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Capítulo 12

Dedicado a MARIiiia131573

***

—¡Bessie! —Escuchaba una voz que me sonaba familiar y sentía que alguien me zarandeaba por los hombros—. ¡Bessie, despierta!

Poco a poco, fui recobrando la consciencia. Estaba acostada en el suelo con la cabeza apoyada en unos brazos que me sostenían con firmeza. Tenía todo el cabello empapado de sudor y algunos mechones pegados en la frente. Me tomó un momento enfocar la vista para ver su rostro.

—¿V-Víctor? —susurré. Estaba disfónica y muy mareada.

—Oh, Dios, gracias al cielo que despiertas —dijo con preocupación—. ¡Estaba a punto de enloquecer! Descuida, estarás bien, estoy aquí contigo.

No entendía a qué se refería. Comencé a mirar a mi alrededor y todo cobró sentido. Estábamos en el aula de música, esa maldita me había encerrado.

—¡Voy a matar a esa loca! —grité y sonó como un graznido—. ¡Voy. A. Matarla!

Me levanté con rapidez, pero sentí un fuerte tirón en la cabeza que me obligó a detenerme. Me había golpeado al caer, menudo chichón tendría.

—Bessie, espera, aún no estás bien.

Tenía razón, debía tomarme unos minutos antes de poder ir a enfrentarla. No obstante, las cosas no se quedarían de ese modo.

Me senté una vez más en el suelo.

—Yo... —dijo, avergonzado—. Realmente no sé qué fue lo que ocurrió, ¿qué te hizo Natty? ¿Por qué te desmayaste?

—En serio me las va a pagar, Víctor, esta vez no se va a salir con la suya. Ella me encerró en la oscuridad sabiendo que soy nictofóbica, no sé cómo diablos se enteró. ¡Me provocó un ataque de pánico por diversión!

Estaba muy enojada. No podía creer que existieran personas tan malvadas como ella.

—O sea, que... ¿le temes a la oscuridad?

No parecía comprender la magnitud del problema.

—Sí —afirmé—, esa es una forma de decirlo. Pero no es un simple miedo, es una fobia que tengo desde pequeña. A partir de los doce años también comencé a tener ataques de pánico por ese motivo, gracias a un grupo de «chistosos», como tu querida Natalia, que me encerraron en un armario. ¿Entiendes cuán serio es eso?

—Dios... —Suspiró profundo y se restregó los ojos con las manos—. No puedo creer que Natty haya llegado hasta este extremo. Lo siento, en serio lo siento, todo esto es mi culpa.

—¿Cómo puede ser tu culpa? ¡Fue ella quien lo hizo!

—Lo sé, pero nunca le he puesto límites y las cosas se salieron de control. Aunque lo que hizo merece ser castigado, no se lo cuentes a nadie, por favor.

—¿Qué? —No pude evitar sentirme decepcionada. Pensaba que al menos esa vez estaría de mi parte—. ¿Cómo diablos puedes defenderla? ¡Lo que hizo es inexcusable, merece pagar!

—Tienes razón, solo escúchame. Déjalo en mis manos y yo hablaré con ella. Prometo que no te molestará más.

—No puedo creer que me pidas eso. Lo siento, lo menos que quiero es herirte, pero no puedo hacerlo. Le contaré a Stella lo que hizo, Natalia cruzó todos los límites. No solo me molestó, Víctor, ¡ella me puso en peligro!

—Bessie —me miró de modo suplicante—, tú no lo entiendes.

—¿Qué debo entender, que Natalia puede ir por ahí haciendo todo lo que quiere y los demás deben permanecer callados? Lo siento, no puedo entenderlo.

—Al menos escucha lo que tengo que decirte antes de tomar una decisión, por favor.

Asentí, finalmente. Moría de curiosidad por oír sus argumentos, aunque dudaba que algo me hiciera cambiar de parecer.

—Natty ha estado varias veces en el ala C —dijo—. Está fuera ahora en una especie de «libertad condicional». Si llegan a creer que es peligrosa para ella o para alguien más la encerrarán allá de manera definitiva y, créeme, sé que lo que hizo contigo sería la razón perfecta. Tú tienes suerte, nunca has estado allí, pero hay quienes nunca han salido. No tienes idea de cuán horrendo es ese lugar.

