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28. Familia

Las enormes puertas metálicas se abrieron, y el resto del convoy apareció. La comunidad los estaba esperando, al igual que a los enemigos, en todo el tiempo en que estuvieron ausentes, la gente preparó el lugar para lo que estaba por llegar.
Las cercanías de Fort Harmony estaban llenas de trincheras y zanjas, tanto para muertos como para vivos. Habían reforzado la seguridad en las murallas, y también habían colocado una serie de barricadas hechas con estacas afiladas.
Y en el interior todo el armamento estaba preparado, las pequeñas catapultas estaban colocadas estratégicamente en dirección al bosque, toda la gente estaba lista para pelear, o eso es lo que querían sentir.

Para cuando llegaron, el anochecer llegó junto a ellos, toda la comunidad era iluminada por el fuego de las antorchas. El devastado autobús en el que venían finalmente se detuvo. Comenzaron a bajar.

—¡¿Qué ocurrió?! —Óscar fue el primero en salir al escuchar el sonido de los motores. Y Sam el primero en salir, con Lily en sus brazos, rápido la llevo hasta la enfermería.

—Cazadores —emitió solamente eso y entró a la casa de Spencer, quién ya se preparaba para recibir a los heridos. La colocó sobre una camilla, ella volvió a soltar un quejido—. Estarás bien —besó su frente y movió su cabello.

—Lo sé —mostró una sonrisa. Él la tomó fuertemente de la mano—. ¿Puedes gradecerle a Stuart de mi parte? No tuve oportunidad...

—Claro que si, nena, te dejaré un momento. —Salió de la enfermería y ya todo su grupo lo esperaba—. Estará bien —dijo, muchísimo más tranquilo.

—La niña es dura como la roca, se pondrá bien, no te preocupes —Nathan palmeó la espalda de Sam, él asintió.

—Gracias amigo.

—¿Oigan, y Marcus? —Tyler silenció a todos en un parpadeo—. ¿Está bien, verdad?

—Tyler... —comenzó a decirle Nathan—. Marcus murió —sentenció, Tyler inmediatamente comenzó a negar con la cabeza.

—No puede ser —su cara de volvió roja y parecía que estaba a punto de estallar—. Ese viejo era como un padre para mí.

—No pudimos hacer nada, en verdad lo siento —Tyler comenzó a llorar de la ira.

—Debí haber estado con él, pude salvarlo, maldita sea —rugió con impotencia.

—Enterraremos a los muertos mañana a primera hora, después deberemos estar completamente preparados para pelear —Sam sabía que no podía sensibilizar sus palabras, así que simplemente dijo lo que creyó más adecuado. Después de todo, la guerra estaba a nada de comenzar.
Se apartó de ahí sin decir otra cosa. Cruzó presuroso las calles hasta llegar a su casa, atravesó la puerta y encontró a su pequeño practicando, desenfundaba repetidas veces su pistola, le quitaba el seguro y jalaba el gatillo, solo se escuchaba el tic de el arma sin balas.

—Volvieron —dijo Ann preparando la mesa para servir la cena. Adam caminó y abrazó a su padre, Sam quedó ciertamente extrañado, esperaba que su pequeño corriera con felicidad hasta él, lo abrazara con fuerza y que no lo soltara en horas. No fue así, Adam parecía haber cambiado por completo.

—Hola papá —sonrió, de manera distinta incluso.

—Hola —sacudió su cabello con cierta confusión.

—Ya estoy aprendiendo a disparar — Esas palabras cayeron con un gran peso sobre su espalda, ciertamente no sintió orgullo, ni mucho menos satisfacción. ¿En dónde había quedado ese niño que temía a dormir sin una luz encendida?

—Eso... eso es excelente, hijo —un sentimiento desolador le invadió, tal como la primera vez que le tocó dispararle a alguien. Tembló, llegó hasta Ann, ni siquiera lo había saludado, era como si ambos hubieran cambiado—. Oye, ¿te encuentras bien? —puso sus manos sobre sus hombros.

—Estoy bien, ¿y tú qué tal? —respondió colocando el ultimo tenedor en la mesa.

—Estoy bien, gracias por preguntar —ambos quedaron en silencio un momento, un momento bastante largo.

—¿Dónde está Lily?

—Con Spencer —claramente se notó una verdadera preocupación en ella al decir eso—. Se pondrá bien, solo fue un rasguño.

—Bien —avanzó, parecía sonámbula, como si actuara en automático—. Sam...

—¿Si?

—Mariana perdió al bebé —emitió sin mirarlo a los ojos, con voz calmada y fría.

—No puede ser... ¿dónde está? —inquirió, ansioso de verdad.

—Peter la está cuidando, no creo que debas intervenir por el momento —. Ni siquiera tuvo tiempo para procesarlo, cuando se escuchó que alguien llamaba a la puerta. Caminó y la abrió.

—Escuché que habían vuelto —Lizz parecía que se acababa de dar un largo baño, su cabello no estaba completamente seco y su piel brillaba mucho más.

—Hola —la abrazó al instante y la besó sin más. Ella correspondió el abrazo con mucha más fuerza, pareció oírlal llorar, la miró—. ¿Qué te ocurre?

—Soñé... soñé que morías —sollozó en sus brazos—. Estabas cubierto de sangre y sostenías algo con fuerza en tus manos, cerrabas los ojos y tú... tú...  no volvías a despertar —estalló en lágrimas, y sin querer soltarlo ni un segundo.
—Ey —Besó su frente con delicadeza—. Estoy aquí, y no me pasará nada.

—Disculpen, la cena está lista —pareció que Ann se materializó ante ellos, si antes le pareció verla extraña, al encontrarse a Lizz se puso peor.

—Me tengo que ir —limpió sus mejillas y comenzó a caminar.

—Lizz —fue Ann quien la llamó esta vez, ella se giró sin creerlo, Ann suspiró y se agachó en hombros—. ¿Por qué no te nos unes?

—¿Hablas en serio? —preguntó con toda la incredulidad del mundo en sus palabras. Ann asintió.

—Muy enserio —sonrió de manera mucho más relajada—. Además, ¿a dónde más irías? Todos nos hospedamos aquí —rió, entonces entró—, vengan ya, la comida se enfría.

Parecía que los demás tenían otras cosas por hacer, así que solamente ellos cuatro se encontraban en la mesa, Ann servía la comida; había hecho espagueti a la boloñesa, acompañado con un vino tinto que encontró en el sótano de la casa.

—Gracias —dijo Lizz después de que le sirvieran su porción.

—Por nada —se sentó tomando su tenedor—. Sam, ¿qué ocurre, no tienes hambre? —preguntó al ver que solamente movía la pasta sin probarla.

—No es eso, es solo... —se detuvo y miró a todos en la mesa—. Es solo que hace mucho que no comía con mi familia completamente reunida —tanto Ann como Lizz mostraron una pequeña sonrisa, la más sincera que hubieran mostrado desde hacía tiempo.

Pasó el rato, y ya habían terminado, Adam se había ido a dormir y solo quedaron ellos tres. Ann terminó de lavar los platos y se volvió a sentar, juntos compartieron un silencio largo y agobiante sin saber que decirse el uno al otro.

—¿Por qué haces esto, Ann? —preguntó Lizz, rompiendo con el silencio de la mesa. Ella meditó sus palabras, dio un gran suspiró y levantó su copa.

—Me puse a pensar en todo lo que hemos pasado. Tantas alegrías, aventuras y penas, todo eso lo hemos pasado los tres juntos —movió la copa, mirando la luz de las velas —. Todo está por cambiar, y si es la última vez que podré estar con aquellos quienes me importan, lo haré. En verdad los adoro chicos, sin ustedes simplemente no podría vivir —sonrió, Sam no lo pudo creer, su corazón se había llenado de una plenitud inexorable.

—Me-me gustaría disculparme —empezó Lizz, su voz tiritaba—. Sé que hemos tenido nuestras diferencias, pero... a lo largo de todo este tiempo me he dado cuenta de lo importantes que son para mí, ustedes dos siempre han estado ahí para ayudarme, tanto en las buenas, como en las malas, me enorgullece decir que son lo mejor que me ha pasado en la vida —las pequeñas lágrimas cristalinas caían por sus ojos, igual que los de Ann, ambas miraron instintivamente a Sam, el se quedó quieto, parecía que estaba en otra realidad.

—Yo... he perdido mucha gente, todos los que llegué a conocer y a querer ya no están conmigo. Llegué a pensar que la vida no valía nada, pues con el paso del tiempo cada vez todo se volvía mucho más oscuro, hasta que ustedes llegaron —apretó los labios, intentando reprimir el llanto—. Ustedes dos son mis amigas, mis compañeras, mis dos grandes amores, mis protectoras, mis ángeles, ustedes son mi más grande tesoro en este mundo tan cruel. Son la razón por la cual levantarme cada día y seguir peleando, son la más grande luz que ilumina mi vida cada día, las amo tanto a las dos, y me llena de felicidad poder llamarlas mi familia.

En aquel momento se dieron cuenta que el pasado había sido borrado, todo lo que importaba se resumía a ellos tres, en aquella mesa, juntos como en aquel día en la carretera cuando el sol salía en el horizonte y traía consigo un nuevo amanecer, una nueva razón para sonreír, todo lo vivido,  todo lo perdido, todo aquello yacía frente a sus ojos, la familia es para siempre, en aquella noche el miedo desapareció por completo y solo la felicidad tenía cabía en ese lugar. Los tres se levantaron y compartieron un gran y cálido abrazo que perduró por siempre en sus corazones.








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Una disculpa por la tardanza, pero quería que el capítulo fuera muy especial. El final está cerca mis amigos, espero y puedan quedarse para presenciarlo.

Gracias por leer.

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