
Capítulo 4
Un día antes
Cuando tenía ocho años tuve mi primer ataque de pánico.
Recuerdo que ese día había pasado de lo más normal para mí, hasta que llegó la noche. Era la hora de dormir y no sabía porque no podía hacerlo. Estuve como unos veinte minutos dando vueltas en el que aquel entonces era mi cama.
Las ventanas estaban cerradas y las ramas de los árboles golpeaban contra estas. Las cortinas eran tan gruesas que no se filtraba ni siquiera la luz de la luna y por la rendija de la puerta de mi cuarto tampoco se veía nada. En ese momento sucedió...
Mi respiración, antes normal, se empezó a agitar para después provocarme dificultad para inspirar y expirar. Mis latidos eran irregulares. Mis manos transpiraban, mis piernas, brazos y manos temblaban y la opresión en el pecho no se iba. Tenía miedo, mucho miedo. Estaba aterrorizada por estar yo sola en mi cuarto en plena oscuridad. Era un miedo que fue repentino, así sin más.
Recuerdo que me pare de la cama para intentar salir de mi habitación, en el proceso tire la mesita de luz que se encontraba al lado de mi cama, al utilizarla de soporte, ya que unos mareos me habían atacado. Hizo tanto ruido el choque de la mesita contra el suelo que eso alertó a mis padres. Vinieron preocupados y cuando me vieron en aquel estado, trataron de calmarme, respirando conmigo y diciendo que ya todo iba a pasar.
Ese fue el primero, pero no el último lamentablemente. Una vez sucedió en el instituto porque los compañeros de mi curso se burlaban de mí por estar siempre sola, otro día pasó al desaprobar un examen, hasta ese día no me daba cuenta que me frustraba demasiado si algo no me salía como yo quería. Por suerte, se atenuaron un poco cuando conocí a Olivia, pero cuando entré a la preparatoria todo volvió, no regularmente pero si cada tanto. Hace un año no me pasaba.
Hasta que vi el mensaje.
Al leerlo todas mis defensas cayeron. Estoy viendo por la ventana hacia la calle, pero en el momento en que mi respiración comienza a fallar, doy media vuelta y termino sentada en el piso, al lado de mi cama, frente a la puerta. Necesito meter aire a mis pulmones, sólo eso.
La vista se me nubla por las lágrimas retenidas. Mis manos sudan, todo mi cuerpo tiembla y un gran nudo oprime mi pecho. Estoy tan concentrada en poder respirar que no escucho que alguien entró a la casa hasta que abren mi puerta.
–Hermanita, no sabes lo que el idiota de Adam hizo en el cine... –dice con una gran sonrisa, hasta que su vista se enfoca donde me encuentro, arrinconada contra la pared, con mis brazos rodeando mis piernas. Su sonrisa desaparece al instante.
Tira la mochila que traía sobre el hombro al piso sin cuidado y se acerca a mí corriendo, hasta ubicarse frente mío, arrodillado. Sus manos buscan las mías, las cuales estaban cerradas y apretadas, encajándome las uñas en mis palmas. Las abre con cuidado y me da un apretón fuerte cuando las tiene en sus manos. Su vista busca la mía y puedo ver en su expresión lo preocupado que se encuentra.
–Hey, pequeña, todo está bien, ya va a pasar –Elliot no suelta mis manos –Vamos, respira conmigo. Sabes cómo hacerlo –dice en tono conciliador.
Hace respiraciones profundas conmigo para que el oxígeno entre a mis pulmones. De a poco me calmo, los temblores van desapareciendo, al igual que la opresión en mi pecho. Una lágrima se escapa de mi ojo y cae por mi mejilla, Elliot la retira con su pulgar en un gesto tierno y cariñoso.
–Eso es, ya está pasando. Todo está bien, estoy aquí contigo, no me voy a ir a ninguna parte –sus palabras logran hacer que sonría, aunque creo que solo consigo mostrar una mueca.
–Estoy bien, estoy bien... –logro decir en un susurro. Elliot se apoya contra la pared y me atrae hasta sentarme en su regazo para luego abrazarme. Enseguida busco el hueco entre su cuello y hombro para ocultar mi cabeza allí. Él me rodea con sus fuertes brazos, mientras que acaricia mi espalda.
–¿Me quieres contar qué sucedió? –susurra.
–Ahora no... solo quedémonos así por un rato...
Mi hermano me atrae más a su cuerpo si eso es posible.
–De acuerdo, todo lo que tú quieras, pequeña –dice él, luego empieza a tararear una canción.
Nos quedamos así, hasta que mis músculos se relajan y el sueño me vence.
✦✦✦
Escucho que golpean la puerta y luego siento una mano en mi pierna.
Lo primero que fijan mis ojos es a mi padre parado al lado de mi cama. Sus ojos me inspeccionan, con el ceño fruncido. Cuando estoy por abrir mi boca para soltar palabra, mi vista viaja a mi mano izquierda y por debajo de esta, en mi sábanas blancas hay una mancha negra, ¿cómo si estuviera quemado...?
Salgo de mi ensimismamiento cuando escucho la voz de papá, está sentado a mi lado, en la cama.
–¿Cómo te sientes, cielo? Tu hermano nos dijo lo que sucedió en la tarde –sus ojos preocupados y su postura inquieta es todo lo que puedo percibir. Me acomodo con mi espalda en el respaldo de la cama y hablo.
–Estoy bien, papá. En serio, no fue nada –digo lo más segura que puedo. Pero no se lo traga, no me cree ni una palabra.
–Hace un año que no te pasaba. ¿Me quieres contar por qué fue? –insiste.
–Fue por algo estúpido. Choque con una persona en la calle de camino a casa y pensé que iba a robarme, paranoias mías –miento.
–De acuerdo... Estás a salvo, cielo –dice no muy convencido.
–¿Cómo te fue en el trabajo? –cambio de tema.
Papá trabaja en una empresa, por eso siempre está vestido de traje como en estos momentos. Trae su barba arreglada y su pelo castaño bien peinado. Pero sus ojos azules siguen mostrando un aire de preocupación. Sabe que cambié de tema para no seguir hablando de mí, como también sé que no se va a olvidar tan rápido de esto, aunque ahora no lo demuestre.
–Oh, bueno... Tuve una discusión con uno de mis compañeros –dice un tanto afectado e incómodo.
–¡No lo puedo creer... Edahi "pacifico" Meyer tuvo una pelea! –me burlo de él.
–Increíble, ¿no? –me sigue el juego –Es que a veces las personas se meten en donde no las llaman. En fin... En cinco minutos está la cena, cielo.
Al decir esto, se levanta de mi cama y sale por la puerta.
Luego de que cenáramos en familia, me dirigí a la habitación de Elliot. La luz del velador se encuentra prendida, todavía hay prendas de ropa tiradas por el piso, su escritorio está un poco más ordenado que la última vez y las ventanas permanecen cerradas, pero se puede ver algo de claridad proveniente de la calle.
Mi vista se posa en la puerta del baño que compartimos al escuchar como esta se abre. Elliot sale con una toalla envuelta en su cadera y todavía las gotas de agua caen por todo su cuerpo.
Si... puedo inspeccionar un poco mejor su cuerpo. Su brazos son firmes y fuertes, su abdomen está un poco marcado y su espalda es ancha. Creo que ir tanto al gimnasio está surtiendo efecto.
Cuando mi vista viaja a sus ojos, no puedo evitar que el calor suba hasta instalarse en mis mejillas. Me mira con una media sonrisa en sus labios y con una ceja arqueada.
Genial, nótese el sarcasmo.
–No sabía que estabas en la ducha –digo tan bajo que no sé si alcanza a oírme.
–Si hubiese sabido que estabas aquí, te habría invitado a la ducha conmigo –afirma con toda la seguridad del mundo.
Los malditos nervios hacen presencia y se evidencia en mis mejillas.
–Idiota –lo único que puedo responder.
Se dirige al armario a un lado de su cama haciendo un esfuerzo por contener la risa. Sé que solo lo hace para molestarme y probablemente, en estos momentos, para levantarme el ánimo.
Doy media vuelta cuando Elliot está a punto de quitarse la toalla que lo envolvía para vestirse. Él sólo ríe. Me avisa que ya puedo voltear y al hacerlo lo único que veo es que está vestido sólo con un pantalón de pijama. Entiendo que quiera hacerme enojar o reír o algo que no sea llorar, pero en serio esto no es necesario. Y él solo continúa sonriendo.
–Guau, esas mejillas si que están rojas –se burla de mí, creo que si sigue sonriendo de esa manera, la mandíbula se le va a desencajar.
–Solo cállate, idiota.
Suelta una carcajada y se recuesta en la cama, hace una seña con su mano para que me acueste al lado de él. Dejo mi celular en su mesita de noche y me encamino a la cama, una vez sentada en esta, Elliot tira de mi mano y me posiciona casi encima de él. Mi cabeza se encuentra en su pecho, nuestras piernas están entrelazadas. Mi mano reposa en su abdomen, mientras que su mano izquierda está arriba de la mía haciendo caricias y la derecha se encuentra en mi cintura haciendo círculos en mi piel desnuda. Tengo puesto mi pijama, la camiseta con un rayo en el centro y los shorts holgados negros.
–¿Puedo dormir esta noche contigo? –pregunto en un susurro.
–Esta y todas las noches que quieras, pequeña –me responde de la misma manera.