¿Había chicos en la clínica que vivían en el ala C? Pensaba que era para recaídas, no que también funcionara como un lugar de residencia permanente.

—Todos nosotros estamos cerca de cumplir dieciocho —continuó con aflicción—, lo que significa que tendremos que dejar la escuela pronto. Cuando termine nuestro tiempo, la junta de médicos y profesores decidirá qué será de nosotros, si estamos listos para volver a la sociedad o si, ya sabes, si aún necesitamos asistencia psiquiátrica.

—¿Te refieres a... otra institución mental?

—Exacto, a una real, para adultos. A un manicomio, Bessie. Los que estamos en la escuela tenemos más posibilidades de recuperar nuestras vidas. Los que están internados en el ala C, ellos ni siquiera pasan por la junta.

—Víctor... no tenía idea.

Nada de eso había pasado jamás por mi cabeza. Pensaba que todos volvían a sus casas al salir.

—Lo sé, por eso decidí contarte. El futuro de Natty está en tus manos. Entenderé si lo haces, no merece que la ayudes. Pero, por favor, hazlo por mí. No soportaría ver a Natty encerrada de nuevo, ni su familia tampoco.

«Diablos», maldije mentalmente.

La única vez que podía hacerle justicia a la maldita chiflada, terminaría por sepultar su única esperanza de tener un futuro. Pensé en mis enormes deseos de correr a contarle a Stella. Después analicé las consecuencias y lo miré. Era obvio que sufría con toda esa situación. Tomé una gran bocanada de aire tratando de tragarme todo mi enojo.

—De acuerdo —dije, resignada—. No lo haré, no le contaré a Stella.

—¡Oh, Bessie, gracias!

Una euforia incontrolable lo invadió y me abrazó con fuerza, haciendo que la cabeza me diera otro tirón. Presentía que ese dolor permanecería por un tiempo para recordarme que había perdonado a la loca de Natalia y que había tirado por la borda mi única oportunidad de librarme de ella.

Pero, después de todo, me alegraba verlo así.

—En serio, no sé por qué te preocupas tanto por ella, no se lo merece —sentencié—. Natalia es mucho más que tu amiga, ¿cierto? ¿Ella es tu novia, acaso?

Al parecer, no esperaba esa pregunta. Le tomó un momento responder:

—Mi relación con Natty es más complicada que la amistad, pero no es mi novia... lo fue.

Mi expresión debió delatarme, porque dejó escapar una risilla nerviosa.

—Sí, así es, Natty fue mi novia. Nos conocemos desde siempre, en realidad. Crecimos juntos, íbamos a la misma escuela y éramos buenos amigos. Según fuimos creciendo, ya sabes, la amistad cambió.

Nunca lo hubiera imaginado. No obstante, lo que más me sorprendía era su expresión. Tenía una enorme sonrisa dibujada en el rostro, como si hablara de los mejores tiempos de su vida.

—Ella solía ser la niña más dulce y adorable que alguien pueda conocer —dijo con algo de melancolía—. Amaba eso de ella.

—¿Estás seguro de que nos referimos a la misma persona? —pregunté con escepticismo.

Asintió riéndose.

—Créeme, Bessie, Natty no siempre fue como es ahora.

—¿Te refieres a demasiado engreída o a demasiado cruel?

A pesar de que mis palabras fueron un poco rudas, no se molestó.

—Sé que no hay modo de que creas lo que digo, pero te lo puedo asegurar. Ella es solo una víctima, los demás la corrompieron.

—¿Una víctima? —pregunté, intrigada—. ¿De qué hablas?

—Esa es una larga historia —Se acomodó en el suelo y apoyó sus manos tras su espalda—. Verás, ella solía ser gordita de pequeña, más de la media.

—¿Natalia? Ella es tan delgada, tan perfecta, no la imagino fuera de línea.

—Pues sí, lo era. Por eso sufrió burlas y rechazo. Eso le causó un daño irreparable. Yo siempre traté de hacerle entender que era una tontería. Estaba tan convencida de que tenía que cambiar, que comenzó a lastimarse a sí misma, todo por intentar encajar. Se sometía a dietas extremas a escondidas de sus padres. Solo yo lo sabía y no tenía forma de hacerla parar. Con el tiempo, logró lo que quería, más o menos. El cambio físico la endureció, la llenó de rencor y la volvió narcisista y cruel. Eso nos fue alejando, entre otras cosas.

—¿Y qué ocurrió? ¿Rompieron?

—Algo así. Yo vine aquí, y más o menos un año después llegó ella. Eso me sorprendió, nunca esperé que los dos terminaríamos en el mismo lugar. Cuando me fui se puso peor, no tenía a nadie que le pusiera límites y sus padres comenzaron a notarlo, por eso la trajeron. Nunca me perdonaré por dejarla ni tampoco por haber sido parte de todo el daño que se ocasionó.

—No es tu culpa, Víctor, hay cosas que van más allá de nuestro alcance.

—Quizás, pero no puedo dejar de sentirme responsable. Yo pude haberla detenido a tiempo o al menos pude haberlo intentado mucho más. Por eso la he cuidado desde que llegó, aunque no me lo pone fácil.

Sonrió ligeramente. De eso estaba segura, no tenía ni que mencionarlo.

—Cuando la volví a ver, fue triste. Estaba en un estado muy delicado, la anorexia casi le cuesta la vida. Y, bueno, ahora está recuperada en comparación a su estado mental en aquel entonces. Fue doloroso, créeme, y llegué a pensar que volvería sin remedio al ala C.

Había una gran tristeza en sus ojos. Sin embargo, una parte de mí no podía evitar pensar que nos referíamos a dos personas totalmente diferentes. La Natalia de su historia no tenía nada en común con la que me atormentaba a diario.

—¿Aún sientes algo por ella? —pregunté.

Se mantuvo en silencio por unos segundos.

—Sí, todavía la quiero, pero no del modo que ella quiere. Yo la veo como una hermana a la que tengo que proteger, nada más. Sé que ella no lo ve así y eso me duele. No quiero volver al mismo círculo vicioso que teníamos antes de que yo viniera aquí, era dañino para ambos.

—Víctor, no sé si es ir demasiado lejos, pero... ¿por qué estás aquí? No lo sé, tú eres una de las personas más cuerdas que he conocido y cuidas mucho de los demás, no lo entiendo. Está bien si no quieres responder, quizás es rudo de mi parte pregun—

—¡Bessie! —me interrumpió, sonriendo—. No hay problema, no tengo nada que ocultar. Verás, esa también es una larga historia y tal vez menos agradable aún que la de Natty. En resumen, mi padre era un maldito abusador que nos golpeaba a mí y a mi mamá por diversión y, luego de casi matarnos un día, fue enviado a prisión.

—Oh... —susurré. No esperaba algo así.

—Mi niñez fue difícil por eso. Hace unos dos años me enteré por accidente que ya había terminado su sentencia. Mi madre me lo ocultó y me enojé con ella. Ya no era el niño indefenso y asustadizo de antes. Había cambiado, y no solo el físico. Estaba fuera de control y era bastante agresivo. Fui a buscarlo y, si no me hubiesen detenido, lo hubiera matado a golpes. No me siento orgulloso de eso.

Suspiró profundo y miró al techo un instante.

—Después me enviaron a la corte, ya tenía más de un llamado de atención por usar la violencia. Me hicieron un análisis psiquiátrico y me trajeron aquí. Dijeron que tenía un desorden mental llamado trastorno explosivo intermitente, o sea, problemas para controlar la ira. Al principio, sentía que era una injusticia y me resistí todo lo que pude. Con la ayuda de Stella y de los demás, comprendí que era lo mejor. No podía continuar así porque terminaría por dañar a mis seres queridos.

—¿Y eso fue lo que te ocurrió con Lucas? —pregunté. Todavía no comprendía lo ocurrido ese día—. ¿Perdiste el control y por eso lo golpeaste?

—En realidad... —Me miró a los ojos y luego bajó la cabeza—. Lo que ocurrió con Lucas no debió pasar, fue un grave error. Yo llevaba mucho tiempo sin tener ningún episodio de ese tipo, ese día no me sentía bien. Y, bueno, él dijo algo que no debía y me sacó de mis cabales. Yo no soy así, Bessie, te juro que no. Solo gracias a ti me detuve y, además, ya le pedí disculpas. Estoy consciente de que me disculpó por miedo a que lo golpeara de nuevo, pero no quedó por mi parte.

Ambos reímos, aunque sentía pena por el pobre Lucas.

—Descuida —dije—, supongo que todos aquí hemos pasado por cosas difíciles. Eso es lo que nos une, a pesar de lo diferente que somos.

Asintió y me extendió una mano.

—Tienes razón, pero ya has tenido suficiente por hoy. Déjame acompañarte a tu habitación.

Me pareció estupendo, así que tomé su mano y ambos nos levantamos.

Camino a la salida me volteé para hacerle una última pregunta:

—¿Cómo supiste que yo estaba aquí?

—Pues... no fue muy complicado. No suelo perder de vista a Natty y ya llevaba un largo rato sin verla. Ella se pasó el día un poco rara y sé bien que solo actúa así cuando trama algo. Después me tropecé con Jojo y me preguntó si te había visto. El resto fueron simples matemáticas. De camino me la encontré y no fue difícil hacerla confesar. Corrí hasta aquí y entonces te vi desmayada. Me diste un gran susto.

—Gracias por ayudarme, Víctor, en serio.

***

Esa noche permanecí acostada bocarriba en mi cama por un largo rato, mirando al techo blanco. Sin importar cuánto lo analizaba, no tenía idea de cómo Natalia se había enterado de mi fobia. Quizás se le escapó a Stella o a Melissa, o quizás robó mi expediente —de ella no dudaba nada—. Esperaba que no hubiera sido eso, en ese caso sabría todo lo demás. Aunque eso era poco probable, de saberlo no se hubiese resistido a torturarme.

Pero lo que me robaba el sueño no era Natalia, Víctor había prometido que hablaría con ella, sino el resto de las cosas que él me había dicho. Tal vez tenía razón y la clínica, en lugar de un castigo, era una nueva oportunidad. Era cierto que había algo mal conmigo, cualquier otra persona normal hubiera encendido la luz —que estuvo a mi alcance todo el tiempo—, en lugar de comenzar a llorar y temblar de miedo.

Mi mente se nublaba por completo cada vez que me quedaba a oscuras, y me había conformado con vivir así, con miles de limitaciones. Jamás había intentado ser fuerte y luchar contra mi miedo. Supuse que era más fácil llorar y quejarme por lo terrible que había sido mi infancia.

Era evidente que no era la única desdichada; sin embargo, a lo mejor sí era la única tonta que nunca había hecho nada real al respecto.

Me preguntaba si Jimmy también tenía un pasado tan triste y oscuro como los demás. Él lucía frágil y vulnerable, pero me hacía sentir tan segura y protegida en su compañía que me confundía por completo. Me aterraba pensar que cuando él y los demás vieran cuán rota estaba, se alejarían de mí. Y tampoco podía desaparecer o huir de la realidad. La única opción que tenía era enfrentar mis miedos para lograr tener una vida normal.

Cargaba un enorme peso conmigo, un secreto que podía alejarme por completo de las nuevas personas que había conocido y dejado entrar en mi vida. Aunque tarde o temprano lo sabrían y era mejor que se enteraran por mí, no estaba lista para contarlo aún, al menos no a todos. No obstante, sabía que sí había alguien a quien debía decírselo para sentirme mejor, alguien que no me juzgaría. O eso esperaba.

—¿Jojo? —la llamé con un tono de voz muy bajo—. ¿Ya estás dormida?

Levantó la cabeza.

—Nope, todavía no —respondió—. No tengo sueño, ¿tú tampoco? ¿Quieres hablar de Jimmy? Yo te escucho. Si quieres hacemos como las niñas pequeñas, ¿has estado en alguna pijamada? Yo las adoraba.

—Escucha, ¿es cierto que eres buena guardando secretos? —Asintió con rapidez—. De acuerdo, pues... tengo algo importante que contarte. 

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