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Capítulo 44

Dedicado a Mafesan1510

***

Imaginé que la otra chica era Barbie, y su forma de saludar a Aurora me lo confirmó. Él parecía muy feliz mientras que Nick permaneció un poco indiferente —o al menos eso me pareció.

Pero para mí el día quedó totalmente arruinado ante la incomodidad del momento. Bajé la mirada con la esperanza de que olvidaran que seguía junto a ellos. Me sentía fuera de lugar sin poder hacer nada para evitarlo.

—¿Qué hacen aquí, cariño? —preguntó Barbie utilizando el mismo tono con el que hablaría con un niño pequeño e ingenuo.

Ella era la más rubia de las dos y tenía algunas pecas esparcidas por sus mejillas y por su nariz pequeña y perfilada. El cabello de Tiffany era castaño claro y lo llevaba recogido en una coleta alta. Ella me pareció mucho más atractiva. Su rostro parecía el de una muñeca de porcelana: liso y sin imperfecciones.

Tenían cierto parecido familiar; quizás era simplemente que los ojos de ambas eran verdosos.

—Estábamos caminando un poco en la ciudad y decidimos quedarnos a almorzar aquí —respondió Aurora.

—¿No nos presentan a su «amiga»? —preguntó Tiffany y todos se voltearon a verme. Mis manos comenzaron a sudar a pesar del frío.

—Claro... —dijo Nick, ignorando el tono pretencioso de su novia—. Ella es—

—Elizabeth —lo interrumpí—, ese es mi nombre.

Él me sostuvo la mirada un instante, algo sorprendido, pero luego me sonrió de manera casi imperceptible.

Ambas chicas me escrutaron de pies a cabeza con escepticismo. Yo intenté permanecer impasible, ocultando los nervios que me causaba toda la situación.

—Oh... gusto en conocerte, Elizabeth. Soy Bárbara, pero me dicen Barbie... y esta es mi prima Tiff...

—El gusto es mío... —dije y traté de esbozar una sonrisa. Sabía que el parecido entre ellas no podía ser solo una coincidencia.

—Chicas —intervino Aurora—, ¿por qué no se quedan y almuerzan con nosotros?

«¿Qué haces Aurora? —grité internamente—. ¡No!».

—Lo siento, cariño, pero ya tenemos planes.

—Es una lástima —dijo Nick, restándole importancia—. La próxima vez será...

—De hecho, Nicky... —respondió Tiffany mientras halaba una silla para sentarse a su lado—. Creo que nuestros planes pueden esperar...

Y así terminé compartiendo el mismo espacio que las dos novias de los chicos...

La mesera también tomó sus pedidos y poco después nos llevó a todos la comida. Barbie y Tiffany no paraban de burlarse de cualquier cosa alrededor. Para ellas todo era ridículo y vulgar. No podía siquiera imaginar la opinión que tendrían sobre mí, me coronarían como la soberana del reino de las personas más insípidas y ordinarias existentes. Me odié a mí misma en ese instante por permitirme sentirme insignificante comparada con ellas.

Aurora no decía demasiado, pero no paraba de reír y de mirar a Barbie con un brillo desbordante en los ojos. Supuse que no había prueba más cruel de que el amor nos volvía ciegos.

Por otro lado, yo me limité a comer sin aportar nada a la conversación. No tenía nada positivo que decir y no creía que fuera un buen momento para comenzar a contradecir todas sus opiniones. No obstante, no era la única que las escuchaba con incomodidad: Nick no parecía mucho más feliz que yo del encuentro.

Finalmente ocurrió lo que tanto había temido y la atención de las primas terminó por centrarse en mí.

—Y... —comenzó a decir Tiffany mientras me miraba—. ¿De dónde se conocen ustedes? No es que tengan mucho en común que digamos...

—Nos conocemos de hace tiempo —respondió Nick—. Y... quizás tengamos más en común de lo que piensas.

Por un segundo pensé que les hablaría de la clínica, pero no lo hizo.

—Bessie es la nueva compañera de piso de Nick —agregó Aurora con simpleza.

—¡¿Qué?! —preguntaron ambas al unísono. Lucían perplejas ante la afirmación.

Tiffany le lanzó una mirada colérica a Nick.

—¿Tu compañera de piso? —cuestionó, intentando ocultar su irritación—. ¿Desde cuándo? ¿No pensabas contarme?

—Así es —dijo él como si fuera lo más natural del mundo y se encogió de hombros—. Bessie Boop se mudó a casa ayer. Lo siento, se me pasó decírtelo...

Ella soltó un bufido y me miró de un modo demasiado «intenso» para mi gusto. No tenía idea de si debía decir algo o permanecer en silencio.

—De acuerdo... —cedió finalmente—. Supongo que ahora seremos algo «cercanas», entonces...

—Eso es bueno, Tiff —dijo Barbie con ironía—, así podremos mostrarle los encantos de la ciudad a... ¿Bessie, cierto? —Asentí—. Y de paso llevarla a tiendas donde pueda comprar algo de ropa nueva...

Ambas soltaron una risilla burlona y yo maldije un millón de veces por la elección de vestuario que había hecho en la mañana. Realmente no lucía bien en lo absoluto.

Nick las observó con incredulidad y soltó un bufido de molestia mientras negaba con la cabeza. Aurora lucía un poco avergonzado por la «broma» de su novia. Pero ninguno de los dos habló.

—No se preocupen, chicas —dije cuando logré reunir fuerzas—. Les agradezco el gesto, pero ya los chicos me han mostrado todo lo que me interesaba ver de la ciudad... Si me disculpan, necesito ir al baño.

Me levanté y caminé con rapidez. Necesitaba alejarme de allí lo antes posible. Me encerré en uno de los retretes.

«¿Qué mierda te pasa, Bessie? —me reclamé, sintiendo mis ojos escocer—. ¿Por qué reaccionas así?».

No podía permitirles burlarse de mí ni hacerme sentir mal. Esa etapa en mi vida donde me sentía avergonzada y ansiosa a causa de otros ya había terminado. O al menos eso me gustaba creer.

Debía salir y mostrarles que sus opiniones no me afectaban, así que respiré profundo y salí de mi guarida.

Para mi sorpresa, Tiffany estaba en uno de los lavabos retocando su lápiz labial. Me coloqué a su lado con la mayor naturalidad posible y comencé a humedecer un poco mi rostro. Ella terminó lo que estaba haciendo y permaneció observándome sin intención alguna de ocultarlo.

—¿Nos conocemos de alguna parte, Bessie? Me parece haber escuchado tu nombre antes.

Recordé la llamada que había hecho al teléfono de Nick y que ella había contestado. Le había dicho mi nombre en esa ocasión, pero por algún motivo decidí aparentar que nunca había ocurrido.

—No lo creo —respondí observándola en el espejo—. A mí no me suena el tuyo.

Ella volvió a mirar su imagen y retocó su peinado.

—Así que ahora vives con mi Nicky... —volvió a hablar cuando yo estaba a punto de irme.

—En realidad, no vivimos juntos. Solo compartimos el piso hasta que yo comience la universidad, así que no te preocupes...

Bufó al escucharme y sonrió con arrogancia.

—¿Preocuparme? ¿Crees en serio que una chica como yo tenga que preocuparse por alguien como tú?

—¿A qué te refieres con «alguien como yo»? —repliqué, sin ocultar mi molestia. Su comentario me había parecido bastante ofensivo.

—Estás frente a un espejo, cariño —escupió con desdén—. Utilízalo.

Justo cuando iba a responderle se abrió la puerta y entró una señora bastante mayor, por lo que tuvo tiempo de escabullirse. No podía creer que apenas me conociera y ya hubiera sacado sus garras.

No obstante, reuní fuerzas para volver a la mesa. Quedarme encerrada allí era una opción tentadora, pero no pasaría mucho tiempo antes de que Nick fuera a buscarme. Además de que no la dejaría pisotear mi dignidad de ese modo.

El resto del almuerzo transcurrió sin demasiadas novedades, solo un par de miradas rápidas y hostiles entre Tiffany y yo. No quería armar una escena, pero me resultaba bastante difícil ocultar mi desagrado hacia ambas.

Cuando decidimos irnos Nick decidió que me acompañaría a casa antes de irse con ella. Al escucharlo, la expresión de Tiffany fue bastante sugerente, y yo reí por lo bajo y lo anoté como una victoria para mí. Sin embargo, ella se esforzó por marcar su territorio y se despidió de él dándole un beso bastante largo y pegajoso delante de todos.

Esa chica sí que era insufrible y, por desgracia, sabía que me esperaban muchos más encuentros como ese en el futuro.

En el camino de regreso Nick y yo no pudimos ni hablar una palabra. Su doctor lo llamó y estuvieron conciliando su siguiente visita al hospital para hacerse unos exámenes de rutina. En el fondo lo agradecí, pues mi humor había decaído bastante. Al parecer mi nueva vida «perfecta» también tendría sus manchas.

***

Esa tarde dediqué todas mis energías a organizar el apartamento y hacer la cena. Estaba ansiosa por mostrarle a Nick mis habilidades recién aprendidas en la cocina. También cociné un poco más por si Aurora iba con él.

Sin embargo, comenzó a anochecer y ninguno de los dos aparecía.

Entonces comencé a sentirme nerviosa. No estaba acostumbrada a estar sola durante las noches y temí que mis miedos del pasado regresaran. Quizás solo estaba demasiado sentimental porque extrañaba a mi familia y aún no me adaptaba del todo a la idea de que la casa de papá nunca más sería mi hogar.

Encendí un rato la tele para intentar distraerme, pero terminé saliendo al balcón y sentándome en una esquina en el suelo. Solo las estrellas lograban darme algo de paz cuando me sentía tan desolada.

En la ciudad no se veían tantas como en mi pueblo. Las luces artificiales casi las hacían imperceptibles, pero ahí estaban.

Ahí estaba él.

Casi podía escuchar el sonido de su risa encantadora. El recuerdo era capaz de opacar el ruido proveniente de los autos abajo en la calle y del resto de los apartamentos.

«¿Por qué me dejaste sola? —pensé mirando al cielo. Una lágrima rodó por mi mejilla—. Hubiéramos encontrado una forma, lo sé... Mírame ahora, estoy viviendo en la ciudad y podría estar muy cerca de ti...».

El ruido de la puerta interrumpió mis pensamientos.

—Dios, huele jodidamente bien aquí dentro... —Me levanté y pude ver a Nick dejar sus llaves en la encimera y comenzar a revisar las cacerolas.

—¿En serio? —pregunté con cierta satisfacción—. Me pareció bien mostrarte mis habilidades culinarias. Y, descuida, he tenido en cuenta todas tus restricciones, poca sal y nada de grasa.

—Entonces no moriré si lo pruebo, ¿eh?

Soltó una risa divertida y yo le saqué la lengua. Luego probó la comida e hizo un gesto de aprobación con la boca llena.

—Esto está jodidamente genial, Bessie Boop —exclamó y se chupó el dedo de un modo chistoso—. ¿Ya te he dicho que eres perfecta?

Negué con la cabeza y sonreí.

—Pues lo eres... —agregó y me guiñó un ojo—. Venga, cenemos juntos.

Entre los dos sacamos los platos y los cubiertos y servimos la comida. Estaba realmente deliciosa y me alegró verlo disfrutarla tanto. Parecía que incluso se comería la parte de Aurora.

—Nunca me había pasado por la cabeza que supieras cocinar —dijo cuando terminamos y se recostó en su asiento para reposar.

—Tuve mucho tiempo libre en casa y descubrí que me gusta hacerlo.

—Eso es genial —bromeó—, ahora estoy incluso más feliz de haberte traído.

Ambos sonreímos. Yo también estaba muy feliz de estar ahí con él, pero no dije nada.

—Supongo que al menos algo debía dárseme bien... —dije y me encogí de hombros.

—Pues... yo solo ceno comida casera cuando voy a casa de mis padres. El resto del tiempo trato de comprar lo menos dañino que encuentre. No es que tenga mucho tiempo libre para cocinar, y tampoco me sale nada comestible.

—Bueno, supongo que esas son las desventajas de vivir solo, ¿no?

—Así es, pero no me quejo; mucho menos ahora que vivo con alguien que sabe hacer más en la cocina que solo abrir productos enlatados, o simplemente comprar pizza. Mi vida parece estar tomando su curso y me siento bien al respecto... —Sonrió ligeramente. Luego se inclinó hacia delante en la silla y me observó con tanta intensidad que me vi obligada a bajar la mirada—. ¿Y tú, Bessie Boop?

—¿Yo...? —Su pregunta me tomó por sorpresa—. ¿Yo, qué...?

—¿Cómo te sientes?

—Yo estoy bien, Nick... Me gusta estar aquí y pronto iré a la universidad... —Levantó una ceja y soltó un bufido.

—Tú sabes a qué me refiero... Sé que has pasado por momentos muy difíciles, pero no todos los finales son una mierda, Bessie Boop. —Se encogió de hombros y añadió mirándome a los ojos—: Quizás ya es hora de que dejes que alguien te quiera...

—Sí, claro —bromeé con algo de amargura—. Díselo a alguien que no haya perdido a los dos únicos novios que ha tenido. Enamorarme no sería algo muy inteligente de mi parte. Y, de igual forma, con mis antecedentes no creo que alguien quiera arriesgarse...

—Yo me arriesgaría...

—¿Qué? —pregunté con incredulidad.

—Me refiero a si, ya sabes, si pudiera haber algo entre nosotros... —Asentí con rapidez, sin saber siquiera por qué mis mejillas comenzaron a arder—. Es que, verás, me gusta vivir al límite y ya he estado cerca de la muerte, de cualquier modo.

Lo empujé por el hombro y soltó una carcajada.

—Ja, ja, ja, qué chistoso... —dije y puse los ojos en blanco—. Descuida, no tienes que decir esas cosas para hacerme sentir mejor. Estoy bien de este modo.

—No lo hago con ese objetivo. Ya deberías saber que solo digo lo que pienso, nada más. Y siempre he pensado que eres una chica inteligente y hermosa.

—Supongo que no tanto como Tiffany... —susurré, sin poder evitarlo. Me arrepentí de inmediato y sentí todo mi cuerpo tensarse. ¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Cómo se me había escapado algo así?

Él se levantó de la silla y no me atreví a mirarlo. No obstante, sí sentí su mirada sobre mí.

—Tú y Tiff no tienen nada en común —dijo finalmente y sentí que merecía que me dijera algo hiriente por ser tan tonta. No obstante, nunca esperé escuchar sus palabras siguientes—: Pero a veces me gustaría que ella se pareciera al menos un poco a ti...

El aire abandonó mis pulmones por un instante y me pareció que mi cuerpo estaba soldado a la silla. ¿Qué había querido decir con eso? Quise responderle, pero no logré siquiera organizar en mi cabeza una frase coherente. Opté entonces por jugar con los cubiertos y las sobras de mi comida hasta que se alejó hasta la cocina.

—Ve y toma un baño —me dijo—. Yo me ocuparé de lavar los platos y organizar la cocina.

Y entonces escapé hacia mi habitación.

Me sentía un poco tonta por mi reacción tan infantil. Tiffany era su novia y me había comparado con ella. Me abofeteé mentalmente un par de veces y luego me lancé a la cama.

¿Estaba celosa acaso de Nick? Él tenía derecho a tener novia, amarla y ser feliz con ella. Eso no afectaría en lo absoluto nuestra amistad ni lo haría alejarse de mí. Supuse que todo se debía al inmenso miedo que sentía de perder a la única persona cercana y querida que me quedaba. No era capaz siquiera de pensarlo.

***

Al día siguiente salí muy temprano de casa. La ansiedad me devoraba solo de pensar en el enorme paso que daría: estaba a punto de tener mi primer empleo. Pero debía encontrarlo, y no había demasiados lugares dispuestos a contratar a una chica tan joven e inexperta como yo.

Visité varios negocios que Nick me había mencionado y ninguno necesitaba mano de obra. Al quinto o al sexto ya comencé a desilusionarme. Quizás no sería tan sencillo, después de todo, pero continué caminando sin rumbo fijo por las concurridas calles.

Y, cuando ya pensaba volver al apartamento, encontré por accidente una pequeña cafetería.

Fue amor a primera vista. No tenía más de siete u ocho mesas, y estaba llena de plantas y de flores que me hicieron recordar el hermoso jardín de la clínica. Las mesas y los banquitos eran de madera pintada de colores pastel, y en cada pared había varias frases sobre la felicidad, la amistad y el amor.

—Buenos días —me saludó una hermosa joven afroamericana. Su sonrisa combinaba a la perfección con el acogedor entorno—. ¿Vas a pasar?

—Eh... —comencé a decir—. Buenos días... yo... en realidad estoy buscando un empleo...

—Oh —respondió ella y sonrió con calidez—. Ya veo... Bueno, no sé si pueda ayudarte con eso, pero hace algunos días nuestro jefe dijo que consideraría contratar a un par de personas más. Somos solo tres en ambos turnos y estamos trabajando el doble de lo que deberíamos... Creo que con intentarlo no pierdes nada.

—¿En serio? —exclamé, emocionada—. ¿Puedes preguntarle, por favor?

—Él no ha venido hoy, pero sí puedo darte nuestro teléfono para que llames otro día.

—De acuerdo, me parece genial.

Ella se alejó un poco para buscarme una tarjetica. Yo di otro vistazo alrededor deseando con todas mis fuerzas que me contrataran. Sin embargo, mis ojos no pudieron evitar posarse en un chico que salió de la cocina y caminó hasta la mesa a mi derecha sosteniendo una bandeja con varias bebidas.

Era muy alto y corpulento. Su cabello oscuro y desordenado le caía sobre sus ojos verdes, que hacían un llamativo contraste con su piel pálida. Llevaba los brazos totalmente cubiertos de tatuajes y tenía más de un piercing. No obstante, lo que más llamó mi atención fue la enorme cicatriz que tenía en el rostro. Se extendía desde la ceja hasta la mejilla izquierda y le daba un aspecto peligroso y a la vez fascinante.

Todas mis alarmas se dispararon en ese instante y, para mi sorpresa, el motivo estaba lejos de ser su apariencia.

—¿Noah? —pregunté con incredulidad—. ¿Noah Sanders? 

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