Capítulo 34
Dedicado a CoriaNM
***
Al día siguiente, tuve consulta con Melissa.
Estaba intranquila pensando en Nick. No lo había visto en toda la mañana ni a la hora del almuerzo. Prestarle algo de atención a Melissa fue todo un reto para mí, así que me sentí aliviada cuando finalmente terminó la hora.
Salí de la habitación con rapidez y sin mirar afuera, por lo que tropecé con la chica que entraría después de mí.
—Lo siento —me disculpé.
Intenté levantar un cuaderno suyo que había caído al suelo, pero ella se apresuró a alcanzarlo. Me miró con hostilidad y desprecio.
—¿Además de mentirosa también eres ciega? —masculló.
Su reacción me sorprendió a tal punto que permanecí inmóvil mientras pasaba de mí y entraba a la consulta. ¿Qué diablos me causaba asombro? Debía estar acostumbrada a que la gente me tratara de ese modo, y ya no tenía nada que ocultar.
«Que piense lo que quiera —me dije—. ¡Que todos piensen lo que quieran!».
Suspiré profundo y decidí seguir mi camino sin permitir que esa idiota arruinara mi tarde.
Alguien me tomó por un brazo. Me volteé, algo sobresaltada.
—¿Nick?
—Hola, Bessie Boop —dijo con una pequeña sonrisa.
Tenía unas ojeras tenues, pero lucía definitivamente mejor que la noche anterior.
—Justo pensaba ir a buscarte. Me preocupó no verte en toda la mañana, pensé que no te sentías bien.
—Descuida —dijo con su tono relajado de siempre—. Estoy perfecto.
—De acuerdo —respondí sin saber si debía mencionar todo lo que había ocurrido o dejarlo pasar.
—Hay algo que necesito decirte. —Asentí. Temía que las cosas no estuvieran bien en lo absoluto. Pareció notarlo y me tranquilizó—: Descuida, no hay nada mal conmigo o con mi corazón. Es algo más. Vamos afuera, ¿vale?
Caminamos en silencio hasta salir al jardín y sentarnos sobre la nieve. Por algún motivo, presentía que no me diría nada alentador.
—¿Y bien? —pregunté con impaciencia.
—Pues... primero, quiero decirte que siento todo lo que ocurrió ayer, fue algo muy estúpido de mi parte. En serio, lo siento.
—Nick, no tienes que—
—Todavía no termino —me interrumpió—. También quiero darte las gracias, Bessie Boop. Gracias por no dejarme solo, a pesar de que soy un idiota.
—En eso tienes razón —le sonreí—, sí que eres un idiota.
Me devolvió el gesto, pero no le llegó hasta los ojos.
—¿Qué ocurre, Nick? Habla de una vez.
—Verás... pensé mucho en lo que ocurrió ayer y en todo lo que me dijiste, así que hoy en la mañana llamé a mis padres.
—Y ¿qué te dijeron?
Suspiró profundo.
—Me marcho del manicomio. Me voy a casa.
—¿Q-qué? —dije con incredulidad y sentí un enorme peso en mi pecho—. ¿C-cómo que te marchas?
Si algo sabía de sobra, era que no estaba lista para despedirme de él todavía. Llevaba poco tiempo en la clínica y se las había arreglado para convertirse en mi mejor amigo y prácticamente en el único amigo que tenía Jimmy. ¿Cómo me las arreglaría sin él?
—Así es, hablé con mi madre y estuvo de acuerdo. Llevo más de un mes encerrado aquí, ya aprendí la lección. Es hora de que vuelva a retomar mi vida.
—Pero, Nick, justo ayer hiciste algo imperdonable para tu salud. ¿Crees de verdad que puedas estar ahí afuera?
—Lo sé —dijo en un tono de voz que mostraba su arrepentimiento—. Sé que he sido muy imprudente. Me prometí a mí mismo que nunca más me comportaré de ese modo. Tú tenías razón, Bessie Boop, mis padres y los de Sammy han hecho demasiado por mí. Les debo cuidarme y seguir adelante.
Si bien me alegraba escuchar la firmeza de sus palabras, no podía dejar de sentirme triste por su partida.
—Creo en ti —dije, intentando tragarme las lágrimas que tenía a punto de salir—. Sé que serás fuerte y lo lograrás.
Asintió, complacido. Después fijó la vista hacia los árboles cubiertos de nieve frente a nosotros. Me pareció que había un pequeño rastro de aflicción y de ansiedad en sus ojos negros.
