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21. Asedio (Parte 2)

La carretera, solitaria y llena de oscuridad, árboles tanto a la derecha como a la izquierda, y frío, era todo lo que había.
Noah limpió el vapor de su ventana y miró hacia afuera, solo sombras que eran iluminadas medianamente por la luz de la luna. Llevaban casi una hora de recorrido y aún no estaba seguro de a dónde iban, Sam no respondía a sus preguntas, lo único que deseaba era que no hubiese enloquecido. No fue hasta que reconoció finalmente el camino, que en realidad se alarmó.

—Por Dios, estamos yendo a la comunidad —soltó nervioso, lo miró, el rostro de Sam era inexpresivo cual piedra—. ¿Qué pretendes hacer?

—Créeme, no pasará nada.

—Sam, deten el auto ahora —apuntó su arma contra él, frenó lentamente—. Quiero que me digas de una vez, ¿qué mierda estás tramando?

—Iremos a la comunidad a hablar con Solomon —con aquellas simples palabras fue suficiente para que entrara en pánico.

—¿Estás loco, o qué te pasa? —aseveró— Es una maldita locura, no tiene sentido.

—Debes confiar en mí, hablar con él es necesario.

—¿Para qué? ¿Rendirnos? Porque hasta donde recuerdo tú eras el que quería dar un último golpe.

—No será una rendición, entraremos en la comunidad en son de paz, él pensará que estamos asustados y que finalmente logró vencernos, pero lo único que logrará, será darnos un acercamiento a él.

—¿Quieres matarlo? —dijo sin bajar el arma.

—Es la única forma, estará confiado al solo vernos a nosotros, bajará la guardia y entonces lo mataré.

—Sí que enloqueciste, me trajiste a una misión suicida —se había puesto completamente pálido. Sam ni se inmutaba.

—Son una puta milicia, Noah, están acostumbrados a seguir órdenes, si acabamos con su líder, ellos mismos estarán indefensos, y no tardarán nada en comenzar a masacrarse entre ellos.

—Mierda, mierda, estás loco... —miró hacia todas partes sin saber qué hacer.

—Noah, podemos acabar con esto de una vez, además, no pretendo que vengas conmigo, solo quiero que cuando todo acabe, me prometas que cuidarás de Ann, de Lizz y de Lily...

—Eres un puto loco —emitió con voz temblorosa, pasó su mano por todo su rostro y suspiró—. Conduce de una maldita vez.

Encendió el auto y siguió por la carretera, hasta que luego de unos minutos llegaron frente a la gran puerta. La cual, tenía una enorme cruz blanca pintada sobre el nombre Fort Hope.

—Mierda... —soltó Sam. Había cadáveres carbonizados en la entrada, colgados con letreros que decían claramente Pecadores.

Avanzaron un poco más, entonces les llegaron disparos de advertencia. Ninguno se movió, la gran puerta comenzó a abrirse, un grupo de soldados salió, alzando sus armas contra ellos.

—¡Bajen del auto, ahora! —ordenó el primer hombre que llegó al auto. Salieron— ¡Suelten sus armas!

—Venimos a ver a Solomon —habló Sam, todos recargaron sus armas.

—¡Suelten sus putas armas, ya! —justo cuando pensaron que serían asesinados, la puerta volvió a abrirse, y él salió.

—Tranquilos, mis hermanos, así no se trata a los visitantes —habló Solomon, quien esta vez traía ropa normal—. Déjenlos pasar, los estuve esperando —sonrió y comenzó a caminar.

—Vamos —dijo Sam, juntos comenzaron a seguirlo.

El interior de la comunidad seguía siendo igual, salvo por los estragos causados por los ataques y la obvia presencia de los hombres de Solomon patrullando casi todas las esquinas.

—Por un momento creí que jamás vendrías —colocó las manos tras su espalda.

—Realmente no creí venir —habló Sam, un tanto temeroso de la situación—. Pero creí que podríamos hablar.

—Lo sabía —su voz era calma y serena como nunca antes—. Lo vi en tus ojos, eres inteligente, y creo que igual que yo estás cansado de tanta sangre. Hablando de eso, una disculpa por lo sucedido en el bosque.

—Asesinaste a nuestros amigos —intervino Noah, demasiado molesto.
Solomon se volteó y lo miró con las cejas en alto.

—¿Y ustedes qué le han hecho a mis hombres? —se giró nuevamente.

—¿Cuál es tu plan, Solomon?

—¿De qué hablas?

—¿Planeas adueñarte de las comunidades restantes sin esperar que se defiendan?

—Yo no me adueñé de nada —exclamó casi como si eso le hubiera parecido ridículo—. Todo esto solo es una medida drástica para alcanzar la salvación, ya lo verán, el Señor estará muy felíz.

—Hablas de él como si lo conocieras —intervino Noah nuevamente.

—¿Lo ves? Es por la gente sin fe que este mundo ha sufrido esto. El Señor está muy molesto con nosotros, por eso me eligió a mí, para evitar el infierno.

—Creí que ya estábamos en él —aseveró Sam, escuchó una pequeña carcajada de su parte.

—Miren a su alrededor. Todo está en paz, gracias a mí, mientras que lo único que hacen ustedes es crear caos, son demonios que vienen a perturbar mi Edén.

—Esa gente no está en paz —habló nuevamente Noah, cada célula de su cuerpo estaba llena de furia y miedo al ver lo que pasaba en su hogar—. Esto no es una salvación, es dominación...

—Llámenlo como quieran. Solo están cegados, todos lo están, ya lo entenderán.

Siguieron caminando a través de la comunidad, hasta que llegaron al pequeño auditorio de la comunidad, el cual ahora con una gigantesca cruz de madera eregida sobre su techo parecía ser una especie de iglesia.

—Supongo que aquí es donde das tus discursos motivacionales —dijo Noah.
El sonrió, abrió la puerta y los invitó a pasar.

Ciertamente lucía como una iglesia en su interior, incluso se habían tomado el tiempo de alguna manera de conseguir los ídolos, pinturas, sillas y demás elementos de una iglesia de verdad. Solomon caminó hasta la tarima donde seguramente decía las misas, tomó la copa y bebió algo de vino.

—Tengo curiosidad, pero, algo me dice que no siempre fuiste un hombre deboto, algo en tu forma de actuar, te hace ver más como...

—Un soldado —intervino a la oración de Sam. Asintió y volvió a beber—. Antes de que el fin llegara, yo era un Comandante en el ejército, vi mucha oscuridad en aquellos días, debo admitir, que para ese entonces mi fe estaba más que extinta —se persignó tras decir eso—. Pero luego, llegó el apocalipsis, los muertos se levantaron, la humanidad sucumbió y bueno... hubo pérdidas. Pero, justo cuando me vi tentado a acabar con mi vida, Dios me salvó, me dio un propósito, ahora mi misión es salvar a todos los que pueda.

—Se ve que son buenos amigos —Noah observó el Cristo en la cruz y apretó sus labios.

—Creo que ya es tiempo de hablar sobre lo que pasa —dijo Sam.

—Tienes razón —le secundó Solomon, ya con aquella voz tranquila—. Bien, no soy un monstruo, no quiero ver más muertos, así que les propongo un trato. Ríndanse ahora y prometo que ustedes y todos sus amigos serán perdonados por sus crímenes y sus pecados.

—Parece un buen plan —admitió Noah.

—¿Verdad? Todos podemos conseguir paz, solo depende de su respuesta —ambos se miraron, ciertamente la idea de terminar con el conflicto tan solo con unirse a ellos sonaba medianamente tentadora.
Pero entonces, algo pasó, la puerta de un cuarto adjunto se abrió, y juntos pudieron ver a una chica salir de ahí, no tenía más de quince años, estaba vestida con ropajes harapientos y su rostro, su rostro además de golpeado, había perdido toda gota de inocencia.

—¿Qué te dije sobre tocar? —pronunció Solomon en un tono tan sombrío que los hizo temblar.
La niña regresó a la habitación, no sin antes haberlos visto una vez más, los reconocía y ellos indudablemente la habían visto antes.

—Eres un monstruo —Noah fue el primero en alzar su escopeta.
Sam le secundó, sabiendo así que todo se había ido al carajo.

—Muchachos, tranquilos, todo tiene una explicación.

—Cierra la boca. ¿Qué clase de ''salvador'' eres? —farfulló Sam, su dedo acariciaba el gatillo.

—Por favor, a como están las cosas, ¿en serio crees que Dios me castigará por eso? —sonrió cínicamente. Aquello los enfureció más.

—Bueno, ya que son tan buenos amigos no te molestará el darle una visita inesperada —Noah bombeó el arma y apuntó el cañón contra su pecho. Nuevamente sonrió, silbó, y en un segundo decenas de sus hombres irrumpieron en la iglesia.

—Adelante, dispara. Una vez que yo muera ellos los matarán, y seguirán contra su gente —no hubo más opción, ambos bajaron sus armas, Solomon negó con la cabeza—. Que decepción, chicos, esperaba más de ustedes, el trato expiró.

—¿Nos matarás así nomas? ¿Como ganado? —inquirió Sam.

—¿Y convertirlos en mártires? No, su bano intento de oposición se ha visto frustrado por sus pésimas desiciones, dejaré que siguan jugando a los soldaditos una vez más, y entonces, será cuando deje de ser jurado y me convierta en verdugo.
Dejen que se vayan, muy pronto terminará todo.

Los soldados comenzaron a llevarlos a la salida, nuevamente vieron las calles, todo se había tornado más oscuro que cuando entraron, los sacaron a punta de cañón. Rápido llegaron al auto y salieron de ahí.

—Ese maldito... debe pagar —dijo Noah aún sin poder procesar lo sucedido.

—Lo hará, solo necesitamos un plan.


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