Capítulo 10
Dedicado a giulyfuentes
***
Sabía que había algo más que la historia de James detrás de las lágrimas de Jojo. Era imposible sentirse de ese modo por alguien desconocido, pero nunca esperé oír lo que me contó.
Al parecer, su vida no era tan perfecta ni divertida antes de entrar a la clínica. Tenía un hermano de casi nuestra edad. Aunque no eran hijos de la misma madre, se adoraban y tenían una relación cercana. En el último año estuvieron un poco distantes porque él se mudó a otro pueblo con su madre y su nuevo padrastro. Por desgracia, la vida fue injusta y el chico murió repentinamente.
No entró en detalles de cómo fue su muerte, ni siquiera me dijo su nombre, y decidí no presionarla. Sabía de primera mano cuán doloroso resultaba hablar de esos momentos tristes del pasado. Yo la comprendía bien, pues Beth era como mi hermana y no había ni un día en el que no pensara en ella.
Al hablarle de James, no pudo evitar pensar en su hermano y rompió en llanto. Fue desolador verla en ese estado, sobre todo, porque solía ser una persona muy alegre. Ese era uno de mis peores defectos: me dejaba llevar siempre por las apariencias y nunca veía más allá de lo superficial. Ella también cargaba un gran dolor consigo y yo jamás lo hubiera imaginado.
Lo único que pude hacer fue abrazarla hasta que dejó de llorar. Siempre creí que un abrazo sincero era uno de los mejores remedios para curar la tristeza, uno mucho más eficiente que cualquier palabra de consuelo. Por eso permanecí a su lado y me resultó curioso el modo en que pasé de necesitar que me consolaran a tener que consolarla a ella.
Después de un largo rato, logré calmarla. Me alivió que se desahogara. En ocasiones era mejor dejar salir todo el dolor, dentro hacía más daño.
***
Estaba muy ansiosa. Sentía que el pupitre me quedaba pequeño para sentarme con tanta inquietud en él. Lo más triste y a la vez patético era que toda esa incertidumbre tenía un nombre: Jimmy.
Esa mañana no pasó a recogerme y pensé que se debía al pequeño incidente del día anterior, pero tampoco se presentó en el salón de clases. Entonces comprendí que no se trataba solamente de mí, algo le ocurría. Ya no estaba tan enojada con él por haberme tratado mal. En realidad, estaba preocupada.
¿Estaría enfermo? ¿Se habría comportado de ese modo conmigo porque se sentía mal? En ese caso mi insistencia con lo del trabajo de literatura quizás lo había molestado. Incluso me sentía culpable por pensar tan mal de él.
Por otro lado, podía jurar que el ambiente en el aula estaba tenso. ¿Qué me estaba perdiendo? ¿Tendría que ver con Jimmy? Tal vez era solo otra de mis tonterías debido a lo angustiada que estaba.
Una parte de mí me decía que me detuviera, que estaba inventando teorías conspirativas. La otra parte, no dejaba de reproducir las palabras de Natalia cuando el profesor de matemáticas tomó la asistencia y todos notaron que Jimmy no estaba: «¿Dónde está Jim Thomas, finalmente se decidió?».
Aunque el profesor ignoró por completo su comentario, un silencio bastante incómodo se apoderó del lugar. Al parecer, yo fui la única que no comprendió a qué se refería la loca de Natalia con eso.
Cuando sonó la campana de la última clase, me encaminé sin pensarlo hasta donde se encontraba Víctor guardando sus cosas.
—Ey —lo llamé. Me miró y sonrió—. ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Seguro —respondió en un tono divertido—, dispara.
—Es que... Verás, pensé que podías saber algo sobre, ya sabes...
—¿Por qué Jim Thomas no vino? —terminó la frase por mí con una ceja elevada, como si pudiera leer mis pensamientos.
Asentí, avergonzada. ¿Era tan obvio acaso que de eso se trataba?
—Es que... me pareció extraño que no viniera y, como a lo mejor duermen en habitaciones cercanas, pensé que podías saberlo.
—Pues, Bessie, no sé por qué no vino. La verdad es que mi habitación está en el ala A. No te preocupes, seguro está todo bien.
Quizás estaba siendo paranoica, pero su modo de hablar me hacía pensar que no me lo estaba contando todo. Después sonrió forzado, reafirmando mis sospechas.
Iba a hacerle una nueva pregunta cuando la loca de Natalia nos interrumpió:
—¿Qué te ocurre, pequeña Bessie? —me preguntó mientras abrazaba a Víctor por la espalda y apoyaba la cabeza en su hombro. Su expresión de maniática peligrosa indicaba que mi presencia cerca del chico la sacaba de sus cabales—. ¿Estás preocupada acaso por tu amiguito rubio?
—No comiences, Natty —le advirtió Víctor con hastío y se apartó de ella, provocándole una graciosa expresión de enojo.
—Descuida —dije, dirigiéndome únicamente a él—, ni la escuché. Gracias de cualquier modo, nos vemos luego.
Comencé a caminar hacia la salida, pero ella escupió algo que hizo que me volteara de inmediato:
—¿Acaso tu amiguito no te contó que hoy era el cumpleaños de la otra friki?
—¡Natty! —la reprendió Víctor y le abrió los ojos como si fuera a comérsela con ellos.
Ella soltó una risotada y lo ignoró por completo.
—¿De qué diablos hablas, Natalia? —pregunté, molesta e intrigada a la vez.
—Entonces no te lo dijo —respondió—. ¡Tal vez no vino hoy porque aún se siente culpable, y tú estás a punto de convertirte en la próxima Ana!
—¡Suficiente, Natalia! —zanjó Víctor. Lucía enojado y optó por tomarla del brazo y llevársela consigo.
Sus palabras me dejaron desconcertada, y la actitud de Víctor las confirmó. Quería más que nunca saber qué diablos escondían todos, en especial Jimmy.
¿Quién era esa chica y qué le había ocurrido? ¿Por qué él tendría que sentirse culpable? La cabeza me iba a explotar con todo eso. Decidí saltarme el almuerzo e ir directo a mi habitación.
***
Los toques en la puerta me sobresaltaron un poco y me sacaron de la concentración para estudiar que tanto me había costado conciliar. ¿Jojo habría olvidado su llave? Se había ido a llamar por teléfono luego de la cena.
Me sorprendí al abrir y ver a Jimmy. Era la última persona que esperaba a esa hora. ¿Qué hacía allí si ni había asistido a clases?
Me observó con una expresión seria. Permanecí en silencio, no tenía idea de qué decirle.
—¿Podemos hablar? —preguntó finalmente en un tono bajo y miró al suelo.
—De acuerdo, pasa. —Di un paso hacia atrás y me aparté de la puerta para que entrara. No se movió—. ¿Qué te ocurre? ¿Es que acaso ya cambiaste de idea?
—No, no es eso. Es que... no me refería a que habláramos aquí, preferiría que fuera en el jardín.
—¿Qué? ¿En el jardín?
Se me oprimió el pecho solo de considerar esa posibilidad. Era de noche, no podía salir de mi habitación por ningún motivo.
—Lo siento, no puedo hacer eso —respondí con firmeza y bajé la mirada para evitar sus ojos.
No podía exponerme a la oscuridad, ni siquiera por toda la curiosidad que sentía o por todo lo que quería preguntarle.
—¿Por qué no? —preguntó, extrañado.
—Es que... Sé que quizás suene raro, pero... le temo a la oscuridad, le temo mucho.
Me avergoncé al decirlo y temí que se burlara. Sin embargo, no parecía estar de humor para bromas. Lucía muy triste, sobre todo, su mirada.
—¿En serio? Afuera están encendidas todas las luces, no notarás la diferencia. Además, si te parece mejor podemos ir a la biblioteca y no al jardín, allí estarás bien.
—Tú no lo entiendes, no puedo hacerlo. Cosas malas siempre pasan cuando estoy en la oscuridad, prefiero no salir de aquí en las noches. Punto.
Sin importar cuánto tratara de convencerme, no lo lograría. Me sentía nerviosa de pensarlo.
—Bessie, cosas malas pasan todo el tiempo, no solo en la oscuridad. Además, yo estaré contigo. —Me extendió su mano—. No te pongas nerviosa, prometo que todo estará bien.
Me observaba con una expresión suplicante, haciendo que dudara sobre lo que haría. Si, en lugar de color café, mis ojos hubiesen sido tan azules e intensos como los suyos, hubiera sido capaz de mover tantas montañas como la fe. Nunca había tenido que tomar una decisión tan difícil, ¿qué diablos haría?
«No, no puedo ni considerar salir», me repetí.
Justo cuando iba a decirle rotundamente que no, se me acercó y tomó mis manos con suavidad. Por algún motivo, el contacto físico con él hizo que aflojara los puños que había formado a ambos lados de mi cuerpo y que mi tensión se redujera.
Me miró directo a los ojos con ese rostro irresistible y angelical.
—Por favor —susurró—, hazlo por mí.
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