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Capítulo 41

Dedicado a elig0793

***

—¿Qué hay de nuevo, Bessie Boop? —me dijo con una inmensa alegría.

Corrí hacia él y me lancé a sus brazos. Lo abracé lo más fuerte que pude, esperando que se esfumara en cualquier momento y no fuera más que un sueño. Pero los sueños no devolvían los abrazos de una forma tan real, ni podían levantarme del suelo y darme una voltereta en el aire mientras reían.

Era realmente mi Nick.

—Pero ¿qué diablos estás haciendo aquí? —pregunté, sin comprenderlo.

—Te dije que nos volveríamos a ver pronto, ¿no? —respondió con una enorme sonrisa—. Solo estoy cumpliendo mi promesa para evitar los cargos de conciencia.

Los nervios me traicionaron en ese instante y comencé a llorar sin poder evitarlo. Quizás solo estaba demasiado sensible.

—¿Qué haces, Bessie Boop? —Rio y me abrazó una vez más—. No vine para verte llorar, vine porque me dijeron que necesitabas un aventón a casa.

Me separé de él y me sequé las lágrimas con el dorso de la mano.

—¿Llevarme a casa? —pregunté—. Se supone que mi padre me recogería, ¿quién te ha llamado?

—Eh... no pienso revelarte mis fuentes. Solo puedo decir que fue alguien que sabía que te alegraría verme y que me hizo prometer más de diez veces que sería responsable y te llevaría sana y salva a casa... Solo que no especificó cuándo... —Sonrió con malicia y me extendió un casco—. Póntelo y prepárate a tener una noche jodidamente genial...

—¿Estás loco, Nick? —exclamé con incredulidad—. No puedo irme así contigo, ¿qué diré en casa? Stella fue quien me dijo que habían adelantado mi salida, fue ella quien te llamó, ¿no es cierto? Si algo me ocurre estará en serios problemas.

—Bessie Boop, descuida... Está todo súper calculado porque, sí, lo he calculado yo. Quien me llamó sabe que está corriendo riesgos, pero confía en nosotros. Vas a venir conmigo, la pasarás genial y te dejaré en casa mañana al amanecer. Tus padres no tendrán ni idea y así les evitarás todo el camino hacia aquí. Míralo de esa forma, les estamos haciendo un favor. Además, no sería la primera vez que nos escapamos juntos...

Me guiñó un ojo y no pude evitar sonreír.

Estaba convencida de que había sido Stella la organizadora de ese loco encuentro y no tenía idea de por qué se arriesgaba tanto por mí. No obstante, ver a Nick era lo mejor que me había pasado en meses, así que tomé el casco y me lo coloqué. Mi carta de libertad ya había sido firmada, de cualquier modo. Nada me obligaba a permanecer ni un minuto más en la clínica.

—Esa es mi chica —dijo él con satisfacción y se apresuró a asegurar mi maleta a la moto. Luego se subió y me indicó cómo debía hacerlo.

Las manos me sudaban un poco y estaba muy tensa. Era la primera vez que viajaría en moto y siempre las había visto como un peligro de dos ruedas.

—No te preocupes, Bessie Boop, iremos despacio y no pasará nada. Lo prometo, y ya sabes que siempre cumplo mis promesas.

—De acuerdo... —susurré y asentí con la cabeza.

Sin embargo, apenas la encendió mi primer instinto fue aferrarme a él con fuerza. Él soltó una sonora carcajada.

—¿Sabes, Bessie Boop? Creo que necesitaré usar mis pulmones durante el camino, no puedo aguantar la respiración por tanto tiempo.

—Oh, lo siento... —Me sonrojé un poco y disminuí la presión contra su pecho.

Comenzamos el viaje y los primeros minutos mantuve los ojos cerrados con fuerza y el rostro hundido en su espalda. Poco a poco fui comprobando que no estaba tan mal. El viento desordenaba mi cabello, aunque lo tenía recogido en una coleta, y tal parecía que flotábamos sobre la carretera.

Me sentía un poco avergonzada por tener que sostenerme directamente de su cuerpo. Mis manos estaban justo sobre su abdomen y trataba de mantenerlas totalmente inmóviles.

No sabía hacia dónde nos dirigíamos, pero tampoco me importaba demasiado. Sabía que nada me ocurriría mientras él estuviera conmigo y, por primera vez en meses, no me sentía tan triste y miserable.

Él me hablaba en ocasiones, pero el ruido no permitía que lo escuchara bien y casi tenía que gritar.

Seguía siendo el mismo chico extraordinario que había conocido en la clínica, aunque lucía un poco diferente en el exterior. Su cabello había crecido hasta llegar a sus hombros, lo cual le daba un aspecto más alocado y desenfadado a su estilo. Y seguía siendo delgado, pero había ganado un poco de peso y lucía mucho más saludable que antes.

Me alegraba mucho ver el cambio positivo en él. No obstante, no podía dejar de pensar en mí misma. Esa era otra prueba de que fuera de la clínica el mundo había seguido su paso a pesar de que mi vida hubiera parecido estancarse.

A veces me parecía que no quedaba ni rastro de la Bessie de antes del incendio, esa que no conocía realmente el dolor de la pérdida. Con el paso de los meses había recuperado algo de peso, pero seguía estando más delgada de lo acostumbrado. Mi cabello estaba demasiado largo y descuidado, y ya ni siquiera recordaba mi rostro sin estar pálido y sin tener enormes ojeras negras.

En ese momento me reconfortó la idea de quizás yo también podría recuperarme y dejar de lucir como el cascarón de la chica que había sido alguna vez. Pero sabía también que algunas cosas nunca se olvidaban.

***

Luego de casi una hora de camino nos detuvimos en un pequeño restaurante de comida rápida. Realmente lo agradecía, pues faltaba muy poco para la hora de cenar y ya estaba hambrienta.

Aún no tenía la más mínima idea de dónde estábamos. Solo conocía dos lugares: mi pueblo y la clínica —y sus alrededores por el par de ocasiones que había salido de allí—.

Entramos y nos sentamos en una mesita al final, justo al lado de una de las ventanas. A través del cristal podía ver parte de la cuidad, que ya había comenzado a iluminarse. Pedimos nuestra orden y luego permanecí mirando fijamente las primeras estrellas que se vislumbraban en el cielo. Se sentía totalmente diferente verlas desde otro lugar que no fuera el jardín de la clínica.

—¿En qué piensas, Bessie Boop? —me preguntó Nick con dulzura.

—En nada en específico... —le respondí y traté de sonreírle un poco, a pesar de que la vista me había puesto algo nostálgica—. Solo miraba las estrellas...

—Las estrellas son solo puntos de luz insignificantes, Bessie Boop, que nos miran desde arriba como si fuéramos nada. Esta es la única estrella que vale la pena que mires... —Señaló mi reflejo cansado y triste en la ventana.

—Yo no creo que las estrellas sean insignificantes, Nick, son hermosas. Además, allí están los seres queridos que hemos perdido... —Recordé entonces el día en que Jimmy me había dicho que allá arriba estaban Ana y Beth. Él se les había unido.

—Es cierto que son hermosas —dijo y sonrió, aunque la sonrisa no le llegó a los ojos—. Pero no tienen nada de especial o místico. Las personas que amas y has perdido las llevas siempre contigo... Mientras no lo olvides, él siempre te acompañará...

No dijo su nombre, pero sabía perfectamente que se refería a Jimmy. Era la primera vez en la tarde que mencionaba algo al respecto e hizo que se me dificultara tragar.

Permanecimos un momento en silencio, hasta que él decidió hablar:

—Sé que has pasado por mucho... y lamento no haber estado allí para ti... Lo supe hace solo un par de días cuando llamé a la clínica para saber qué tal estaban. Hablé con Stella y no podía creerlo. Pensaba que ambos saldrían muy pronto...

Asentí sin mirarlo. Sentía mis ojos escocer y no creía poder controlar mis lágrimas por mucho más tiempo.

—Me sentí muy mal al principio —continuó—, pero lo más doloroso fue saber que habías pasado por eso sola. Yo hubiera ido a su despedida... hubiera estado ahí contigo... Pero nunca llamaste... Por eso dudé de venir por ti, aún no lo entiendo...

Finalmente lo miré a los ojos. Quería decirle que había sido la segunda persona en la que más había pensado en todo ese tiempo y cuánto le había echado de menos. Pero eso implicaba contarle también que era una cobarde y que, luego de que esa chica me había contestado la primera vez, había desistido.

—Lo siento... —mentí—. Estaba demasiado centrada en mi dolor como para pensar en algo más... Pero realmente estoy muy feliz de tenerte de vuelta, lo juro.

Asintió sin estar demasiado convencido, pero no insistió.

Poco después la mesera nos llevó nuestros pedidos y comenzamos a comer. El mío era una hamburguesa y patatas fritas, una combinación perfecta que llevaba ansiando comer por mucho tiempo. Por otro lado, él solo pidió un sándwich con verduras. No debía salirse demasiado de su dieta saludable.

La «cena» transcurrió tranquilamente y sin mucha plática. Lo regañé un par de veces por robarme las patatas fritas y reímos un poco a causa de mi torpeza, pues terminé derramando una enorme cantidad de kétchup en la mesa.

Apenas terminamos, volvimos a la carretera. A pesar del millón de veces que le pregunté, no quiso revelarme hacia dónde nos dirigíamos.

La noche había caído, pero trataba de no pensar en eso y de concentrarme en él. Iba cantando a todo pulmón a la par de la radio de un modo muy divertido. No obstante, nos habíamos adentrado en una carretera muy poco transitada, así que el público se reducía a mí.

No estaba muy segura de si era la música, el viaje en moto, el hecho de haber salido de la clínica y estar totalmente fuera del control de mi padre —o la combinación de todas esas cosas—, lo que tenía mi adrenalina a tope. Solo quería que ese trayecto durara por siempre.

Luego de un rato comencé a percibir un olor bastante peculiar en el ambiente: olor a mar.

—¿Estoy enloqueciendo o realmente estamos cerca del mar? —dije con sorpresa. Su única respuesta fue una risa.

¿Nick me había llevado a la playa? No podía creerlo, llevaba más de un año sin acercarme a una. La última vez había ido con Beth y mi familia.

Nos tomó solo unos minutos llegar. Me bajé de la moto y lo miré con incredulidad. ¿Cómo sabía que me gustaba tanto el mar? No solía comentárselo a nadie, pues vivía muy lejos de cualquier playa, pero siempre me había parecido fascinante.

—Bueno, Bessie Boop, ¿valió la pena el viaje hasta aquí?

—¿Estás de broma? —chillé—. ¡Esto es increíble!

Las luces de un muelle cercano iluminaban ligeramente el lugar, pero él dejó las de la moto encendidas para tener más claridad. No obstante, salí corriendo sin recordar siquiera que era la primera vez que visitaba la playa de noche. Respiré profundo para llenar mis pulmones con el aire salado y reí como una niña pequeña, como hacía siglos que no reía.

Me quité los zapatos para sentir la arena entre mis dedos mientras él me observaba y sonreía. Terminó sentándose en la arena, pero yo no me conformaría con eso, así que caminé hasta la orilla y mojé mis pies. Casi había olvidado cómo se sentía.

—Dios... —dije con entusiasmo—. El agua está perfecta, si no fuera de noche podría tomar un baño...

—Em... no te lo recomiendo. No creo que deba meterme a salvar tu trasero a esta hora, de seguro me enfermaría.

—Yo sé nadar, idiota —respondí y le saqué la lengua—. No tienes que salvarme de nada...

—¿Ah, sí? —Sonrió con malicia y se levantó. Lanzó su billetera y su celular a la arena y luego comenzó a avanzar hacia mí.

—¿Qué haces, Nick? —cuestioné y retrocedí despacio—. No se te vaya a ocurrir... ¡Nick!

Sin darme tiempo para escapar, me atrapó con mucha facilidad y me levantó en el aire. Reía a carcajadas mientras yo estaba aterrada.

—¡No lo hagas, Nick! ¡No!

Pero claro que lo hizo.

En un abrir y cerrar de ojos entró al agua y me sumergió por completo. Cuando logré salir a la superficie tomé una bocanada enorme de aire e intenté vengarme de él. Trató de escapar, pero lo halé por el brazo y lo obligué a sumergirse también.

Parecía un cachorro mojado con todo el cabello pegado en la frente y no paraba de reír. No pude evitar contagiarme con su risa y seguí lazándole toda el agua que pude para molestarlo.

Solo se escuchaban nuestras risas y el chapoteo del agua, y en ese momento me parecía que el resto del mundo realmente había desaparecido.

***

El silencio y la paz de la noche me resultaban muy acogedores mientras permanecíamos tendidos en la arena. Estaba algo incómoda porque la ropa se me había pegado al cuerpo y mi cabello estaba hecho un desastre por el agua salada y la arena. Sin embargo, nada de eso me importaba demasiado en ese momento.

Me había divertido tanto que me parecía increíble, y una parte de mí no dejaba de sentirse un poco culpable. Quizás no debía hacer ese tipo de cosas después de lo que le había ocurrido a Jimmy...

No obstante, en el fondo sabía que lo necesitaba. Mi vida no podía continuar siendo un pozo oscuro sin fin.

Nick estaba a mi lado mirando fijamente al cielo, y me preguntaba si sería cierto que las estrellas eran tan poco relevantes para él. Quizás tenía razón y era solo una tontería pensar que Jimmy y Beth estaban allí arriba y que me sonreían. Pero eso era más sencillo que pensar que ya no estaban en ningún sitio. Que simplemente ya no estaban.

También pensaba en lo que me esperaba en casa al llegar. ¿Era muy estúpido pensar que quizás ya todos habían olvidado la historia de la «psicópata loca»? Suponía que eso era poco probable, pero de igual forma me quedaba algo de esperanza.

—¿Estás nerviosa por volver a tu pueblo? —me preguntó.

—Supongo que un poco —respondí y suspiré profundo—. No sé a qué me enfrentaré ahora, ni siquiera en casa. Y... tampoco nada es como imaginé que sería hace unos meses...

—Comprendo... —Se volteó hacia mí y me miró directamente a los ojos con tanta intensidad que me hizo desviar la mirada—. No permitas que las opiniones de los idiotas de tu pueblo te hieran más aún, ya has sufrido demasiado...

—Eso intentaré, Nick, pero ya he estado ahí... No es nada sencillo que te miren como si merecieras estar en prisión o incluso muerta por algo que no hiciste...

—Entonces mándalo todo a la mierda, Bessie Boop. Escapa bien lejos de ahí y comienza de cero con tus propias reglas.

—Ojalá pudiera, pero ¿a dónde iría? No es que tenga otra opción que volver allí, ni tampoco creo que escapar de mi pasado sea lo mejor...

Permaneció un momento en silencio, debatiendo algo consigo mismo.

—De hecho, Bessie Boop —dijo finalmente—. Sí tienes otra opción... Vente a vivir conmigo.

—¿Qué? —Me incorporé para sentarme y él hizo lo mismo sin apartar los ojos ni un segundo de mí—. Estás de broma, ¿no?

—No, no bromeo.

—Pero ¿de qué estás hablando? ¿Le pedirás a tus padres que me adopten? —bromeé y solté un bufido. Él no varió su expresión, iba en serio.

—No —respondió—. De hecho, hace un par de meses que no vivo con mis padres.

—¿No? ¿Por qué?

—Porque ya era hora de comenzar mi vida como un adulto responsable de mis decisiones. Llevaban casi veintiún años encargándose de mí, creo que fue suficiente. Además, mi madre ya tiene demasiado con la enfermedad de mi padre, no quería ser otra carga. Por eso decidí mudarme solo y comenzar a trabajar, aunque se contrariaron bastante.

—Oh... yo... no tenía idea... Y, ¿qué pasa con tu estado de salud?

—Simplemente sigo mi tratamiento y no hago locuras que puedan dañar mi corazón. —Elevé una ceja y sonrió—. Bueno, no tantas...

—¿Estás trabajando, entonces?

—Sí. Hay muchas cosas que no puedo hacer por el tema del trasplante, pero siempre me ha gustado la informática y se me da bien. Trabajo desde casa diseñando páginas webs y haciendo propaganda para pequeños negocios familiares. Gano buen dinero de ese modo y puedo sobrevivir por mi cuenta, aunque mis padres no me han dejado totalmente por mi cuenta en realidad. Mi tratamiento es costoso.

—Guau, así que en solo unos meses te has vuelto un hombre independiente y de negocios —dije y ambos reímos. Me había tomado por sorpresa.

—Soy más bien un chico que quiere demostrar que puede enfrentar la vida solo, pero no se lo digas a nadie. Será nuestro secreto... —Volvió a reír y luego añadió—: Por eso hablo en serio, ven a vivir a la ciudad conmigo. Mi apartamento es grande y tiene dos cuartos, así que puedes quedarte en uno de ellos sin problema alguno. El año que viene piensas entrar en la universidad, ¿cierto?

Asentí, un poco sorprendida aún por su propuesta.

—Pues de igual forma tendrás que mudarte en unos meses. Puedes ir acostumbrándote a vivir allí o incluso conseguir un empleo.

—¿Estás loco, Nick? Mi padre nunca aprobaría algo así, sería una locura...

—Claro que no. Explícale que solo seremos compañeros de piso, que ocuparás uno de los cuartos para ir adaptándote a la vida en la ciudad y me ayudarás con la renta. Además, en un par de meses serás oficialmente mayor de edad y no podrá impedírtelo.

—Yo... no lo sé... Es un poco precipitado mudarme así de casa. Sé que cuando vaya a la universidad tendré que hacerlo, pero aún falta un año para eso...

Sonrió y volvió a recostarse en la arena.

—De acuerdo —dijo—. No insistiré para que no te sientas presionada, pero si te hartas ya sabes hacia donde correr...

—Gracias, en serio...

Lo molesté un poco desordenándole el cabello para hacerlo reír. Sin embargo, me inmovilizó rápidamente las manos y me miró con seriedad.

—Bessie Boop, me queda algo muy importante que confesarte... —Por un momento me sentí algo ansiosa, pues no tenía idea de a qué podía referirse. Terminé relajándome al ver que no logró contener la risa—. Ya ni recuerdo haberme comido ese pan con hierbas y estoy muriendo del hambre, ¿quieres ir por un helado?

Asentí sin pensarlo: un helado nunca era inoportuno.

Nos levantamos sin estar completamente secos y traté de sacudirme un poco la arena. Luego de un intento fallido me di por vencida, se iría cayendo sola.

***

Estar toda la noche sin dormir estaba comenzando a mostrar sus efectos cuando faltaba muy poco para que amaneciera. Luego de llenarnos con helado —al menos yo—, dimos un par de vueltas más en la ciudad y finalmente emprendimos el camino a casa. Estaba a punto de quedarme dormida apoyada en su espalda cuando sentí que detuvo la moto y la apagó.

Estábamos a unos veinte metros de la dirección que le había dado. Muchos recuerdos devastadores me asaltaron al ver mi casa y comencé a sentir una enorme presión en el pecho y un cosquilleo intenso en el estómago. Una parte de mí quería pedirle que pusiera nuevamente la moto en marcha y me llevara muy lejos de allí. Quizás no estaba lista para regresar aún.

—Vamos, Bessie Boop —me dijo volteándose para verme a los ojos—. Tú puedes con esto. No puedo prometer que será fácil porque ambos sabemos que las cosas no funcionan de ese modo, pero todo pasa, incluso toda esta mierda. Lo prometo...

Asentí y me bajé muy despacio. Él me ayudó a bajar mi maleta mientras yo me quité el casco. Luego lo abracé con fuerzas y nos despedimos con la promesa de mantenernos en contacto.

Al ver la moto alejarse sentí unos enormes deseos de llorar. Respiré profundo y caminé hacia mi casa. Me senté en los escalones del porche a esperar el amanecer y le diría a papá que un profesor de la clínica debía ir al pueblo por algún motivo y me había dado un aventón a casa. Había sido idea de Nick, por supuesto. Yo ni siquiera era buena para mentir.

Después de pasar casi un año fuera se sentía muy raro volver, a pesar de que nada había cambiado, ni siquiera las plantas del jardín. Me preguntaba qué pasaría de ese momento en lo adelante y si podría evitar para siempre a Nancy, la madre de Beth, y a todas las personas que conocía de mi antiguo instituto. Aunque eso era casi imposible, mi pueblo era demasiado pequeño.

Pensé en Beth y en James, y también en Natalia. Le echaba un poco de menos y me preguntaba qué habría estado haciendo en esos días y si estaría feliz de estar en casa. Lastimosamente, yo no podía estarlo, al menos no del todo. Tenía mucho miedo.

Finalmente pensé en Jimmy.

Nada había resultado como había esperado. Él no estaría esperándome en su casa nueva con Jason ni en ningún sitio, y todo era culpa de la demente de Jodie. Esperaba que algún día recibiera su merecido, la crueldad debía ser castigada.

No obstante, no dejé caer ni una lágrima. Quizás estaba demasiado cansada incluso para llorar.

Después de estar una hora sentada allí comencé a quedarme dormida, pero el ruido de la puerta al abrirse hizo que me sobresaltara.

—¿Bessie? —preguntó Elisa con desconcierto—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Llevaba un pijama de nubecitas rosadas muy parecido al que yo tenía y me miraba como si yo hubiera caído del espacio exterior. Sin embargo, me levanté y le di un fuerte abrazo.

Había vuelto a casa y a mi vida.  

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