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Capítulo 32

Dedicado a gloomy_nighmare

***

No me detuve a responderle, me limité a entrar lo más rápido posible. Encendió la luz y cerró la puerta tras de mí.

Tenía la adrenalina a tope, ¿cómo se me había ocurrido hacer algo así?

—¿Está todo bien? —preguntó—. ¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que sería Stella o cualquier otra persona, en serio me sorprendiste.

Luchaba por mantener los ojos abiertos y tenía el cabello hecho un desastre, pero se veía adorable de ese modo. Comencé a sentirme un poco culpable, acababa de despertarlo a media noche solo por un sueño estúpido que había tenido.

Sin embargo, no fue su apariencia somnolienta lo que captó mi atención y me hizo sentir avergonzada, sino el hecho de que llevaba solamente un bóxer azul oscuro. Verlo con tan poca ropa no estaba incluido en mis planes.

Permanecía de pie por inercia, al parecer; no creía que hubiera notado su estado físico en ese instante.

—Lo siento, yo... —comencé a decir, evitándolo con la mirada. Se restregó los ojos y trató de prestarme atención—. Es que tuve una pesadilla, una terrible, con Beth y contigo. Tenía que asegurarme que estuvieras bien. Disculpa por despertarte, fue algo tonto.

Sonrió y se me acercó. Mi respiración se aceleró.

—Descuida —dijo—. ¿Quieres contarme de qué se trataba?

Negué con la cabeza.

—No, e-estoy bien —tartamudeé—. S-si quieres puedes volver a dormir, yo...

«Mierda», pensé. No tenía ni la más mínima idea de qué iba a hacer, mi plan terminaba en verificar que él estuviera bien.

—¿Hablas en serio? Vienes, me despiertas porque sí y pretendes irte a los dos minutos. No me parece justo, ahora quédate al menos a hacerme compañía. Además, no creo que debas volver a arriesgarte saliendo a los pasillos.

Tenía razón, no debía salir de nuevo. Pero quedarme significaba que tendríamos que dormir juntos. A pesar de que ya lo habíamos hecho algunas tardes, pasar la noche con él no era lo mismo —y mucho menos cuando solo llevaba puesta su ropa interior.

—¿Quieres decir que...?

—Que duermas conmigo —terminó por mí—. No me molestaría en lo absoluto y así no tendrás más pesadillas. La guardia nocturna termina apenas abre el comedor en la mañana. Los profesores bajan a desayunar, siempre los veo cuando voy camino a recogerte. Si te marchas en ese tiempo nadie notará que estabas aquí.

Asentí, un poco nerviosa, y lo observé mientras se acercaba primero a la cama. Tenía algunas cicatrices en la espalda y en las piernas, pero eran menos en comparación con su torso o sus brazos. Su cuerpo era como un lienzo maltratado en el que un pintor resentido había vertido toda su rabia y dolor. Y aun así era sublimemente hermoso.

Se acostó y levantó la manta.

—¿Vienes o no? —preguntó.

Luego de pensarlo un momento, me deshice de mi abrigo. Por suerte, llevaba un pijama menos «aterrador», aunque no podía describirlo como sexy o atractivo tampoco. Me incomodaba el hecho de que no llevaba sujetador, nunca lo usaba para dormir. Esperaba que no lo notara, pero el frío me estaba jugando una mala pasada.

Me sumergí bajo la manta con él, uno frente al otro. Colocó su mano sobre mi cintura y, como la cama no era muy grande, nuestros cuerpos estaban en contacto casi por completo. Un cosquilleo intenso se formó en mi estómago, era increíble el efecto que siempre causaba en mí.

—Estás temblando —susurró con dulzura y sus palabras rozaron mis labios—. ¿Tienes frío?

—No.

—¿Qué te ocurre, entonces? ¿Aún tienes miedo? Dormiremos así con la luz encendida, no hay problema con eso. Yo estaré aquí para cuidarte.

Sonreí al escucharlo y posé mis labios sobre los suyos con suavidad.

—¿Alguna vez te he dicho cuánto te quiero, Jimmy?

Me miró a los ojos y sonrió también. Me besó muy despacio.

El beso comenzó a intensificarse poco a poco. Una vez más, sentí las jodidas mariposas que bailaban mambo en mi estómago mientras me besaba como si lo necesitara para sobrevivir. Sus labios jugaban con los míos, y su lengua se abrió paso entre ellos sin que yo mostrara resistencia alguna.

Se movió hasta quedar sobre mí, apoyando su peso en los codos y sin separarnos ni un milímetro. Separó nuestras bocas un instante y me miró con sus ojos tormentosos. Su mirada reflejaba puro deseo, tanto que mi cuerpo se estremeció.

Jamás me había mirado de esa manera y, aunque una parte de mí sentía un ligero temor, la otra me gritaba que quizás la hora de dar el paso había llegado.

Apoyó su frente en la mía y comenzó a recorrer desde mi cintura hasta mis muslos con una de sus manos. No obstante, tomó una profunda bocanada de aire y se detuvo.

—Bessie, lo siento, me dejé llevar, es mejor que...

—No te detengas —lo interrumpí.

—¿Qué?

Estaba muy sorprendido, al igual que yo. Sin embargo, no quería que se detuviera en lo absoluto.

—Que no quiero que te detengas —susurré.

—¿Te refieres a que...?

—Sí —afirmé, mirándolo a los ojos—. Quiero que lo hagamos.

—Y-yo... —tartamudeó—. Es decir, h-has tenido un día difícil, no creo que ahora sea un buen momento. No tienes que hacerlo, podemos esperar todo el tiempo que necesites.

—Eso no marcará la diferencia. No hay un mejor momento que ahora, ambos queremos hacerlo... Yo quiero hacerlo.

—¿Estás segura? —dudó—. En serio no tiene que ser esta noche.

Sonreí y deposité un pequeño beso en sus labios como respuesta. Estaba completamente segura de que quería que ocurriera de una vez. Lo amaba y era la persona que quería a mi lado por el resto de mi vida. Eso era suficiente para mí. Perderme en él era todo lo que necesitaba para olvidar el resto de lo que estaba pasando en mi vida.

***

Desperté sobresaltada con el ruido de la puerta. Era Jimmy, había entrado a la habitación. A «su» habitación.

—Hola —me saludó y sonrió ligeramente.

—Hola —respondí, aún adormilada.

Me incorporé en la cama cubriéndome con la manta. Era tonto de mi parte después de lo que había ocurrido unas horas antes. Sentía algo de vergüenza, de cualquier modo.

—¿Estás bien? —preguntó—. ¿Te... duele?

Negué con la cabeza y traté de sonreír. Dolía un poco, pero no iba a matarme.

—¿Qué hora es?

Al ver su expresión, comencé a preocuparme. Teníamos clases ese día.

—Eh... lo siento —dijo—. La verdad es que me quedé dormido. Siempre despierto muy temprano. Anoche todo fue... «diferente», no me levanté a tiempo. Ya es hora de estar en el aula, hace más de veinte minutos, en realidad.

—¿Qué? Dios, estaremos en problemas.

Me levanté con rapidez y tomé mi ropa del suelo para vestirme a toda prisa. Sentí mis mejillas arder, pero debía salir de ahí pronto.

—De hecho —dijo sin mirarme. Al parecer, notó mi incomodidad—, ya estamos en un par de problemas.

—¿De qué hablas?

Me detuve y lo miré con cierta preocupación. Solo me había puesto mis bragas y la parte superior de mi pijama.

—Acabo de hablar con Stella. Vino a ver por qué no había bajado todavía y, bueno, Jojo le dijo que no te había visto esta mañana, que habías salido temprano. Ella ya sabe que dormiste aquí, Bessie.

—Dios —musité y me senté en el borde de la cama, tratando de procesar la información.

Eso no podía estar ocurriendo. ¿Cómo se suponía que miraría a Stella a partir de ese momento? ¿Y cómo le explicaría qué hacía de noche en el cuarto de Jimmy? Quizás si lloraba mi excusa sonaría más convincente. Sabía que ella no le contaría a nadie, pero que lo supiera era más que suficiente.

Se sentó a mi lado y sonrió con diversión. No le veía el chiste a la situación.

—La buena noticia es que para que no se preocupara le he dicho que usamos condón.

—¿Qué? —chillé con incredulidad—. ¡Idiota!

Hice una mueca de desagrado y le pegué con la almohada. No podía creer que esas palabras hubieran salido de su boca. Se limitó a reír a carcajadas mostrando sus hoyuelos. Al parecer, aún disfrutaba mucho burlarse de mí.

—Descuida —dijo cuando logró hablar—, yo me las arreglaré con ella. Ahora te acompañaré a tu cuarto para que puedas arreglarte e ir a clases. Bajaré contigo a desayunar y a tomar las píldoras, pero no iré al aula hoy. No quiero que los demás comenten nada, ¿vale? Además, por Stella no te preocupes, seguro no se enojará contigo después de todo lo que ocurrió con Natalia.

Asentí y suspiré profundo. Eso esperaba.

Luego fijé mi vista en algo que no había notado antes: una pequeña mancha de sangre en medio de las sábanas blancas. Recordé las palabras de Nick al respecto y mis mejillas ardieron una vez más.

Nuestra primera vez... me tomaría algún tiempo asimilarlo.

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