Capítulo 5: Encuentro
Anais llevaba ya dos semanas con los Sombrero de Paja. Estaban en una isla verano, llena de una profunda, húmeda y caliente selva. Era la segunda isla por la que buscaban después de haber salido de la guarida de Didrieg, y aún no sabían nada. En la primera isla nadie había visto a Didrieg desde hacía años, y habían tenido que huir a toda prisa sin indagar demasiado, pues un barco de la Marina había aparecido de pronto y los había atacado. Sinceramente, Anais había disfrutado el ataque. Ni una sola de las balas rozó el Merry, y se maravillo con la fuerza de Luffy, Zoro y Sanji. Jamás creyó que unos humanos pudieran evitar tan bien que unas balas de cañón golpearan un barco.
Anais no entendía muy bien porque se habían adentrado tanto en la selva de esa isla. Era obvio que la isla estaba deshabitada, y cerca de la costa habían encontrado suministros suficientes como para abastecer el barco, pero nadie había sido capaz de decirle que no a Luffy y a su sed de aventuras.
Y así estaban ahora, subiendo una empinada colina rodeados de árboles desconocidos para todos excepto para Anais. Cuando era niña se había pasado horas y horas estudiando libros de botánica, y se sabía al dedillo los nombres comunes y científicos de todos los árboles de las islas de la zona, incluida esa. Anais iba la segunda del grupo, guiándose por el rojo de la camiseta de Luffy, que desaparecía y aparecía entre los árboles. Jamás había visto una sed de aventuras como aquella...
Anais sentía que las piernas le ardían y que el cuerpo le pesaba el doble de lo normal, pero se sentía viva. Adoraba eso de caminar entre árboles sin saber qué encontraría más adelante. La adrenalina corría por su sangre, impulsándole más adelante, más adelante. Le encantaba esa sensación. Su madre siempre le había dicho que ella era una niña de mar y de bosque, y jamás le había demostrado lo contrario.
De pronto, vio que más adelante los árboles terminaban. Había un claro, justo en la cima de la colina. Miró a todos los lados, buscando a Luffy, y lo descubrió en lo alto de un árbol, observando la isla desde esa altura con una mano sobre las cejas para protegerse los ojos del sol. Anais se sentó un momento en el suelo con las piernas cruzadas, mientras los demás terminaban de llegar.
Tenía una sensación incómoda, como si algo la estuviera mirando, y la sensación se hizo más acentuada cuando Zoro, nada más llegar, se puso en tensión y comenzó a desenvainar una de sus espadas. Anais se levantó de un salto del suelo y sacó sus dagas, preparada para entrar en acción a la mínima señal de peligro.
- Luffy, baja -ordenó Zoro a su capitán, que bajó de un salto, preocupado por la tensión de todos.
Se quedaron todos en silencio durante unos minutos, oteando a su alrededor, nerviosos. Todos sentían que había algo oculto en la espesura, algo que los estaba observando detenidamente, sin mover un músculo.
De pronto, Anais escuchó un ruido tras ella. Se giró a toda velocidad, con las dagas alzadas, y amenazó con una de ellas al hombre que había aparecido detrás de ella. El hombre alzó las manos con una media sonrisa, como queriendo demostrar que venía en son de paz. Anais lo observó con los ojos entornados.
Era un hombre de mediana altura, delgado pero musculoso. Su cabello era rojo y liso, y tres cicatrices paralelas le cruzaban el ojo izquierdo. Sus ojos eran oscuros, y lo observaban todo cuidadosamente.
Un jadeó sorprendido de Luffy los sacó a todos de su quietud.
- ¡¿Shanks?!
Al oír ese nombre el corazón de Anais estuvo a punto de detenerse. Jamás pensó que lo encontraría tan facilmente, ni que Luffy lo conociera. Llevaba toda una vida esperando ese momento, y jamás pensó que la primera vez que lo viese estaría amenazándolo con sus dagas.
Shanks sonrió.
- Vaya, Luffy, ha pasado mucho tiempo -le dirigió una mirada nerviosa a Anais-. ¿Podrías decirle a tu nakama que bajara las armas?
- Anais, déjale, es un amigo -Luffy parecía extremadamente emocionado y feliz.
A Anais le temblaban las manos y sentía la respiración extremadamente pesada.
- Primero tiene que responderme a algo.
Shanks la miró con los ojos muy abiertos, pero asintió con la cabeza, invitándola a preguntar.
- ¿Eres Shanks el Pelirrojo, verdad? -Shanks asintió, y Anais bajó las dagas. El temblor era demasiado evidente en ellas, y no quería que ninguno de ellos vieran su debilidad- ¿Hace tiempo, conociste a una mujer llamada Lyzbeth? -quería saber si se acordaba de ella, necesitaba saber que fue importante para él, que no fue una mujer más.
Los ojos de Shanks se apartaron de ella y miraron un punto tras ella, nostálgicos.
- Sí. Lyzbeth era el nombre de mi primer y único gran amor -sus ojos parecieron despertar, y agarró con fuerza el hombro de Anais con la mano derecha, con mirada ansiosa. Fue entonces cuando Anais se percató de que le faltaba el brazo izquierdo-. ¿Sabes donde está? ¿Si está bien? Hace un par de años pasé por su pueblo y lo encontré abandonado, destruido... -de pronto, la mano de Shanks perdió fuerza sobre el hombro de Anais, y se quedó un momento mirándola fijamente-. Te pareces muchísimo a ella...
Anais se apartó un paso, incómoda ante la mirada escrutadora de Shanks, que no dejaba de recorrer su rostro una y otra vez. La mano del hombre resbaló por su brazo.
- Claro que me parezco a ella -respondió ella, ajustándose la capucha-. Lyzbeth es mi madre.
El claro se quedó completamente en silencio. Anais observaba la reacción de Shanks, éste estaba en shock, con los ojos muy abiertos, y los Sombrero de Paja los observaban a ambos, sin estar seguros de qué era lo que sucedía.
Shanks rompió el silencio con un jadeo.
- ¿Cuantos... cuantos años tienes?
- Quince.
- No puede ser... -Shanks alzó una mano temblorosa hacia la capucha de Anais.
Anais utilizó todo su autocontrol mientras Shanks deslizaba su capucha hacia atrás. Hacía tres años que no mostraba su pelo en público, y por un momento, se sintió desnuda mientras todas las miradas caían sobre su cabello.
Su cabello rojo, idéntico en color al de Shanks.
Todos la miraron sorprendidos, pero ninguno tan sorprendido como el propio Shanks.
- ¿Por qué... por qué no me lo contó?
- No sabía que estaba embarazada cuando te marchaste -susurró Anais, apartando a mirada.
Shanks alzó la manó y acarició un mechón de Anais, como si todavía no pudiera creerse que aquello fuera verdad. En los ojos de Shanks ya no había solo sorpresa, también había... ¿ternura?
A Anais se le llenaron los ojos de lágrimas, y bajó la cabeza; no quería que la viesen llorar. Sin embargo, los sollozos empezaron a convulsionar sus hombros. Con una mano se tapó la boca, tratando de impedir que los sollozos salieran, pero le fue imposible. Las lágrimas se deslizaban por las mejillas, por primera vez en tanto tiempo que por un momento no comprendió lo que ocurría.
Llevaba mucho tiempo sin sentir nada aparte de la rabia hacia los esclavistas. Un único sentimiento, abrasador, que devoraba todo lo demás. Pero desde que había conocido a los Sombreros de Paja, no dejaba de experimentar sentimientos que creía olvidados. En cuestión de dos semanas, había pasado de no tener nada a tenerlo todo.
Nakamas, esperanza y...
Un padre.
Un brazo la rodeo amorosamente, y se encontró con la frente apoyada en el pecho de Shanks.
- Lo siento -susurró Shanks, tan bajo que solo ella pudo escucharlo-. Si lo hubiera sabido, me habría dado mucha más prisa en volver a Greattree. Sabía que probablemente tu madre habría rehecho su vida, que habría seguido mi consejo y que no me habría esperado, pero quería volver aunque solo fuese una última vez para ver si estaba bien, que era feliz al lado de otro hombre... pero cuando volví, ella ya no estaba.
- Ella te esperó durante diez años -susurró Anais, con la cara aún pegada a su pecho- Te esperó durante diez años, y jamás perdió la esperanza de volverte a ver.
Shanks se apartó de ella,y le acarició la mejilla con una sonrisa. Anais sintió ganas de devolverle la sonrisa, pero no fue capaz. Aún no podía sonreír. En los ojos oscuros de Shanks se veía una ternura y una dulzura que la hacían sentir confusa. Reconocía esa mirada. Era la mirada que su madre solía dedicarle por las noches, cuando le hablaba de las plantas, de las estrellas, de las criaturas que vivían escondidas por el mundo, de la libertad, de los piratas. Era una mirada llena de amor. ¿Cómo podía quererla tan rapidamente? ¿Cómo sabía que no era una mala persona, que era alguien a quien merecía la pena querer? ¿De dónde venía ese amor tan incondicional? Apenas se habían conocido y ya le miraba como si fuera su hija. Anais jamás había creído en el amor a primera vista, pero tal vez era eso lo que Shanks había sentido.
La voz de Luffy rompió el silencio en el que habían estado sumidos los Sombrero de Paja.
- ¡¿Qué demonios está ocurriendo?! -sus ojos parecían estar a punto de salírsele de las órbitas-. Primero aparece Shanks, Anais lo amenaza y le hace preguntas extrañas y luego... ¿llora? ¡Apenas mostraba sentimientos y ahora llora!
Anais se apartó de Shanks y encaró a Luffy. Se secó el rostro, todavía húmedo por las lágrimas, con el dorso de la mano. Cuando lo retiró, estaba negro. Probablemente se había esparcido el maquillaje de la sonrisa por toda la cara.
- ¿Recuerdas el día en que me pregunaste por mis sueños? -Luffy asintió-. Te dije que no podía perseguirlos porque tenía misiones, ¿verdad? Pues, una de ellas era encontrar a mi padre. Un pirata del que mi madre se enamoró hace quince años, un pirata que le prometió que volvería, pero que no lo esperara, un pirata que la dejó embarazada de mí, un pirata llamado... Shanks el Pelirrojo.
La mandíbula de Luffy casi tocaba el suelo, y sus ojos parecían del tamaño de platos. Nami, a su lado, le pegó en la cabeza.
- ¡No hace falta ser un genio para darse cuenta de lo que estaban hablando esos dos!
- Por eso estabas en el East Blue, ¿verdad? -preguntó Zoro-. Porque habías oído que Shanks el Pelirrojo había pasado por ahí.
- Pero habían pasado varios años desde que se marchó, así que no sirvió de nada -respondió Anais, asintiendo con la cabeza.
Sanji encendió un cigarrillo e inhaló profundamente. Tras exhalar el humo, dijo:
- Ahora entiendo por qué reaccionaste de esa manera cuando intenté quitarte la capucha. Ese color de pelo...
- Hacía más fácil que te reconocieran como hija del Pelirrojo -terminó Robin.
- En sí, era una de mis promesas -negó con la cabeza Anais.
- ¿Promesas? -Usopp parecía no entender.
- Promesas que me hice a mí misma hace tiempo para obligarme a cumplir mis misiones. Me prometí que no enseñaría mi pelo, el rasgo que más me ataba a mi padre, hasta que lo encontrara. Por eso hoy os lo enseño. La misión está cumplida -frunció ligeramente el ceño-, aunque creí que me costaría más cumplirla. ¿Qué hacías en esta isla? -se dirigió a Shanks.
- Tenía una reunión con un hombre -su mirada se ensombreció por un momento-. En sí, ha sido pura casualidad que nos encontráramos aquí -Shanks miró intensamente a Anais, y ésta sabía perfectamente lo que iba a preguntar-. Ahora, cuéntame que le ocurrió a tu pueblo... y a tu madre.
Anais asintió.
- Supongo que os debo a todos una explicación.
Esto no os lo esperabais, a que no?!?!?! una gran revelación sobre Anais, y pronto sabreis qué le ocurrió a su pueblo y a su madre. Spoiler del siguiente cap *muahahahaha*: se descubren muchas cosas sobre Anais ;) Espero que espereis el siguiente cap con ganas!!! Yo estoy muy emocionada de haber podido escribir finalmente este capitulo, llevaba desde antes de empezar a escribir esta historia pensando en como hacerlo. Espero que os haya gustado este capitulo y que lo encontres digno de ser votado. Comentad, también (es una orden!!! hahaha). Besos a tod@s <3
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