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Capítulo 12: La fiesta de madurez

Anais se miró al espejo. Se sentía extraña. Llevaba el vestido que había elegido, el pelo trenzado con flores blancas de su madre y un collar que su padre le había regalado. 

El vestido le llegaba a los tobillos, como era costumbre para la fiesta de madurez. Era de un color verde intenso, profundo, como si hubiesen extraído el color del mismísimo bosque, de las mismísimas hojas del Gran Árbol.  No tenía tirantes, y se ajustaba a la cintura con un pequeño cinturón marrón oscuro. Más allá del cinturón, era suelto y creaba hondas a su alrededor. Alzó una mano y rodeó la piedra que colgaba del collar de su padre. Era un trozo de Kairouseki, oscuro y púlido. Su padre le había dicho que el Kairouseki estaba hecho de la misma esencia que el mar, que era algo así como mar concentrado, y que podría utilizarlo para protegerse si se enfrentaba a algún usuario de las frutas del diablo. Con la otro mano, acarició una de las flores prendidas de su pelo. Eran de su madre, de la floristeria que una vez había tenido en Firesand. De alguna manera, las flores habían sobrevivido todos esos años en los que nadie las había cuidado. 

Ese era el día en el que normalmente las jóvenes decidían su futuro. Decidían en que trabajar, en como ser, se hacían promesas a sí mismas. Y con ella no sería distinto. Tenía que tomar una decisión. Le gustaba el detalle del collar y las flores. El collar la arrastraría al mar, las flores la atarían a Greattree. Su madre siempre le había dicho que ella siempre había sido una niña de bosque y de mar, y con esos regalos se sentía así. 

Unos leves golpes en la puerta interrumpieron sus pensamientos. Era el momento de salir y de hacer pública su decisión. Esa decisión no sería ni por su madre, ni por su padre, ni por el mar o la montaña. Esa decisión no decidía donde prefería estar, ni con quien prefería estar. No tenía nada que ver con eso. Esa decisión solo tenía que ver con ella, con lo que quería hacer. Con sus sueños. 

Se echó un último vistazo rápido al espejo. No era la niña que daba vueltas ante el espejo con los zapatos y los vestidos de su madre, lanzando besos a un público imaginario. No, no era esa niña, pero aún seguía ahí dentro, y estaba emocionada ante la fiesta. Ante la idea de la "madurez". Mirándose bien, veía esa madurez. Era lo normal, había pasado cinco años duros, pero había algo infantil todavía en su rostro. Era demasiado redondeado, demasiado dulce. Frunció el ceño y se tocó la cara. Su rostro no era maduro, aunque el resto de su cuerpo ya lo era. Se observó los brazos. Eran pálidos, y estaban llenos de leves cicatrices, de las marcas que las batallas habían dejado en su cuerpo. Cuando se las empezó a hacer, le desagradaban. Las escondía todo lo que podía, le parecían símbolo de debilidad, de todos los golpes  recibidos y, aunque no le gustaba admitirlo, simplemente le desagradaban porque eran feas. Pero ya no. Después de un tiempo, se dio cuenta de que no eran símbolo de debilidad. Eran símbolo de fuerza. Le demostraban al mundo los golpes que había recibido, pero que a pesar de ellos había seguido adelante. Se acarició la cicatriz de la bala de Didrieg del hombro, que se había curado sorprendentemente rápido. De esa cicatriz era de la que más orgullosa se sentía. 

Salió de la casa de su tío, mientras la gente a su alrededor la observaba en silencio. Era costumbre que los habitantes la observaran sin decir nada, que vieran como había crecido con los años hasta convertirse en lo que era. Algunos la miraban serios, pero la mayoría la miraba con una leve sonrisa en los labios.

Se acercó a la plaza del Gran Árbol, donde se celebraría la fiesta. Había gente rodeando la plaza, pero muy pocos estaban dentro de ella. Había un enorme cuenco lleno de agua en el centro. A la izquierda del cuenco estaban Lyzbeth, mirándola con los ojos llenos de lágrimas, Susan, Mery, su tío Hank, Lucy  y Nick. Su familia, aquellos que habían estado siempre a su lado desde que nació. A la izquierda estaban Shanks, con una sonrisa de orgullo, Luffy y el resto de la Banda de los Sombrero de Paja. Aquellos a los que casi acababa de conocer, pero a los que ya consideraba de su familia. 

Caminó hasta la plaza en silencio, mientras una leve brisa le agitaba el cabello. Se puso delante del cuenco. Su madre le acercó una pequeña daga con un pequeño rubí engastado. Con un movimiento rápido y decidido se hizo un leve corte en la palma izquierda. Apenas le escoció. Dejó que la sangre se acumulara ligeramente en el corte antes de girar la mano y dejar que las gotas de sangre tiñeran el agua de rojo. 

- Con este movimiento -recitó Anais con voz clara y fuerte-, aceptó ser considerada una mujer en pleno derecho de Greattree. Seré una mujer fuerte, valiente, independiente y capaz de defender aquello que amo. Por mis venas corre la savia del Gran Árbol, y mi hogar siempre estará en Greattree. 

Nada más recitar estas palabras, la gente prorrumpió en aplausos y vítores. Unos cuantos músicos comenzaron a tocar música, mientras Shanks le acercaba un paño a Anais para que se vendara el corte. Anais se lo agradeció con una sonrisa. 

El resto de la tarde transcurrió entre risas, música y baile. La gente cantó las canciones típicas de la fiesta de madurez, pidiéndole a las diosas que Anais trajese al mundo hermosas criaturas y que algún buen hombre lograra ganarse su corazón. Esas canciones hacían que Anais bufara. Pensaba tardar bastante tiempo en traer alguna criatura al mundo, si es que la traía, y respecto al buen hombre que se ganara  su corazón... no podía evitar mirar a Luffy y sonrojarse levemente. 

La gente comió y bebió hasta que no podía más, y entonces bailaba hasta que le volvía a entrar el hambre y la sed. Los Sombrero de Paja también parecían estar pasándolo en grande. Bailaban, reían y hablaban con los aldeanos. Anais bailó con ellos y con todos los demás hasta que estaba tan cansada que tuvo que sentarse en una esquina, con la espalda apoyada contra un árbol, manchándose el vestido, pero no le importaba. Sabía que ningún vestido de la fiesta de madurez terminaba en buen estado después de la fiesta. 

Al rato, Luffy salió de la fiesta y se sentó a su lado. Observaron unos minutos a la gente bailar hasta que Luffy rompió el silencio.

- ¿Ahora ya eres feliz?

Anais asintió sonriendo. 

- Sí -observó a la gente-. En momento como este, no lamento nada de lo que hice. ¿Qué impartí mi justicia a mí manera? No lo niego. ¿Qué tal vez a alguien le parece cruel? Es libre de pensar lo que quiera. Todo lo que hice lo hice por ellos -movió la mano abarcando toda la plaza, pero se refería a toda la isla- y no me arrepiento de nada. Por cierto -se sonrojó levemente-, gracias por lo del Gran Árbol.

Luffy no respondió, simplemente rió con su típica risa.

De pronto, una voz pidió silencio. Era Nick, subido a una de las mesas. 

- ¡Atención, habitantes de Greattree... e invitados! -agregó al recordar a los Sombrero de Paja y a Shanks-. Son las doce de la noche así que es hora de que mi queridísima primita suba aquí arriba y de su discurso. ¡Ven aquí, Anais!

Anais se levantó y se sacudió el polvo del vestido. No le apetecía nada hablar delante de todos, pero era costumbre que a las doce de la noche la joven dijera qué se disponía a hacer en el futuro. Además, no podía retrasar más ese momento. 

Se levantó dejando a Luffy sentado al lado del árbol, y se acercó a Nick. Se subió a la mesa con su ayuda y encaró a la gente, que esperaba, expectante. Encontró a sus padres sentados el uno junto al otro en un banco, sonriéndole desde ahí. La mano de Shanks estaba sobre la de Lyzbeth.

- Bueno, supongo que lo primero de todo es agradeceros a todos el haber venido -comenzó Anais, sintiéndose incómoda-. Ahora es el momento en el que os debería decir que quiero hacer en el futuro, pero no lo comprenderíais del todo si no os explico como me he sentido en el pasado. Cuando salí al mar en busca de los habitantes de Firesand hace tres años, me sentía como... -buscó la palabra adecuada- aislada. Nadie me conocía, nadie conocía como había sido yo en el pasado. Sentía que mi verdadero yo se había refugiado en un cascarón dentro, muy dentro de mi pecho, y mi exterior se convirtió en un fantasma de como era antes. Por eso no me costó aguantar sin sonreír en un principio, por eso no me costó mantener una actitud fría con las personas a las que conocía a medida que el tiempo pasaba. Ninguno de ellos conocía mi verdadero yo ni lo echaba de menos, ninguno conseguía ver a través del caparazón ni llegaba a intalarse en mi corazón. Pero, hace unas semanas -sonrió al recordarlo-, conocí a unos curiosos piratas. Luchaban por sueños ajenos sin razón, y casi me obligaron a dejarles que me ayudaran. Descubrí que la razón de que mi verdadero yo no aflorara no era el hecho de que no me conocieran de antes, me dí cuenta que dependía de con quien me encontraba. Debo admitir que durante esas semanas tuve que aguantarme las ganas de sonreír varias veces, y no fue fácil. Esos piratas consiguieron ver a través del caparazón, fueron capaces de hacerse un sitio en mi corazón -se llevó una mano al pecho, donde su corazón latía firmemente-. Por eso, aunque Greattree siempre será mi hogar, aunque siempre me he considerado una niña de bosque y mar, a pesar de que aquí está todo por lo que he luchado durante años, he decidido... -los miró a todos uno a uno- He decidido que mañana mismo me marcharé al mar con mis nakamas, con los Sombrero de Paja. Seré una pirata. Me preguntaste si ya tenía un sueño, Luffy -le dijo, mirándolo fijamente a los ojos-, y ahora lo tengo. Mi sueño es... ¡VIAJAR CON VOSOTROS Y LUCHAR POR LA LIBERTAD DE LOS SERES INOCENTES DE ESTE MUNDO!

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Anais observaba la playa de Firesand desde el Going Merry. Veía la gente agitando las manos desde la playa, despidiéndola. Aún era capaz de reconocer la cabellera roja de su padre, abrazado a su madre. En la despedida no habían faltado lágrimas y abrazos, pero era su decisión, y todos la habían respetado. 

Se había marchado dejando varias promesas detrás de sí. Le prometió a Shanks que se volverían a encontrar en el mar, en el camino de Luffy de convertirse en el Rey de los Piratas. Le prometió a Lizbeth que intentaría volver sana y salva. Le prometió a Lucy que le traería flores de las islas que visitase (de alguna manera compartía la pasión de su tía Lyzbeth por las flores y las plantas). Le había prometido a su tío Hank que jamás volvería a despedirse con una nota. Le había prometido a Susan y Mery que jamás se olvidaría de ellas. 

Muchas promesas, pero no eran difíciles de cumplir. No al menos tanto como las promesas que se hizo a sí misma durante sus viajes. Sonriendo, se dio media vuelta, dejando atrás Greattree, a su familia, a sus amigos de la infancia, a su pasado. Miró hacia delante, hacia el Going Merry y hacia sus nakamas. Ahora solo debía mirar hacia el futuro que le aguardaba, viviendo aventuras con los Sombrero de Paja. 

Observó a sus nakamas, a los que serían su familia desde ese momento en adelante. Roronoa Zoro, el espadachín con una fuerza y nobleza increíbles, pero que tenía una pésima orientación. Nami, la hábil y determinada navegadora, aunque demasiado obsesionada con el dinero. Usopp, el increíble tirador, a pesar de que pecaba de asustadizo. Sanji, el cabelleresco y enamoradizo cocinero. Toni Toni Chopper, el genial médico, aunque tendía a infravalorarse a sí mismo. Nico Robin, la inteligente y culta arqueóloga, aunque misteriosa. 

Y luego estaba Luffy, el inocente, despistado, noble y determinado capitán. 

Anais no podía esperar a la siguiente aventura, a que nuevos nakamas llegaran, a que la libertad corriera por sus venas como si siempre hubiera estado ahí. 

Luffy le sonrió ampliamente. 

- ¿Estás preparada? 

Anais le devolvió la sonrisa.

- Siempre lo he estado. 

Ta-daaa!!! Así termina el duodécimo capítulo!!! No os asusteis, no es el último cap XP Tengo la intención de hacer unos cuantos capítulos más... Aunque la mayoría serán algo como "extras" más que aventuras propiamente dichas... bueno, ya vereis. Aunque tengo que avisar que probablemente tarde bastaaaaaante en actualizar. Me voy de vacas la semana que viene y voy a estar un poco incomunicada... Aunque a la mínima que tenga wifi intentaré actualizar, por vosotros!!! Bueno, una nota acerca de la fiesta de madurez, especificamente por lo del corte en la palma. Lo puse porque en un montón de novelas, películas, series... tienen la manía de cortarse en la palma de la mano para conseguir sangre o en alguna ceremonia importante, así que pensé "por qué no?". Aunque en sí siempre me ha parecido muy doloroso cortarse aunque pareza épico XD Y en el momento en el que he puesto "la típica risa de Luffy" cuando Anais le agradece lo del árbol, imaginaros la risa "shishishi" de Luffy, por favor ;)

Y la pregunta de esta semana es... (sí, esta vez no hay redoble de tambor):

Si pudierais vivir en cualquier isla del mundo One Piece (digo "vivir", no tener aventuras), ¿en cual viviríais? Yo probablemente me gustaría vivir en Skypiea, porque con los dials molaba mucho y la gente era muy simpática. Obviamente viviria ahí después de que Luffy ganara a Enel (mini spoiler, lo siento si no habeis llegado ahí, aunque era obvio que Luffy ganaría) y me encantaría relacionarme con los Shandians. 

Bueno, espero que hayais disfrutado el capitulo, y claro está, no olvideis votar y comentar ;)

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