Capítulo quince
***
Enero, 2015
Ha pasado un mes desde lo sucedido. Un mes donde la monotonía se ha apoderado de mi ser y mi habitación en mi refugio: mi única salvación a este tormento.
Los recuerdos siguen tan presentes como el primer día, como si fuese una maldición que no desea dejar de agobiarme. Las pesadillas han disminuido pero mi mayor pesadilla continua.
Escuchar la maldita grabación donde Jenny Foster y amiguitas hablaban pestes sobre mí influenció muchísimo porque debí de haber retornar a clase la semana pasada, sin embargo no lo he hecho aun. Mi gran temor es escuchar a viva voz las calamidades extravagantes que tejen sobre mi persona.
Tal es el punto de aislamiento que pedí a mamá que hablara con Lara para que dejase de visitarme, incluso respondo sus mensajes de vez en cuando. Solo espero que comprenda mi posición, al igual que Drew, porque ambos no tienen la culpa de lo que está pasando, la única responsable soy yo.
A veces quisiera encerrar esa cobardía, retomar fuerzas y continuar. O al menos tratar de sobrellevar esta agonía que me consume cada día más.
Mamá siempre está rondando mi habitación, así que no me sorprende cuando toca y posteriormente abre la puerta.
—¿Lissa, puedo pasar?
—Pasa
Cierra la puerta y a paso lento se coloca en el centro de la estancia.
—Lissa me preguntaba si deseas acompañarme a hacer las compras del mes.
—Mamá, sabes cuál será mi respuesta. Ahora, por fa... —Trato de disuadirla como en anteriores veces. Sin embargo esta vez no funciona.
—¡No, Lissa! ¡Ya basta! —Mamá se exaspera. Se acerca a mi cama—. Ya basta —Me sujeta de los hombres—. Debes salir, entiéndelo de una vez por todas. Escucha Lissa, estoy, estamos cansados de esta situación, has tocado fondo ¿Qué no te das cuenta?
Mis ojos se cristalizan, pero aguanto las ganas de llorar.
Deja de sujetarme de los hombres y se aleja hacia la ventana.
—Es hora de dar ese cambio, y no lo lograras si pasas las veinticuatro horas en estas cuatro paredes —Extiendo los brazos señalando la habitación. Respira profundamente—: Hoy iremos a un psicólogo —Antes de que diga algo añade—: Tienes media hora para estar lista.
—¿Un psicólogo? ¿Mamá, te oyes? ¿Te has vuelto loca? —Voltea a observarme— ¡No iré a ningún maldito psicólogo! ¡No estoy loca! Entiende, ¡SOLO QUIERO ESTAR SOLA!
—¡BASTA! —Grita. Se acerca a mí. Por un segundo pensé que me abofetearía—. Tienes media hora —Recalca antes de abandonar la estancia.
Definitivamente no iré a un maldito psicólogo.
***
No tuve otra opción, pese a mi negativa accedí a regañadientes conversar con un completo desconocido acerca «de mis problemas»
Durante el camino hacia el consultorio, mi ansiedad creció, pero mamá trato se hacerme olvidar que, por primera vez, después de un mes, salía de casa. Logró calmar mis ansias, pero no el temor de encontrarme con alguien que me reconociera. Felizmente eso no sucedió y el viaje resultó sin sobresaltos.
El consultorio de la doctora Larson (psicóloga que el doctor Stevenson aconsejo) es amplio, pulcro y ordenado; algunas personas, al igual que yo, esperan su turno en los mudillos sillones de cuero, mientras la recepcionista está atenta a cualquier llamado.
Me siento muy ansiosa por lo que pueda pasar cuando toque mi turno; no me siento cómoda hablando de temas tan personales y agobiantes con alguien que no es de mi entera confianza. Definitivamente será una experiencia que no deseo repetir.
El estómago me da retorcijones, mis manos están hechas puños. Mamá se da cuenta de mi estado.
—Tranquila, exhala y inhala —Toca mi rodilla.
Asiento, y sigo sus indicaciones.
Me sobresalto cuando dicen mi nombre.
—¿Lissa Reed? —Volteo en dirección del emisor—, la doctora Larson espera por usted. Sígame —me informa la asistente de la doctora.
Antes se seguir a la asistente veo a mamá, ella me da ánimos para continuar.
Tomo aire y sigo a la asistente, ella se detiene en una puerta y toca, al otro lado se oye un «pase» Gira la perrilla y anuncia:
—Doctora Larson, la señorita Reed está aquí —Se hace a un lado para que pase.
—Pase, por favor —Temerosa introduzco un pie en el consultorio.
La doctora Larson, quien debe tener cincuenta años, me anima con la mira para que ingrese totalmente.
La asistente sale del lugar, dejándome sola con la especialista.
—Siéntese, por favor —Incomoda tomo asiento en la silla.
Espero a que diga algo más, pero se toma su tiempo antes de proseguir:
—Cuénteme, ¿Por qué esta aquí? —Recarga los brazos en el escritorio.
Respiro profundamente.
«¿Por qué estoy aquí?» ¿Por qué perdí un bebé? ¿Por qué tengo diabetes? ¿O porque soy el hazme reír de Connecticut?
—No sé porque estoy aquí —Miento. Agacho la cabeza.
—Señorita Reed, usted, al igual que las personas que observó en la sala de espera, están aquí por un motivo en especial ¿no es así? —Alzo la cabeza—. Cuénteme —Anima nuevamente.
Esto es tan difícil de asimilar...
Tomo una gran bocanada de aire para empezar el relato.
—Hace un —Exhalo—... Hace un mes aproximadamente pasé por momentos muy difícil, muy aterradores —trago fuerte. Mis ojos se cristalizan—. M-me diagnosticaron diabetes tipo 1... Diablos, esto es muy complicado.
—Tomase su tiempo señorita Reed, estoy para escucharla y ayudarla en lo que este en mis manos.
Ella me observa espectante mientras limpio una solitaria lágrima.
Vamos Lissa, tú puedes.
—Y-yo, yo perdí todo en un abrir y cerrar de ojos... —Continúo relatando.
Durante media hora de consulta me di cuenta de ciertos puntos de mi vida que ignoraba. Primero, que debo dejar de vivir de recuerdos y superar esa parte que me atormenta. Segundo, que debo dejar de culparme por situaciones que no puedo controlar. Tercero, que debo dejar de culpar a los demás por mis actos, no alejarlos. Cuarto, que mi familia siempre es importante, y pase lo que pase, ellos estarán a mi lado. Quinto, debo aprender a perdonar y perdonarme. Sexto, a amarme.
Es un camino largo el que debo recorrer, pero con ayuda de un especialista, de mi familia, lograré que funcioné; no me rendiré.
Nadie dice que será fácil salir del hoyo que te encuentras, pero mientras más rápido busques ayuda profesional y soporte familiar, puede revertir la situación. Sobre todo, es necesario que tu te des cuenta y contribuyas con tu recuperación.
La depresión no es un tema de locos, es una etapa que puedes estar pasando, y no necesariamente se refleja con desgana o vulnerabilidad, sino de diversas formas. Hay que estar atentos a esos cambios por mas mínimos que sean, y estar cerca, atento de quien esté pasando por ello.
El primer paso está en ti, no lo olvides.
***
Cap algo corto pero conciso. Al fin Lissa buscó ayuda, lo que debió hacer desde un inicio. Gracias por leer, comenten por favor.
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