—Mi padre no está nada bien —dijo luego de un momento—. Su corazón está cada vez peor, y para él no ha aparecido ningún donante.
—Oh... cuánto lo siento...
Tomé su mano y la apreté tratando de darle fuerzas. Volteó su rostro hacia mí y me sonrió con cierta tristeza.
—Ellos ya tienen suficiente con eso, no merecen tener que estar preocupándose también por mí todo el tiempo. Me alegra que mi madre haya estado de acuerdo con que ya fue suficiente... Pero ¿sabes? Hay una única cosa por la que estaré por siempre agradecido de que me hayan metido en este infierno.
—¿Qué cosa? —pregunté con curiosidad.
—Tú —respondió—. Haberte conocido.
—Venga, Nick. —Reí al escucharlo—. Este lugar seguro tuvo cosas mejores.
Me pellizcó con suavidad una mejilla.
—No tienes idea, Bessie Boop, de cuánto me alegra que nuestros caminos se unieran, aunque haya sido en medio de uno de los peores lugares en los que he estado.
—También yo —respondí con algunas lágrimas acumulándose en mis ojos—. Voy a extrañarte mucho.
—Lo sé —dijo con autosuficiencia—. Soy genial, ¡todos van a extrañarme, en especial Melissa!
—¡Nicholas!
Lo empujé por el brazo y ambos reímos. Sí que iba a echarle de menos y a necesitar su alegría y sus disparatados comportamientos a mi alrededor. Supuse que todo llegaba a su fin, y que incluso yo algún día tendría que abandonar la clínica.
***
Esa noche visité nuestro árbol con Jimmy. Nick estaba haciendo sus maletas, se marcharía al día siguiente en la tarde. Jimmy y yo nos acostamos en la nieve en silencio mirando las estrellas. Él no había dicho nada al respecto, pero su desgano era palpable.
Coloqué mi cabeza sobre su pecho y lo abracé. Tenía la vista perdida en el cielo.
—Jesser también se irá muy pronto —dijo, sin mostrar ninguna emoción en su voz—. Stella me lo dijo.
—¿Jesser?
Me incorporé para mirarlo a los ojos.
Pensé de inmediato en Jojo. No se separaban y se querían demasiado, estaban hechos uno para el otro. Si él se iba ella estaría devastada. De igual modo, no comprendía por qué se marcharía.
—¿Su tratamiento ya terminó? —pregunté.
Negó con la cabeza de un modo casi imperceptible.
—La edad máxima para estar en la escuela es dieciocho años.
—Lo sé —respondí, aún sin comprender.
—Cumplirá dieciocho en una semana —dijo con indiferencia y sin mirarme.
Entonces comprendí a qué se refería y sentí como si saltara a una piscina helada. Me senté con rapidez para poder ver todo su rostro.
—¿No podrá quedarse a terminar el año escolar?
—No. En un par de días la junta decidirá si será internado en otro centro o si está apto para reincorporarse a la sociedad.
—Pero pensé que—
Corté mis propias palabras y mi aliento se quedó atorado en mi garganta. Siempre había pensado que todos podríamos quedarnos hasta graduarnos del colegio, no que literalmente se interrumpía nuestra estancia en la clínica al cumplir la mayoría de edad.
—J-jimmy, t-tú...
—No quiero hablar de eso —zanjó.
La luz de las lámparas del jardín se reflejaba en sus profundos ojos azules. Los miré tratando de encontrar respuestas, aunque no tenía que hacerlo para identificar el sentimiento que se ocultaba tras su supuesta indiferencia: miedo.
Estaba aterrado. Y también yo me estremecí. Faltaba menos de un mes para su cumpleaños.
***
El día siguiente pasó por mí sin que apenas lo notara. Tenía tantas cosas dándome vueltas en la cabeza que no lograba concentrarme ni en las clases ni en nada a mi alrededor. Nick se marcharía en la tarde, Jimmy apenas hablaba y Jojo aún no sabía nada sobre lo de Jesser.
No tenía ningún hombro en el cual recostarme y llorar. Traté de reponerme y de comportarme como la chica crecidita que era.
Cuando finalmente llegó la hora, salí al jardín.
Jimmy odiaba las despedidas, prefirió quedarse en su habitación. Yo también las odiaba y ya había vivido demasiadas a lo largo de mi corta vida. Me había despedido de mi madre, de Beth, de mi familia, de mi hogar.