Luego de eso nos quedamos en silencio. Elliot apaga la luz del velador que está en la mesita al lado de su cama y nos arropa con la colcha. No recuerdo en qué momento me quede dormida, pero si recuerdo la tranquilidad y calidez mientras lo hacía.
Siento calor, mucho calor.
Estoy sudando.
Abro los ojos, todo está oscuro, es de noche. Elliot se encuentra al lado mío, con su brazo envolviendo mi cintura. Tengo calor, ¿por qué tengo tanto calor?
Me levanto con cuidado de la cama para no despertar a mi hermano. Una vez de pie me dirijo al baño, abro la canilla del agua y me mojo la cara, el cuello, trato de refrescarme pero no lo consigo. Camino con cuidado de vuelta a la cama, pero cuando paso por enfrente de la ventana me detengo.
No, no, no, no.
Mis ojos van a parar a la persona que se encuentra en el medio de la calle. Está vestido igual. Buzo negro, zapatillas negras, jeans y esa maldita capucha que le cubre el rostro. Trato de mantenerme tranquila, aunque no creo que lo logre.
Sus manos... de sus manos salen pequeñas llamas, como si fuese fuego. El calor me recorre el cuerpo, un calor intenso y constante.
El hombre mantiene su cabeza fija en mi dirección, a pesar de que me está mirando no logro distinguir cómo luce, la capucha y la oscuridad de la noche no me lo permite.
Sus manos forman llamas más grandes, si eso es posible. Se acerca al patio que hay frente a la casa, apoya su mano en el pasto verde y esas pequeñas llamas que tenía en su mano se transportan rápidamente por todo el césped.
No, no, no, no. No puede estar pasando esto.
Se levanta y voltea su cabeza devuelta en mi dirección. Se mantiene así por unos cinco segundos y luego comienza a caminar por la calle hasta que desaparece de mi vista.
Vuelvo mis ojos al patio, el fuego se está extendiendo demasiado rápido, es como si tuviera vida propia.
No logro moverme, estoy paralizada viendo como el fuego está consumiendo nuestra casa. Siento calor, lo sigo sintiendo.
–Aly... –escucho la voz adormilada de Elliot –¿Está todo bien?
No puedo reaccionar, qué demonios pasa conmigo.
Cuando siento las manos de Elliot en mi espalda es que me doy cuenta de lo que está sucediendo. Me alejo de la ventana a tropezones, casi me caigo en el proceso, pero mi hermano me sujeto a tiempo, me da vuelta y me mira con preocupación.
–L-La c-casa... fuego... hombre –tartamudeo, siento que las lágrimas se acumulan en mis ojos, pero no las permito salir.
–Aly, tranquila, respira. ¿Qué sucede? –me pregunta, pero yo sigo teniendo calor, es como si me estuviera quemando, pero no hay fuego sobre mí.
Fuego, fuego...
Reacciono de golpe.
–E-Elliot, la casa... –él me mira confundido, una expresión de preocupación llena su rostro.
–Aly, pequeña, por favor tranquilízate. ¿Qué sucede con la casa?
En ese momento mi vista se clava en la ventana.
Es tarde...
Las llamas se están extendiendo por toda la ventana, seguramente por todo el frente de la casa. Elliot sigue mi mirada y cuando observa lo mismo que yo, todo el sueño desaparece de pronto, para dar paso a un estado de alerta.
–La casa se está incendiando... –digo con la voz tan baja, que no estoy segura que Elliot me haya escuchado.
Él se dirige hacia la ventana para ver lo que sucede, lo voy a seguir para decirle que tenemos que salir de acá e ir por nuestros padres, cuando el sonido de un celular me desconcentra.
Busco en la mesita de noche, el celular de Elliot está apagado, mientras que el mío no. Lo tomo con manos temblorosas y con la vista borrosa a causa de las lágrimas acumuladas.
Desconocido
Es hora, bonita.
PD: no sabía que también te gustaba el fuego.
Suelto el celular y cae sobre la cama de Elliot, mi vista se queda clavada en las sábanas blancas con una mancha negra en una esquina, sabiendo que no es una mancha negra nada más, sino que en un principio fue fuego, el cual se consumió para dar paso a cenizas, a algo quemado.
✦✦✦
Holaa, ¿cómo están? ¿les está gustando la historia?
Cualquier duda, sugerencia o crítica que tengan me la pueden hacer saber en los comentarios (siempre con respeto)
¿Ya tiene algunas teorías con todo lo que está pasando? ¿Algún enamoramiento? jajaja
Otra vez, gracias por leer mi historia, si llegaste por casualidad o no, espero que te este gustando <3
Ahora sí, espero que terminen bien el día, nos leemos el próximo domingo.
~Luly
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro