Capítulo 51
Dedicado a SamR570
***
Todo tenía que ser una pesadilla.
«Eres inocente y puedo probarlo», se repetían una y otra vez en mi cabeza las palabras del mensaje.
¿Alguien sabía realmente lo que había ocurrido el día del incendio? ¿Me lo contaría? ¿O sería sencillamente una broma o alguna forma maquiavélica de atormentarme?
Estaba harta de crearme falsas ilusiones respecto a todo. La vida me había demostrado demasiadas veces que la aparente estabilidad que alcanzaba por momentos podía desvanecerse en cuestión de segundos. Aunque quizás —solo quizás— esa era la oportunidad que tanto había necesitado; la oportunidad que un año antes hubiera cambiado por completo mi destino.
Solo que si no era más que otra mentira no estaba segura de poder resistirla.
El resto de la tarde y la noche no pude pensar con claridad ni un instante. Estaba exhausta a causa del ataque de pánico. Ni siquiera sentía ganas de hablar. Nick permaneció conmigo todo el tiempo y no dijo más de dos palabras, lo cual agradecí. Una especie de muro se había formado entre nosotros, y ya ni siquiera estaba segura de qué había ocurrido antes de que llegara el mensaje.
No podía pensar en él, ni en Aurora y la situación con Bárbara, ni tampoco en el asunto de mi familia y mi nueva hermana. En mi mente solo divagaba la posibilidad de saber qué había ocurrido con Beth y los chicos y si era realmente posible limpiar mi nombre.
A la mañana siguiente ni siquiera logré levantarme de la cama. Permanecí acostada mirando al techo por horas, hasta que llegó la hora de tomar un baño y de irme al lugar marcado en el mensaje. No había comido nada desde el almuerzo del día anterior, pero de algún modo me las arreglé para vomitar dos veces por los nervios.
Nick se brindó para acompañarme, pero le dije que no. Eso era algo a lo que debía enfrentarme por mi cuenta.
***
Apenas pasaba de la una de la tarde cuando llegué al lugar. Era un pequeño restaurante de comida rápida. Entré y me senté a una mesa al final. No ordené agua siquiera, sentía que si tomaba cualquier cosa tendría que volver a vomitar.
Mis pies se movían sin control bajo la silla y necesité separar la tela de mi jersey de mi cuello en varias ocasiones. Me parecía que me iba a asfixiar. Cada vez que sonaba la campanita de la puerta avisando la entrada de alguien me sobresaltaba. ¿Cómo lograría reconocer a la persona que me había citado allí?
Pero fue mucho más sencillo de lo que podía haber imaginado, porque la campana sonó nuevamente y entró una persona que yo conocía perfectamente.
—Josh... —musité casi sin notarlo y me puse de pie.
Me tomó un momento reconocerlo, estaba mucho más delgado y pálido de lo que recordaba, pero era definitivamente él. Solía ser el capitán del equipo de fútbol en mi antiguo instituto, y un eterno admirador de Beth. Sin embargo, él y yo jamás habíamos tenido ningún tipo de roce social.
Se acercó muy despacio a mi mesa y yo sentí unos deseos enormes de volver a vomitar. Pero no podía marcharme en ese instante.
—Hola, Bessie... —me saludó con voz débil—. Cuánto tiempo...
Se detuvo frente a mí y me sonrió ligeramente. Lucía frágil y enfermizo.
Me tomó más tiempo del necesario para formular una idea concreta:
—¿T-tú me enviaste el mensaje?
Su semblante se ensombreció un poco, pero finalmente asintió.
—Así es, fui yo... y lo que dije es totalmente cierto.
Haló una silla y se sentó. Lo imité.
—¿T-tú sabes en serio lo que pasó esa noche? ¿Puedes probar que soy inocente? Dime que puedes, por favor, dime que esto no es una jodida mentira. Yo he sufrido demasiado, Josh, y lo ocurrido no fue mi culpa. Dime por favor que tú tienes las respuestas que necesito.
Asintió evitándome con la mirada. Lágrimas de alivio comenzaron a correr por mis mejillas.
—Sí, yo puedo darte todas las respuestas que necesitas.
—¿Y cómo sabré si me estás contando la verdad? ¿Cómo sabré que todo esto no es más que un juego?
—Porque yo estaba ahí, Bessie, sé lo que pasó.
—No, tú estabas con los demás. Laura lo dijo. Ella era tu novia y dijo que estaban juntos cuando ocurrió todo.
—Ella mintió, Bessie, lo hizo para protegerme.
—¿Qué? —pregunté con incredulidad—. Eso no tiene sentido, ¿protegerte por qué?
—Porque... —Suspiró profundo y me miró a los ojos—. Porque lo que ocurrió con Beth y los demás chicos fue mi culpa...
Por un momento me pareció haber escuchado mal. ¿Realmente había dicho que era su culpa? No era posible. Simplemente no lo era.
Se me escapó una risa nerviosa.
—No, no lo es —dije. Mi rostro comenzó a arder por el enojo y la decepción—. Me has traído aquí para burlarte de mí o solo para molestarme, y lo mejor es que me lo he creído. ¡Es increíble!
Me levanté dispuesta a largarme de ahí de una vez y terminar la tortura, pero me lo impidió.
—Bessie, espera, ¡te voy a contar todo lo que ocurrió!
—¿Y por qué mierda harías eso? —exigí—. ¿Por qué mierda me contarías que fue tu culpa luego de más de un año?
—¡Porque me estoy muriendo!
Su grito atrajo varias miradas en el local. No me importó en lo absoluto, no tenía tiempo para ocuparme de qué diría la gente sobre mí.
—¿Muriéndote?
—Sí, maldita sea... —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Me estoy muriendo, Bessie, tengo los días contados y no puedo irme con tanta culpa... Es hora de que haga lo que debí hacer hace tanto tiempo, de que cuente la verdad que les debo a los familiares de las víctimas. Y a ti... que fuiste la mayor víctima de todas... Lo siento, en serio lo siento.
Rompió en llanto y volví a sentarme. Quizás debía sentir algo de empatía por él, pero si era realmente el causante de la muerte de Beth y los chicos no podía sentir lástima ni dolor por él. Solo rabia y odio. Era entonces la persona que había destruido mi vida y me había dejado marcada para siempre.
—Cuéntame de una maldita vez lo que pasó, Josh —dije con dureza—. ¿Qué diablos hiciste?
—Yo... —comenzó a decir, intentando calmarse—. Esa tarde yo estaba como todos en la fiesta, con Laura y con los chicos del equipo de fútbol, pero luego de un rato noté que Beth se había marchado... Ella siempre me gustó mucho, una palabra suya hubiera bastado para que yo dejara a Laura y me fuera con ella. Aunque Beth solo tenía ojos para el mayor de los Brown, nunca me prestó la menor atención.
Sonrió con amargura. Yo sabía que al menos eso era cierto.
—Me puse celoso, enloquecí pensando que se habían escapado juntos. Por eso le dije a Laura que iría al baño y aproveché para escurrirme y buscarlos en la escuela. Sabía que ese idiota Brown la llevaría al segundo piso del instituto para esta a solas con ella, era lógico... Solo que nunca pensé que el otro Brown y James también estarían allí... A ti no te vi, al menos no en ese momento.
—Yo... estaba fuera, había tratado de irme a casa...
Las imágenes de ese maldito día se repetían en mi mente y era como volver a vivir esa pesadilla.
—Habían colado una botella de vodka en el instituto, y... Diablos, sé que es algo totalmente estúpido, pero en ese momento solo pensaba en cómo no se me había ocurrido hacerlo yo, para impresionarla... Discutí con J.M. Brown, le dije que era un imbécil y que no debía involucrarla en sus jugarretas, pero eran los celos hablando por mí. Ella se interpuso y me empujó, me dijo que me largara y los dejara en paz. Eso me cabreó mucho, así que salí como loco de allí... Entonces se me ocurrió la maldita idea de cerrar el aula desde afuera.
Su voz flaqueó y yo me estremecí en la silla. Era demasiado para procesar.
—¿Fuiste tú...? —Asintió, conmocionado—. Dios Santo...
Suspiré profundo y escondí mi rostro entre las manos. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos sin control y sentí un enorme peso en el estómago.
—L-lo siento... Fue lo más estúpido que he hecho en la vida. Yo solo quería que los pillaran tomando alcohol... quería vengarme... ¿Cómo diablos iba a imaginar que un incendio se desataría? Yo la quería, la quería... Lo siento, lo siento, lo siento, en serio, Bessie.
—Tú eres un maldito asesino... —sentencié con odio y lo miré directo a los ojos.
—No, fue un accidente, lo juro, fue un accidente... Luego salí de allí y te vi a lo lejos. Pensé que solo estabas borracha, así que te dejé tirada allí. Tampoco tenía idea de tus ataques de pánico. Fui un idiota y un cobarde. Cuando comenzó el caos me aterré... Ya era muy tarde, no había nada que hacer.
—¿Y decidiste callarte, entonces? ¿Decidiste dejar que yo cargara con la culpa de un crimen que no cometí? Mis amigos murieron por tu culpa, ¡destruiste mi maldita vida!
—Lo sé, pero estaba aterrado. No logré hacerlo, no pude confesar.
Cada una de sus lágrimas solo alimentaba mi ira. Por su culpa mi vida se había vuelto un infierno.
—Eres un cobarde de mierda, ¡deberías estar en prisión!
—Lo sé, lo siento... Por favor, perdóname...
—¿Qué te perdone? —repliqué—. ¿Tienes una idea de lo que hiciste conmigo? Estoy harta de gente egoísta como tú. No viniste a decirme la verdad porque seas una buena persona o porque quieras ayudarme, sino porque ya no puedes cargar más con ese peso. Si lo que quieres es mi perdón para morirte en paz, olvídalo, ¡por mi vas a revolcarte para siempre en tu maldita tumba!
Me miró con un profundo pesar. Quizás había ido demasiado lejos, pero el dolor de todo lo que había pasado por su culpa me cegaba.
—Comprendo... —respondió luego de un instante y bajó la mirada—. Sé que quizás nunca puedas perdonar lo que hice, pero haré lo que vine a hacer de cualquier modo.
Su respuesta me desorientó un poco. ¿A qué se refería? Lo observé mientras sacaba de un bolsillo de sus jeans una memoria USB y un pequeño sobre.
—En esta memoria está todo, Bessie, mi confesión con detalles y también la de Laura diciendo que mintió para protegerme... Y si no es suficiente tienes el sobre. Es la pequeña medalla que siempre usaba Beth. Se le cayó cuando me empujó ese día y yo la tomé y la guardé hasta hoy. Pensaba devolvérsela, pero no tuve oportunidad.
Me entregó ambas cosas y abrí con torpeza el sobre. Mi pecho se oprimió al ver la medalla plateada con forma de B. Yo se la había dado en su cumpleaños número diez y desde entonces nunca más se la había quitado. La policía había asumido que la había perdido antes de la noche del incendio.
Casi lo había olvidado.
—¿Por qué me entregas esto? —pregunté con escepticismo.
—Porque te lo debo... Aunque quisiera pedirle perdón a todas las familias a las que dañé con mi imprudencia, no creo poder hacerlo. Pero contigo es diferente, no puedo permitir que te sigan culpando. Eres tú quien debe hacer justicia y aclararlo todo, y también debes decidir cuándo hacerlo... si ahora o después que muera. Me gustaría pasar mis últimos días en paz con mi familia, pero entenderé si decides entregarme ahora. Aún tienes mi número de teléfono. Sé que no me debes nada, pero si decides hacerlo házmelo saber antes, por favor, necesito preparar a mi familia.
Observé ambas cosas en mis manos por un instante.
—No será necesario —respondí finalmente en un tono duro—, te entregaré a la policía hoy mismo.
Mis palabras parecieron afectarlo y palideció incluso más —en caso de que fuera posible—. Sequé mis lágrimas con la manga de mi jersey y guardé ambas cosas en mi bolsa. Era hora de hacer justicia.
—Lo siento, de veras —dijo en tono suplicante cuando pasé por su lado.
Me volteé a verlo por última vez. Pero no dije nada, cualquier respuesta en ese momento hubiera sido cruel y probablemente después me hubiese arrepentido.
Salí casi corriendo de allí.
Planeaba ir directo a la estación de policía. No obstante, me di cuenta de que eso podía ser algo estúpido. Necesitaba verificar primero el contenido de la memoria USB, por lo que cambié de dirección hasta una biblioteca que había cerca de allí.
Entré con prisa y me dirigí a la sala de conexión a Internet. Mis manos temblaban mientras colocaba la memoria y abría el video que tenía dentro. Ni siquiera llevaba audífonos, así que comencé a escucharlo con un volumen muy bajo.
Me sentí mareada al comprobar que no había mentido. Ambos daban su confesión con detalles de lo ocurrido ese día y también después. Josh incluso contaba que había tenido la medalla durante todo ese tiempo y que me la entregaría.
Esa era la prueba que tanto había necesitado un año antes. Lo único que hubiera impedido que me ingresaran en la clínica. Y también lo único que hubiera impedido que conociera a Jimmy. Comencé a tener sentimientos encontrados al respecto y lo único que logré hacer fue romper en llanto.
Mis sollozos inundaron el silencio y una empleada se acercó a preguntarme qué me ocurría.
—Estoy bien —dije con voz entrecortada—. No se preocupe...
O lo estaría en cuanto todos supieran la verdad.
Tardé un rato en calmarme y apenas pude tomé el primer autobús que me dejaría cerca de la estación de policía. Ya no había marcha atrás.
Sabía que debía hacerlo directamente en mi pueblo, pero no creía poder esperar. Supuse que la policía podría comenzar la investigación desde allí mismo. Llevaba demasiado tiempo esperando.
—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarla? —me recibió una oficial en la entrada.
Apreté mi bolsa contra mi pecho y tomé una gran bocanada de aire. Jamás había considerado la opción de volver a poner un pie en un sitio así. La diferencia era que en esa ocasión yo no era la acusada, sino la víctima.
—Yo... —dije cuando logré hablar—. Necesito hacer una denuncia.
—De acuerdo —me respondió ella—, sígame dentro.
Me quedé inmóvil. Ella me miró, expectante.
—Y-yo... —titubeé.
«Vamos, Bessie —me di ánimos—, acaba de una maldita vez con esto».
—¿Sí?
Suspiré profundo y miré hacia el techo.
—Lo siento... —respondí.
—¿Está todo bien? ¿Necesita sentarse y tomarse un tiempo? Estamos aquí para ayudar.
—No, descuide, estoy bien. Yo... disculpe por hacerla perder el tiempo, debo irme a casa.
Di media vuelta y comencé a alejarme con rapidez. La oficial me llamó, pero no miré hacia atrás. No podía delatar a Josh.
No. Podía. Hacerlo.
Jamás me había sentido tan patética como en ese momento. Llevaba tanto tiempo esperando esa oportunidad y cuando estaba a tan solo un paso de lograr limpiar mi nombre no podía acabar con esa pesadilla de mierda.
Sencillamente no lograba ni permanecer un minuto en la estación. Sus uniformes, sus voces, el lugar en general. Todo me causaba escalofríos. Yo no era una criminal a pesar de que me habían tratado como una. Pero tampoco era capaz de probar mi inocencia.
—¡Maldita sea, idiota! —exclamé en medio de la calle cuando ya estaba lo suficientemente lejos.
Mi grito asustó a más de una persona. Sentí que ya estaba desvariando. Mis ojos se humedecieron por la rabia conmigo misma y comencé a correr en dirección a casa.
Toda la situación apestaba. ¿Cómo diablos iba a quitarle a alguien que estaba muriendo sus últimos momentos con su familia? Josh no iría a prisión, no en su estado de salud, y probablemente moriría antes de terminar de resolver todo el caso. Y yo me quedaría con ese peso en mi consciencia para siempre.
Cuando llegué al apartamento me lancé al sofá echa un revolico de lágrimas. Nick salió de su habitación al escucharme. Lucía asustado.
—Bessie Boop, ¿qué te ocurre? —preguntó, ansioso—. ¿Era una mentira? ¿Te contaron lo que ocurrió?
—Soy una idiota, Nick... Soy una idiota...
Le conté toda la situación y él permaneció en silencio, sobre todo al decirle que tiré a la basura la oportunidad de ser absuelta de culpa.
—¿Vas a esperar, entonces?
Asentí. Él me sonrió y tomó mi mano con delicadeza. Aún las cosas entre nosotros no estaban demasiado claras, pero me alivió saber que seguía siendo mi mejor amigo.
—Pues supongo que esa fue la mejor decisión. Todo volverá a su sitio cuando llegue el momento. Al menos ya sabes que podrás probar tu inocencia algún día.
—Quizás él no lo merece, pero no puedo dejar de pensar en su familia.
—Yo sé lo que se siente estar muriendo y que nadie pueda hacer nada al respecto, Bessie Boop. Creo que ellos te agradecerán por siempre cada minuto que les regales para pasarlo con él.
—Lo sé.
Solté su mano y me hice un ovillo.
—Yo... —dijo con algo de duda—. Tengo que salir esta noche, pero no me gustaría dejarte sola en este estado.
A mí tampoco me hacía ninguna gracia la idea.
—¿A... dónde vas? —pregunté con cautela. No quería meterme demasiado en sus asuntos.
—Hoy es el cumpleaños de Sebastián, el hermano menor de Alice, una de mis mejores amigas de la infancia. Ella lleva casi un año trabajando en el extranjero y Aurora y yo llevamos todo ese tiempo sin verla. Llegó hace unas horas y harán una fiesta en su casa.
—¿Una fiesta? Y... ¿tú piensas meterte ahí? No creo que eso sea algo sensato, Nick.
—Eh... lo sé, pero no puedo faltar. Llevaré el cubrebocas todo el tiempo y me mantendré lejos del alcohol. —Cruzó dos dedos—. Lo prometo.
Lo miré con escepticismo.
—No lo sé. Deberías preocuparte por tu salud.
—Venga, Bessie Boop, no seas paranoica. Estaré bien. —Soltó una risa—. Además... también puedes venir conmigo y asegurarte de que no haga nada imprudente.
—¿Qué?
—Que vengas conmigo, creo que será bueno para ti relajarte un poco.
—¿Estás loco, Nick? No creo que sea una buena idea en lo absoluto. No conoceré a nadie más ahí y... y...
—Con Aurora y conmigo será suficiente. Además, te agradará Alice.
—Pero... yo...
Levantó una ceja.
—¿Qué? ¿No se te ocurre ninguna excusa mejor?
Solté el aire que estaba reteniendo y lo evité con la mirada. En realidad, el motivo de que no quisiera ir iba mucho más allá de eso.
—Yo nunca he ido a una fiesta —admití finalmente—. Lo más cercano en lo que he estado fue la celebración en mi instituto, y no creo tener que explicarte cómo terminó todo esa tarde...
—Bessie Boop... —Me tomó por la barbilla y me obligó a mirarlo—. Todo eso es parte del pasado, ya está. No puedes dejar que te siga atormentando de por vida.
—Acabo de saber la verdad al respecto. Todo eso está «muy lejos» de ser parte de mi pasado, Nick. Ahora está más cerca que nunca, ¿no lo ves?
—Quizás, pero tú elegiste dejarlo ir cuando le diste una oportunidad a Josh. Date una oportunidad también a ti.
—No lo sé —dije y me encogí nuevamente.
Pensaba que el miedo a que todo volviera a terminar fatal no me abandonaría nunca.
—Venga —me dijo y se levantó—. Prometo que todo saldrá genial y que la pasarás bien. Sabes que nunca incumplo mis promesas.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Porque yo estaré ahí y me encargaré de eso.
Me guiñó un ojo y no pude evitar reprimir una sonrisa.
—Toma un baño mientras ordeno algo de cenar. Nos iremos temprano.
—¿Y Aurora?
Me pareció que se sintió algo inquieto al escuchar mi pregunta.
—Él se nos unirá luego, primero irá a cenar con Bárbara.
Probablemente el terror en mis ojos fue evidente porque me respondió de inmediato:
—No te preocupes. Ella no le dirá nada.
Asentí, sin estar demasiado convencida, y después me levanté del sofá. No quería pensar en nada. Solo deseaba que realmente todo saliera bien y pudiera divertirme un poco esa noche para olvidarlo todo.
Sin embargo, necesitaba hacer algo antes de quedarme tranquila.
Me fui a mi cuarto y marqué de inmediato el número de mi padre. Él se sorprendió mucho al escucharme, aunque era bastante lógico que lo hiciera después de que le había gritado que él y Elisa estaban muertos para mí. Lloré desconsoladamente mientras le pedía perdón por las cosas que había dicho. No estaba segura de si era porque ya los extrañaba demasiado o si era por la tristeza que me causaba todo el asunto con Josh y el incendio. Solo sabía que necesitaba saber de mi familia y tenerlos ahí para mí una vez más.
No creía poder perdonarles del todo que me hubiesen mentido sobre mi madre, pero yo también había mentido en ocasiones para proteger a las personas que amaba. ¿Quién era entonces para juzgarlos?
Luego de que su voz y su cariño me tranquilizara un poco, colgué y permanecí un rato tendida sobre mi cama con la vista fija en el techo.
«Nick tiene razón —pensé—, necesito alcohol».
A ese punto ya no me importaba que esas no hubiesen sido exactamente sus palabras.
***
Las manos me comenzaron a sudar apenas nos bajamos de la moto. La música podía escucharse en toda la manzana y las luces eran visibles desde una distancia considerable. Era una fiesta mucho más grande de lo que había imaginado.
Me había vestido lo más sencillo posible, con jeans negros y ajustados y un jersey rayado en blanco, negro y gris. Quería pasar desapercibida por completo, aunque eso era imposible con Nicholas Renard a mi lado. Lucía impresionante: jeans oscuros, jersey azul marino, botas negras y su cabello rojizo suelto y alborotado. Los que no lo conocían —y lo saludó una veintena de personas al llegar— se le quedaban mirando sin remedio alguno.
Caminé sin despegarme de él entre la gente, hasta que llegamos a un grupito donde había unas cinco o seis personas, entre ellas una chica de ojos pardos y cabello cortito.
—¡Nick! —exclamó al verlo y se lanzó a sus brazos. Por algún motivo me sentí algo incómoda ante la demostración efusiva de cariño—. ¡Viniste!
—¡¿Cómo perderme la oportunidad de verte?! —dijo él, alzando la voz para que ella lo escuchara por encima de la música.
Alguien pasó a mi lado con una bandeja de vasos rojos y tomé uno. Olí el contenido y no me pareció conocido. Quizás no era tan buena idea probarlo.
—¡Luces increíble! —le dijo ella, mirándolo de pies a cabeza—. ¿Qué has hecho en este tiempo para ponerte así?
O quizás sí era una idea excelente, así que me zampé medio vaso de un trago.
—Siempre he estado igual, Alice —bromeó él—, al parecer has estado ciega todos estos años.
Así que esa era la famosa Alice. Me tomé el resto del vaso mientras observaba lo hermosa que era. ¿Qué diablos pasaba conmigo?
—¿Dónde está tu hermano? Quiero felicitarlo.
—Oh, olvídalo. A esta altura ya no debe conocer ni a nuestra madre si la ve de frente. Lleva horas alcoholizado.
—No todos los días se cumplen dieciocho —respondió él con una sonrisa.
Hipé al ver que ambos se voltearon hacia mí.
—Alice, esta es Bessie.
No supe qué decir, así que simplemente le sonreí con la boca cerrada.
—Oh, no eres tonto, ¿eh? —le dijo ella y luego se dirigió a mí con emoción—: ¡Hola! Me da muchísimo gusto conocerte. Soy Alice.
—Hola... —respondí con timidez. O, mejor dicho, intimidada.
Ella miró el vaso entre mis manos y soltó una risa divertida. No parecía tan mala, después de todo.
—Veo que ya comenzaste a festejar.
—Bessie Boop ha estado un poco tensa en estos días —explicó Nick.
—Bien, pues disfruta mucho la noche, entonces. Luego volveré por ustedes, debo irme a velar que nadie destruya nada.
Le lanzó un beso a Nick y se perdió entre la gente. Él se bajó un poco el cubrebocas y me miró con algo de preocupación.
—Bessie Boop, ¿estás bien?
—Claro —respondí con una sonrisa forzada.
Él continuó saludando a un millón de personas. Parecía ser el cumpleañero en lugar de un invitado más. Me tomé otro par de vasos aprovechando de que seguía ocupado con sus conocidos y amigos. Hasta que me harté de todo.
«A la mierda», me dije y me escabullí entre la gente. Llegué a una de las puertas laterales y luego de empujarla salí al jardín trasero. Me tambaleé un poco y pasé junto a una pareja que estaba comiéndose de una forma nada sutil.
Hice una mueca de desagrado, pero seguí mi camino hasta sentarme en la hierba. Odiaba los lugares tan concurridos y la música tan alta. Aunque seguía escuchando demasiado la música, al menos allí no había tantas personas como adentro de la casa.
Miré al cielo y comencé a ponerme nostálgica. Bebí lo que restaba del contenido del nuevo vaso que tenía y lo lancé hacia un lado. El alcohol al parecer me volvía una inconsciente.
No dejaba de sentirme estúpida por todas las cosas que estaban ocurriendo en mi vida. Me era imposible controlarlas, me había vuelto una simple espectadora del mundo a mi alrededor. Sentí mis ojos escocer a pesar de que ya había llorado demasiado ese día. Deseé que Nick estuviera ahí conmigo como me había prometido, pero era evidente que estaba demasiado «ocupado».
—Quédate con Alice —musité, molesta. Era obvio que ya no me necesitaba.
O al menos me parecía obvio después de todo el alcohol que había consumido, que era más que suficiente para que no pudiera pensar con claridad.
—¡Bessie Boop!
Escuché la voz de Nick a pesar del ruido. No me volteé para verlo.
—Dios, al fin te encuentro —dijo cuando llegó a mi lado—. Estaba enloqueciendo, te esfumaste y no podía encontrarte por ningún lugar. ¿Estás bien?
Asentí sin mirarlo.
—Bessie Boop, ¿estabas... llorando? —preguntó con preocupación.
Negué con la cabeza.
—Estoy bien, descuida —dije en tono seco.
—¿Quieres marcharte? Si no te gusta estar aquí podemos irnos ahora mismo, ¿vale?
—No quiero —respondí, sin saber muy bien por qué. Estaba actuando de un modo bastante infantil.
Se agachó a mi lado.
—Siento no haberte prestado mucha atención. Llevaba más de un año sin venir a ninguna fiesta y todos quieren hablar conmigo. Son mis amigos y conocidos desde hace años.
—Ya lo noté. Estoy bien aquí, solo necesito más alcohol.
Alzó una ceja.
—De hecho, creo que ya tuviste suficiente.
—No, no lo tuve. Solo quiero olvidarlo todo.
—Pero esa no es una buena forma, sabes que no toleras muy bien el alcohol.
—¡Deja de actuar como si fueras mi padre o mi novio, Nicholas! —exploté de repente—. ¡No lo eres! No tengo que pedirte permiso para nada, ¡déjame en paz!
Me levanté con rapidez y lo dejé atrás con una expresión de incredulidad y asombro. Ni siquiera sabía por qué lo había tratado de ese modo, solo quería alejarme de él.
Me siguió hasta el interior de la casa, pero fui más rápida y le saqué algo de ventaja. Justo al llegar al medio del salón principal vi a Aurora a un par de metros de mí. Le sonreí y le hice señas con una mano. Él sería mi salvación.
No obstante, Aurora ni siquiera notó mi presencia. Clavó su mirada en algún punto tras mi hombro izquierdo y pasó por mi lado sin darme tiempo a reaccionar. Se abalanzó sobre Nick y lo tomó por el cuello del jersey. Lo lanzó con fuerza contra una pared.
—¡Voy a matarte, cabrón de mierda! —gritó, frenéticamente—. ¡¿Me oyes?! ¡Voy a matarte!
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