Nick, tenemos que ir al hospital.
Negó con la cabeza.
—No puedo, si voy sabrán que mandé a la mierda mi principal prohibición.
—Pero no puedes esperar a ver qué pasa, ¡es peligroso!
Suspiró profundo y, luego de debatirlo un momento consigo mismo, finalmente asintió.
—Llama un taxi, no puedo conducir de este modo.
Asentí y corrí a buscar mi teléfono.
Al parecer, no comenzaría el día en el trabajo, sino en el hospital. Todo lo demás quedaba aplazado hasta que supiera que él estaría bien. Porque eso era lo único que debía preocuparme, él lo había dejado bien claro: el beso no significaba nada, porque jamás sentiría algo por mí.
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