Capítulo cinco
Mi despertador suena y de esta forma da aviso que es hora de levantarse. Esta vez si hago caso a su llamado.
Me incorporo y voy en busca de un atuendo; debe ser algo cómodo porque no tengo ánimos de vestir algo apretado porque simplemente luzca bien. Reviso todas las prendas de mi armario y opto por un jean descolorido, un sweater de lana color rosa pálido y botas. Afuera hace frio, así que, para complementar el atuendo, opto por llevar un abrigo.
Es lunes, hoy regreso a clase ya que la semana pasada no asistí por el arduo entrenamiento que sigo llevando a cabo para las tan esperadas regionales, campeonato de patinaje que da cupo directo para las nacionales; un sueño para toda patinadora. Y es que ¿A quién no le gustaría representar a su país en un campeonato mundial? Para ello debo seguir escalando y mejorando.
Cepillo mi cabello y opto por dejarlo suelto, este cae en ondas. Me dirijo al baño para terminar de alistarme. Cuando termino agarro mi bolso y salgo de mi habitación.
Mamá está en la cocina atendiendo a mis hermanos Julianne y Julian. Ellos son mellizos, tienen catorce años y casi estamos a la misma estatura. Petisos. Ellos son unos revoltosos que a veces odio, pero que son indispensables para mí, los amo, aunque suene cursi.
—Buenos días, familia
—Hola Issa —dicen los mellizos al unísono.
—Lissa, los cereales están en la alacena —Informa mamá—. Debo alistarme, es tarde, y debo llevar a los mellizos y a ti a sus respectivos centros de estudios.
—Pero, ¿mi auto sigue descompuesto? —hago un puchero.
—Sí. Bueno —observa su reloj—, quizá a esta hora este siendo reparado. Tu padre llevó tu auto al mecánico y a más tardar mañana esté listo.
»Niños apresúrense —apremia mamá mientras sale de la cocina—, en cinco minutos salimos.
Pasado los cinco minutos mamá, Julianne, Julian y yo salimos rumbo hacia nuestros destinos. Cuando llego a Morris High School me despido de ellos.
Por mi recorrido por la institución encontré con varios conocidos y un par de amigos. La mayoría me preguntan cómo voy con el entrenamiento, si estoy lista para la competencia o si la chica número uno al fin admitirá que está muerta de nervios, lo que parece ridículo porque sé muy bien cómo manejar los nervios y al público.
De camino por el pasillo en busca de mi casillero. Hoy tengo matemática, lo cual es genial. Las matemáticas y yo nos llevamos tan bien que casi desapruebo el semestre pasado. Lo que significó pasar todo el verano estudiando rodeara de números, jalados y una temperatura de infierno. Lo bueno de ello fue que desde entonces Drew y yo empezamos a salir. Él se auto nominó mi tutor ya que es si es un genio con los números.
Nada más llegar a mi casillero soy interceptado por Chad.
—¡Hey!, chica hielo ¿Has visto a Lara?
Por lo visto el moreno tiene nuevo apodo para mí. Genial. No pasa desapercibido el interés del chico por mi amiga.
—No, Chad. Y disculpa se me hace tarde —Cierro mi casillero cuando tengo todo lo necesario.
Dejo a Chad en medio del pasillo mientras prosigo mi camino. Se hace tarde para mi primera clase, no tengo tiempo para charlas.
Me parece extraño no hallar a mis dos matas de cabello pelirrojo favoritas ¿Dónde estarán las gemelas Lewis?
Al parecer las he invocado porque Sarah y Lara me intersectan antes de llegar al salón de clase.
—Chica número uno, hemos visto cómo eres interceptada por gran parte estudiantil de Morris High School, hasta creo que eres toda una celebridad. ¿Me darías tu autógrafo, por favor? –bromea Sarah, tan exagera como siempre.
—Hola, Lissa, ¿Cómo estás? —pregunto a mí misma—. Bien, gracias por preguntar –Prosigo con mi intercambio–. Qué considera amiga tengo —Ruedo los ojos—. Y no, no obtendrás mi autógrafo.
—¡Lissa, que exagera! solo era broma –Dice con sorna Sarah.
—Hola, Issa, ¿Qué tal tu fin de semana? –Pregunta Lara. Ella si se preocupa por mí.
—¡Lara! —La abrazo eufóricamente—. Tu si me quieres –Digo y muestro mi lengua a su gemela, quien imita mi gesto–. Todo mi fin de semana se resume a entrenamiento, entrenamiento y más entrenamiento, ya sabes —Muevo mi mano restando importancia al asunto.
—Comprendemos —habla por ambas Sarah—. Ya quita esa cara, bruja —me da un empujón—. Vamos a clase antes de que nos cierren la puerta en nuestras narices.
—¿Nos contaras que pasó contigo y Drew luego de la fiesta? —pregunta Lara.
Sarah y yo nos miramos y estallamos en sonoras carcajadas, lo que llama la atención de algunos presentes.
—Vaya, Lara, nunca pensé que tu preguntarías por eso —Ella esta roja como un tomate—. Hey, quita esa cara de arrepentimiento, contaré a Sarah y a ti qué pasó esa noche. Además, tengo algo más importante que comunicarles.
Mientras caminamos a la primera clase del día relato lo sucedido en esa mágica madrugada a mis dos mejores amigas, también les comento sobre mi casi desmayo. Ellas se preocuparon más que Drew, lo cual me parece exagerado. Tuvo que prometer que me haría el dicho test de embarazo.
Ingresamos al aula, y al no llegar el profesor, seguimos charlando. Ellas no podían creer que el fin de semana se llevó a cabo la fiesta de oficialización de mi noviazgo con Drew. Sarah seguía indignada porque no fue invitada.
—Ah, ya cambia esa carita Sarita —mi sonrisa se podría comparar con la del gato de Cheshire—. Igual te guardé pastel —Reí ante mi comentario.
—Deja el sarcasmo Lissa —Seguía enojada. Qué pesada—. Lara y yo estamos muy molestas contigo. Di algo Lara.
—Creo que... —Ambas estamos expectantes esperando por su respuesta—. Sarah, deja esa actitud infantil, entiende que era algo familiar —Empecé carcajearme por el regaño de la pelirroja a su hermana, cuando añadió—: Lissa, ¿de qué te ríes? Es de mal gusto no habernos contado nada y esperar hasta el día de hoy para saltar tal bomba —frunce el entrecejo.
Las tres nos quedamos en silencio.
Lara tiene razón, nos estamos comportando como niñas y debí contarles lo que sucedido el fin de semana, pero a veces cargamos con tantos problemas encima que olvidamos todo alrededor, incluyendo a nuestros familiares y amistades.
—Lo siento —Soltamos las tres al unísono.
Nos carcajeamos, mas no se extiende nuestra algarabía porque ingresa el profesor de matemática.
Hora de empezar con la tortura.
***
El día ha pasado relativamente rápido, y lo agradezco porque el cansancio está absorbiéndome.
Sin duda no ir a la preparatoria varios días afecta a tu rendimiento escolar y pierdes el ritmo de estudio.
En la última clase del día estamos en el laboratorio diseccionando un corazón de res. ¿No comprendo en qué nos ayudará esta práctica? A menos que estudies medicina te cae a pelo, pero a alguien como yo, que le desagrada la sangre o lo relacionado a ello, no es lindo llevar a cabo tal práctica.
—Auch —Acabo de cortarme con el bisturí. En ciertas ocasiones me he cortado con las cuchillas de los patines, pero es parte dé. Pero cortarte con un estúpido bisturí, eso solo le ocurre a Lissa Reed. Bravo.
Trato de evitar que la sangre siga saliendo, mas no consigo mi objetivo.
Estoy poniéndome nerviosa, veo puntos negros y la sangre no para.
No me voy a desmayar, no me voy a desmayar. La sangre parará. Tiene que parar.
—¿Señorita Reed, sucede algo? –pregunta el maestro Gamber al verme nerviosa.
Tengo ganas de gritar sí, que efectivamente acabo de cortarme, que necesito ayuda; en su lugar respondo con calma.
—Acabo de cortarme, y la herida parece algo profunda, no deja de brotar sangre.
El profesor inmediatamente me ordena ir a la enfermería, pero me envía con cuidador incluido; con Daniel Landon.
—No es necesario que me acompañes, puedo ir sola. –refunfuño nada más salir del aula.
—Ten —me ofrece papel.
—Gracias
Coloco el papel alrededor del corte.
En la enfermería la enfermera encargada informa que no hay necesidad de poner puntos a la herida. Posteriormente venda el corte y para finalizar dice que en unos días sanará la herida.
Durante el tiempo que pasamos en la enfermería, Dan muy amablemente se quedó acompañándome. Landon y yo no somos amigos, solo compañeros de clase; no obstante, agradezco que me haya acompañado.
—Gracias de nuevo.
—No hay de qué.
No tengo ni idea de qué más añadir.
—Eh... Adiós —Doy media vuelta para salir rumbo a los estacionamientos, pero recuerdo que no tengo auto. No tener auto apesta.
No le veo sentido quedarme la media hora que falta, así que es mejor ir a casa, pero ¿cómo? No tengo suficiente confianza con Daniel para pedirle que me lleve a casa, además él debe retornar a clase.
Como si leyera mis pensamientos, Dan dice: —¿Sucede algo? ¿Quieres que te lleve a casa?
Lo pienso por un momento. Si digo que sí, ¿debería algo a cambio? Sin embargo, no tengo otra opción.
Él está esperando por mi respuesta. Digo que sí. Él dice que ira por nuestras respectivas mochilas.
Mientras espero veo mi dedo pulgar, el cual está vendando ahora. Yo y mi torpeza. Duele un poco. Espero que sane rápido. Sobre todo, espero no tener que pedir otro favor más a Daniel Landon.
Durante el viaje no hablamos, solo cuando fue necesario, es decir, cuando me pidió indicaciones de cómo llegar a mi casa; nada más.
Antes de bajar del auto agradezco la amabilidad de Landon.
—De verdad, gracias, y perdón por todo.
—No te preocupes.
Cuando he bajado del auto él me llamada.
—Eh... Lissa, cuídate, ¿sí?
Asiento en respuesta y veo como se aleja con rumbo desconocido.
—Lo haré —digo en voz alta.
La vida puede sorprenderte cuando menos lo esperas, y hoy la vida me sorprendió de una manera indescifrable.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro