Capítulo 43
Dedicado a Ami_DL
***
Desde el autobús le decía «Hola» al nuevo paisaje que vería cada día. Papá había insistido varias veces en llevarme, pero decidí hacerlo por mi cuenta. De ese momento en lo adelante no lo tendría para resolver todos mis problemas, después de todo.
No sabía qué me deparaba el destino en la ciudad. Solo había algo de lo que estaba profundamente segura: no volvería a mi pueblo más que para visitar a mi familia.
A partir de ese día estaría viviendo con Nick como su compañera de piso hasta que comenzara la universidad en el otoño siguiente. En ese momento me mudaría a la residencia estudiantil, y después de graduarme tendría un empleo y rentaría mi propio apartamento. Al menos ese era el único plan que se me ocurría en ese momento.
Nick no estaba de acuerdo con que le ayudara a pagar la renta. Decía que no era necesario, que solo debía decirle a mi padre que lo estaba haciendo para que estuviera más conforme con mi mudanza. Sin embargo, yo quería hacerlo porque no me parecía justo. Mi familia me ayudaría hasta que encontrara un empleo temporal y pudiera hacerlo por mi cuenta.
De cualquier modo, no creía que existiera ningún argumento válido para hacer que mi padre se lo tomara mejor. No le hacía nada de gracia que me hubiera ido tan lejos de casa para vivir con «un chico desconocido». Había sido un infierno convencerlo, pero le había dejado bien claro que ya era mayor de edad y que mi iría con o sin su ayuda.
Quizás eso lo hizo darse por vencido. O quizás siempre supo en el fondo que el pueblo y no era lugar para mí.
Solo había resistido unos días más a petición de Elisa. Me había pasado las celebraciones de Navidad y Año Nuevo con ellos, sobre todo porque había imaginado que serían días tristes y difíciles para mí sabiendo todo lo que había ocurrido el año anterior en la clínica con Jimmy.
Pero ya era el primer lunes del nuevo año e iba camino a reformar mi vida. Al menos estaría bien lejos de todo aquello que me podía traer malos recuerdos y dañarme.
Luego de bajarme del autobús seguí fielmente las instrucciones de Nick para no perderme. Era una distancia bastante corta la que debía recorrer hasta el apartamento y quería hacerlo sola para aprender a moverme en la ciudad. Aunque debía reconocer que estar en medio de tantas personas y en un lugar tan novedoso me hacía sentirme bastante intimidada.
El edificio donde se encontraba mi nuevo hogar era enorme. Era gris y todas sus ventanas eran de cristal. No lucía como una construcción antigua, pero en comparación con el resto sí parecía tener algunos años. No tenía idea de cuántos pisos podía tener, solo sabía que iba hacia el apartamento B612.
Entré y salí del ascensor arrastrando mi maleta. Ya estaba un poco cansada de cargar con ella, pues estaba un poco pesada. Sabía que no me estaba yendo a una excursión en la selva, pero Elisa había insistido en hacerme cargar con un millón de cosas.
Fue muy sencillo encontrar el apartamento indicado. No obstante, me detuve un instante a mirarlo antes de tocar el timbre. Una simple puerta blanca de madera me separaba de mi nueva realidad, y los nervios comenzaron a apoderarse de mí. Estaba dando un paso gigantesco.
Pero yo podía hacerlo, no había llegado tan lejos para escaparme, así que llamé a la puerta y sonreí como una tonta.
Unos instantes después me recibió la enorme de Nick.
—¡Bessie Boop! —exclamó y me tomó en sus brazos para levantarme del suelo y darme una voltereta en el aire—. ¡Bienvenida a casa!
Estaba a punto de responderle cuando un segundo grito me sobresaltó:
—¡Bessie!
Y no tuve tiempo de reaccionar antes de que alguien me abrazara tan fuerte que casi no me permitía respirar.
—Quita, idiota —dijo Nick—. ¿No ves que la estás asfixiando?
Aurora rio y se alejó de mí. Traté de sonreír, pero primero necesité recuperar el aire.
—Espera —dijo Aurora y me miró de pies a cabeza—. ¿Estás seguro de que esta es la chica correcta? No se parece en nada a la de la clínica.
Nick lo empujó por el pecho y el rubio soltó una carcajada.
—Haz algo productivo y lleva sus cosas a su habitación.
Aurora sonrió y tomó mi maleta con mucha facilidad. Mientras tanto, la frase «su habitación» se repetía en mi cabeza. Sonaba incluso mejor viniendo de los labios de Nick.
—Siento que esté aquí —me dijo Nick—. No pude evitar que viniera a recibirte.
—No te preocupes, en realidad me alegró verlos a ambos —respondí, sonriendo.
Estaba ciertamente muy feliz de estar ahí, y mucho más con la cálida bienvenida de ambos.
Un ruido proveniente de una de las habitaciones nos sobresaltó un poco a los dos.
—¡Lo siento! —gritó Aurora. Nick puso los ojos en blanco—. Lo recogeré todo.
Caminamos hasta el cuarto y vi la maleta abierta y toda mi ropa tirada en el suelo. Un muy torpe Aurora intentaba devolverlo todo a su lugar.
—Descuida —lo tranquilicé—. Es casi una costumbre...
Reí un poco al ver su cara de vergüenza y lo ayudé a terminar. Luego colocamos la maleta en una esquina.
—Esta será tu habitación, Bessie Boop —me dijo Nick—. Acomoda lo esencial y luego ven a comer algo con nosotros. Te esperamos afuera.
Me guiñó un ojo y yo asentí. Luego empujó a Aurora afuera de la habitación y cerró la puerta tras de sí.
Miré a mi alrededor para explorar el lugar. Era un cuarto bastante espacioso y las paredes eran de un color crema muy tenue. Me lancé a la cama para probarla y quedé encantada. Era mucho más grande que la de mi antigua casa o la de la clínica, y las sábanas eran extremadamente suaves.
Podía haberme dormido ahí por el cansancio del viaje, pero me estaban esperando, así que me levanté para inspeccionar el armario. No creía tener tanta ropa como para llenarlo, pero los compartimentos y los cajones que tenía serían muy útiles para mantenerlo todo organizado.
Había también un pequeño escritorio y una mesita de noche junto a la cama. Y una ventana con cortinas amarillo pálido, desde la cual podía ver la carretera y algunos otros edificios.
Me entretuve un poco mirando hacia afuera, así que opté solo por ubicar mi pequeño cactus en el borde de la ventana y la lamparita en la mesita de noche antes de salir. Del resto me ocuparía después.
El apartamento podía considerarse pequeño, pero me resultaba bastante acogedor. Tenía el espacio suficiente para tener todo lo necesario y no tropezar. Los dos dormitorios y el cuarto de baño eran las únicas habitaciones independientes, pues el resto estaba solo separado por los muebles.
Al entrar estaba la encimera, a la izquierda de la puerta, y era la división entre la entrada y la cocina. Estaba hecha de mármol gris, y ese era el color que predominaba en todos los electrodomésticos, dándole una apariencia bastante elegante y sofisticada. Pocos pasos más adelante estaba el sofá frente a una tele enorme, y a la izquierda del sofá había una mesa de comedor con seis sillas.
Detrás de la mesa estaba el pequeño balcón, al que se accedía por una puerta de cristal cubierta con cortinas blancas. El baño estaba detrás de la cocina y los cuartos al pasar el sofá y la mesa del «comedor».
—Y bien —dijo Nick, interrumpiendo mi inspección—. ¿Te gusta el lugar?
—¿Estás de broma? ¡Me encanta! —Me parecía innecesario decirlo, mi expresión seguramente lo decía a gritos.
—¡Qué genial que ahora vivas aquí! —exclamó el rubio.
—Lo sé. —Solté una risilla y caminé hasta unirme a ellos dos en la cocina. Aurora estaba sentado sobre la encimera mientras Nick sacaba tres platos de uno de los cajones.
—Hoy tuve mucho trabajo, así que le pedí al idiota de Aurora que comprara algo de cenar, ¡y lo mejor que se le ocurrió fue comprar pizza!
—Pues deberías agradecerme, rechacé salir a comer con Barbie por traerte la cena y venir a darle la bienvenida a Bessie.
Nick soltó un bufido y comenzó a abrir las cajas y a colocar las porciones de pizza en los platos.
—Por mí está perfecto, me encanta la pizza —declaré—. Y... por cierto, ¿quién es Barbie?
Aurora se dispuso a responder, pero Nick se le adelantó:
—La titiritera, y este idiota es su marioneta favorita.
El rubio le sacó el dedo medio y lo mandó a la mierda. Luego sonrió con cierto brillo en los ojos y me respondió con mucho orgullo:
—Es mi novia, la chica más linda que puedas ver...
—Sí, y también la más creída de todas —añadió Nick en un tono burlón.
—Pues tiene bastante en común con Tiffany —contraatacó Aurora—, y no creo que eso te importe mucho cada vez que te la estás cogiendo.
—Cállate de una jodida vez, ¿quieres? —dijo Nick, mirándolo con seriedad.
El rubio volteó a verme algo avergonzado, como si la hubiera cagado. Quizás yo también estaba un poco sonrojada, esos detalles no eran algo que me apeteciera conocer. No obstante, yo no tenía derecho alguno de interrumpir el curso de sus vidas.
—Descuiden, chicos —dije y les sonreí—, olviden que estoy aquí. Pueden hablar de lo que quieran como antes, ¿vale?
Ambos se miraron con cierta complicidad que no me gustó ni un poco y luego Nick se dirigió hacia mí:
—Tienes razón, ahora vives aquí y supongo que participarás de todas nuestras charlas, sobre todo cuando Aurora venga a contarme sobre sus películas para adultos favoritas...
—¿Qué? —Me tomó un momento procesar la información y mis mejillas se encendieron—. ¡Por supuesto que no! Creo que no necesito saberlo todo.
Miré al suelo por instinto y los escuché reírse de mi reacción tan infantil por un par de minutos. Casi había olvidado su tendencia hacia las bromas subidas de tono.
***
La cena con los chicos fue bastante divertida. Al parecer siempre estaban discutiendo por cualquier tontería, incluso por qué equipo de béisbol era mejor bateando. No obstante, era visible el gran cariño fraternal que ambos se tenían.
Las pizzas estaban deliciosas, pero Nick solo probó un pedazo y se llenó comiendo ensalada que tenía en la nevera. Yo también tuve suficiente con muy poco y Aurora se terminó el resto. No sabía dónde lograba meter tanta comida, pues, en lugar de engordar, estaba mucho más atlético de como yo lo había conocido.
Luego ellos se quedaron a jugar Xbox, pero yo decidí tomar un baño e irme a mi cuarto. Llamé a casa y terminé de acomodar mis cosas antes de dormir.
Mi primer día allí había sido bastante genial. Sabía que ser compañera de piso de alguien involucraba algunas responsabilidades, y también sabía que tendría que ser madura e independiente. Ya no tendría ningún adulto que velara por mí todo el tiempo.
Sin embargo, me sentía tan libre que no tenía cabida para la melancolía o la tristeza. Era esperanzador saber que quizás lograría salir de mi círculo de sufrimiento de una vez por todas.
A la mañana siguiente desperté demasiado temprano. Quizás era la ansiedad de todas las cosas nuevas que quería experimentar en la ciudad. Los chicos me llevarían a dar un pequeño recorrido por la zona para saber dónde se ubicaban los lugares esenciales que debía conocer.
Me levanté de la cama descalza y me acerqué al espejo del armario para peinarme un poco con los dedos y revisar que no tuviera ningún rastro de saliva seca en el rostro. Me daba vergüenza que Nick pudiera verme de ese modo.
Abrí la puerta despacio y salí fuera, pero al instante deseé no haberlo hecho. Lo primero que vieron mis ojos fue la espalda desnuda de Nick. Solo vestía un pantalón de pijamas gris y estaba volteado preparándose el desayuno.
«Mierda...», maldije. Jamás lo había visto siquiera en camiseta, así que sentí el calor extenderse por mi rostro. Quise retroceder sobre mis pasos en silencio y desaparecer, pero no tuve tiempo de hacerlo. Se volteó y se sorprendió un poco al verme.
—Buenos días, Bessie Boop —me saludó y sonrió con naturalidad, como si le importara muy poco que lo viera de ese modo—. Pensé que tardarías mucho más en despertar.
—Em... sí, supongo que es muy temprano aún... Buenos días... —Bajé la mirada, evitándolo. Él camino hasta el sofá y se sentó a comerse el tazón de cereales que tenía en las manos. Tenía el cabello húmedo y peinado totalmente hacia atrás, dejando su pálido rostro al descubierto. Era evidente que acababa de tomar una ducha.
—¿Estás bien? —me preguntó con la boca llena al ver que no me había movido del sitio.
Asentí y caminé hasta su lado, intentando retarle importancia a su apariencia. Me senté al otro extremo del sofá, pues necesité por algún motivo mantener la distancia de él. No obstante, no lograba dejar de mirarlo. Era delgado, pero sus músculos se marcaban ligeramente por el ejercicio físico. Sabía que corría todas las mañanas.
Aunque no era eso exactamente lo que llamaba mi atención, sino el enorme tatuaje que tenía en medio del pecho y que se extendía hasta su lado izquierdo.
—¿Qué te ocurre, Bessie Boop? —preguntó con desconcierto—. ¿Te incomoda que esté así? Lo siento, no me había vestido del todo porque pensé que tenía más tiempo antes de que despertaras...
—Eh... no, no es eso. No me molesta... —Levantó una ceja y sonrió con algo de arrogancia—. O sea, me refiero a que esta es tu casa, puedes andar como quieras...
—Bien —dijo y me miró con algo de picardía—, porque podría ser peor, antes salía del baño desnudo...
Mi expresión debió tornarse bastante gráfica en ese momento, pues su carcajada lo confirmó.
—Es broma, no volverá a ocurrir. Lo prometo.
—D-de acuerdo... Es solo que... —intenté explicar mi mirada insistente—. No sabía que tenías un tatuaje...
—Ah, sí. —Miró su pecho y se encogió de hombros—. Me lo hice hace unos meses.
—Es un zorro, ¿cierto? —Lucía exactamente como uno, pero tenía varias colas en lugar de una.
—Algo así, para ser más exacto un Kitsune.
—¿Kitsune? —Asintió y siguió comiendo tranquilamente—. Jamás había escuchado ese nombre...
—Es una criatura mitológica japonesa. Siempre me han atraído los zorros y estos están a otro nivel. La leyenda cuenta que tenían poderes mágicos y eran muy astutos.
—¿Y por qué tiene más de una cola?
—Las van adquiriendo según su sabiduría aumenta. El número máximo en nueve, pero el mío tiene solo ocho. Creo que nunca seré tan sabio como para tenerlas todas.
Me causó algo de ternura escucharlo, así que no pude evitar sonreír.
—¿Ya lo tenías la última vez que nos vimos? —Asintió.
—Me lo hice poco después de salir de la clínica.
—Y... ¿eso no es riesgoso para tu salud?
—Todo lo que vale la pena tiene riesgos, Bessie Boop. —Me guiñó un ojo y yo lo miré con escepticismo.
—No creo que tus padres hayan estado de acuerdo con esa filosofía.
—Así es, por eso solo se enteraron cuando ya estaba totalmente sano.
—¿Hablas en serio?
—Por supuesto que sí. Es mejor pedir perdón que pedir permiso, sobre todo porque jamás lo hubieran aprobado. Y realmente quería cubrirme la horrible cicatriz de la cirugía.
Le miré el pecho y noté que tenía razón. Debía tener una cicatriz del trasplante, pero era tan imperceptible bajo la tinta que ni siquiera lo había recordado.
—Pero... esa cicatriz es lo que te tiene con vida, Nick. No deberías odiarla tanto.
Suspiró profundo y su expresión se tornó algo sombría. No comprendí el motivo de su cambio.
—No odio la cicatriz, sino todo lo que me recuerda... —Se levantó del sofá y caminó hasta la cocina—. En fin, deberías vestirte, Aurora llegará en un rato.
Tenía razón, por lo que me levanté también y me fui hasta el baño para tomar una ducha. Me esperaba un día largo y emocionante.
***
La ciudad era fascinante y abrumadora a la vez. Había tantos lugares que visitar que no había tiempo para aburrirse. Sin embargo, había demasiada gente también, y esa idea no me resultaba tan atractiva.
Recorrimos algunos sitios públicos e hicimos algunas compras para el apartamento. Por suerte no iba sola, pues me hubiera perdido con mucha facilidad.
Finalmente nos detuvimos en la cafetería que ellos solían frecuentar, que no estaba demasiado lejos de nuestro edificio. Allí almorzaríamos para luego regresar.
El clima estaba bastante frío, por lo que estaba cubierta de pies a cabeza, al igual que los chicos. Nick además llevaba un cubrebocas porque debía cuidarse de cualquier infección respiratoria que pudiera pescar en los lugares públicos. Apenas nos sentamos se lo retiró para poder comer, pero, según él, era algo que no podía olvidar.
Pedimos la orden y comencé a revisar mi teléfono para comprobar si no tenía llamadas perdidas de papá mientras esperábamos. Sin embargo, el grito emocionado de Aurora me sobresaltó:
—¡Barbie!
—Genial... —musitó Nick, sarcásticamente.
—Descuida, Nick, no viene sola...
Fue entonces cuando dos sonrientes chicas llegaron a nuestra mesa. Eran hermosas y lucían sacadas de una pasarela de moda. Su vestimenta me pareció un poco excesiva para esa hora del día, pero todos mis pensamientos fueron desplazados cuando la de cabellos más oscuros fue directamente hacia Nick y lo besó en los labios.
—Oh, Nicky —dijo y mi estómago dio un vuelco—. ¡Qué alegría verte aquí!
Esa era la misma voz que había respondido mi llamada meses atrás.
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