
Cap. 3: Presentaciones
"Poemas en soledad, n° 34"
Aquí sigo atrapada, enjaulada,
como si de un pájaro incauto se tratase,
sin embargo la jaula es inmensa,
de piedra fría y cruel, que se cierne sobre mí como una sombra que no me permite volver a ver aquellos campos alfombrados por las alegres flores multicolores, o quizás sentir bajo mis pies desnudos el fresco rocío que impregna las suaves briznas de hierba.
~ Nayeli Ackerman~
La mañana fue marcada por la débil luz del sol saliente, tornando el cielo con esos únicos y bellos colores que sólo se podían apreciar a primeras horas de la mañana.
Me froté los ojos para aclarar mi vista mientras miraba a mi alrededor cómo mis compañeras de barracón se levantaban para hacer sus camas. Aquella callada chica azabache no me volvió a dirigir la palabra desde el día anterior, hasta se podía afirmar que mi presencia no era para nada de su agrado.
La tierra encharcada no fue excusa para detener los duros y largos entrenamientos a los que los soldados estaban sometidos para mantenerse en forma. El cielo estaba ya despejado, pero el fangoso terreno dificultaría el correr.
Me llevé la libreta conmigo para evitar cualquier mirada curiosa tras vestirme con el uniforme que me habían dado. Sé que había planeado escapar, pero conocer a aquel chico llamado Armin hizo que mi forma de pensar cambiase ligeramente de rumbo, prefiriendo así quedarme aunque fuese durante un corto periodo de tiempo.
— Buenos días, Arya — me saludó Armin al verme desayunando sola — ¿qué tal la primera noche?
— Buenos días, la noche la pasé sin problemas. Las camas son muy cómodas.
— Me alegro, ¿quieres desayunar con mis amigos? Si quieres les llamo y os conocéis.
— Como quieras...
Tomé la taza de café y aspiré su dulce aroma, nada mejor para relajarse tras el frío y extraño día anterior.
— Hola, guapa — comentó Kirsten mientras pasaba con su bandeja por detrás de mí — ¿qué hace una preciosidad sola?
No le contesté. Eran pérdidas de tiempo tratar con gente como él. El comandante apareció en el comedor y llamó por mi nombre para que saliese al exterior para unas pruebas. Obediente, me levanté accediendo a su petición y caminé junto a él hasta el patio de prácticas en el cual me esperaban aquel hombre de mirada casi mortal y una mujer que me esperaba ilusionada.
— Perdona por sacarte del desayuno así como así, solo queríamos que te presentes como es debido. Hay "alguien" que no se fía, pero yo estoy seguro de que ya lo sabes.
Ese hombre iba a exponerme en peligro si no callaba con sus sospechas sobre mi verdadera identidad, solo le advertí mentalmente que aunque pudiese semejar alguien culto, mi padre no dudó en enseñarme a matar para protegerme. No me sería de absoluta importancia el deshacerme de un hombre como él.
— Adelante, Arya — me sonrió el comandante.
— Mi nombre es Arya Shimura, de dieciséis años, nací en el distrito de Shinganshina y pude vivir el desastre que causó el titán colosal. Tras el suceso me hice soldado en la tropa de reclutas 103-
— Detente — me dijo el hombre — definitivamente no hay ninguna Arya Shimura en el registro de la tropa 103
Empecé a sentir los nervios floreciendo por todo mi cuerpo, una fría gota de sudor se deslizó por mi frente.
— Uhm... te equivocas, enanín — dijo la mujer castaña de gafas — sí que hay una Shimura en el registro, mira.
Le ofreció unas hojas algo viejas y él las cogió de malas maneras para comprobar la verdad que la mujer dijo; mi nombre inventado estaba en esa lista... gracias al cielo que pude salvarme.
— Tch, está bien — se giró molesto y abandonó el campo.
— Este Levi... bueno, soy la segunda capitana Hanji Zöe.
— Como supondrás, volveré a ser tu comandante, aunque simplemente puedes llamarme Erwin.
— Y el pitufo cascarrabias que acaba de irse era el capitán Levi Ackerman — mencionó la superiora.
¿Ackerman? ¿Compartíamos apellido? No quise ni pensar en si éramos familia o no, mi padre se apellidaba igual y jamás mencionó el nombre de alguien llamado Levi.
— Por cierto, Arya, reúnete conmigo mañana a mediodía en la biblioteca — me pidió la capitana Hanji amablemente.
Terminadas las presentaciones, el comandante Erwin me dejó disfrutar de un merecido tiempo libre antes de dirigirme al entreno con tal de disimular. Mi mente era como un torbellino de pensamientos contradictorios sobre mis acciones; una parte de mí quería escapar de ese frío lugar, otra quería quedarse al haber conocido a alguien por el que sentía pena abandonar. Como ayuda externa, decidí enviar una carta mi padre para relatar todo lo sucedido entre aquel día y el anterior, solo esperé que la demora no fuese demasiada para obtener respuesta.
La hora del descanso llegó para todos los soldados y estos se agruparon con sus amigos para hablar o pasear juntos. Aquello me recordó a la sugerencia de Armin durante el desayuno y fui en su busca. Le encontré en una esquina del campo totalmente agotado tras una ración de flexiones junto con un chico moreno de ojos verde esmeralda y otro chico alto de pelo oscuro.
— Hola, Armin — saludé con una sonrisa.
— ¡Arya! Me alegro... de verte... — intentó pronunciar a pesar de que le faltaba el aliento.
— ¿Arya? — preguntó el castaño con expresión curiosa.
— La conocí ayer, la soldado que estuvo seis meses perdida — mi propia mentira me hirió a mí misma al escucharla en boca de Armin.
— Vaya, eso es mucho tiempo... Yo soy Eren, encantado — dijo Eren tendiéndome la mano en señal de amistad.
— Me llamo Bertholdt, pero puedes llamarme Berth si quieres — el peli negro me sonrió también tendiéndome su mano.
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