Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 30

Dedicado a Roussy09

***

Lo que estaba a punto de hacer era una locura, una estupidez descomunal. Me avergonzaba el simple hecho de pensarlo. No obstante, luego de un tedioso debate mental, había votado a favor de hacerlo.

El problema era que necesitaba hablar con alguien al respecto, y no tenía demasiadas opciones para escoger con quién saciar mis dudas sobre... sexo.

Si Beth hubiera estado conmigo no sería nada incómodo para mí, pero eso no era posible, por desgracia. La única otra chica con la que tenía cercanía era Jojo, y estaba casi segura de que ella también era virgen —o al menos eso me parecía—. Por lo tanto, me quedaba una única persona para discutir un tema tan embarazoso para mí que no fuera mi novio: alguien que ya sabía en qué punto me encontraba.

Tragué en seco y entré al salón.

—Hola, ¿puedo... hablar contigo? —le pregunté a Nick.

Estaba tirado en un asiento viendo la tele.

—¿Bessie Boop? —dijo y se incorporó. Le extrañó verme allí—. Claro, dime qué te ocurre.

Lo miré y notó mi incomodidad, al parecer.

—Mejor vayamos fuera, ¿vale? —dijo y asentí.

Cuando salimos al jardín, comencé a sentir que se me cerró la garganta. ¿Qué había estado pensando? ¿Cómo iba a hablar de esos temas con un chico?

Nos sentamos en el suelo y comenzó a mirarme con una expresión divertida, esperando a que hablara. Me arrepentí de haberlo ido a buscar.

—Bessie Boop, vienes, me dices que necesitas hablar conmigo y después no dices una palabra. ¿Debería preocuparme? —Alzó una ceja y me observó con una sonrisa maliciosa—. Aunque creo por tu cara que sé de qué quieres hablar.

—¿Lo... sabes? —pregunté con nerviosismo.

—Pregunta de una vez y comprobaré si tengo razón o no.

—Vale... es que... es muy raro para mi hablar de esto contigo, pero no tengo más nadie.

—Y con «esto», ¿te refieres a qué? ¿A la menstruación? Lo siento, en eso no tengo experiencia.

Se me escapó una risa nerviosa al escucharlo. Por suerte, había pasado por esa charla hacía años.

—No —susurré—. No es eso.

—Bueno, el otro tema que suele incomodar a las chicas es el sexo, ¿acaso es eso? —Asentí, avergonzada y con las mejillas ardiendo—. Guau, jamás pensé que hablaría de algo así contigo.

—Tampoco yo —admití sin mirarlo a la cara.

—No te preocupes. En ese caso sí puedo ayudarte y, descuida, no me incomoda en lo absoluto que me hayas escogido para hablar de eso. Es una buena señal de que confías en mí y, claro, de que sabes que se me da genial.

—¡Nicholas! —lo reprendí—. ¡Eso no me interesa!

Soltó una carcajada y yo no sabía dónde esconder el rostro.

—Vale, vale, es broma. Dime qué quieres saber, es normal tener dudas al principio.

—¿Tú también tenías dudas?

—Bueno... —Lo pensó por un segundo—. Creo que, más que dudas, tenía curiosidad. Aurora y yo teníamos algunos amigos mayores que no paraban de presumir de sus aventuras sexuales. Imaginarás que un par de chicos de trece y catorce años estaban ansiosos por descubrir todo sobre ese «mundo misterioso». Yo era el mayor de los dos y me tocó experimentar primero con la prima de uno de nuestros colegas.

—Y ¿cómo fue?

—En realidad, Bessie Boop, no tengo idea. Bebí tanto ese día que no recuerdo absolutamente nada. Para contárselo todo con detalles a mi querido Aurora al otro día tuve que inventarme una historia que ni siquiera yo podía creerme.

No pude evitar reír al escucharlo. Saber que incluso él había tenido dudas hizo que me relajara un poco.

—¿Eso mismo le contaste a Jimmy ayer en la tarde? —pregunté y me miró con asombro.

—¿Él te lo dijo?

Me sonrojé al recordar el episodio de los condones.

—No realmente, no tuvo que hacerlo.

—Bueno, le dije un par de cosas que necesitaba saber, de chico a chico, y que no creo que pueda preguntarle a Stella. Eso sería raro... ¡puaj! Muy raro.

Hizo una mueca graciosa y ambos reímos una vez más. Entendía que si eras un chico ese no era un tema para hablarlo con tu madre.

—Entonces... —Temí preguntar, pero decidí hacerlo—: ¿Él ya quiere que demos ese paso?

—¿Hablas en serio? —preguntó con incredulidad—. Él es un tipo bastante raro, eso es cierto, pero a fin de cuentas es hombre y tu estas buenísima, ¡claro que quiere coger contigo!

—¡Nicholas!

Lo empujé con una mano mientras se reía a carcajadas de mi reacción. Quería que la tierra se abriera y me tragara en ese instante, ¿cómo podía decir las cosas de esa manera?

—Lo siento... —Casi no lograba hablar—. Es que, verás, cuando dos personas se aman...

Hizo una pausa y reflexionó.

—Y, bueno, también cuando no se aman, cuando han bebido mucho, cuando se conocen en una fiesta, cuand—

—Vale, Nick —lo interrumpí—, ya entendí, ve al grano.

—El punto es que es normal, Bessie Boop, no tienes por qué sentir miedo o vergüenza de querer hacerlo con tu novio.

—Es que... no lo sé, nunca había pensado al respecto.

—Supongo que para todo hay una primera vez —dijo con simpleza—. ¿Hay algo más que te preocupe?

—Bueno... —Me aclaré la garganta y agregué en un tono muy bajo—: ¿Cómo... es la primera vez?

—Pues para las chicas suele ser incómodo y duele.

—¿Duele? —repetí, sorprendida—. ¿Mucho?

—No lo sé, nunca lo he intentado —se burló y solté un bufido—. ¿Cómo se supone que yo sepa eso? Supongo que no demasiado, es normal. Ah, y puede que sangres.

Hice una mueca al escucharlo. ¿Doler y sangrar? Sonaba como algo terrible. No entendía cómo todos querían intentarlo tan rápido.

—¿Tan malo es?

—Es momentáneo, abuela —respondió con malicia—. Cuando todo eso pasa se siente muy bien, jodidamente bien.

Volví a aclararme la garganta y asentí.

—De acuerdo.

—Si en serio te sientes lista, les irá bien, ya verás —dijo y, por primera vez, sentí que hablaba en serio—. Solo sean responsables y disfruten, no es tan difícil. De lo contrario, díselo. Él te quiere y estoy seguro de que esperará por ti... Guau, no sabía qué tan bueno puedo ser como consejero sexual, debería cobrar por eso.

Y la volvió a cagar, sacándome una sonrisa.

—¡Idiota! —grité y lo empujé por el hombro. Luego solté un suspiro y lo miré—. Gracias, Nick, eres el mejor amigo que una chica puede pedir, y también eres insoportable a veces.

—De nada. —Me sonrió mientras nos levantábamos del suelo—. Ambos son talentos innatos. Y puedo ser lo mejor que una chica puede pedir no solo como amigo, sino pregúntale a Melissa.

—Ja, ja, ja.

Le saqué la lengua y decidí obviar su comentario pervertido.

Me resultaba embarazoso que Jimmy y yo hubiéramos ido a pedirle consejos, pero me sentía un poco más segura. Me alegraba que él no me hubiera hecho sentir avergonzada por mi inexperiencia.

Supuse que cuando llegara el momento adecuado lo sabría y estaría lista para dar ese «enorme paso». Pero, hasta que ese día llegara, fingiría que jamás había visto los condones. Si Jimmy no me decía nada yo tampoco lo haría. Seguía siendo una cobarde en el fondo, sin importar cuantas charlas tuviera sobre el tema.

***

El día siguiente era muy especial: Jimmy y yo cumplíamos un mes siendo novios. Me resultaba increíble que el tiempo hubiera pasado tan pronto, me parecía que me había besado por primera vez solo un par de días antes. No era que pudiéramos hacer demasiado para celebrar, vivíamos en una institución mental, después de todo. Pero no queríamos pasarlo por alto tampoco.

Esa mañana me vestí con el mismo vestido verde de florecitas rojas que había usado el 31 de diciembre, y también me dejé el cabello suelto y me puse algo de brillo labial. Quería lucir lo mejor posible para él.

Cuando fue a recogerme llegué a pensar que la telepatía existía de verdad. Lucía exactamente igual que un mes atrás. Había decidido llevar su jersey rojo navideño y sus rizos rubios estaban más desordenados que nunca.

Parecía una visión celestial. Y era mío.

Nunca me había detenido a pensar cuánta felicidad cabía en un solo corazón, pero el mío estaba a punto de explotar.

Era sábado, así que tuvimos una charla tediosa en la mañana y el resto del día era para pasarlo juntos. Estuvimos casi toda la hora de la actividad intercambiando miradas y sonrisas. Al terminarlo todo, nos escapamos con rapidez de allí.

Estuvimos un rato en el jardín y Nick nos molestó un poco. Luego almorzamos los tres juntos y lo dejamos en el salón de la tele. Era nuestro momento de celebrar, así que nos fuimos hasta su habitación.

—Cierra los ojos —dijo cuando llegamos.

Su sonrisa y sus ojos reflejaban una felicidad tan genuina que no podía evitar contagiarme.

—Eh... ¿por qué? ¿Qué te traes entre manos, Jim Thomas?

—Algo que me tomó preparar, Harriet Elizabeth, pero que está diseñado para hacerte caer rendida en mis brazos.

Rio con cierta picardía en los ojos.

—¿Ah, sí? —dije con ironía—. Pues espero que sea algo bastante genial, no soy una chica nada fácil.

—Descuida, no dejé margen al error.

Sonreí y cubrí mis ojos. Abrió la puerta y lo escuché acomodar un par de cosas dentro. La curiosidad me estaba matando.

Regresó con rapidez y me guio hasta el interior. Cuando abrí los ojos, quedé boquiabierta. La habitación estaba repleta de lucecitas de Navidad. Inundaban de diferentes colores todo el espacio, a pesar de la luz del Sol que entraba por la ventana. También había velas esparcidas por todas partes. Me resultó gracioso ver que todas estaban apagadas.

—Y bien —dijo—, ¿mi plan funcionó?

Lucía hermoso mientras sonreía mostrando sus hoyuelos bajo el colorido reflejo.

—No está mal, pero juraría que las velas van encendidas.

Soltó una carcajada a la que no pude evitar unirme.

—Sí, ese era el plan original, pero Stella nada más accedió a prestarme las luces y las velas. Teniendo en cuenta mi historial, no le pareció muy sensato poner fuego al alcance de mis manos, y mucho menos de las tuyas.

Su chiste no me pareció divertido, yo no había tenido ninguna relación con el incendio. Por eso le saqué la lengua y le di la espalda pretendiendo que estaba enojada.

Continuó riendo unos segundos. Luego se me acercó y me abrazó con suavidad por la espalda, eliminando todo el espacio entre nuestros cuerpos.

—Por suerte, te encontraste con la persona menos cuerda de este lugar —me susurró al oído. El roce de su respiración hizo que mi piel se erizara—. Yo no te daría cerillas, te daría hasta un lanzallamas y me quedaría tranquilo al saber que mi vida depende de ti. Eres una de las mejores personas que he conocido, Bessie. Sé que eres incapaz de hacerle daño a nadie.

Sus palabras me conmovieron. Él no tenía ni la más mínima idea de cuán reconfortante era que alguien a quien tanto quería creyera en mí y no me juzgara.

Sin embargo, agregó algo que me hizo sonrojar:

—Aunque a veces prendes fuego sin notarlo...

«Oh, Dios, Santo», grité internamente. Cada día me gustaba menos su amistad con Nick y quien estaba ardiendo era yo.

Me volteé sin salir de sus brazos y lo miré a los ojos.

Cada vez que actuaba con tanta seguridad en sí mismo, quería comérmelo a besos. De igual modo, no estaba hecha para responder a ese tipo de comentarios. Sonreí con nerviosismo e hice un pobre intento por cambiar de tema.

—Eh... me encantó la decoración, me hizo recordar nuestro primer beso en Navidad, pero ahora no estamos en la nieve.

—No, pero puedo besarte del mismo modo.

Posó sus labios sobre los míos y me besó mientras me sostenía por la cintura. Enredé mis dedos en sus rizos y me perdí en su esencia. En realidad, no tenía que esforzarse en lo absoluto para impresionarme, cada beso que me daba se sentía tan intenso como el primero.

Se separó un poco y sonrió victorioso.

—¿Ves? —dijo—. Funcionó, estás rendida en mis brazos.

—Tonto —Reí y lo empujé hacia atrás. Caminé hacia la cama y me senté cruzando los pies—. Y bien, ¿qué sigue en tu detallado plan para hacerme caer rendida?

—Eh... la verdad es que mi plan termina aquí, solo pensé en abrazarte el resto de la tarde y disfrutar de nuestra «Navidad» privada hasta la hora de cenar.

—Suena tentador, amo la Navidad. —Miré a la mesita al lado de su cama y vi que tenía El Principito que le había regalado sobre ella. Lo tomé y comencé a hojearlo—. Se me acaba de ocurrir una idea divertida. ¿Tienes un marcador?

Asintió y lo buscó entre sus cosas. Cuando me lo entregó, di una palmadita a mi lado en la cama para que se sentara. Apenas lo hizo, tomé una de sus manos.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó.

—Shhh...

Subí la manga de su jersey hasta dejar su brazo al descubierto y comencé a escribir entre sus marcas.

—Hace cosquillas —se quejó con una sonrisa en los labios.

—No te muevas, lo arruinas.

Terminé de escribir y se lo mostré. Hizo una mueca graciosa mientras leía:

—¿«Las estrellas me hacen reír siempre»?

—Sí, al aviador lo hacían recordar al Principito. A mí me hacen pensar en algo que considero muy especial.

—¿Ah, sí? ¿En qué? —preguntó con emoción.

—Pues... ¡en mi cactus!

Reí al ver su expresión de niño enfadado. Lucía adorable.

—¿Debo sentir celos de una planta, entonces?

Hizo un puchero. Me acerqué y deposité un pequeño beso en su mejilla.

—No pienso exactamente en el cactus, sino en la persona tan especial que me lo regaló; quien me regaló, además, la posibilidad de ver las estrellas sonreír cada noche.

Sonrió, satisfecho, y me arrebató el marcador de las manos. Tomó mi brazo y comenzó a escribir. Su letra pequeñita y dispareja me recordó a la de Hannah.

Me limité a sonreír como una tonta cuando leí lo que había escrito: «El desierto es bello, pero tú eres mucho más bella que todos los desiertos del mundo juntos».

—¡Qué curioso! —dije—. Me he leído cientos de veces El Principito y no recuerdo esa frase. Creo que debería volverlo a leer para recordar mejor.

—Sí está ahí, en algún lugar. Si quieres leértelo de nuevo tendrás que buscar alguien más que te preste el libro, porque el mío es un regalo especial que prometí cuidar. Así que lo siento, no te lo puedo prestar.

—Bah, eso es injusto —protesté.

—Me da igual, el día que me lo regalaste te dije que no quería verte lloriquear.

Lo miré con una expresión nada amistosa y volví a arrebatarle el marcador para vengarme.

***

—Dibujas bien feo —se burló Jimmy.

—¡Cállate!

Soltó una carcajada mientras yo trataba de terminar mi «obra de arte» en su pecho.

Era un simple diseño de dos muñequitos dados de la mano, la pintura no era lo mío. Con ese ya casi no me quedaba espacio para dibujarle o escribirle cosas. Llevábamos horas tirados en el suelo entre abrazos, besos y tinta. Al principio, le permití hacerme un par de dibujitos en los brazos. Luego me apoderé del marcador y escribí sobre todas sus cicatrices. Incluso hice que se quitara el jersey para tener más «lienzo».

—Me tomará horas quitarme todo esto en la ducha —se quejó.

—Pues no te los quites. De igual modo, nadie los verá cuando te vistas.

—Suena bien, así me ahorraré la molestia de bañarme todos los días y utilizaré el pretexto de que es para mantener los diseños de mi novia.

—¿Ah, sí? En ese caso, necesitarás una novia nueva, porque al menos esta no se acercará a ti si no te bañas.

Me sostuvo ambas manos y me dio un pequeño beso.

—Ya casi es hora de cenar —dijo—. Debería ir a tomar un baño, entonces, no quiero que rompan conmigo justo en el «mesiniversario».

—Espera —imploré, infantilmente—, solo me falta uno.

Asintió y me moví hasta quedar frente a su espalda para poder escribir en ella.

—No escribas ahí, no podré ver lo que hagas.

—Descuida, no es nada extraordinario, y ya es el último. Lo prometo.

Ese era el más grande, aunque no podría verlo. Lo hice con mucha emotividad, pues era la verdad.

—Ya está, ya puedes vestirte. Debo irme para estar lista a la hora de cenar.

Asintió de nuevo y me abrazó con ternura. Después caminé hacia la puerta, pero permanecí el tiempo justo para verlo tomar su jersey y tapar el enorme «TE AMO» de tinta negra que le cubría la espalda.

Negarlo era mentirme a mí misma.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro