21. Nunca dejar de pelear
El camino era mucho más largo a lo que recordaba, la gran carretera se extendía kilómetros y kilómetros, llena de bosques aledaños y antiguos vestigios de civilización.
Llevaban bastante tiempo recorriendo el lugar, pero finalmente encontraron la dirección exacta hacia Fort Hope. Sam deseaba más que nunca contemplar aquellas oxidadas puertas que precedían a su hogar. Avanzaron sobre una sección un tanto elevada hasta contemplar el horizonte, ahí fue cuando todo se vino abajo. Donde alguna vez estuvo su hogar, solo quedaban restos humeantes y devastados.
—Por Dios... —soltó, y salió corriendo en dicha dirección.
Para cuando Marcell llegó, Sam se encontraba justo en la entrada del lugar, no había nada, solo cenizas y cadáveres por doquier. Cayó de rodillas y miró con el corazón hecho trizas todo el lugar.
—Yo... les fallé —tomó el collar de Lizz y lo apretó con ambas manos. Marcell puso una mano sobre su hombro.
El cachorro se acercó a él y comenzó a lamer su mano, Sam ni siquiera le prestaba atención, estaba deshecho. Orión se aproximó también, olfateó el collar y rápidamente salió en dirección al bosque.
—Orión —exclamó Marcell, corrió tras su lobo. Lo siguió hasta encontrarlo entre los árboles del bosque, el animal olfateaba y rsacaba la nieve, como si buscara sacar algo. Marcell se agachó y desenterró lo que parecía era parte de una camiseta.
—¡Sam! —exclamó, llegó hasta él tras unos instantes. Le mostró el pedazo de ropa—. Creo que la persona a la que le pertenece ese collar podría seguir con vida.
—¿Como puedes saberlo? —su corazón comenzó a latir nuevamente.
—Puede que las personas que lograron sobrevivir salieran en busca de un lugar seguro, si es así, entonces debieron dejar algún indicio por aquí —acarició la cabeza de Apolo—. Creo que nuestros amigos rastreadores pueden encontrar algún rastro.
Aquello significó un rayo de esperanza para Sam,
—Si hay una mínima probabilidad de que sigan con vida, no voy a dejarla pasar —se colocó el collar—. Hay que seguir.
—¿Lizz? —preguntó Lily tocando la puerta—. ¿Estás bien?
—Sí... solo, dame un minuto —estaba arrodillada frente al retrete, mareada y bastante agitada, no aguantó las ganas, comenzó a vomitar.
Lily entró al escuchar el escándalo, rápido la ayudó a levantar su cabello, acarició su espalda y la ayudó a sacarlo todo.
—Gracias —respiró agitada, limpió sus labios y se levantó.
—¿Qué te pasó? —la notó bastante pálida y un tanto débil.
—Creo que el desayuno me cayó muy mal —mostró un amago de sonrisa.
—¿Estás segura? ¿No quieres ir al doctor? Aún estás a tiempo.
—Estoy bien, en serio, gracias por preocuparte.
—No hay de que. Ahora recoge tus cosas, ya casi es hora de irnos.
Contrario a las órdenes de Óscar, Nathan logró que se quedaran un par de semanas, semanas en las cuales no dejó de trabajar para conseguirles sus raciones de comida y agua, esa fue la condición que dictó Óscar para mantenerlos como ''huéspedes''.
Aún así, no cambió de opinión, así que debían marcharse finalmente.
Salieron todos de la casa de Amanda, comenzaron a dirigirse a la salida.
—La verdad extrañaré este lugar — Comentó Lily al reunirse con los demás.
—Lamento no haber podido hacer nada —Nathan se mostraba realmente desilusionado al tener que verlos partir—. Saben, hay más comunidades como esta, más pequeñas, pero estoy seguro que podrán quedarse allí. Yo mismo los ayudaré a conseguir un nuevo hogar —quería hacer todo lo posible para de alguna manera no sentirse tan culpable.
—No fue tu culpa, además, con todo lo que has hecho por nosotros, nos tomará más de una vida poder compensarte —Peter palmeó su hombro.
Llegaron a la entrada principal, parecía que con tampoco tiempo de conocerse, la despedida sería lo más difícil.
—¡Abran la puerta! —avisó un vigía desde una torre—. ¡Y avisen a Óscar, tiene que ver esto! —se escuchaba bastante enérgico. Al instante la gente comenzó a alarmarse.
—¡¿Son Los Cazadores?! —inquirió Nathan, el grupo se alertó.
—¡No!
—¡¿Entonces?!
—¡Tienes que verlo por ti mismo!
—¡¿Ahora que sucede, están causando problemas ustedes?! —Óscar apareció y miró bastante enojado al grupo de Peter. Antes de que pudiera pasar otra cosa: las grandes puertas se abrieron, caminó para ver cuál era el alboroto, y simplemente no pudo creer lo que sus ojos veían. Rápidamente una gran muchedumbre se creó. El pequeño Adam soltó la mano de su madre y atraído por la duda comenzó a pasar entre la gente para ver mejor.
—Adam —exclamó Ann, al perderlo completamente de vista.
Adam era bastante delgado para pasar a través de las personas, hasta que salió de la muchedumbre y observó lo que ocurría. Un par de hombres habían llegado, un par de hombres fuera de lo común, con apariencia ruda y peligrosa, a demás, aquél dúo de personajes, tenían a su lado, un par de lobos.
—¿Esto te sucede a menudo? —preguntó Marcell al ver a todas las personas estupefactas.
—No realmente, pensé que a ti sí, después de todo tú eres el que conocía este lugar —respondió sin dejar de mirar la multitud, el rastro que los lobos habían seguido los había llevado ahí, pero Sam jamás imaginó encontrar tanta gente.
Siguió mirando, las personas murmuraban a su alrededor, ciertamente se sentía algo intimidado, no más que Marcell. Bajó un poco la vista, entonces abrió sus ojos como platos.
—Adam, Adam, ¿estás bie...? —una vez que salió de entre la multitud, se quedó congelada, su corazón le dio un vuelco al verlo justo frente a ella.
—¡Papá! —el pequeño salió corriendo hacia él, tenía los ojos repletos de lágrimas. Al verlo, Sam sintió una explosión de sensaciones indescriptibles, igual que a su hijo, sus ojos comenzaron a desbordar de llanto, se agachó y recibió a su pequeño con el abrazo más fuerte y lleno de pasión que en su vida hubise dado.
Estalló en un llanto de felicidad que conmovió a propios y extraños, sujetó el rostro de su hijo con ambas manos, lo llenó de besos una y otra vez, asegurándose de que no era un espejismo lo que veía, sonrió, y lo abrazó nuevamente.
—Eres tú, por Dios, en verdad eres tú —lo observó nuevamente—. Te amo mucho, mucho, mucho, mucho —besó su frente con inconmensurable alegría y júbilo.
—También te amo, papá —no quería separarse de él ni un instante—. Estoy tan felíz de que regresaras —limpió sus lágrimas, Sam lo levantó y observó a su familia frente a él, su mentón tembló, aguantó las ganas de llorar.
Ann fue la primera en acercarce a él, tenía los ojos bien abiertos, lo miró de pies a cabeza, entonces lo abrazó.
—Estás aquí —estupefacta acarició su rostro, su cabello, no lo podía creer—. En verdad estás aquí...
—Lo estoy —sonrió, correspondió su abrazo, estaba más que felíz por verla con vida. Dejó a Adam con su madre, entonces se topó cara a cara con Lily, sonrió—. Hola, pequeña —ella sonrió también. Saltó sobre él y lo rodeó con sus brazos.
—Sabía que volverías —pronunció en au oído, limpió sus lágrimas.
—Jamás dejaría sola a mi nena —besó su frente. Los demás se acercaron
—Ni la misma muerte puede contigo —exclamó Marcus, lo saludó e incluso se llevó un abrazo.
—Carajo, eres mi maldito héroe —le dijo Tyler, Sam lo abrazó y agitó su cabello. Peter se le acercó.
—Hermano —dijo Sam, al instante lo recibió en sus brazos—. Que alegría verte.
—Puedo decir lo mismo —puso una mano sobre su hombro—. ¿Nunca dejar de pelear, eh?
—Nunca —sonrió.
—Hola, niño, te tardaste —pequeñas lágrimas cubrían el rostro de Mariana, pero no lograban opacar la gran sonrisa de dientes brillantes que la caracterizaba.
Ambos se abrazaron, como si hubiera sido la primera vez que se conocieran.
—Tu bebé, ¿está bien?
—Sí, está bien, no pasa nada, ¿y tú estás bien?
—Mejor que nunca. Llegué a Fort Hope, todo estaba en cenizas, ¿cómo lograron escapar?
—Nathan, él nos ha ayudado desde que la comunidad cayó, sin él no estaríamos aquí —Sam caminó directo a él. Nathan extendió su mano para saludar, y Sam lo correspondió con uno de los abrazos más sinceros y llenos de gratitud que pudieran existir. Tal vez ellos no lo sabían, pero ese día, la familia había crecido un poco más, y Sam, obtuvo un gran hermano.
—Jamás podré agradecer todo lo que has hecho por mi —incluso los ojos de Nathan comenzaban a tornarse brillantes.
—No hay nada que agradecer —contestó con ojos enrojecidos y una gran sonrisa. Al final de todo, ahí estaba ella, aquella mujer que simplemente no podía resignarse a dejar de verla.
—Hola —dijo ella sin dejar de verlo.
—Hola.
—Volviste —se acercó a él.
—Debía de cumplir mi promesa. —Sacó aquel collar, ambos se miraron un largo tiempo, hasta que sin más, se besaron.
Sintió como si hubiera regresado en el tiempo, rememoró la primera vez que la vio, recordó como su corazón enloqueció al verla aquella mañana en el Distrito 5. Su pecho sintió un remolino de emociones que lo transportaron a las estrellas, se apartó de ella y la rodeó con ambos brazos.
—¿Todos ustedes se conocen? —preguntó Óscar, al momento todos regresaron a la realidad. No necesitó una respuesta, la familia estaba reunida.
—Óscar, por favor, todos ellos son buenas personas, deja que se queden —intervino Amanda.
—Además, ya la escuchaste, ella esta embarazada —repuso Nathan.
—Ya te dije, Nathan, ellos... —el gruñido de Orión detuvo sus palabras, le mostró sus afilados colmillos, entonces remató con un ladrido, Óscar tembló, miró molesto al grupo—. Bien, pueden quedarse, pero cuando Los Cazadores aparezcan y su grupo sea separado, no quiero que vengan a llorarme a mí —se retiró finalmente.
—Ahora que estamos juntos otra vez, ¿puedes explicar qué ocurre aquí? —Peter miraba la lealtad de los lobos hacia Marcell, y ese extraño vínculo que tenían con Sam.
Adam no esperó, y como si fuera un peluche, tomó al pequeño cachorro blanco, y lo abrazó. Muchos se alertaron al pensar que aquel animal pudiera hacerle daño a Adam, lo cual cambió al ver como el pequeño Apolo lamía la mejilla de Adam, sacando una sonrisa en todo el grupo. Sam sonrió de oreja a oreja.
—¿Por dónde empiezo?
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