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Oriana se miraba en el espejo de su habitación. Algo dentro de ella palpitaba: un mezcla de emoción y nerviosismo ante la propuesta que le había hecho María Corina.
"Es solo una cena" se repetía mientras se ponía una falda de cuerina corta que resaltaba sus curvas.
"Pero también es una oportunidad para respirar un poco de aire fresco."
La idea de ir a la cena con María Corina junto a Edmundo González y su esposa Mercedes, la hacía salir de su entorno habitual la llenaba de emoción, incluso si la preocupación por su situación familiar persistía en el fondo de su mente.
Oriana terminó de acomodar su falda de cuerina corta combinada con un top blanco de corte en V que resaltaba su figura. Se miró en el espejo, colocándose sus lentes nuevos. —¡Necesito un respiro de todo esté caos! —hablo en voz baja con una sonrisa nerviosa.
Al salir de su habitación, se encontró con su hermanito, que la miraba con esa curiosidad infantil.
—¡Ori! ¿A dónde vas tan arreglada? —preguntó Samuel, con sus ojos brillantes y llenos de inocencia.
—Voy a una cena con una amiga, pero tú te quedas aquí con la niñera, ¿ok? —respondió Oriana, agachándose para darle un abrazo. —Diviértete y no te metas en problemas.
—No te preocupes, yo siempre me porto bien —dijo él, sonriendo.
—Eso espero. —Oriana le dio un beso en la frente, sintiéndose aliviada de que su padre, Diosdado, no estuviera en casa. Sabía que las cenas familiares a menudo se convertían en un campo de batalla, así que esa noche tenía todo a su favor.
Al llegar a la dirección que le había enviado María, se sorprendió al encontrar una casa bien cuidada con un jardín hermoso. Respiró profundo, tratando de calmar sus nervios, y tocó la puerta.
María abrió casi de inmediato, y su expresión se iluminó al verla. —¡Ori! —exclamó, acercándose rápidamente a abrazarla—. Te ves espectacular.
—Gracias, cariño. También tú te ves increíble —respondió Oriana, sintiendo cómo su corazón se aceleraba ante la cercanía.
María la miró de arriba a abajo, sus ojos se desviaron con un aire de admiración. —Ese top te queda espectacular. Te ves muy sexy... me provoca comerte a besos—dijo con una sonrisa pícara, mientras se inclinaba para darle un pequeño beso en sus labios.
Oriana la acercó más a su cuerpo y profundizó el beso, dándole una pequeña mordida en su labio inferior. —Tienes permiso de hacerlo. — Oriana se alejó un poco notando a María con una sonrisa de lado.
—Te quiero, que bueno que hayas aceptado venir. — tomó su mano acariciándola.
—Estaba un poco nerviosa, pero estar aquí me llena de energía —confesó, dejando que esas palabras fluyeran con sinceridad.
—No te preocupes, va a ser una noche tranquila. Con Edmundo y Mercedes se está bien. Siento que deberíamos tener más cenas juntos. —María empezó a guiarla hacia el interior, y al entrar, Oriana fue recibida por un ambiente cálido.
Edmundo apareció con una sonrisa encantadora. —¡Hola, Oriana, hija! ¡Qué gusto verte de nuevo! Me han dicho que estás haciendo un excelente trabajo en el partido, me alegro bastante. —dijo, dándole un apretón de manos.
—Hola, Edmundo. Gracias por la invitación —contestó Oriana, sintiendo la atención sobre ella.
Mercedes también se acercó, radiante y amigable. —Hija, me alegra que estés aquí. ¡Espero que puedas quedarte un día con nosotros para ver una película y echarnos unos chismecitos! —dijo, mientras preparaba el ambiente con sus comentarios alegres.
Oriana sonrió, sintiéndose cada vez más relajada. —Me encantaría, suena a un plan chévere —respondió, sintiendo que encajaba en el grupo.
María, al notar una oportunidad, hizo un gesto que dejó claro que estaban listos para relajarse. —Vamos a comer, he estado esperando esto todo el día.
Durante la cena, las risas y las bromas fluyeron libres, y la conversación era animada. Edmundo y Mercedes bromeaban sobre la política, y María observaba mientras bromeaban sobre el apellido de Oriana.
—Oye, Oriana, con el apellido González deberías tener un descuento en el restaurante de la familia, ¿no? —dijo Edmundo riendo, provocando carcajadas en la mesa. Oriana también se rió, pero en el fondo su corazón se detenía cada vez que recalcaban ese apellido falso.
—No sé, yo debería estrar en el restaurante sin hacer cola, por "precio de la familia", —respondió Oriana, haciéndose la desentendida mientras disfrutaba de la risa.
Mientras continuaban con la cena, María se sentó un poco más cerca de Oriana, colocando su mano en la pierna de ella y dándole un pequeño apretón. —Te tengo que recompensar por todo el trabajo que has hecho al unir a tantos jóvenes éstas últimas semanas en nuestro partido juvenil. Nunca habíamos tenido a tantos chamos interesados en estar en Vente Venezuela, —dijo con un guiño, y Oriana sintió que su corazón latía más rápido por el acto que estaba realizando María.
— Es increíble, hay muchos chicos en el partido. Últimamente tengo mucho trabajo por eso. — dijo Edmundo entrecerrando los ojos, — Curiosamente hay más hombres, que mujeres... Supongo que están interesados en trabajar con alguien muy atractiva como tú. Le debes de gustar a algunos de ellos... —bromeó, mirando a Oriana y ésta abrió sus ojos de manera de sorpresa.
— No, no para nada... —corrio su mirada finalizando con María, y ésta tenía curiosidad en su rostro.
— ¡¿Cómo que no?! — preguntó Mercedes con una sonrisa. —seguramente te debe de llamar la atención alguien en el partido.
—Hmmm — Oriana miró disimuladamente a María y ésta estaba seria, esperando con atención la respuesta. —Me gusta alguien, sí... Pero no es alguien del equipo juvenil. —sonrio nerviosa mientras tomaba vino.
— ¿Y, tú María? —Edmundo la miró, —desde que te separaste de Gerardo ya no te vi saliendo con alguien.
— Bueno, he estado saliendo con alguien que me gusta lo suficiente para saber que quiero estar a su lado. —confesó María mirándolos. — Nos hemos estado viendo en mi departamento y en las oficinas de vente Venezuela. Es una persona increíble.
— Debe de ser muy afortunado. — sonrió Mercedes al ver el brillo en los ojos de María.
— Afortunada... — corrigió... Dándoles una sonrisa, lo cual eso hizo sonreír a ambos al igual a Oriana que la miraba con bastante admiración y amor.
Al finalizar la cena, la chispa de la conversación se mantuvo, y el ambiente se sentía acogedor mientras el grupo continuaba charlando animadamente. María invitó a Oriana a salir un momento para tomar aire fresco en el jardín.
—Oye, cariño, gracias por venir. Quiero que sepas que cada vez que estamos juntas, siento que puedo ser yo misma —dijo María, abrazando a Oriana mientras se alejan de la charla bulliciosa.
—Me alegra que lo digas. Me siento igual, estar aquí es un respiro. Por eso me atreví a venir a esta cena. —respondió Oriana, sintiendo que la conexión se fortalecía.
María la miró fijamente. —Hay algo especial entre nosotras, y no quiero que esto quede a medias. No tengo prisa, pero quiero que sepas que estoy aquí para lo que necesites.
Oriana sintió un brillo de esperanza, pero al mismo tiempo, la sombra de su vida secreta le pesaba en el pecho. —Me encantaría, te quiero María.
—Tambien te quiero Oriana. — En un momento de complicidad, María se inclinó hacia ella y la besó vigorosamente, uniendo sus labios de una manera que hizo que el mundo alrededor de ellas desapareciera. Fue un beso enamorado, uno que las hizo sentir a ambas completas.
—Quiero verte de nuevo, el trabajo en partido no nos da tiempo, desde aquella vez que nos vimos ya no hemos estado juntas otra vez—susurró María, mientras se separaban, sus rostros brillando de alegría.
Oriana, todavía envuelta en la emoción, sintió una mezcla perfecta de libertad y esperanza. —Sí, lo sé. Quiero verte a solas, pero tenemos que sacar tiempo para estar juntas... Sin la política de por medio.
María la abrazó con fuerza y le susurró al oído: —Gracias por venir. Siempre quiero tener momentos así contigo.
—Yo también, María. Te prometo que en estos días nos vamos a ver. —Oriana sintió que el impulso de su conexión había crecido, y aunque las sombras de su vida la acechaban, esta noche había sido una liberación.
Al regresar a casa, el ambiente era tranquilo y la casa no parecía tan vacía sin la presencia de Diosdado. Sin embargo, en su mente, el recordatorio de la infiltración y la complejidad de su vida personal persistían.
A medida que se acomodaba en su cama, pensaba en lo que había pasado esa noche. La conexión con María era cada vez más intensa, y las decisiones que debía tomar estaban pesando en su mente.
"¿Debería hablarle a María sobre mi verdadera identidad?" se preguntó, sintiendo la presión.
“O debería dejar que esto fluyera y disfrutar lo que hay entre nosotras?”
Con esas preguntas en mente, se sumió en un sueño, en el que la paz y la libertad reinaban, dejando atrás las sombras que siempre la acechaban.
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