«Adiós» era para mí la palabra más triste y desgarradora que conocía, y estaba segura de que ese no sería menos doloroso que los anteriores.
Sin embargo, fui.
Un nudo enorme se formó en mi garganta y mis pasos parecieron más pesados que nunca. Caminé hasta llegar al lado de una de las personas más admirables que había conocido en toda mi vida.
—¿Bessie Boop?
—Hola —susurré—, ¿ya estás listo?
Su respuesta fue darle unas palmaditas a la maleta a su lado.
—De acuerdo. ¿Quién vendrá por ti?
—El idiota de Aurora, le dije que viniera a las tres.
—¿A las tres? —pregunté con desconcierto—. Son casi las cuatro.
—Eh... digamos que si estuviéramos hablando de una persona normal sería alarmante, pero es Aurora. Es tan tonto que seguro se perdió tratando de encontrar la dirección.
—Oh... vale.
Eso era lo menos que me preocupaba en ese instante.
—Voy a extrañarte mucho, Nick.
Pasó su brazo sobre mis hombros y me atrajo hacia su pecho. Lo abracé mientras intentaba contener mis lágrimas sin éxito alguno.
—Escúchame bien, Bessie Boop —se separó un poco para mirarme a los ojos—, esto parece ser una despedida, pero te aseguro que no lo es. ¿Tienes alguna idea de cuántas cosas divertidas nos faltan por hacer juntos? Pronto estarás fuera de aquí, y ya prometí que no te dejaré en paz, ¿vale?
Asentí entre sollozos.
—¿Puede Jimmy unirse? —pregunté y rio con diversión.
—Si he cargado toda la vida con un rubio tonto, creo que puedo bien con dos.
—¡Ey! —lo reprendí—. Él no es ningún tonto.
—Sí, sí, ya sé —se burló, imitando mi voz—: «Pues si los rubios son tontos los pelirrojos traen mala suerte».
—Pues sí, los pelirrojos traen mala suerte, pero tú no eres pelirrojo, ¿recuerdas?
Sonrió al escucharme.
—Tienes razón, soy demasiado genial para eso.
Hice un puchero y volví a abrazarlo. El sonido de un claxon hizo que nos separáramos. Supuse que ahí estaba el famoso Aurora, su casi-hermano. Moría de ganas de conocerlo.
Me desconcertó ver que la reluciente moto negra se acercó despacio y en zigzag, y por muy poco no cayó al suelo tratando de estacionarse.
Miré a Nick con horror. Soltó una risa breve.
—Yo conduciré a casa —dijo, como si hubiera adivinado mis pensamientos—. Es buena gente, supongo que eso y ser buen conductor ya era pedir demasiado.
Aurora bajó de la moto, se quitó el casco protector y caminó con entusiasmo hacia nosotros.
—¿Ves? —dijo, dirigiéndose a Nick—. ¡Ya casi lo tengo!
—¿Casi lo tienes? —replicó Nick con una mezcla de burla y de incredulidad—. ¡Parece que estabas bajo los efectos del alcohol! Juro que te mataré si le hiciste algo a mi «pequeña».
Ambos se abrazaron enérgicamente y luego Nick lo golpeó en el pecho, haciéndolo retorcerse unos segundos.
—¡Al fin apareces, idiota! Pensé que tendría que dormir otra noche en este jodido lugar.
—No es mi culpa que tú no sepas dar direcciones —se quejó Aurora y después se volteó hacia mí con una sonrisa—. ¿Tú eres Bessie, cierto?
Asentí, un poco cohibida.
—Y tú eres... ¿Aurora? ¿Te molesta que te llame así?
Ambos se miraron y soltaron una carcajada.
—¿Molestarme? —respondió—. ¡Hasta mis padres me llaman así! Solo recuerdo mi nombre cuando algún oficial de tránsito me pide mi identificación.
—Pocas veces, imagino —musité y Nick soltó una risilla burlona. Me limité a mirarlo con cara de pocos amigos—. Lo siento, no me acostumbro a tu sobrenombre.
Y ¿cómo podía acostumbrarme? Aurora solo tenía en común con una princesa su apodo. Era bastante alto, incluso más que Nick, y su cuerpo atlético mostraba que se ejercitaba. Su cabello era lacio y rubio, más oscuro que el de Jimmy, y sus ojos tampoco eran claros, sino color café como los míos.
Era el prototipo de chico que llamaba la atención en cualquier lugar, al igual que Nick. Me resultó gracioso pensar que en otras circunstancias ni siquiera hubiera compartido el mismo espacio que ellos. En mi antiguo colegio, me relacionaba con James y con los hermanos Brown —que eran los típicos chicos populares— a causa de Beth, jamás por mi cuenta.
La mirada alegre de Aurora y su sonrisa desprendían una calidez que no me permitía sentirme incómoda en lo absoluto. No parecía ser altivo ni egocéntrico, todo lo contrario, por lo que me sentía con ellos dos como si los conociera de toda la vida.
—Cuando era niño me molestaba —dijo y empujó a Nick—. Fue «este» idiota quien comenzó a llamarme así. Según fui creciendo, vi que tiene sus ventajas con las chicas, sienten curiosidad. Ya sabes... quieren conocer a «Aurora».
Mi rostro debió tornarse muy gráfico respecto a lo que dijo, pues ambos rieron y Nick le devolvió el empujón.
—Ya cállate, imbécil —le dijo—, Bessie Boop no tiene por qué escuchar tus chistes de mierda.
—Lo siento —respondió Aurora entre risas—, es la costumbre.
—No hay problema —susurré, aunque mis mejillas aún ardían.
—¿Me trajiste lo que te pedí? —preguntó Nick y él asintió. Mi curiosidad despertó. Ya se marchaba, no sabía qué podía necesitar—. ¿Estás bien seguro que es exactamente lo que te pedí?
—Que sí, lo es, me tomó bastante encontrarlo.
Abrió su mochila y le entregó una cajita mediana. Nick sacó una pequeña nota del bolsillo y se volteó hacia mí.
—Esto es para ti, Bessie Boop. —Me entregó ambas cosas y me guiñó un ojo—. Lo abres luego y espero que te guste.
—G-gracias... —respondí y sonreí, sin hacer más preguntas.
—Guau, Nick —exclamó el rubio—, no te recordaba tan romántico. ¿Qué hiciste con él, Bessie?
—Eh, de hecho—
—Cierra la boca —le dijo Nick, interrumpiendo mi intento de aclararle que no había hecho nada—. Somos «solo» amigos.
—¿Amigos? —preguntó Aurora, algo confundido—. O sea que no, ya sabes...
—No —zanjó Nick—, no estamos enredándonos.
—Oh, lo siento, no es típico de ti —replicó el rubio con malicia.
—Bah, hermano, gracias por darme tan buena reputación. —Ambos rieron y yo sonreí un poco también. Ya sabía que Nick no era ningún santo—. No lo escuches, Bessie Boop, está desvariando. ¿Ves que sí es tonto?
—Descuida —dije—, por mi propio bien olvidaré todo lo que acabo de escuchar.
—Te ayudaré con esto —le dijo el rubio a Nick y tomó la maleta para caminar con ella hasta la moto y asegurarla con correas a uno de los lados.
Lo seguimos y Nick acarició con una mano la moto, como si se tratase de una persona.
—Guau, realmente le eché de menos a mi «pequeña» —dijo—. Ya quiero volver a sentir el aire de la carretera en el rostro.
—Y yo realmente le eché de menos a tu presencia molesta a mi alrededor —soltó Aurora en un tono burlón—. No me acostumbro a estar solo, me aburro mucho.
—Supongo que por eso has estado hostigando a mi madre, ¿no? —se burló Nick—. Dice que no has salido de casa.
Aurora soltó una risotada.
—Seh, he pasado bastante tiempo por allá. Ella se parece mucho a ti, así que he ido a llorar a su hombro.
—¿Te llevas bien con ella, entonces? —pregunté—. Yo solía llevarme genial con la madre de mi mejor amiga.
Me dio nostalgia recordarlo.
—¿Llevarse bien? —replicó Nick e hizo una mueca de desagrado—. A veces creo que mi madre lo prefiere más a él que a mí, no sé cómo lo soporta.
—Soy encantador —respondió con simpleza Aurora—. ¿Qué puedo hacer al respecto?
Sonreí y puse los ojos en blanco. Al parecer, ambos tenían algunas cosas en común, como la autoestima elevada, por ejemplo. Me parecía divertido, de cualquier modo.
—Como sea —dijo Nick y suspiró profundo—, ¿nos largamos de una vez? Estoy ansioso por salir de este jodido manicomio.
—De acuerdo —respondió el rubio y le alcanzó un casco.
—Vamos primero a tu casa, necesito fumar un rato en paz antes de que mi madre me lo prohíba.
—¡Nicholas! —le reclamé con incredulidad—. No puedo creer que estés hablando en serio, ¡justo ayer me dijiste que querías cambiar y que dejarías todo lo que te hace daño!
—¿En serio dije eso? —Cruzó dos dedos y sonrió con diversión—. Solo uno, el último, lo juro. Luego de eso me enmendaré.
Asentí sin estar demasiado convencida todavía. Supuse que lo único que me restaba era confiar en él.
—Más te vale —dije—. Nos volveremos a ver, ¿cierto?
—Por supuesto que sí, es una promesa. Además, ¡alguien tiene que pagarme los condones que le di a tu novio!
—¡Nicholas! —exclamé, avergonzada, y ambos soltaron una carcajada. No sabía dónde esconder el rostro.
—Ven aquí —dijo cuando logró parar de reír y me abrazó por última vez antes de colocarse el casco y subirse a la moto.
—Adiós, Bessie, fue genial conocerte —se despidió Aurora y también se subió.
—Para mí igual, Aurora. Tengan cuidado, ¿vale?
—¡Hasta pronto, Bessie Boop! —dijo Nick y me guiñó un ojo.
Encendió la moto y los vi alejarse en el aparcamiento y cruzar las rejas de la clínica.
Se había ido.
Ya era libre como tanto lo deseaba, y yo no pude hacer otra cosa que sentarme a llorar allí sola. Ese lugar no sería lo mismo sin sus locuras. Me preguntaba si sería capaz de resistir lo que se avecinaba sin tenerlo a mi lado.
Lo que más esperaba era que, cuando nuestros caminos se volvieran a cruzar, ya se hubiera perdonado a sí mismo y yo ya hubiera superado todos mis fantasmas. Tendría que ser fuerte hasta ese momento.
***
Esa noche estaba tan desconsolada que no lograba dormirme. Daba vueltas y vueltas, y no podía parar de pensar en todo lo que estaba ocurriendo.
Finalmente, me di por vencida y me senté en la cama. Entonces recordé que no había abierto el regalo de Nick. Lo guardé y me fui con Jimmy, olvidándolo por completo.
Busqué la cajita en el cajón donde la había puesto y volví a sentarme para abrirla. No tenía la más mínima idea de qué podía tratarse. Decidí primero leer la pequeña nota que la acompañaba: «Para que ilumines tus noches y nunca más sientas miedo. Recuérdame hasta que nos volvamos a ver, Bessie Boop».
Me pareció una nota muy dulce, pero también tenía algo escrito por el reverso. Era un número de teléfono que iba acompañado de una segunda nota: «Nicholas Renard, consejero sexual. Consultas con facilidades de pago».
«Idiota», pensé y ahogué con mis manos una risa. Me alegraba saber que al menos me dejó su número y que tendría una manera de localizarlo en el futuro.
Abrí con delicadeza la cajita y su contenido me dejó sin aliento. Era una lamparita de noche, la más hermosa que había visto. Tenía forma de estrella y era blanca, con otras estrellitas diminutas y coloridas dibujadas. La sostuve contra mi pecho y sonreí como una tonta mientras mis mejillas se humedecían con mis lágrimas.
Me levanté despacio y la coloqué sobre el escritorio. Cuando la encendí, muchas estrellitas de colores se reflejaron en las paredes, el techo y en los muebles de la habitación, aunque era una fuente de luz pequeña y la propia iluminación del cuarto no me permitía verlas en todo su esplendor.
Cerré los ojos y respiré profundo. Caminé hasta el interruptor y coloqué mi mano sobre él.
Pensé en Jimmy y en Nick, y en lo mucho que me costó llegar hasta ese punto. Yo podía hacerlo, se los debía a ambos y a mí misma. El momento había llegado. Apagué la luz, y con ella apagué también una de las etapas más oscuras de mi vida.
Me volteé para observar mi propia versión del cielo estrellado en la semioscuridad de mi habitación. Y no sentí miedo.
Era un espectáculo digno de ver, bajo el cual me acosté de nuevo, envuelta en lágrimas, hasta que el sueño me venció. A diferencia de las primeras noches que había pasado encerrada en ese lugar, esa vez no lloré porque extrañaba a mi familia o a Beth, o porque había perdido la vida que solía conocer en mi pueblo.
Esa noche lloré porque la realidad y la estabilidad que tanto me habían costado construir parecían desmoronarse con cada día que pasaba, sin que pudiera hacer nada al respecto.
El círculo se estaba cerrando a mi alrededor. Y eso era lo que me aterraba.
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