Capítulo 3
Un día antes
Me estoy ahogando, no puedo respirar. Siento como mis pulmones se llenan de humo y los ojos me lloran. No sé qué es lo que está pasando. Me levanto de mi cama...¿Cómo puede ser posible si dormí en la cama de Elliot?. Algo anda mal.
Me acerco hasta la ventana que da a la calle, hay una persona vestida completamente de negro, capucha, jeans y zapatillas. Pero hay algo raro en él...sus manos, sus dedos se ven rojos, como si fuera ¿fuego?
Me quema, siento que todo el cuerpo me arde. Me ahogo...
–¡Aly, despierta!
La voz de Elliot me hace abrir los ojos. Estoy en su habitación, en su cama. Él se encuentra recostado del lado izquierdo y me mira con una expresión preocupada que tiñe todo su rostro.
–Está bien, tranquila, solo fue una pesadilla –dice con parsimonia– ¿Me quieres contar qué soñaste?
–No, yo... –de pronto me olvido de la pesadilla y recuerdo lo que sucedió anoche– Elli...sobre lo de anoche... –genial, no sé ni cómo comenzar. Siento que el color sube a mis mejillas y mis manos tiemblan por el nerviosismo.
–Déjame adivinar, vas a decir que no puede volver a pasar, cuando ambos sabemos que siempre termina pasando. –dice en un tono furioso, pero al mismo tiempo sé que se está divirtiendo con mi situación.
–No puede volver a pasar... y está vez sí lo vamos a cumplir –trato de sonar segura pero sé que no lo logro por la sonrisa torcida que veo en su rostro.
–Ven aquí... –se acerca a mi cara y me besa.
Me acomodo mejor en la cama, quedando boca arriba y él sobre mí. Una de sus manos se dirige a mi cintura, mientras que la otra está apoyada contra el colchón, al lado de mi cara, sosteniendo su peso. Su labios se mueven con mayor ferocidad, su lengua invade mi boca y terminan haciendo un baile que me hace suspirar entre medio. Mi cuerpo comienza a subir de temperatura.
Me hace sentir bien, llena, querida y me encantaría que sea otra persona que logre esos sentimientos en mí, pero no lo es. De a poco nos separamos y abre sus ojos llenos de un brillo especial.
–Anda... dime que no te morías porque esto pasara –dice con una sonrisa que cubre todo su rostro.
–De acuerdo, tu ganas, ahora quítate de encima mío, se hace tarde y mamá nos va a matar.
–Pero si te encanta que esté encima tuyo.
Agarro la almohada que se encuentra al lado de mi cabeza y se la tiro en la cara –Idiota, hablo en serio.
–Yo también estoy hablando en serio
–¡Elliot, Alyssa, se hace tarde! –grita mamá desde el piso de abajo.
–Te dije, mamá nos mata si no bajamos.
Se aparta de mí como si fuera un niño enfadado de cinco años, refunfuñando. Me levanto yo también de la cama, y me dirijo a la puerta para ir a mi habitación. Cuando estoy por girar la perilla escucho ruidos por la escalera y luego la puerta se abre, haciendo que trastabille hacia atrás.
–Elliot, despierta, vas a llegar tarde –dice mamá de forma despreocupada pero cuando posa su vista en mí, sus cejas se arquean en expresión de interrogación –Cielo... ¿qué estás haciendo aquí?
Genial.
Elliot se levanta de la cama, agarra una camiseta que estaba en el piso y se viste con ella, todo esto en menos de un segundo. Me mira tranquilo, ¿cómo demonios puede estar tranquilo?
–Eh... vine a pedirle a Elli su cargador de celular y a hablar unas cosas antes de ir al instituto... sí eso...
–Oh, de acuerdo, bajen los dos o sino van a llegar tarde –sale por la puerta y se escucha que se encamina a la cocina.
–Bien hecho hermanita, podrías ser actriz –se burla, el maldito se está burlando.
–Idiota. Me voy a cambiar.
–¿Necesitas ayuda? –sonríe.
Agarro la perilla y tiro de la puerta, cruzo de su habitación a la mía. Me recargo sobre la pared de mi cuarto y puedo escuchar la risa de Elliot del otro lado.
Idiota.
Una vez que termino de vestirme con unos jeans y una sudadera azul, me encamino hacia la cocina. Ya está mamá allí, como todas las mañanas, con el desayuno preparado, vestida de manera elegante, con su pelo castaño, casi rubio bien arreglado y sus ojos verde mar llenos de vida y cariño, aunque últimamente la vea más cansada de lo normal y con una falta de brillo en esos hermosos ojos que tiene, Adrienne Dubois es una mujer hermosa.
A veces siento que soy menos al lado de ella. Ya sé, es ridículo pensar eso de mi madre. Pero... Desde otra perspectiva, era la mejor de la clase en su época de instituto, conoció a mi padre en su primer año de universidad y desde ese momento se volvieron inseparables. Se casó a lo que muchos podrían considerar joven, a los veinticuatro años, obtuvo su título universitario, es conocida en la Universidad donde trabaja por todas sus investigaciones en el área de oceanografía, tiene dos hijos y hace lo que ama, al menos así lo veo.
Si lo comparamos con mi vida, la cosa es un poco diferente. Saco buenas notas, sí, pero no soy la mejor de la clase. Tuve un novio que me engañó con mi mejor amiga. No sé qué quiero estudiar, no tengo la menor idea de qué hacer con mi vida. No destaco en nada, no soy buena en nada.
Es frustrante. Siento algunas veces que nadie me entiende, y muchos dirán que son cosas de la edad, tal vez sí, tal vez no. Pero elegir que estudiar, que hacer con tu vida a los diecisiete o dieciocho años cuando todo el mundo te dice que sos chico para algunas cosas, pero grande para otras es desesperante.
–Cielo, vuelve a la tierra, te quedaste pensando en las nubes –mamá me trae a la realidad con una gran sonrisa en su rostro.
Me siento en la mesa frente a Elliot y comienzo a desayunar.
–Perdón, ¿Qué me decías?
–¿Por qué no invitas a Olivia a casa?, en el verano no se vieron demasiado.
Elliot levanta la vista de su desayuno y me mira fijamente, quiere que le cuente lo que pasó, pero no quiero tener que preocupar a mamá con mis problemas.
–Está ocupada mamá, es el último año y está preocupada por la universidad
–Oh, de acuerdo, pero sabes que puede venir en cualquier momento, cielo.
–Sí, lo sé mamá.
No se habla más del tema, mi hermano me mira con una expresión de confusión en su rostro. Quiere que le cuente a mamá para que me consuele, pero suficiente fue que le conté lo que pasó.
Soy a veces reservada con mis cosas, no grito a los cuatro vientos que me pasa, no me siento cómoda con ello. Algunas personas me tildaran de callada, antisocial o antipática, pero me gusta guardarme algunas cosas para mí.
Cuando llegamos al instituto, nos separamos, mi hermano va para sus clases y yo hago lo mismo. En todo el día sorprendentemente no me cruce con Olivia o con Liam, no sé si me están evitando o qué, pero agradezco que no se hayan encontrado en mi camino.
A la hora del almuerzo, me acerco a comer con Elliot.
–Se está escondiendo seguro –salgo de mi trance cuando mi hermano pronuncia esas palabras.
–Eh...¿quién?
–Liam, es obvio. No lo vi en todo el día y tampoco a sus amigos que siempre andan detrás de él como perritos falderos.
–Tampoco vi a Olivia, que coincidencia, ¿no? –digo con sarcasmo –Seguramente están los dos juntos, riéndose de mí.
–Eres mejor persona que ellos Aly, ya te lo dije. Grábatelo en la cabeza, eres la mejor de todas. –Elliot me mira con un brillo en los ojos, que solo puede significar una cosa.
–Elli...aquí no
–No hice nada malo –dice poniendo carita de ángel.
–Si, claro. Te conozco.
–¿Y qué tanto me conoces? –se levanta un poco de su asiento que está enfrente mío y acerca su cara a la mía, sus codos están en la mesa, mientras que sus ojos están fijos en mis labios.
–Estas loco... –digo despacio, casi susurrando. Es peligroso esto, demasiado peligroso lo que está pasando.
–Pero así me quieres... –susurra.
Mi vista también viajan a sus labios. La campana que indica que finalizó el almuerzo me hace sobresaltar y salgo de mi ensoñación. ¿Qué demonios estamos haciendo?
Elliot vuelve a su lugar, lejos de mi cara. Me mira, sabe que fue peligroso, si alguien nos hubiera visto, no sé qué pasaría. Ninguno dice nada y nos vamos a nuestras clases correspondientes.
Voy caminando hacia el aula de matemática hasta que choco con alguien.
–Disculpa, no te vi –nadie responde y cuando enfoco la vista se encuentra Liam delante de mí –¿Qué quieres?
–Aly, mi amor, no fue nada lo que pasó ayer. En serio, tienes que creerme, te quiero, lo sabes –dice apurado.
–Linda manera de demostrarlo, ¿no crees? –oh, amado sarcasmo, que haría sin ti –Dejame pasar, voy tarde a clase –le digo con un tono frío y seguro que no sé ni de dónde salió.
–No fue nada. Fue todo culpa de Olivia, ella me besó.
–Dios, te estas escuchando lo que estás diciendo. La seguiste besando, le correspondiste. Me das asco, los dos lo hacen –golpeo su hombro con el mío y sigo con mi camino hacia el salón, pero no doy muchos pasos hasta que lo escucho hablar.
–Los vi...en la cafetería, los vi –dice con un aire tranquilo. Me doy media vuelta y lo encaro.
–¿Qué viste? –mi pulso se está acelerando poco a poco, tengo una vaga idea de lo que pudo haber visto, pero estoy segura que él no estaba ahí.
–Tú y Elliot, ¿quién lo diría?
–No sé de qué estás hablando... –trato de seguir con mi camino, pero Liam da unos pasos hasta mí y rodea su mano alrededor de mi brazo con fuerza.
–Si yo te doy asco, tu eres peor, ¿no crees? –inquiere con aire altivo. Su mano sigue apretando mi brazo cada vez con más fuerza hasta el punto de hacerme doler.
–Liam, no sé de qué demonios estás hablando y suéltame, me estas haciendo daño –trato de quitar su mano de mi brazo pero no lo consigo.
–¿Qué diría la gente si se entera que los hermanitos Meyer hacen cosas indecentes cuando nadie los ve?, apuesto a que sería un escándalo... –trato de regular mi respiración, mis emociones. No se puede dar cuenta cuanto me está afectando con sus palabras, todo el miedo que recorre mi cuerpo.
–¿Está todo en orden? –me sobresalto al escuchar una voz –¿Señorita Meyer?
Liam libera su mano de mi brazo y se da media vuelta para enfocar a la persona que habló. Es el profesor de matemáticas, el señor Davis. Que de señor no tiene nada, con suerte está rondando los treinta años, alto, de pelo castaño, ojos miel y un bronceado que dice en todo su esplendor "vivo en la playa". Todas las chicas del instituto suspiran por él.
–¿Señorita Meyer, se encuentra bien? –salgo de mi ensimismamiento al escuchar su voz.
–Todo está bien –dice Liam, con un tono bastante duro y ronco
–¿Usted se llama señorita Meyer, O'Connor? –Liam se pone rojo de la furia y sale a trompicones por el pasillo hasta que da la vuelta en una esquina y no logro visualizarlo más. El señor Davis me mira, enarcando una ceja.
–Estoy bien, profesor Davis, no se preocupe –digo con tranquilidad fingida. Todavía tengo el pulso acelerado y los pelos de punta por lo que pueda llegar a saber Liam.
–Disculpe, no quería llegar tarde a su clase.
–Oh, descuide, yo también voy tarde –bromea –Si quiere vamos juntos.
✦✦✦
Al fin las clases del día terminaron.
Luego de ese encuentro que tuve con Liam en el pasillo no lo volví a ver. Estoy impaciente y ansiosa, tengo que contarle a Elliot lo que el idiota de mi ex me dijo. No puede ser que él sepa, ¿o sí?. Nunca actuamos de manera extraña cuando Liam venía a casa y solo porque nos vio un poco más juntos de lo normal en la cafetería no tiene por qué sacar conclusiones, ¿no?
Voy rumbo a casa, Elliot llegará tarde, por lo que debo esperar con este sentimiento hasta hablarlo con él.
Me faltan dos calles para llegar a casa hasta que choco con alguien. Dios, no puedo ser tan torpe, ¿es enserio?, primero Liam y ahora un desconocido. Genial...
–Disculpa... –es lo único que logro decir ya que el desconocido se encuentra a varios pasos lejos de mí. ¿Cómo es que camina tan rápido?
Sólo logro ver un buzo con capucha negra, al igual que sus jeans y zapatillas.
Mis piernas tiemblan.
No puede ser... No es, no puede ser cierto. No puede ser la misma persona que en mi sueño, ¿no?. No tiene sentido. Estoy siendo supersticiosa. A pesar de eso, corro lo poco que me queda hasta llegar a casa. Saco la llave de mi bolsillo con manos temblorosas y abro la puerta.
Era una pesadilla, no puede ser real y ni siquiera estoy completamente segura de lo que soñé. No hay nadie en casa, me dirijo hasta mi habitación, tengo que tranquilizarme.
Logro calmarme un poco, voy a encaminarme al baño para mojarme la cara con agua fría hasta que el sonido del celular me estremece. Lo sacó de mi bolsillo.
Desconocido
Así que tú y tu hermano. Al final esa carita de ángel oculta un demonio dentro. Falta poco, bonita...
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