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Capítulo 47

Dedicado a LuciaPineiro

***

Las nubes grises y la frialdad hacían parecer que era mucho más tarde. Pero no pasaban de las diez de la mañana. Éramos unas quince personas en el cementerio, solo los familiares y los amigos más cercanos.

El padre de Aurora era el encargado de decir las palabras de despedida de su mejor amigo. Parecía destrozado. Todos lo estaban.

Nick estaba junto al ataúd de su padre. Sus ojos estaban hinchados y ojerosos por la falta del sueño y las lágrimas previas, pero no lloraba en ese momento. Su mirada estaba perdida en algún lugar del hoyo a menos de dos metros de él. A su lado estaban Aurora —que lloraba sin consuelo en el pecho de su madre—, Tiffany, Barbie y algunas otras personas que suponía fueran parte de la familia.

Por último estaba Nora, la madre de Nick, que no se había separado de él ni un instante. Era una mujer hermosa, pero el peso del sufrimiento prolongado había dejado algunas huellas en ella. Como su hijo, tenía los ojos negros y el cabello rojizo. Él se parecía mucho a ella.

Yo estaba del otro lado, casi oculta en una esquina. No había conocido al fallecido y no podía evitar sentirme un poco fuera de lugar. Sin embargo, debía estar ahí por Nick.

Cuando el discurso finalizó, se dispusieron a bajar el ataúd. El llanto de algunas personas se intensificó y lo comprendí a la perfección. Era la última vez que lo verían y aún no podían creerlo. De un modo inconsciente, cerré mis manos en puños. Quizá quería retener en ellas el recuerdo de las cenizas de Jimmy, aunque ya aquel día parecía algo lejano. Mis ojos se humedecieron.

***

Salí de mis pensamientos cuando vi a Nick alejarse y perderse entre las lápidas. No sabía hacia dónde iba, pero lo seguí sin detenerme a pensarlo.

—Nick —lo llamé apenas logré llegar a su lado. Estábamos fuera de la vista de todos los demás.

Quise preguntar si estaba bien, pero ya sabía la respuesta. Me limité a quedarme a su lado en silencio mientras se sentó sobre una de las tumbas. Con manos temblorosas, sacó un cigarro de su bolsillo y un encendedor. Solo por esa vez fingí que estaba bien.

Sus labios también temblaban un poco y su mirada seguía perdida.

—¿Se fue? ¿Es cierto? —dijo, luego de tomar una calada. Incluso su voz lucía diferente, despersonalizada.

Asentí y miré al suelo.

—Yo también me voy a morir —soltó. Lo miré de inmediato.

—¿Qué? Nick, ¡no! Tu padre estaba enfermo.

—Tengo lo mismo que él —volvió a decir y me miró a los ojos. Pude ver la mezcla de dolor y desesperación en su rostro.

—Pero no es igual. Él luchó muchos años contra la enfermedad. Tú te sometiste a un trasplante, ¡tienes una nueva oportunidad!

En ese instante quise abrazarlo con todas mis fuerzas y hacerle entender que esas ideas eran solo provocadas por la situación. Pero no fue posible.

—¡Nicky!

La voz de Tiffany nos alertó a los dos. Se acercó a nosotros y se agachó frente a él para sostener sus manos.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó—. Tu madre te necesita allá.

Él asintió y tiró el cigarro al suelo. Luego lo aplastó con un pie y se levantó para regresar.

Los seguí mientras iban tomados de la mano. Me costaba reconocerlo, pero Tiffany parecía realmente dolida por todo lo que estaba ocurriendo. Al menos en eso estaba siendo auténtica y sincera. Desde atrás detallé su figura y sus movimientos. Era encantadora y delicada, más que cualquier otra chica que hubiera conocido antes. Tenía sentido que Nick la hubiera escogido, después de todo. Él se merecía lo mejor y, por lo visto, ella no se comportaba como una idiota cuando estaban juntos.

Suspiré profundo y desvié la mirada. ¿Por qué me sentía tan insignificante e impotente en ese momento? Ella era su novia, debía ser quien lo acompañara y lo consolara. Punto.

Al terminar de echarle la tierra, todos los presentes colocaron flores blancas sobre la tumba. Algunos se despidieron con unas palabras y otros se abrazaron. No obstante, me llevé una enorme sorpresa al ver que Tiffany se acercó y me rodeó entre sus brazos. Mi cuerpo se tensó a pesar de que apenas me rozó.

—Puede que vivas con él —susurró en mi oído—. Pero Nicky sigue siendo mío. No olvides tu lugar.

Nuestras miradas se cruzaron un instante cuando se separó de mí. Pretendía estar conmovida, pero sus ojos reflejaban sus verdaderas intenciones. Quería humillarme. Y lo consiguió.

No dejé de mirarla mientras caminaba hacia él y la familia. Pensé que ya podría marcharme, pero Nick me llamó:

—¡Bessie!

Me giré al escucharlo, muy sorprendida.

—Ven aquí —me dijo y lo hice con timidez. De reojo vi la expresión de incredulidad de Tiffany—. Quiero que conozcas a mi familia.

—Buenos días —saludé en un tono de voz bajo.

—Hola, querida —me respondió Nora y me regaló una sonrisa triste. Luego me abrazó con una calidez sorprendente—. Me alegra mucho conocerte, llevaba tiempo deseándolo. Es una pena que sea en estas condiciones... —Su voz se quebró un poco, pero se aclaró la garganta y añadió—: Él también hubiera amado conocerte.

Asentí con pena.

—También me alegra mucho conocerla —dije e intenté sonreírle.

—¡Hola! —me saludó con efusividad la madre de Aurora—. Yo soy Tina, y aquel es mi esposo Ted. —Señaló hacia él, que estaba agradeciéndole a algunas personas por haber asistido—. Aurora es nuestro hijo.

Era una mujer rubia y regordeta. Aunque lucía un poco decaída, se las arreglaba para desprender una familiaridad y un cariño reconfortantes. También me envolvió entre sus brazos en un fuerte abrazo.

—Dice Aurora que eres una cocinera excelente. Quizá luego puedas enseñarme un par de trucos para ver si alguien logra comerse lo que yo preparo —añadió y me guiñó un ojo.

Barbie carraspeó con sutileza.

—Creo que ya debemos irnos —dijo—. Nora está extenuada y seguro quiere volver a casa.

—De acuerdo —dijo Nick—. Vayan adelante, enseguida los alcanzo.

Nora y Tina fueron las primeras en marcharse. Barbie tomó a Aurora por un brazo y lo ayudó a caminar. Estaba tan abatido que no se había movido de su sitio desde que habían bajado el ataúd. A Tiffany le tomó un instante comprender que también se refería a ella, pero se marchó sin protestar. Aunque su rostro reprimía su odio hacia mí.

Al quedarnos solos, Nick le dio un vistazo a su madre y suspiró profundo.

—Estaré fuera de casa unos días —me dijo con voz apagada—. Ella me necesita.

—No te preocupes, estaré bien.

—Aurora irá por las noches para que no duermas sola. Ahora sí pueden ordenar pizza todos los días.

Ambos sonreímos un instante.

—¿Estarás bien? —pregunté.

Su única respuesta fue avanzar hacia mí y abrazarme con fuerza. De todos los abrazos que había recibido, ese era el único que realmente había necesitado. Hundió su rostro en mi cuello y sentí su respiración aligerarse. Lo apreté lo más fuerte que pude y sentí un par de lágrimas brotar de mis ojos.

—Gracias por estar aquí —susurró—. No sé qué me haría sin ti.

Ni yo tampoco lo sabía, por mucho que intentara mentirme a mí misma.

***

Los días pasaban lentamente, sobre todo los que no tenía que ir a la cafetería. Me habían dado un puesto fijo, pero ni siquiera eso lograba contentarme.

Estaba demasiado tiempo sola, mucho más del que me hubiera gustado. Aurora pasaba los días en su casa o en el apartamento que compartían Barbie y Tiffany. En la noche casi siempre cenaba conmigo y nunca faltó a su promesa de dormir en nuestro apartamento. Eso me aliviaba, aunque no se lo dijera. El hecho de pasarme la noche allí sola me aterraba.

Hablaba con Nick casi todos los días. Su estado de ánimo se mantenía apagado, al igual que el de Aurora. Y, sin ellos a mi alrededor para alegrar mis días, mi vida se volvió bastante gris y mis tristezas del pasado regresaron. Quería ser fuerte, pero el simple hecho de saber que Nick estaba pasando por un momento desgarrador me lo impedía.

Tardó casi dos semanas en regresar. Me alegró mucho tenerlo de vuelta, a pesar de que al principio casi no hablaba. Sin embargo, yo sentía que su tristeza iba mucho más allá de la muerte de su padre y que también estaba relacionada con la breve charla que habíamos tenido en el cementerio. Él temía morir. Y yo también temía por él. Pero nunca más tocamos ese tema.

Con el paso de los días el dolor fue cediendo y nuestro día a día volvió a la normalidad. La vida me había mostrado de la forma más dolorosa que el mundo nunca detenía su paso por nadie. Ni por su dolor por su padre ni por el mío por Beth y Jimmy. Éramos simples mortales y nuestros días estaban contados.

***

Salí de la habitación al sentir un olor muy peculiar proveniente de la cocina. ¿Quién diablos estaba profanando mi santuario? Mis ojos casi caen al suelo al ver a Aurora en medio de las cacerolas y usando un delantal.

Nick estaba en el sofá con su ordenador. Me senté a su lado, horrorizada.

—¿Qué está haciendo Aurora? —pregunté.

—Destrozando la cocina —respondió con simpleza y se encogió de hombros—. Descuida, ordenaré comida china.

—Bueno... creo que deberíamos darle una oportunidad.

Soltó un bufido.

—Ya, claro... y a mí deberían darme una oportunidad como actor porno.

Hice una mueca de desagrado, pero el humo que inundó la habitación no me permitió contestarle.

—¡Mierda! —chilló Aurora desde la cocina.

Nick me miró con cara de «te lo dije» y siguió en lo suyo.

Me acerqué al rubio y vi que trataba de salvar su platillo con torpeza. Si no intervenía nos dejaría sin cocina.

—Diablos, se me pasó el tiempo.

—Sí... —dije—. Creo que ya lo noté.

—Esto no funcionará.

Hizo un puchero mientras miraba el desastre. Asentí mentalmente, pero le sonreí para que se sintiera mejor. El arte culinario no era lo suyo.

—Descuida, creo que puedo salvar la situación.

—¿En serio? —preguntó y su mirada se iluminó.

—Sí, no te preocupes.

—¡Eres la mejor! —exclamó y me entregó el delantal.

Tiré a la basura su «salsa» apenas se dio la vuelta. Aún no dominaba los misterios de la magia y no los aprendería esa tarde.

Luego de un arduo trabajo logré imitar la receta que él había buscado en Internet. Olía realmente deliciosa y estaba muy orgullosa del resultado.

—¡Ya está! —dije con entusiasmo.

Ambos se emocionaron al escuchar la buena noticia.

—La mala noticia es que no la probarán hasta la cena —añadí con una sonrisa maliciosa y pude escuchar sus quejas desde el sofá.

El timbre de la puerta sonó y sentí un leve escalofrío. No recibíamos visitas porque Bárbara y Tiffany preferían que los chicos fueran a visitarlas a su lujoso —no apto para personas ordinarias— apartamento cerca de la universidad. Fui al baño a lavarme las manos y el rostro. Estaba sudada por el calor de la cocina.

Sin embargo, no escuché ninguna voz familiar entrar. Nick fue quien me llamó, en un tono de voz que no logré descifrar.

—Bessie Boop... alguien quiere verte.

¿A mí? No conocía a casi nadie en la ciudad y Noah y Lynn aún no conocían mi dirección. Salí muy despacio mientras me secaba las manos con una toalla. Mis alarmas se dispararon al ver que ambos me estaban observando como si la policía hubiera ido a buscarme.

Pero al mirar fuera lo comprendí todo.

La toalla cayó de mis manos y me pareció que dejé de respirar. Reconocí esos ojos y ese lunar en la mejilla izquierda de inmediato.

Era una mujer: mi madre.

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