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Capítulo 2: El molesto chico del sombrero de paja

Anais abrió los ojos, y no pudo evitar sorprenderse ante lo que vio. Se incorporó lentamente, y apoyó la espalda contra la pared. Se llevó una mano a las costillas. Le iba a salir un buen moratón. Un sombrero de paja estaba a su lado, dejado con cuidado. El mundo daba vueltas a su alrededor, pero eso no le impedía ver lo que estaba ocurriendo ante sus atónitos ojos. 

Monkey D. Luffy, el Sombrero de Paja, estaba ante Joe, que, arrodillado, jadeaba y sangraba por la boca. Luffy también sangraba, pero no parecía importarle. Miraba con rabia a Joe, una rabia salvaje, que hacía que su cara, inocente normalmente, se arrugara en una mueca feroz. 

- ¡Jamás te rías del sueño de otra persona! ¡Y menos aún si careces de uno propio! -gritó.

Joe se levantó a duras penas del suelo, y escupió al suelo. 

- Los sueños son para los idiotas. Y ahora, tú morirás por el suyo -sacó una navaja de una de sus botas y atacó a Luffy, que esquivó el ataque de un salto.

De pronto, Luffy echó el brazo hacia atrás, muy hacia atrás, estirándolo de manera inhumana. A pesar de saber que Luffy había comido la Gomu Gomu No Mi, una Fruta del Diablo que lo convertía en una hombre de goma, Anais se sorprendió. Cuando el brazo ya no pudo ir más hacia atrás, lo impulsó hacia delante, pegando en el centro del pecho a Joe y lanzándolo contra un árbol. Joe se golpeó con fuerza, y un desagradable sonido salió de su boca. Cayó al suelo, inconsciente, y Luffy se le quedó mirando, con el cuerpo en tensión y los puños alzados. Al ver que Joe no se movía, bajó los brazos y se sentó en el suelo de golpe. Sonrió ampliamente, como si fuera un niño que acabara de ganarle una pelea a su mejor amigo. 

Se levantó, se dio media vuelta y se dirigió hacia donde Anais estaba sentada. Anais lo miró acercarse, inmóvil, con los ojos abiertos como platos, pero él no la miró, no hasta que estuvo a su lado y hasta que se hubiese puesto su sombrero de paja, que resultaba que era el que estaba al lado de Anais. Aún sonriendo, la miró, y le dijo:

- Deberíamos ir a que algún médico mire tus heridas -y dicho esto, extendió la mano para ayudar a Anais a levantarse. 

Anais dudó un momento. No necesitaba la compasión ni la ayuda de un desconocido, pero aquel desconocido la había salvado de Joe y, además, estaba demasiado débil como para levantarse sola. 

Con mano firme, agarró la de aquel molesto chico del sombrero de paja.

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Anais observaba a Luffy mientras Chopper, el médico de la tripulación del Sombrero de Paja, curaba sus heridas. Luffy reía mientras su navegante, Nami, lo reprendía por haberse metido en una pelea. Luffy trataba de tranquilizarla diciéndole que al final todo había salido bien. 

- Ya está -dijo Chopper, mientras terminaba de ajustar la última venda.

- Muchas gracias, Doctor Chopper. Sin duda alguna realmente eres muy buen doctor -dijo Anais, en su habitual tono neutral. 

- No hace falta que me halagues para hacerme feliz, ¡tonta! -respondió el doctor, aunque su cara parecía extremadamente feliz. 

- Pareces feliz -le dijo ella, mientras éste se alejaba para tratar a Luffy, que seguía riéndose. La reacción del doctor la habría hecho reír hacia algunos años, tanto como para que le doliera la barriga, pero ahora solo hizo que enarcara las cejas. 

A su lado, Roronoa Zoro bebía de una botella. Al parecer, él no había participado en la lucha. Lo miró con curiosidad, tal vez él pudiera responder a la pregunta que llevaba un rato rondando por su cabeza.

- Roronoa, ¿por qué lo ha hecho? -le preguntó, volviendo a mirar hacia Luffy.

- ¿Hacer el qué? -respondió Zoro,  también mirando al joven capitán.

- Ya sabes. Inmiscuirse en mi pelea.

- Ah, eso -Zoro sonrió levemente, levantaba más una comisura que la otra cuando lo hacía-. Mientras estabas inconsciente, Joe se acercó a ti para rematarte. Antes de dar el golpe de gracia, te dijo, como si pudieras escucharle: "He oído que solo cazas a piratas esclavistas, que sueñas con un mundo libre. ¡Tonterías! El mundo debe ser preso de los más poderosos, como siempre ha sido y siempre será. ¡La libertad no existe!" Entonces ha sido cuando Luffy le ha dado una paliza. Pocas cosas le hacen enfadar, pero que alguien se ría del sueño de otra persona realmente lo enfurece.

Anais volvió a mirar a Luffy, que estaba siendo tratado por Chopper. ¿Qué clase de persona arriesgaba su vida por el sueño de alguien a quien acababa de conocer?

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Los Sombrero de Paja estaban en la cala en la que habían dejado al Going Merry. Había pasado una semana desde el incidente con Joe, las heridas de Luffy estaban curadas y el Log Pose ya estaba cargado. Los tripulantes estaban recogiendo las provisiones que los habitantes del pueblo les habían regalado por haberles ayudado con Joe. Ciertamente los aldeanos no tenían ningún problema en regalar las cosas, sobre todo después de que Luffy les "regalara" la recompensa de Joe. 

Anais salió de las sombras en las que había estado escondida, observando como guardaban cajas y cajas de carne, que habían sido una petición especial del capitán. 

- ¿Os marcháis? -preguntó Anais, apoyando la espalda en el tronco de un árbol.

- Sí -respondió Nami, la navegante-. El Log Pose ya lleva un par de días cargado, y nuestro capitán empieza a aburrirse.

Ambas miraron a Luffy. Estaba con Usopp, el artillero, y con Chopper, hablando emocionado de las aventuras que podrían vivir en la siguiente isla. 

- ¿Y adónde señala el Log? -preguntó Anais, curiosa.

Nami miró fijamente el Log, y después del cielo.

- Señala al este, creo.

- El este... -murmuró Anais. 

Un día después de la pelea, había ido al puerto donde sabía que habían echado el ancla los piratas de las Cicatrices, y donde esperaba encontrar a los tres jóvenes a los que había dejado vivir. Esperaba no tener que asustarlos ni luchar con ellos, ni siquiera se había pintado la sonrisa. No era buena idea asustarlos con ella. En casos como aquel eran las únicas veces en las que no se la pintaba. 

Había saltado a su barco, sorprendiéndolos. Les enseñó las manos desnudas para tranquilizarlos, pero aún así, los tres jóvenes desenvainaron sus armas. Los observó fríamente. 

- Vosotros no queréis matarme -dijo-. Me teméis, teméis mi poder, pero en el fondo me consideráis vuestra salvadora. No, no me haréis daño, y yo tampoco tengo ninguna intención de hacéroslo a vosotros. Sólo quiero que me respondáis a una pregunta.

Los tres jóvenes asintieron con la cabeza, dubitativos, pero bajaron ligeramente las armas. Aún la miraban con miedo, sobre todo porque la joven había acertado sus pensamientos. Anais se había encontrado con muchos jóvenes como ellos a lo largo de sus múltiples viajes, no era difícil adivinar lo que pasaba por sus mentes. 

- Busco a la Banda de Didrieg. Supongo que conocéis ese nombre. Al fin y al cabo, es la banda de piratas esclavistas más famosa de todo el Grand Line. Me gustaría que me dijerais donde está su escondite, si lo sabéis. 

- ¿Por qué quieres saberlo? -preguntó uno de ellos. Parecía el más mayor de los tres, un muchacho de alrededor de dieciocho años. Era alto, moreno y sus ojos oscuros, aunque asustados, sostenían su mirada sin dudar. 

- Quiero liberar a gente a la que la libertad les fue robada hace mucho tiempo -dirigió la mirada un segundo hacia el mar, antes de volver a clavarla en el joven-. Quiero liberarlos, como os he liberado a vosotros. 

Los dos más jóvenes miraron al mayor, dudando. El mayor también dudó un momento, pero después su rostro mostró determinación. Levantó un dedo y señaló al este.

- La siguiente isla desde aquí es un peñasco volcánico en el que supuestamente no vive nadie. El Log Pose se carga en tan solo una hora y, como no hay plantas, ni animales, ni nada interesante, ningún viajero pasa demasiado tiempo en él. Esa isla está llena de cuevas, y en ellas habitan Didrieg y su banda, sin que nadie excepto sus aliados sepan que están ahí. Pasamos... pasamos un par de veces por ese lugar cuando... cuando éramos esclavos -los ojos le brillaron al decir la palabra "éramos". Estaba empezando a aceptar su libertad. 

Anais le miró sin emoción en los ojos, se sacó bastantes monedas de oro de una bolsa colgada de su cinto y se las entregó al mayor, antes la sorpresa de este y de sus compañeros.

- Gracias, no sabéis lo mucho que me habéis ayudado. Aceptad estas monedas, y disfrutad de la libertad.

Tras decir esto, se había marchado sin mirar atrás hasta llegar al pueblo, donde se había unido en silencio a los festejos que continuaban. 

Y ahora, los Sombrero de Paja se dirigían hacia la isla donde podría encontrar a Didrieg. Era una oportunidad que no podía desaprovechar. 

- Nami, ¿podrías pedirle a Luffy que viniera? Quiero comentarle algo. 

Nami pareció sorprendida, aunque llamó a Luffy.

Luffy bajó de un salto del barco, cayendo delante de Anais. Sonrió ampliamente.

- ¿Qué sucede, Anais? -preguntó.

- Vuestra navegante me ha dicho que os dirigís hacia el este, y me debes una.

Luffy parecía confundido.

- ¿Te debo una?

- Sí, te entrometiste en mi pelea, manchando mi honor, pero te lo perdonaría si me hicieras un favor.

- ¿Un favor? -la confusión de Luffy aumentaba por momentos. 

- Resulta que necesito ir a una isla que está al este de aquí. Será por poco tiempo, llegar a esa isla y que luego me llevéis a la siguiente para que ahí siga con lo mío. Como os queda de camino... -Anais se encogió de hombros.

- Claro, ningún problema -respondió Luffy, con la sonrisa aún más grande-. ¡Chicos, Anais se viene con nosotros!

La mayoría de los compañeros gritaron de alegría, y quienes no lo hicieron sonrieron. Anais los miró fijamente. ¿Qué clase de compañeros serían?

Holisss a todos!!! Q tal?? Espero que un poco mejor después de haber leído mi historia!! No os olvideis de votar y comentar, asi sabre que os gusta!! Gracias por leer y besosss!!!

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