Capítulo 29
Dedicado a @strangerhunt
***
—Yo vivía con mis padres y con Jason —dijo—. Mi madre sufrió de depresión durante la mayor parte de su vida, y mi padre era un alcohólico. Aunque nunca le pegó, sí le gritaba y discutían todo el tiempo, y eso la hacía recaer con mucha frecuencia. Cuando era pequeño no me afectaba tanto. No comprendía bien qué ocurría ni por qué mi mamá pasaba días encerrada en su cuarto y no podía verla, pero Jason siempre estaba ahí para mí. Me cuidaba tanto que, más que mi hermano, era como mi padre y mi madre.
No necesitaba decírmelo, ya había notado la actitud paternal de Jason en el par de veces que lo había visto. Me consolaba saber que al menos lo había tenido siempre a él.
—El mayor problema comenzó cuando se fue a la universidad —continuó—. Podía ir a casa muy pocas veces, y mi madre se puso peor que nunca. Dejó la terapia y estoy seguro de que tampoco se tomaba la medicación. Sencillamente no resistió hacerse cargo de todo, incluyéndome a mí... Terminó tomándose tres frascos de píldoras una mañana, incluso antes de que me despertara para ir al colegio.
Sus ojos se humedecieron y sentí un profundo dolor. Comprendí por qué ese tema lo ponía tan susceptible. Ella no había muerto enferma o a causa de un accidente, había decidido terminar con su vida, al igual que Ana.
—Lo siento —dije y apreté su mano mientras luchaba por contener mis lágrimas.
—Yo la encontré... —susurró y una lágrima se escurrió por su mejilla—. Pero ya era muy tarde, y yo era solo un niño, quizás si...
Se detuvo y bajó la mirada. Un sollozo se le escapó, seguido de más lágrimas. No podía creer que se sintiera culpable, él había sido la más afectada de las víctimas.
—Jimmy... no es tu culpa, no había nada que pudieras hacer.
Intenté secar sus lágrimas con mis dedos. No me lo permitió, se pasó bruscamente el brazo por el rostro, secándoselo con el jersey. Trató de tragarse el llanto y continuar hablando, como si eso ya no le afectara. Sin embargo, la tristeza reflejada en sus ojos decía todo lo contrario.
—Mi padre se marchó a los pocos días, no volvimos a saber de él. Jason dejó la universidad por un tiempo y regresó a casa para ocuparse de mí. Éramos menores de edad, pero los servicios sociales suponían que seguíamos bajo el cuidado de nuestro padre. Con un poco de dinero que había ahorrado nuestra madre nos mantuvimos un tiempo, hasta que—
Hizo una pausa y decidí no presionarlo. Debía ser muy difícil para él contarme todo eso, así que esperé hasta que logró continuar:
—Hasta que la situación se me fue de las manos y casi muero desangrado en la escuela.
Lo soltó tan rápido que me tomó un momento procesar sus palabras. Mi piel se erizó y tragué en seco.
—¿Jimmy tú-tú también intentaste suicidarte? —tartamudeé, con miedo de escuchar la respuesta.
Negó con la cabeza y parte de la tensión que sentía se disipó.
—Fue... fue un accidente. Todo comenzó cuando mi madre estaba viva. Cada vez que veía a mi padre entrar borracho, me aterraba. Jason se había ido, ya no tenía hacia quién correr. Me encerraba en mi cuarto y rezaba porque los gritos y el llanto de mi madre terminaran rápido. En una ocasión, tropecé y rompí un cuadro mientras corría escaleras arriba para huir de sus peleas. Intenté recogerlo con torpeza y terminé cortándome. El dolor de la herida me hizo olvidar por unos segundos lo que pasaba abajo, así que... aunque la sangre me asustaba, tomé otro trozo de vidrio y agrandé el corte. Quería que doliera por más tiempo.
—¿Esa fue la primera vez que te heriste a propósito?
Asintió y mi estómago dio un vuelco.
—Luego tuve mucho miedo de que alguien se enterara y decidí que no lo haría nunca más. Al poco tiempo, no pude evitarlo y volví a cortarme. Mis padres estaban demasiado ocupados como para notarlo y, sin darme cuenta, se convirtió en una costumbre. Lo hacía cada vez que estaba triste o tenía miedo, y en lugares del cuerpo que no fueran tan visibles. Yo mismo me vendaba. Fui perdiéndole el miedo a la sangre cada vez más, al punto de que ya podía sangrar sin darme cuenta. Algunas heridas llevaban suturas y atención médica, pero yo las sanaba como podía, o incluso las volvía a abrir. Por eso tengo tantas cicatrices.
Recordaba sus brazos de cuando los había visto en el ala C. Realmente tenía tantas marcas en ellos que apenas había espacio entre una y la otra.
—Cuando Jason volvió, no podía permitir que se enterara —dijo—. Paré de hacerlo y comencé a usar jerséis. Jamás me desvestía frente a él. Alrededor de un mes y medio después de la muerte de mi madre, colapsé... Era mucho para mí y a veces me parecía que yo no existía más, Bessie. Es difícil de explicar, era como si me hubiera desvanecido. Llegué a creer que estaba muerto y necesité cortarme para saber si aún era capaz de sentir.
Sonrió con amargura.
—Yo... —susurró—. Yo intenté abrirme el pecho con unas tijeras, quería saber si mi corazón todavía latía, si seguía ahí.
Ahogué un grito con una de mis manos. Era demasiado lo que me estaba contando, no podía creer que él hubiera pasado por todo eso.
—¿Qué?
—Así es... —dijo y bajó la mirada un instante—. Por supuesto que no lo logré, el dolor fue tan desgarrador y perdí tanta sangre que tuve que detenerme. Perdí el conocimiento y un profesor me encontró. A él le debo seguir vivo. Me hice bastante famoso en la escuela, ¿sabes? Supongo que no todos los días alguien hace algo así en el baño del colegio.
Volvió a mirarme y acarició con delicadeza una de mis mejillas. Al parecer, notó lo confundida que estaba y lo dolorosa que me resultaba su historia.
—De ahí es de donde conozco a Nick —dijo en un tono de voz dulce y bajo—. El día que lo vi hablando contigo en el pasillo, entré en pánico. Pensé que te contaría sobre mí, que te diría todo eso que tanto había tratado de ocultar... Muy pocos aquí saben lo que me pasa, Bessie, solo los que llevan algún tiempo, como Víctor. Y lo saben porque me ha visto recaer más de una vez. Ocultarlo es la única manera que tengo para que no me vean como un fenómeno. Lamento no haber sido sincero contigo, me aterraba tu reacción.
—¿Por qué? —pregunté con los ojos húmedos—. ¿Por qué ocultar tu verdadero «yo»? No lo haces porque quieres, es una enfermedad, ¿no es ese el motivo por el que todos estamos aquí?
No pude evitar pensar en mí misma. Yo también había ocultado mi pasado por miedo al rechazo y me sentía como una hipócrita al decirle eso.
—No es tan sencillo, Bessie. Cuando entré, pensé que nadie me juzgaría, pero fue peor que estar afuera. Mis compañeros me miraban con miedo y se alejaban al ver mis brazos. Incluso algunos profesores me miraban de un modo diferente, como si nunca hubieran visto a alguien como yo... Por eso decidí que en lo adelante nadie vería mis marcas o sabría la verdad.
Enjugué mis lágrimas y traté de calmarme. Opté por pensar que todo eso ya era parte del pasado. Estaba conmigo y se encontraba mejor, ya no era el mismo niño que había entrado en la clínica.
—Desde entonces estás aquí, ¿no? —dije cuando logré hablar.
—Sí —afirmó—. También he estado fuera dos veces, en internados diferentes. No he resistido más de un par de semanas antes de recaer. Yo no sé vivir fuera de este lugar, aquí es donde único me siento protegido y donde está Stella.
Se encogió de hombros.
—Esa es mi historia. Luego vino todo lo de Ana, y después llegaste tú.
Una vez que se había sincerado conmigo, un nuevo dolor se abrió paso en mi pecho: yo tampoco había sido sincera por completo con él.
Decidí que no habría más secretos.
—Jimmy, yo también tengo algo que contarte... La verdad es que no vine aquí solo por mi nictofobia. Fue por...
—El incendio —terminó por mí, y sus palabras resonaron en mi cabeza.
—¿Qué? —pregunté con incredulidad—. No es posible, ¿cómo diablos lo sabes?
Estaba agitada y confundida, no había manera de que lo supiera. ¿Acaso todos conspiraban para saber de mi pasado a mis espaldas?
—Sí, Bessie —admitió, mirándome a los ojos—. Lo sé desde hace mucho tiempo... Cuando me contaste la historia de tu madre, no resistí. Quería saber todo sobre ti.
Sonrió ligeramente, tratando de calmarme. Estaba tan molesta que ni siquiera eso funcionaría.
Me levanté de la cama y caminé hacia la ventana.
—¿Quién te lo contó? —exigí. Se levantó y se me acercó. Intentó abrazarme, pero lo evadí—. ¿Quién diablos te contó mi mayor secreto, Jimmy? ¡Nadie tenía derecho de hacerlo! ¿O es que acaso tú también leíste mi expediente?
—En serio lo siento. —Suspiró profundo—. Yo no leí tu expediente, fue Stella quien me contó. Fue mi culpa. Le pregunté sobre ti y me dijo que estabas pagando por algo que no hiciste, y que habías perdido a tus mejores amigos.
—¿Qué? —pregunté. Eso no podía ser posible—. ¿Cómo pudo hacerlo? ¡Se supone que debe protegernos a todos por igual, no exponernos de esa manera! ¿Por qué diablos te lo dijo? ¿Por qué tiene siempre esa preferencia contigo? ¿Por qué?
—¡Porque Stella es mi madre, Bessie! —respondió.
El aire abandonó mis pulmones al escucharlo. ¿Qué quería decir con eso?
—¿D-de qué hablas, Jimmy? ¿A-a qué te refieres?
—Sí. —Bajó su tono de voz y me habló con suavidad—: Casi nadie lo sabe, pero Stella es mi madre adoptiva desde hace años. Por eso no tiene secretos conmigo, y por eso me quiere más que al resto. Ella es mi mamá, Bessie. Stella es mi mamá.
«Stella es mi mamá», repetí sus palabras mentalmente para lograr creerlo. Me senté en el borde de la cama, sin dejar de mirarlo.
—Yo... no tenía idea... —dije luego de un instante de silencio.
Sonrió y se sentó a mi lado.
—Ese es el punto, nadie puede saberlo. De lo contrario, yo no podría estar bajo su tutela ni en la escuela siquiera. A Gibson no le importa mientras pague mi matrícula cada mes.
—Guau... eso no lo esperaba... Tiene sentido —dije, más para mí misma que para él. No sabía cómo había podido ser tan tonta y cómo no lo había notado antes. Comencé a sentirme un poco mal por haber perdido los cabales—. Jimmy, lo siento, no debí hablar así de ella, es que—
—Descuida —me interrumpió—, tienes derecho a enojarte, me contó algo muy íntimo. Solo quiero que sepas que yo te creo. Tú no lo hiciste, y ella piensa lo mismo.
Tomó mi mano y la apretó.
—Y ¿cómo llegó a ser tu madre? ¿Cómo te adoptó? ¿Estuviste en alguna casa de acogida antes de venir aquí?
—No, no fue de ese modo. Cuando todo ocurrió, fui internado y pasé un largo tiempo recuperándome en el hospital. Los servicios sociales descubrieron que Jason y yo andábamos por nuestra cuenta, fue mi culpa. A Jason apenas le faltaban un par de meses para cumplir dieciocho. Aun así, no podía tener mi custodia, porque ni siquiera estaba trabajando. Ahí me diagnosticaron y me enviaron aquí. Como no tenía un tutor legal, el estado se estaba haciendo cargo de mí y de mis gastos. Después de un par de meses, decidieron que me enviarían a una clínica ordinaria. Era mucho dinero, al parecer.
Sonrió y vi un destello de felicidad muy reconfortante en sus ojos.
—Ella no lo permitió, dijo que terminaría en un orfanato, donde no recibiría el mismo tratamiento que aquí —dijo—. Desde que puse un pie en este lugar, me cuidó con mucho amor, ¿sabes? Cuando supe lo que planeaban, entré en pánico. Pensé que me alejarían de ella y fui llorando a verla. A menos de que alguien se hiciera responsable por mí, eso era lo que iba a pasar. Recuerdo que me sostuvo contra su pecho y me dijo que no me preocupara, que nadie iba a alejarme nunca de ella. Ese día me llevó al jardín a conocer al otro Jimmy.
Recordé cuando me tomó de la mano por primera vez y me contó esa historia bajo el árbol. Fue conmovedor y romántico, a pesar de que en ese entonces no imaginaba siquiera que me convertiría en su novia.
—Un par de meses después obtuvo mi custodia legal —continuó—. Desde ese día, se ocupó por completo de mí y de mis gastos, hasta que Jason se graduó y comenzó a trabajar muy duro para ayudarla.
—En serio la amas, ¿cierto?
—Mucho, más que a mi madre real. ¿Sabes qué es irónico? Mi madre fue a mi habitación la noche antes de suicidarse, y me dio un beso y me dijo que me amaba. Ese es uno de los únicos momentos en mi vida en los que recuerdo haberme sentido querido, pero la felicidad no me duró.
—Ella estaba enferma, Jimmy —musité—, no lo hizo a propósito o porque no te amara.
—¿Y qué tipo de amor es ese, Bessie? ¡Ella me dejó cuando más la necesitaba! —dijo con desesperación—. Yo sé cómo es estar enfermo, no soy capaz de recordar mi vida sin querer herirme todo el tiempo o sin sentirme tan miserable. No soy estúpido, sé bien que no estoy mejorando en lo absoluto, que cada vez necesito medicación más fuerte y ¿sabes qué? No me hace sentir mejor. También sé que ellos piensan que no tengo remedio, deberías ver la cara de Melissa durante mis consultas. Ella cree que está perdiendo el tiempo.
Soltó un bufido.
—Todo esto es culpa de mi madre, que yo esté aquí y que Jason tenga que cargar conmigo. Ella me dio esperanzas, me prometió que estaría siempre conmigo. Lo prometió... —Hizo una pausa y agregó en un tono de voz bajo y desesperanzado—: Hay personas que simplemente no deberían tener hijos, y mis padres estaban entre esas personas.
Su tristeza al decirlo me llegó muy dentro, al igual que sus duras palabras sobre su madre. Lo abracé.
—Jimmy —le susurré al oído—, ellos no están perdiendo el tiempo contigo. Vas a mejorar, tienes que escuchar lo que te dijo Stella y ser fuerte. No digas nunca más que tus padres no debieron tenerte, ni en broma. Si no hubieras nacido nunca habría tenido la oportunidad de conocer a la persona que me cambió la vida por completo. Yo te quiero, no tienes idea de cuánto.
Nos separamos y permaneció en silencio un instante. Después arremetió con una pregunta que me dejó sin saber qué responder:
—Bessie... ¿me quisieras igual si lo hubieses sabido desde el principio?
En realidad, no tenía idea. Prefería pensar que sí.
—Yo... no lo sé —admití.
—De acuerdo —dijo—, es bueno entonces que no lo supieras. ¿Me quieres igual después de saberlo?
—No —respondí, tajante.
—¿No? —repitió, asustado.
—No, idiota, te quiero incluso más. —Sonrió con alivio y lo imité. No era buena para jugar bromas en lo absoluto—. No más secretos entre nosotros, Jimmy, ¿vale?
—No más secretos.
—Eh... hablando de eso...
Sabía que lo que estaba a punto de hacer era una locura con letras mayúsculas. Me aventuré a soltarlo lo más rápido que podía:
—¡Cuando estabas en el ala C me escapé una noche con Nick!
—¿Qué?
No sabía si su expresión denotaba sorpresa o indignación. O si estaba esperado que de un momento a otro comenzara a reír y le dijera que era una broma. Me estaba mirando con tanta intensidad que tuve que cambiar la vista. Era demasiado para resistirlo.
—¿Estás hablando en serio, Bessie? —preguntó. Asentí, despacio y sin mirarlo todavía—. Eso no puede ser, ¿sabes cuán peligroso es lo que hiciste? Y ¿de noche? ¿Qué te llevó a hacer algo así?
Estaba fuera de sí, y lo peor era que tenía toda la razón.
—Lo sé, lo siento, lo siento, en serio. —Suspiré profundo—. Es que, Jimmy, no sabes cuán difícil fue para mí estar sin ti y no poder hacer nada al respecto. Fue un infierno, en serio, y Nick pensó que eso podría distraerme. No hicimos nada malo, lo juro. Salimos un rato a respirar un poco de aire fresco y luego volvimos sin que nadie lo notara. Nada más... ¿estás enojado?
Negó con la cabeza con incredulidad.
Supuse que era complicado de procesar que su novia se hubiera escapado de noche con otro chico. De cualquier modo, tenía la conciencia limpia. No había hecho nada de lo que pudiera arrepentirme, y tampoco podía ocultárselo si quería una relación trasparente con él.
Pasaron unos minutos —que me parecieron eternos— antes de que suavizara su expresión y me mirara con sus ojos tormentosos.
—No estoy enojado —dijo—, estoy preocupado. Sabes las consecuencias que puede tener una locura de ese tipo... Pero también sé que en parte fue mi culpa que te sintieras tan mal, y supongo que el idiota de Nicholas solo quería ayudar. Nunca más hagas algo así, ¿vale?
Al ver que me perdonó, solté el aire que tenía contenido en mis pulmones y sonreí con nerviosismo. Pensaba que todo eso sería un grave problema.
Me dio un beso breve y nos abrazamos en silencio unos minutos. Cuando nos separamos, me quedé observando su enorme jersey de rayas negras y blancas. Dudé si debía hacerlo, pero finalmente me atreví a pedirle algo:
—Jimmy, ¿me dejas verte? Ya sabes, tus... tus marcas.
Sentía que debía hacerlo para conocerlo mejor.
Se quedó desconcertado con mi petición. Sin embargo, comenzó a quitarse el jersey.
Estábamos sentados frente a frente y, por primera vez, tenía al verdadero Jimmy ante mis ojos. Al principio, me impactó mucho. Ya había visto sus brazos en el ala C, pero su torso delgado tenía incluso más pruebas de todo lo que ha sufrido en su vida.
Lucía avergonzado y me evitaba con la mirada mientras mis ojos estaban clavados en la enorme cicatriz que tenía en el pecho. El simple hecho de pensar en cuánto debía haberle dolido me causó náuseas. Ninguno de los dos dijo nada, hasta que tomó su jersey e intentó ponérselo una vez más.
—No quiero que te cubras —dije y se lo impedí. Arrojé la pieza de ropa a los pies de la cama—. No de mí.
A pesar de su mirada escéptica, acerqué la mano y acaricié la cicatriz al lado de su corazón. Cerró los ojos y se estremeció con mi roce. Después colocó su mano sobre la mía y la dejó donde podía sentir sus latidos.
—¿Lo sientes? —preguntó y asentí, nerviosa—. Solo late así por ti.
Se me acercó despacio y posó sus labios húmedos y suaves sobre los míos. Me empujó con suavidad hasta que quedó acostado sobre mí sin separar nuestras bocas. Su respiración se aceleró y el beso se intensificó. El roce de su piel desnuda me hacía temblar y su olor dulce me embriagaba. Coloqué ambas manos en su espalda y comencé a acariciarlo.
Se detuvo y suspiró en mis labios. Me miró a los ojos y comenzó a depositar pequeños besos en mi rostro y en mi cuello. Sus labios subieron hasta mi oreja y desataron un cosquilleo intenso en mi interior. No tenía idea de que algo así podía sentirse tan bien.
Su boca volvió a la mía y me besó. Introdujo una de sus manos bajo mi blusa y comenzó a acariciar mi espalda. Su cuerpo sobre el mío y sus caricias me hacían delirar. Todas esas sensaciones eran nuevas para mí y no quería que se terminaran.
Pero se detuvo.
Sus ojos azules me miraron con algo de culpa. Trató de normalizar su respiración y se acostó a mi lado, sin decir una palabra. Lo miré —probablemente con cara de tonta y con las mejillas ardiendo— y su única respuesta fue una pequeña sonrisa y un beso tierno en mi mano.
No sabía qué pasaba conmigo, así que comencé a sentirme avergonzada. Había sido muy intenso lo que acababa de ocurrir entre nosotros y eso me aterraba. Todavía no había llegado el momento de dar el próximo paso, no creía estar lista para eso.
Se acercó a mí una vez más para acomodarse de tal manera que quedé de espaldas contra su pecho desnudo. Me sostuvo por la cintura con una de sus manos y permaneció muy quieto, con intenciones de dormir, al parecer.
Sentía cada centímetro de su cuerpo tras el mío y su respiración en mi cuello. ¿Cómo podía dormir de ese modo?
«Así no ayudas, Jimmy —pensé—. En serio que no».
***
No supe cuánto tiempo pasó antes de que despertara. Jimmy seguía dormido conmigo entre sus brazos. No quería irme de ahí en lo absoluto, me sentía protegida y feliz, pero debía de ser bastante tarde y temía meterme en problemas.
Me deslicé con cautela para no despertarlo. Aunque se movió un poco, no abrió los ojos. Con la torpeza que me caracterizaba, uno de mis pies se enredó en algo apenas lo apoyé en el suelo y estuve a punto de caer. Logré mantener el equilibrio y vi que era su jersey.
Cuando lo levanté para colocarlo sobre la cama, una cajita cayó del bolsillo. La tomé en mis manos con intenciones de colocarla de vuelta, pero su contenido me dejó paralizada.
Eran condones.
Jimmy. Tenía. Condones.
Lo miré con incredulidad mientras continuaba descansando tranquilamente. Eso tenía la firma de Nicholas Renard en letras mayúsculas por todos lados. ¿Era de eso de lo que habían estado hablando? No podía creerlo.
Coloqué los condones de vuelta en el bolsillo del jersey lo más rápido que pude y me marché casi corriendo de la habitación.
Había tenido demasiadas emociones fuertes para un solo día.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro