Capítulo trece
***
Invierno, 2014
Los días se han convertido en interminables, sin sentido, ¿y que puedes hacer cuando pasas veinticuatro horas al día entre cuatro paredes de un hospital?
¿Qué puedes hacer cuando hace poco te revelaron dos noticias que modificaron tu ser?
Continúo observando las paredes blancas de la habitación del hospital mientras mamá peina mi cabello. Debería ser relajante, sin embargo esa palabra no existe actualmente en mi diccionario.
Mamá continúa contándome sobre su día mientras trato de prestar atención.
—... estaban tan ensimismada que no me di cuenta cuando tu tía Jess estuvo a escasos metros de mí...
Suspiro. Entrelazo mis manos en mi regazo.
Quiera prestar atención, pero no puedo concentrarme.
—Sí está bien.
—Lissa, no estas prestando atención —deja de cepillarme—. ¿Por qué no vemos algo en la televisión?
—Como desees.
Ella algo contrariada deja el cepillo en una mesita y va en busca del control de la televisión. En el proceso me acomodo en la cama. Cuando haya el aparato prende la tv. Luego de estar revisando los canales opta por dejarlo en un programa concurso de repostería.
Sé que desea pasar un rato de calidad madre e hija, aunque no estoy de ánimos para ello. No deseo aburrir a mamá o sumar más cosas negativas, suficiente tiene con lo que está sucediendo. Ella hace esto por mí y yo no sé qué hacer por ella.
Tras unos minutos donde aparento ver la televisión ella dice:
—¿Lissa, no hay inconveniente si te dejo solo por unos minutos? Necesito ir a consultar algo con el doctor Stevenson.
—No hay problema —contesto automáticamente.
Antes de salir me da un beso en la frente y entrega el control.
Luego de un rato me aburro de ver el programa y empiezo a cambiar de canal.
Tras un momento de búsqueda opto ver el noticiero local.
—En otras noticias deportivas, hace unos días se llevó a cabo en nuestra ciudad las regionales, competencia de patinaje artístico sobre hielo, que reúne como cada año a jóvenes talentos de diversos estados que luchan por un puesto para las nacionales —Narra la locutora, al cabo de unos segundos se proyecta en la pantalla imágenes de la competencia.
—Pero la sorpresa del certamen la dio la joven patinadora Lissa Reed quien sufrió un severo accidente en plana ejecución de su presentación —Imágenes de mi presentación acompañan la narración—. Reed tuvo que ser internada inmediatamente en el hospital local de la ciudad; su pronóstico es reservado.
—Terrible —añade la otra presentadora.
—Lo sucedido a la joven ensombreció lo que debió ser una competencia...
No soporto más y apago la televisión. Sin pensarlo dos veces tiro el control, este impacta en una pared.
Entierro mi rostro en la almohada tratando se sofocar mis sollozos.
Estoy tan agotada.
***
Ha pasado casi tres semanas desde mi internamiento a un hospital. Casi Tres semanas desde que me comunicaron dos noticias que cambiarían radicalmente mi vida. Casi tres semanas de vacío, dolor, angustia, remordimiento y llena de mil preguntas.
Cuando estuve más tranquila el doctor Stevenson me explicó que el nivel de azúcar en mi sangre era elevado ya que mi organismo no generaba suficiente insulina, importante para controlar el nivel de glucosa en la sangre. Aunque no quise aceptarlo los síntomas como sed interminable, cansancio o perdida de peso sin proponerlo eran signos y advertencias de que algo ocurría a mi organismo; tarde comprendí que debí de poner mayor atención a mi salud. Erróneamente atribuí esas señales a la preparación que tuve para la competencia; está de más decir que no clasifiqué y que me he convertido en objeto de burla y lastima sumando más cargamontón que no necesito.
Tan solo recordar ese episodio me embarga frustración, demasiada rabia y solo deseo olvidar absolutamente todo en un abrir y cerrar de ojos... mas no es posible.
Luché, trabajé y dediqué horas de esfuerzo para ser la mejor, pero por una maldita enfermedad no logré mi propósito. Y no solo eso, yo acabé con la vida de alguien inocente, aunque digan que no fue mi culpa, que ese embarazo era imposible que se llevara a cabo para mí si lo es, porque yo no cuidé de ese pequeño angelito.
Una solitaria lagrima resbala por mi mejilla, rápidamente proceso a retirarla y continúo empacando las pocas pertenencias que me acompañaron durante mi estadía en el hospital.
En tres días será Navidad y el doctor Stevenson decidió que era hora de regresar a casa, sin embargo debo regresar para un chequeo general luego de las festividades.
Desde mi internamiento tuvieron que realizarme diversos exámenes para descartar secuelas y también para iniciar un tratamiento diario de insulina. La insulina contrala el alto nivel de azúcar en la sangre que es conocido como hiperglucemia.
Mi modo de vida ha cambiado radicalmente, debo comer a las horas asignadas, debo medir el nivel de carbohidratos y proteínas de cada comida a ingerir y es algo que estoy aprendiendo paulatinamente con ayuda de las enfermeras.
En cuanto a la fractura que tuvo no fue grave y en una semana retiraran el yeso. Ahora debo cuidar de no hacerme algún tipo de corte por más pequeño que sea, debo preocuparme más por mi bienestar.
Estoy cansada de esto, estoy cansada de ser la yo de ahora; deseo regresar a como era antes, donde mi vida era sencilla, donde no existía complicaciones.
Cuando termino de empacar dejo el bolso sobre la cama y reviso mi móvil. Tengo cientos de notificaciones: mensajes de mi familia, amigos hasta de números desconocidos sin embargo abro el último mensaje de Lara.
Lara: ¿Cómo sigues? Perdón, esta semana no hemos podido ir a verte, sabes cómo es Sarah y últimamente está más alborotada que nunca porque está preocupada y concentrada en los ensayos de las porristas para el partido de la próxima semana. Ella envía saludos.
No sé porque menciona a Sarah si ella hasta el momento no se ha dignado a visitarme, Lara siempre justifica la ausencia de su hermana cuando me visita. Al inicio si preguntaba por ella porque éramos muy cercanas, al parecer eso quedo en el olvido, posteriormente he dejado pasar. Los únicos que se preocuparon por mí bienestar son mi familia, Lara y Drew, aunque a este último no he querido verlo aún, no estoy lista para tener esa platica que tarde o temprano se dará.
Lissa: Hola, ¿estoy bien? No quiero seguir un minuto más aquí. Y no te preocupes acaban de firmar mi alta. Nos vemos luego.
Sara: ¡Eso es genial! Debo irme, hablamos luego.
Son en estos momentos de dificultad donde te das cuenta quienes son tus verdaderos amigos. Todas esas personas que decían admirarme lo hacian para llamar mi atención; todas esas personas que decían ser mis amigos no están aquí. Gran ejemplo es Sarah a quien consideré mi mejor amiga por largo tiempo.
Seco algunas lágrimas que sin proponerlo se deslizan por mis mejillas.
Odio todo, me odio a mí por no ser capaz de revertir esta maldita enfermedad. Por no haber salvado una vida que dependía de mí. No deseo saber nada sobre el patinaje sobre hielo. No deseo rememorar más que pasó ese día. No deseo estar aquí. No deseo ser yo.
Lloro como en estos días estuve haciendo con amargura, impotencia, cólera.
¿Cómo seguir con una vida que consideré «feliz» si de ella no queda nada?
¿Cómo olvidar lo que viví? si cada noche que pasa lamento más esto .
¿Cómo seguir amando? si siento que mi corazón cada día se endurece más
¡¿Cómo?!
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