Capítulo 49
Dedicado a Abyss121
***
—Nick... en serio no creo que yo deba ir... Me voy a sentir un poco fuera de lugar.
—No, por favor —me dijo con incredulidad—, no comiences a arrepentirte de nuevo.
En menos de dos horas sería la cena familiar por el cumpleaños de Aurora y yo seguía pensando que no era una buena idea ir. Él estaba eligiendo la ropa que llevaría mientras yo aguardaba sentada en el borde de su cama.
—Pero será algo familiar y ustedes irán con sus novias, yo no pinto nada ahí.
—Bessie Boop, déjate de tonterías, solo estaremos nosotros, mi mamá y los padres de Aurora, no habrá nadie desconocido para ti.
Solté un bufido de frustración al escucharlo. ¿Cómo podía explicarle que con que fueran Tiffany y Bárbara ya era más que suficiente para que me sintiera incómoda?
—Por favor... no me obligues a ir...
Soltó la camiseta azul que tenía en las manos sobre la cama y me observó con cierta decepción.
—Bessie Boop, no pienso obligarte a nada que no quieras hacer, solo digo que Aurora se pondrá muy triste si no vas. Tina y mi madre también te quieren ahí, fue lo primero que dijeron. ¿Realmente vas a dejarlos plantados por un capricho infantil? Ya te prometí que no te dejaré sola ni un instante, y no permitiré que Bárbara te moleste si eso es lo que te preocupa.
«Ni Tiffany tampoco, por favor», imploré mentalmente. Quizás sí estaba siendo demasiado infantil al no querer asistir. O quizás su manipulación barata había dado resultado.
—Bien —dije finalmente al darme por vencida—. Iré.
—¡Esa es mi chica! —exclamó con entusiasmo y me dio un abrazo rápido. Luego sacó una camiseta negra que decía «NIRVANA» en letras amarillas—. ¿Qué te parece esta?
—Exactamente lo mismo que me parecieron las otras tres —dije y me encogí de hombros—. Tú siempre te ves bien con cualquier cosa que lleves.
El arrepentimiento me invadió de inmediato. Tan pronto como él me miró y soltó una risilla, sentí mis mejillas arder y me levanté de la cama.
—¿Sabes qué? Creo que mejor iré a tomar un baño y a vestirme.
Y me escapé sin mirar atrás.
«¿Qué diablos te pasa, idiota? —me dije—. ¿No te puedes quedar calladita un rato al menos?».
***
No me tomó mucho alistarme para salir, ya que no pensaba hacerme nada demasiado rebuscado. Para eso estarían Barbie y Tiffany en la cena.
Elegí un vestido blanco de lunares rojos que Elisa me había comprado y que no había tenido oportunidad de usar antes. Era ajustado hasta la cintura y luego suelto hasta las rodillas, sin mangas y con un escote muy discreto. Tuve que acompañarlo con medias negras y una chaqueta del mismo color a causa del frío. Mi maquillaje era casi imperceptible porque no tenía mucha práctica, y llevaba el cabello suelto y rizado porque estaba tan cortito que no tenía mucho que hacerme. Sin embargo, esos pequeños cambios me hacían sentir mucho más bonita que de costumbre.
Nick y yo fuimos en la moto; Aurora pediría el auto de sus padres para buscar a Tiffany y Bárbara. Sí que eran valientes si se atrevían a dejarlo conducir. Mientras más nos acercábamos al lugar más ganas de vomitar sentía. Las relaciones sociales no eran mi mayor virtud.
Cuando nos bajamos comencé a jugar instintivamente con la costura de mi vestido. Aunque no llevaba tacones me parecía que tropezaría con mis propios tenis y caería al suelo. Subimos las escalerillas y Nick llamó a la puerta. Apenas escuché pasos al otro lado intenté retroceder un poco, pero él tomó mi mano con firmeza sin mirarme siquiera y me lo impidió. El frío contacto me sobresaltó un poco y aumentó mis nervios en lugar de clamarlos. Todos ahí sabían que éramos solo amigos, ¿no?
—¡Hola! —exclamó Aurora al vernos y se lanzó a abrazarnos. Me parecía que me iban a asfixiar entre los dos, era diminuta comparada con ellos.
—Hola, idiota —respondió Nick entre risas—. Feliz cumpleaños.
En realidad ya ambos lo habíamos felicitado porque había almorzado pizza en nuestro apartamento, pero él estaba tan entusiasmado que contagiaba a todos a su alrededor.
—Me preguntaba cuándo iban a llegar —dijo al soltarnos. Mis pulmones y todo mi cuerpo agradecieron que lo hiciera.
—Lo siento, Bessie Boop se demoró demasiado.
—¡Ey! —me defendí y le di un codazo a Nick—. ¡Eso no es cierto! Eras tú quien no lograba escoger qué se iba a poner.
—Sí, sí —dijo restándole importancia y le extendió al rubio la bolsa de regalo que llevábamos para él—. Aquí tienes, de parte de los dos.
Yo también le había comprado confituras y los cereales que sabía que le gustaban y los había añadido. Cuando vio el contenido se emocionó tanto como si tuviera ocho años.
—Bien —dijo apenas revisó todo—. Pasen dentro, yo iré a recoger a las chicas. En veinte minutos estaré de vuelta. Bienvenida a mi casa, Bessie.
—Gracias.
—Sube eso a mi habitación —le dijo a Nick y le dio la bolsa. Después salió hacia el aparcamiento de la casa.
Di un vistazo alrededor mientras avanzábamos hacia el comedor. Era un sitio enorme, lleno de muebles y adornos caros. Casi todo era blanco o negro, formando un contraste exquisito que solo había visto en la tele. Todas las ventanas eran de cristal y permitían ver el jardín e incluso la piscina del patio, y había un suave olor a vainilla en el aire que me recordaba el helado. No tenía idea de cómo si Aurora vivía en un lugar así podía gustarle tanto dormir en nuestro viejo sofá.
En el comedor estaban Tina y Nora organizando la vajilla en la mesa de mármol gris.
—Oh, ¡aquí están! —exclamó Tina al vernos. Primero fue y plantó un fuerte beso en la mejilla a Nick, dejándole un marcado rastro de labial rosa fuerte—. Mi querido Nicky, te ves tan apuesto hoy. Y tú, preciosa —se volteó hacia mí y me envolvió entre sus brazos—, me alegra tanto que vinieras.
—Hola —dijo él y sonrió.
—Buenas noches —saludé y bajé la mirada, un poco avergonzada.
Nora abrazó a su hijo y después a mí. Antes de separarse de mí me miró a los ojos. Los suyos eran tan parecidos a los de Nick que lograban ponerme nerviosa.
—Yo también estoy muy feliz de que hayas aceptado venir —me dijo.
—Gracias —susurré con timidez y ella me sonrió con cariño. Su rostro aún tenía marcas de tristeza, esas que dejaba el dolor cuando se prolongaba por mucho tiempo y nos consumía desde adentro. Yo las conocía muy bien.
—Te ves muy hermosa hoy.
—Usted también.
Y sí que era cierto. Nora era de esas mujeres cuya presencia resaltaba en cualquier lugar sin importar lo que llevaran. Esa noche todos iban vestidos de un modo casual, supuse que luego de la muerte del padre de Nick los ánimos no debían estar como para grandes celebraciones.
Cuando Nora y Tina volvieron a lo que hacían miré de reojo a Nick. Observaba a su mamá con tanto cariño que me causaba un poco de envidia. Años atrás también me hubiera gustado ver a la mía de ese modo, pero ese tiempo ya había pasado. Yo no tenía más madre que Elisa. Punto.
—Me agrada mucho tu mamá... —susurré casi sin notarlo, pero él me escuchó.
—A ella también le agradas mucho.
—¿Cómo lo sabes? Me ha visto solo dos veces y muy breves.
—Créeme, lo sé...
Poco después toda mi tranquilidad se esfumó por la puerta trasera, pues llegaron las dos últimas invitadas. Justo como había pronosticado, tal parecía que antes de asistir a la cena habían desfilado por alguna pasarela. No quería ser prejuiciosa, pero ellas no me lo ponían nada fácil. Bárbara entró sin mirarme siquiera, optó por ignorar mi presencia y realmente se lo agradecí. Tiffany, por otro lado, le dio un beso eterno a Nick y luego se detuvo a mirarme de pies a cabeza.
—Hola, Bessie... lindo vestido.
Le sonreí casi con la misma hipocresía tras sus palabras, aunque eso era prácticamente imposible.
—Bueno —dijo Tina cuando ambas habían saludado—, como ya estamos todos podemos cenar, ¿o solo yo tengo hambre?
Soltó una carcajada y los demás también rieron. Su risa era contagiosa.
Ted —el padre de Aurora— se nos unió y todos pasamos a sentarnos a la mesa. Nick se sentó a mi lado, entre Tiffany y yo, y a mi otro lado se sentó Nora. Los demás se sentaron frente a nosotros. No había nadie a la cabeza de la mesa y supuse que ahí solía sentarse el papá de Nick.
Durante la cena solo se discutieron temas sin demasiada importancia que lograban mantener el ambiente ligero. Yo no tenía mucho que aportar, así que me mantuve en silencio escuchando a los demás. En cuanto a las dos primitas no me podía quejar, parecían personas totalmente diferentes, aunque ya había comprobado cuán hipócritas podían llegar a ser desde aquel día en el cementerio.
Cada plato de la cena estaba más delicioso que el anterior, pero Tina confesó que lo había ordenado todo a un restaurante con una buena reputación. Tenía en común con Elisa que la cocina no era lo suyo. «Casualmente» Barbie y Tiffany ya habían cenado en ese lugar varias veces y nos «deleitaron» a todos con su buen gusto a la hora de escoger.
Al terminar ayudé a Tina y a Nora a organizar la cocina, pues Tina le había dado el día libre al servicio domésticos. Prefería ocuparse por su cuenta de cada cumpleaños de su hijo. Estar ahí con ellas me sirvió como excusa para mantenerme alejada de los chicos y sus novias. Pero cuando terminamos no me quedó de otra que irme a la sala de estar con ellos cuatro.
Apenas entré todos los ojos se posaron en mí. Los cuatro estaban sentados en los sofás alrededor de una mesita donde había algunas copas y una botella.
—Qué bien que llegas, Bessie —exclamó Aurora. Sus mejillas estaban sonrosadas y supuse que se debía a la copa casi vacía que tenía en las manos—. Justo les estaba diciendo que tuve un día espectacular.
Le regalé una sonrisa sincera.
—Pues me alegra mucho saberlo —dije.
—Y a nosotros que estés aquí —agregó Nick.
Tiffany se aclaró la garganta.
—Bueno, Bessie —dijo—. Estábamos compartiendo esta botella de vino, fue mi regalo para Aurora. Imagino que nunca lo has probado, es bastante costoso.
—Tienes razón, nunca lo he probado. El alcohol en general no es lo mío —respondí, ignorando su comentario grosero.
—Yo tampoco, Tiff —declaró Nick.
—Oh, amor —volvió a hablar ella con fingido pesar—. Es una pena que te pierdas una bebida tan exquisita.
Nick solo tenía una botella de agua en las manos. Me alegró confirmar que no estaba violando sus restricciones.
—Sírvele un poco, Tiff —habló Bárbara y me sonrió de un modo retorcido.
—Por supuesto... —dijo la otra rubia y se puso de pie para luego tomar una de las copas limpias, verter un poco de la bebida oscura y caminar hacia mí—. ¡Oh, Dios! ¡Perdón!
Me quedé inmóvil al intentar analizar lo que acababa de ocurrir: con el tropiezo más falso que había visto, Tiffany había vertido toda la copa de vino sobre mí.
«¿Qué diablos has hecho, maldita?», pensé mientras sentía la humedad traspasar la tela de mi vestido en todo mi pecho y abdomen.
Bárbara soltó una carcajada descarada y la atravesé con la mirada.
—Dios, ¡qué mala suerte! —dijo.
—Cuánto lo siento, Bessie —volvió a decir Tiffany, pero Nick se levantó e interrumpió su patético discurso tomándome por el brazo y sacándome de la habitación. Permanecí en silencio mientras me guiaba por la casa. Nos detuvimos frente a un cuarto de baño.
Su rostro reflejaba un gran disgusto, pero no dije nada. Entré y cerré la puerta.
Al mirarme en el espejo comprobé que el jodido vestido estaba arruinado por completo. Maldije una y mil veces el momento en el que había aceptado ir a esa cena y me lo quité por encima de la cabeza. Sentí frío de inmediato, pero debía intentar quitarle la mancha.
Unos minutos después desistí por completo. Era imposible. Lo dejé sobre el lavabo y me recosté de espaldas a él. Suspiré profundo. ¿Hasta cuándo me perseguiría esa mala suerte?
Nick llamó suavemente a la puerta.
—Bessie Boop, ¿está todo bien?
—Eh... sí, descuida... volveré en un instante...
«Sip, en algo así como tres horas —añadí mentalmente—. Luego de que este vestido de mierda al menos se seque».
—Puedo hablar con Tina y ella te buscará algo que ponerte.
—No, no. Estoy bien, no quiero causar molestias.
—Voy a entrar —dijo después de un silencio momentáneo.
—¿Qué? —Reaccioné de inmediato—. ¡Espera!
Él no podía verme solo en medias y sujetador, así que tomé el vestido mojado con rapidez y me cubrí con él.
—V-vale, ya puedes entrar.
Bajé la mirada y apreté la pieza de ropa con fuerza contra mi cuerpo. Sin embargo, él entró sin mirar en mi dirección y me dio la espalda. Luego se quitó el jersey negro que llevaba puesto y la camiseta que habíamos escogido juntos.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté mientras contemplaba su espalda descubierta.
Él simplemente me extendió la camiseta. La tomé, dudosa, y dejé el vestido a un lado. Me la coloqué con rapidez. No tenía miedo de que fuera a voltearse, pero quería terminar cuanto antes con esa situación tan incómoda.
Por su parte, volvió a ponerse el jersey e introdujo ambas manos en los bolsillos de sus jeans.
—Siento de veras lo que ocurrió —dijo—. Mi madre tiene razón, te veías hermosa.
—G-gracias... Y, descuida, los accidentes ocurren...
—Sí... lo imagino.
—Ya puedes voltearte.
—¿Qué ocurre? —preguntó al ver que me miraba al espejo con inseguridad.
—Creo que está un poco... reveladora.
Soltó una carcajada, se colocó detrás de mí y puso sus manos en mis hombros. Ambos estábamos frente al espejo. Me sentí un poco nerviosa por la cercanía.
—No te preocupes, Bessie Boop, está dentro del límite «moralmente» correcto. —Miré hacia mis muslos y sentí mis mejillas encenderse. Por suerte llevaba medias negras—. Además, te queda mucho mejor que a mí.
—Vale... —susurré, sin estar muy convencida.
—Bien, ¿volvemos?
—¿No me puedo quedar aquí hasta que se vayan todos?
Volvió a reír.
—Venga, Bessie Boop, no me hagas cargarte y llevarte afuera.
Asentí, tomé el vestido y caminé por mi cuenta. No me apetecían más roces embarazosos ni tampoco creía que a Tiffany le agradara ver que su novio me llevara en brazos.
—Bessie —me abordó Tiffany apenas me vio—. Siento tanto lo que ocurrió, yo—
—La celebración terminó por hoy, Tiffany —la interrumpió Nick con tono seco y se interpuso entre ambas. Ella se quedó pasmada al escucharlo llamarla por su nombre completo—. Es hora de que te lleve a casa. Bessie Boop —se volteó hacia mí y suavizó su tono—, mi madre te llevará para que no tengas que esperar por mí. Quizás tarde un poco.
Asentí. Tomé mi ropa y el pequeño bolso de mano que había llevado. Me despedí de Aurora con un abrazo y salí fuera a esperar que Nick le avisara a Nora. Ya había tenido suficiente de respirar el mismo oxígeno que esas dos.
***
El camino a casa con Nora fue bastante silencioso. Me sentía un poco apenada de que ella tuviera que ocuparse de regresarme al apartamento, además de que estaba ocupada bajando la costura de la camiseta de Nick para que mis muslos no estuvieran al descubierto. Cuando detuvo el auto frente al edificio me giré para agradecerle.
—Muchas gracias por traerme.
—No tienes nada que agradecerme, cariño —respondió con dulzura—. Soy yo quien tiene que darte las gracias por todo lo que estás haciendo por Nick.
—¿Yo? —Me sorprendieron sus palabras—. N-no estoy haciendo nada...
—Nick siempre ha sido muy testarudo e impulsivo, Bessie, y su enfermedad fue todo un reto para nosotros porque temíamos que hiciera locuras que dañaran su corazón. —Bajó la mirada con tristeza—. Pero luego tú llegaste a su vida... —Me miró a los ojos. Los suyos estaban húmedos—. Él parece otra persona desde que te conoció y más aún desde que te mudaste. Gracias a eso mi esposo... murió más tranquilo, ¿sabes? Murió feliz de ver a nuestro hijo siendo responsable y cuidando de su salud...
—Yo... no estoy segura de tener algo que ver en ese cambio... Nick ha madurado...
—Sí, supongo que también es eso... Pero, de cualquier modo, ¿cuidarás de él, por favor? Te escucha mucho más de lo que me ha escuchado a mí alguna vez.
Sonrió entre lágrimas.
—Lo intentaré —respondí con toda sinceridad.
—Eso es suficiente para mí. —Se acercó y me abrazó con fuerza.
Me quedé un momento fuera del edificio mientras el auto se alejaba después de bajarme. Quería con todas mis fuerzas proteger a Nick de todo lo que pudiera dañarlo, pero no podía prometer que lo haría. La última persona que había prometido cuidar se había desangrado en mis brazos. Así de incompetente era yo.
Un fuerte dolor se abrió paso en mi pecho al pensar en Jimmy, al recordar ese fatídico día. No obstante, me abracé a mí misma y corrí hacia el ascensor.
Ya en el apartamento lancé el vestido en la lavadora y me quité los zapatos. Luego de todos los sucesos de la noche no lograría conciliar el sueño, así que ni siquiera intenté dormir. Al día siguiente ya tendría tiempo de arrepentirme en el trabajo. Encendí la tele un rato, pero terminé por apagarla. Ni siquiera sabía de qué iba la película que supuestamente veía.
Me preocupaba un poco Nick, no me agradaba la idea de que anduviera tan tarde en la moto. No podía evitarlo, sobre todo porque su camiseta olía tanto a él que me parecía tenerlo a mi lado.
También pensé en Nora. ¿Por qué no me había tocado una madre tan dulce y preocupada en lugar de una que se había marchado la mayor parte de mi vida para luego regresar y pretender que nada ocurría? Ella ni siquiera merecía que malgastara tiempo dándole vueltas a ese asunto, pero desde su regreso no podía evitarlo.
Salí al balcón y me senté en el suelo. Miré hacia las estrellas.
«Hola, Jimmy... —pensé y una lágrima rodó por mi mejilla—. ¿Realmente tú y Beth están ahí arriba? No me dejen sola».
—Podría secuestrarte si quisiera.
Me sobresalté al escuchar la voz de Nick y él soltó una carcajada.
—No te sentí llegar —dije y me sequé el rostro con el dorso de la mano.
—Traté de no hacer ruido porque pensé que estarías durmiendo.
—No tenía sueño.
—Mejor aún. Te traje algo.
Me levanté del suelo y lo seguí hasta la encimera. Al ver que se trataba de helado no pude evitar sonreír.
—¡Gracias! —exclamé y tomé una cuchara. Él sonrió, pero no le llegó a los ojos. Algo no andaba bien—. Nick... ¿qué te ocurre?
—Nada, Bessie Boop —respondió, restándole importancia—. Todo está perfecto.
—Vale... si tú lo dices.
Caminé hasta el sofá y me senté. Subí mis piernas y las crucé. El helado siempre lograba animarme, sobre todo si era de fresa.
Él se sentó a mi lado y reclinó la cabeza hacia atrás, mirando fijamente al techo. Permaneció así varios minutos mientras yo devoraba el helado. Su actitud comenzó a inquietarme.
—Ey —lo llamé y le extendí una cucharada. Dudó un instante, pero finalmente se la comió y se incorporó.
—Es muy tarde, no puedo comer nada dulce a esta hora.
Me encogí de hombros con actitud infantil.
—Descuida, tampoco pensaba darte más.
—¿Ah, sí? —Alzó una ceja—. ¿Y si te dijera que quiero más?
—Perderías tu tiempo.
Se acercó y me sujetó ambas manos con tanta rapidez que no tuve tiempo de escapar. Me obligó a llevar una enorme cucharada a su boca. Luego me soltó entre risas.
—¡Eso no es justo! —chillé y reí también—. ¡Eres un traidor!
Me levanté de un tirón y lo amenacé con la cuchara.
—Vale, me rindo —dijo y alzó ambas manos en son de paz.
—No trates de hacer nada —advertí—. Te estoy mirando.
Puso cara de chico bueno y yo volví a sentarme, pero esa vez de frente a él. Recostó la cabeza en el respaldo del sofá y comenzó a mirarme fijamente.
—¿Qué? —pregunté.
—Que eres muy tacaña.
—Lo siento, no hago tratos con los dulces.
—¿No eres capaz de hacer una excepción ni siquiera conmigo? —Su rostro de cachorrito triste logró ablandarme y le ofrecí otra cucharada.
—Esa es la última —exclamé, decidida.
Cuando terminé coloqué el tazón en el suelo. Él me sorprendió al acostarse bocarriba y apoyar la cabeza sobre mis piernas. Casi por instinto comencé a acariciar su cabello en silencio. Su única respuesta fue cerrar los ojos como un gatito.
—¿No me contarás qué te ocurre?
—En serio siento lo de esta noche, fue mi culpa.
—No lo fue —dije—, fue un accidente. Además, me encanta tu camiseta y creo que me la voy a quedar como compensación de que tu novia haya arruinado mi vestido.
Abrió los ojos y me observó.
—Rompimos.
—¿Qué?
—Tiffany ya no es mi novia —afirmó y no logré disimular mi asombro.
—¿Te refieres a... definitivamente?
Asintió y volvió a cerrar los ojos.
—Sé que eso no me incumbe, pero... ¿por qué? Pensé que les iba bien.
—Supongo que las cosas ya no son como cuando empezamos a salir, y... honestamente creo que es mejor así. Ella no es la chica de mi vida, pero tampoco quiero hacerle daño.
—Lo siento —susurré.
—¿Por qué? No es tu culpa.
—Lo sé, pero siento que estés triste.
—¿Triste? —Abrió sus ojos negros y me miró con tanta intensidad que tuve que apartar la mirada—. No, Bessie Boop, ahora mismo me siento en paz, mucho más de lo que había estado en mucho tiempo.
—D-de acuerdo... Me alegra que hayas sido honesto con ella.
Asintió y se quedó inmóvil mientras mi mano seguía acariciando sus cabellos. Me detuve a observar su rostro. Jamás lo había tenido tan cerca sin que su mirada me impidiera detallarlo. Sus facciones eran tan suaves que lo hacían verse mucho más joven de lo que realmente era. Sus delgados labios y sus mejillas carecían de color. El tono oscuro bajo sus ojos era lo único que empañaba la perfección de su pálido rostro, aunque cuando él clavaba sus ojos oscuros en ti sus ojeras permanentes eran lo último que podías notar.
Siempre se empeñaba en convencer a los demás de que estaba bien, de que nunca necesitaba apoyo. Pero yo ya sabía lo que ocultaba tras esa armadura, y por eso me había jurado que siempre estaría allí para él. No creía tener forma de pagarle alguna vez todo lo que había hecho por mí ni tampoco lograba imaginar cómo hubiera sido mi vida sin conocerlo.
«Quisiera hacerte saber alguna vez todo lo que significas para mí, Nick», pensé e incliné mi rostro hacia delante. Deposité un sutil beso en su mejilla, creyendo que se había quedado dormido. Sin embargo, me arrepentí de inmediato.
Abrió los ojos y se incorporó lentamente. Todo mi cuerpo se paralizó al verlo acercar su rostro al mío. Sentí su aliento a centímetros de mis labios, pero simplemente besó mi mejilla y se levantó.
—Es mejor que vayamos a dormir —dijo. Asentí, evitando el contacto visual—. Buenas noches, Bessie Boop.
—Buenas noches —susurré.
Apenas entró a su cuarto y cerró la puerta, llevé mi mano al sitio donde me había besado. Aún sentía el cosquilleo del suave roce de sus labios y mi corazón no lograba calmarse.
«¿Qué diablos te pasa, Elizabeth?», me pregunté. No cabía duda de que necesitaba dormir con urgencia. Debía de ser el cansancio.
***
Al día siguiente sentía mis ojos arder por el sueño. Sin embargo, el ajetreo en la cafetería ni me permitía pensar. El teléfono sonó en el bolsillo de mi uniforme. Miré a ambos lados y lo saqué con disimulo.
Era un número desconocido.
—¿Hola? —respondí.
—Bessie...
El estómago me dio un vuelco al escuchar esa voz.
—¿Cómo conseguiste mi número, Louisa? —exigí y caminé para ocultarme un instante en el cuarto de los casilleros—. ¿Qué diablos quieres?
—Solo quería saber si estás bien, me preocupo por ti.
—Sí, claro, pues estaba mucho mejor antes de que llamaras. Voy a colgar.
—Espera —suplicó—, dame solo un minuto. Déjame hablar contigo, Bessie.
—No, tú y yo no tenemos nada de qué hablar.
—Sí, tenemos mucho de qué hablar, escúchame por favor.
—No —respondí, tajante.
—Entonces no lo hagas por mí, hazlo por tu hermana.
—¿Qué? —Eso me pareció lo más absurdo que había escuchado—. ¿Qué tiene que ver Hannah con todo esto?
—No estoy hablando de Hannah, Bessie. Hablo de Halley.
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